A espaldas de la ley. En los aledaños de lo que antaño fue oscuro y terminó siendo una explosión de insondables matices. Dentro de un profundo laberinto que se alejó de lo binario y censuró a quienes asumieron la democracia como un proyecto concebido desde la ortodoxia y la rigidez dialéctica. Así llegó la libertad a nuestras calles. Así despertaron nuestros padres de ese horror que, durante más de cuarenta años, vaticinó tanto infierno.
Quienes soñaron y encarnaron brechas en el Tiempo y Espacio a través de imágenes yuxtapuestas,
atraparon al arcángel del alma entre dos imágenes visuales y unieron los verbos elementales y
establecieron el nombre y rasgos de la conciencia.
Y lo hacía, entre otros, en lugares como la City Lights Bookstore, en San Francisco, un espacio de ocupación, ruptura y libertad regentado por el también poeta Lawrence Ferlinghetti. A él le debemos no solo la creación de un punto de encuentro para los escritores y artistas que formaron parte de la Generación Beat, sino la puesta en marcha de una trinchera pública, absoluta y abierta al enemigo con esa pulsión beligerante de quienes se sabían impenetrables en las caóticas curvaturas de un nuevo equilibrio.
En España, por aquel entonces, la vanguardia contracultural aspiraba solo a experimentar con el lenguaje, a pervertir la tradición con nuevas conjugaciones, con ensamblajes inéditos que simularan la libertad y sirviesen de espejo para aquellos agitadores que se atrevían ya a declarar la muerte política de la nocturnidad. Los Novísimos, por ejemplo, y los poetas que fueron su punta de lanza, teorizaron sobre el desafío contracultural aplicando experimentos en un lenguaje tan lleno de tumbas y celosías, tan expuesto a las impávidas sugerencias del Misterio.
Pero faltaba un espacio, un lugar que simplificara nuestra urgida revolución espiritual para hacerla factible, libre entre las nuevas corrientes, entre visiones artísticas que hibridaban las múltiples ajenidades de la libertad. Cuando la transición española era todavía un proyecto de salón, de pactos y preámbulos que debían revocar, de forma simultánea, la mortecina indisposición del franquismo y las exhaustas otras edades desde el exilio, Ajoblanco se convirtió en ese espacio desafiante con la oscuridad y apegado a los movimientos sociales emergentes. Con irreverencia y la firmeza de quienes decidieron abortar todo propósito en el que no cupiesen la pluralidad, la libertad individual, el feminismo y la nueva ecología, Ajoblanco fue el motor de esa otra transición maltratada por los libros de historia.
Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler (Libros del K.O.) es la crónica-ensayo de un periodo tan convulso como apasionante, tan expuesto al retroceso como libre en esa extraña penitencia que adormeció a toda una generación. A Pepe Ribas, su autor, fundador de la revista Ajoblanco, agitador y emblema de una lucha cultural que dio la espalda al poder y a sus dogmatismos homónimos; que buceó en los callejones y laberintos de las grandes ciudades, en los eriales de muchos pueblos que agonizaban aún en hornacinas y claustros, en los afanados dispensarios del remordimiento, en las casas donde muchos patres desvestían la piel de otros para resumirla en uniforme.
Con un estilo ágil, detallado y fiel a esa vasta cronología que anticipó la libertad, Pepe Ribas nos entrega un documento vibrante y necesario. Y nosotros, quienes nacimos a finales de la transición o somos, directamente, hijos de ella, le debemos una disculpa.
«En defensa de la independencia de Ajoblanco hemos dejado oportunidades de éxito y reconocimiento. Resistir es cuidarse. Cuidar a los que te sean próximos, aunque no sean afines, da vitalidad y esperanza, lo contrario de la sumisión que exige el ser humano autoritario. Cuando los pilares del apoyo mutuo tiemblan no se desvanecen, desaparecen. También sé, porque lo vivo y lo comparto, que hoy esas actitudes son casi imposibles, sin duda han desaparecido las circunstancias que las hacían posibles. El dinero se ha convertido en la única medida de intercambio».
Disculpas, sí, porque engolfados gracias a una libertad que solo nosotros abaratamos con imprudentes conjeturas y apelaciones al individualismo, hemos demostrado ser indignos sucesores de quienes, al igual que Pepe Ribas, sacrificaron todo cuando la Nada regía indiscriminadamente bajo el palio de la negación y el dolor.
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Autor: Pepe Ribas. Título: Ángeles bailando en la cabeza de un alfiler. Editorial: Libros del K.O. Venta: Todos tus libros.
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