Hay verdades a medias y verdades incómodas. De ambas trata el nuevo ensayo del historiador Francisco J. Leira Castiñeira, docente en la Universidad de Santiago de Compostela, que viene a poner el foco en la Guerra Civil española, su desarrollo y sus consecuencias. De este periodo se ha hablado centrándose, generalmente, en los grandes hechos, sobrevolando a esos nadies “que cuestan menos que la bala que los mata” (Eduardo Galeano).
También de gran interés son los capítulos destinados a abordar el papel de las mujeres en la contienda y cómo se fueron reforzando progresivamente los valores patriarcales: lo vemos por un lado con el caso de Amada García y a cómo se vincula el lugar de la mujer al ámbito de lo privado, reelaborando la historia/mito de Mariana Pineda. Amada, como tantas otras mujeres, era una activista de izquierdas que colaboró en defensa de la República —por ello fue fusilada— y viene a representar “a ese grupo de mujeres que rompió los grilletes que [las] ataban a todas a la esfera privada, y aunque fuese conocida por portar una bandera, y con ella venían acompañadas palabras y una significación pública contraria a la idea dosificadora que se quería mantener de la mujer” (p. 214). En esa misma línea se recuerda a milicianas como Antonia Portero, Rosario Sánchez Mora, “La Dinamitera” o Enriqueta Otero, que afrontaron la guerra en primera línea. No quedan tampoco al margen los sacerdotes, el relato vivencial del franciscano Cándido Rial muestra el grado de enajenación que puede alcanzar un ser humano en mitad de una contienda bélica: atrapado por los milicianos cuando huía de Madrid, para salvar su vida se unió a ellos y estuvo presente en fusilamientos de otros sacerdotes hasta que pudo desertar al bando contrario. Resistió para vivir con su conciencia.
Otros temas que se abordan son la importancia que tenía la virilidad para ambos bandos (se explica la persecución, por ende, de los homosexuales) y lo que implicaron los reclutamientos forzosos (como el de Ramón Montserrat). Tampoco se olvida el autor de acercarse a la realidad de los supervivientes del bando perdedor, de la legítima República, una vez terminada la guerra y cómo tuvieron que sobrevivir en una dictadura en la que estaban señalados incluso por sus propias familias (valgan los casos de Urania Mella y María Gomez González, primera alcaldesa gallega). El capítulo final, “De las Españas memoriosas y desmemoriadas”, reflexiona sobre la necesidad de replantearse la división rojos/azules, entre buenos/malos, arguyendo que, a su juicio, en la Guerra Civil, la mayoría fueron perdedores, al margen del bando en el que estuvieran. A su modo de ver, “en líneas generales, y en contra de lo que defienden los intelectuales orgánicos de la transición, existía y aún perdura como una necesidad de conocer lo que sucedió en aquel pasado, pero no solo sobre su recuerdo, sino esencialmente su Historia —Pública— como una disciplina abierta, compleja y diversa” (p. 124). Ya anticipaba que este es un libro incómodo porque nos sitúa ante historias diversas que conviene conocer para completar el mapa emocional real de lo sucedido. Por eso conviene leerlo detenidamente: por si en el futuro fuésemos capaces de trascender la machadiana idea de que, a los españolitos de 1936, una de las dos Españas había de helarles el corazón. No sé si estamos preparados para asumirlo todavía. Tal vez acercarse a la historia de estos nadies que nos presenta Leira Castiñeira suponga un principio para repensar nuestro pasado sin odio ni revancha; eso sí, desde mi punto de vista: con ambición de memoria y justicia para nuestros muertos, desarrollando el concepto de concordia civil por el que abogaron muchas víctimas de tanto horror y sangre derramada. En tiempo de radicalismos exacerbados como éste es una esperanza a la que agarrarse.
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Autor: Francisco J. Leira Castiñeira. Título: Los Nadies de la Guerra de España. Editorial: Akal. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Llamar legítima a la segunda república es ignorar que se introdujo en unas elecciones municipales que no proponían el cambio de régimen y que, además, ganaron los monárquicos. Artículo sesgado y tendencioso.
Debe de ser difícil sobrellevar el complejo de haber vivido el régimen y haberse dedicado a estudiar o prosperar. Luego llegan a la edad invernal, cuarenta años años después de morir Franco, y se convierten en furibundos antifranquistas. Supongo que así creen mantenerse jóvenes e interesantes. Casi nada. Yo, nacido después de Franco, tengo bien claro que el comunismo es cien veces más asesino y liberticida que el fascismo o el franquismo.