Amén de por su talento salvaje, a Pedro Simón (Madrid, 1971) se le admira y, por ende, se le ama —la admiración es una de las subespecies más robustas del amor— por su rechazo a la sobreexposición artificial. Por no mendigar, como tantos pobres diablos de los nuestros, la calderilla de la gloria. Por haber consagrado su trayectoria profesional al periodismo sin destilar, tan nuevo de puro viejo, explorando las periferias geográficas y biográficas y descubriendo y contando como ningún otro historias tremendas, terribles a veces y siempre cargadas de verdad y de belleza, pues bien sabe el amigo colchonero —en fin, nadie es perfecto— que hay más realidad y más vida en un niño autista agredido sexualmente o en una logopeda con parálisis cerebral que trata a pacientes con daño neuronal que en cualquier declaración del político de turno, cojee de una u otra pierna.
Me he ventilado en dos tardes su última novela, Los siguientes (Espasa, 2024), con la que liquida la trilogía de la familia, conformada también por Los ingratos (2021, Premio Primavera de Novela) y Los incomprendidos (2022), y en el que viaja, desde el punto de vista literario, a una realidad que le/nos acogota: la vejez. Simón, que sabe que las muertes se parecen más que las vidas y que la ancianidad de los padres es un reflejo adelantado de lo que le espera a uno en el futuro, no hace prisioneros en las doscientas setenta y pico páginas del libro, zarandeando al lector con un inicio brutal —“El primer día que tuve que limpiarle el culo a mi padre, me mentí diciéndome que era igual que cuando se lo limpiaba a mi hijo”— y noqueándolo con un jab —¿se dice así, Jero?— imprevisto al final, de los que te dejan el cerebro y las tripas centrifugando durante horas.
En Los siguientes se narra la historia de Antonio, un octogenario avanzado que, disculpen la crudeza, se caga encima. De él se ocupan sus hijos: Carmen, una auxiliar de enfermería abnegada; Darío, un golfo que vive encadenando ñapas y pegando sablazos, y Gabriel, que nada en billetes pero tiene cruzado a su padre porque, presuntamente, truncó de un modo fatal la existencia suya y la de su crío —sobre todo, la de su crío—. Llegado un momento equis, el anciano se convierte en carne de residencia. Y el aire, para la tribu, se vuelve denso. Y afloran las inquinas, las miserias y los remordimientos. Y la vida, como apunta Carmen, se revela como “un árbol que se va llenando de bichos”. Ante un padre niño que mengua, pero que no es ningún gilipollas y que guarda un secreto atómico para evitar que la familia sufra un particular accidente de Chernóbil.
Una cita de Borges encabeza Los siguientes: “Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es”. La novela va de eso, del espejo violento y cruel que, sin ambages, muestra quién es uno cuando un padre, carcomido por el tiempo o por la enfermedad, deja de ser ese padre. De cómo, cuando pintan estos bastos, el individuo se define con sus acciones hasta los restos. Simón, por su parte, se ha vuelto a definir como un escritor cojonudo rematando con brillantez su trilogía familiar. Mientras prepara su próxima ficción, seguiremos leyendo sus reportajes y sus columnas en el diario El Mundo. Con admiración, que, ya digo, es una de las subespecies más robustas del amor.
—————————————
Autor: Pedro Simón. Título: Los siguientes. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: