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Pepita o el humor

Pepita es el primer libro de ficción con el que Pablo Carbonell se encarama a las librerías. Buscavidas de la risa, Carbonell entrecierra los ojos cuando le digo que su novela tiene mucho humor.

—¿Tú crees? (me mira distraído, sorbiendo el café. Desde luego es bastante poco original mi comentario; un humorista haciendo una novela de humor. Intento afinar.)

—Hay en Pepita un humor fantástico, casi surrealista, muy refinado, con un intenso aroma a aquellos cafés de Madrid y aquellas voces de las que apenas hoy hemos sabido conservar los ecos, Jardiel Poncela, Wenceslao Fernández Florez, Ramón…

"¡Pero si yo tengo las Greguerías en mi cuarto de baño para releerlas a diario! ¡Y El malvado Carabel, oh, por favor, una de mis novelas favoritas!"

—Gómez de la Serna (termina la frase con los ojos muy abiertos). ¡Pero si yo tengo las Greguerías en mi cuarto de baño para releerlas a diario! ¡Y El malvado Carabel, oh, por favor, una de mis novelas favoritas! ¿Piensas que se me nota en la novela ese gusto por estos genios? Pues me alegro, porque entonces también debe notárseme y mucho, a Felipe Benítez Reyes. Yo creo que es un escritor muy grande y ha escrito cosas tremendas, como su último libro, El azar y viceversa. Ese libro ha inspirado mi Pepita. La ha inspirado tanto que he tenido que hacer esfuerzos para no fusilarlo directamente. (Risas). De verdad. Mientras escribía esta novela lo imaginaba allá en nuestro sur, cerca del mar donde vive, tendiendo las redes de su imaginación. Es enorme, Benítez Reyes.

—¿Crees que el humor ha pasado de moda o simplemente es una cuestión de “mala salud”?

"El humor no frivoliza, da en la diana de la verdad de las cosas"

—Por desgracia hay cada vez más gente que considera el humor una falta de respeto, pero es todo lo contrario; el humor no frivoliza, da en la diana de la verdad de las cosas. Y encima, es el mejor digestivo que conozco para que no se nos indigeste la realidad.

—¿Cómo calificarías el humor de hoy en día?

—Bueno. Hay supervivientes que practican un humor muy salvaje como los genios de Muchachada Nui o como El Gran Wyoming. Ese humor ácido, casi punk, me da esperanzas porque el humor ha desaparecido prácticamente de todas partes; de la literatura y también de la música.

—¿A qué crees que se debe?

"Los personajes de Pepita se desarrollan precisamente en esa fractura; están narrados desde el desequilibrio que produce lo absurdo"

—Pues sin duda a que para hacer reír a alguien primero tiene uno que saber reírse de sí mismo, y eso es muy difícil. Muy difícil. Fíjate en esa situación tan característica cuando un humorista o un payaso sacan a alguien al escenario. Es un momento muy tenso y puede ser tremendamente patético, porque es casi imposible mantener el equilibrio. Se produce una ruptura en la manera de vernos, y al final de quien te ríes es precisamente de quien cree que debe salvar su dignidad a toda costa. Los personajes de Pepita se desarrollan precisamente en esa fractura; están narrados desde el desequilibrio que produce lo absurdo.

—¿Quién era más libre humorísticamente hablando, el Pablo Carbonell de Los Toreros Muertos o el autor de Pepita?

"Ahora, entre tanto ofendido, tanta censura, tanta hipocresía, tanto odio infundado, puedo ver lo necesaria que es la libertad"

—Aquel Pablo Carbonell de los 80 era muy libre porque era muy ignorante, pero esa ignorancia era sana y ha sido un motor importantísimo en mi vida. Yo vivía sin ni siquiera darme cuenta de que era libre. Ahora, entre tanto ofendido, tanta censura, tanta hipocresía, tanto odio infundado, puedo ver lo necesaria que es la libertad. Lo mucho que la añoro.

—Usted es de Cádiz, del sur, y su novela también transcurre en un pueblo del sur. ¿Cree que el humor cambia en España dependiendo de sus puntos cardinales?

"Mi novela no podía estar ambientada más que allí, ese surrealismo maravilloso raras veces se da en otro lugar"

—Yo creo que el clima determina la manera que tiene el ser humano de relacionarse con sus semejantes. Efectivamente, hay formas de entender el mundo que sólo se dan en el sur. La solidaridad de la sobremesa, las charlas en las plazas en las tardes interminables de este sur crean un tipo de humor muy característico, porque nace de unos estereotipos muy claros. Mi novela no podía estar ambientada más que allí, ese surrealismo maravilloso raras veces se da en otro lugar.

—¿Existe el humor universal?

—Sí. Charles Chaplin es buen ejemplo de ello. Y siglos atrás Cervantes. “En un lugar de la Mancha” es el primer chiste de los muchos que aparecerán en el Quijote.

—¿Cómo envejece un humorista?

"El humor ayuda a relativizar el ocaso"

—Como todo el mundo, volviéndose un cascarrabias insoportable (Risas). Pero también envejece más lentamente, porque el humor ayuda a relativizar el ocaso.

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