Leer a Jorge Luis Borges, en mi opinión, es como leer a Cervantes, siendo los dos tan distintos. Pero los dos son muy grandes, de los más grandes, a mi juicio. Leer a Jorge Luis Borges es una prueba para la inteligencia, pero también una gran apuesta para el placer.
Si hay edades en los lectores, no sería raro que el lector se sintiera hacerse mayor, o crecer en cualquier caso, leyendo a Borges. Si hay grados en los lectores, no sería extraño que el lector sintiera que alcanza algo así como el grado de doctor leyendo a Borges.
¿Por qué? Porque Borges es lo que lee y es lo que escribe. Y es lo que piensa y medita. Tiene dentro una inmensa y riquísima biblioteca, tal vez la de Babel, y no sólo la tiene sino que la transmite, la recrea. Borges enseña a leer y enseña a escribir. Enseña tanto que el escritor deberá tener cuidado de que no le influya demasiado, o de que su influencia no le abandone, al menos en la forma, porque Borges es un autor que una vez que lo hemos leído no nos abandona, al menos en el fondo. Un autor al que volver como a ese cultísimo e inteligentísimo amigo al que vemos poco, pero con el que siempre es insustituible conversar.
A Borges hay que leerlo despacio, demorándonos en cada letra, en cada palabra, en cada frase. Para entenderlo bien, para disfrutarlo bien. Una vez leído el poema, el cuento, la crítica, el prólogo… hay que hacer recuento, reflexionar sobre lo ya leído, y aprovecharlo.
Para algunos, para bastantes, tal vez para muchos, es el mejor escritor en español del siglo XX, quizá el mayor escritor del siglo XX en todas las lenguas. Es difícil afirmar esto, porque en la literatura pesan mucho los gustos y las cotizaciones, pero hay una gran unanimidad en que fue un gran escritor, de los mejores.
Yo empecé leyendo su Prosa completa, cuatro pequeños tomos en Bruguera y acabé leyéndolo todo. Su poesía, sus ensayos —que me gustan muchísimo—, sus críticas y prólogos. Todo está a la altura del propio Borges, incluso las entrevistas que le he leído.
Leer es muy gratificante para el lector, los lectores lo sabemos. Leer a Borges es doblemente gratificante. Siempre que guste o interese, porque no hay que forzar nada, no hay que forzar a nadie.
Pero no será raro que el lector que se interne en esa “Biblioteca de Babel” que es el propio Borges, siga libro tras libro hasta completar su propio laberinto, ese laberinto que es literatura pero a mi modo de ver también es sabiduría.
La literatura de Borges es literatura en estado puro, un diamante de ideas, de palabras, de imaginación, de cultura, de genialidad y trascendencia al alcance del ser humano de hoy, al alcance del ser humano de siempre.
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/febrero 20, 2025/Imagen de portada: ‘Automat’, de Edward Hopper (1927). Las pasiones siempre han sido y serán uno de los grandes temas de la literatura universal. Amor, celos, envidia, odio, ira. Y, en concreto, las relaciones humanas, las formas no siempre simétricas de relacionarnos entre nosotros, ocupan un lugar destacado entre nuestras inquietudes. De esto nos habla el relato del mes de la Escuela de Imaginadores para Zenda. Su autora, Cecilia Castelló, licenciada en Economía y en Periodismo por la Carlos III de Madrid y redactora jefa de la mesa digital en Cinco Días, consigue introducirnos en una de estas relaciones desiguales…
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