En frío mes de febrero nos llega la noticia de la muerte de Květa Pacovská. Nonagenaria risueña, Pacovská es una de las grandes creadoras de libros infantiles de las últimas décadas. Pintora, escultora, ilustradora… Sus álbumes supusieron un hito en la exploración de las posibilidades espaciales y gráficas de los libros, que en sus manos se construían (había heredado el espíritu arquitectónico, diseñador y teatral de la Bauhaus) como volúmenes en transformación, como un juego (sobre todo, un juego) donde las superficies (líneas, texturas, recortes, reflejos) se ofrecían a un arte de metamorfosis, de muestra enérgica del acto de asomarse al escenario donde actúan impulsos de vida. De ahí que convirtiera sus libros en pequeños museos, en una experiencia de aproximación a la imaginación creadora compartida por niños y adultos.
Una de sus obras más celebradas, con justicia, es El pequeño rey de las flores. Ésta se construye sobre un sencillo argumento de aire tradicional: la historia de un rey que sale al encuentro de una princesa con la que casarse para ser feliz. A partir de aquí irrumpe la maravilla. Los elementos formales (pequeña ventana troquelada en la cubierta y contracubierta que enmarca el paso del uno al dos; dibujos a lápiz, collages, manchas y brochazos a medio camino entre el arte infantil y la vanguardia centroeuropea y rusa…) se orquestan para componer una partitura poderosa, una sinfonía contemporánea.
El elemento musical se aprecia en la repetición de motivos que aparecen y reaparecen con distintas formas y colores (flores, pájaros, el palacio real, el rey y la princesa…). La dimensión es uno de los elementos capitales del álbum, el juego de tamaños está presente desde el comienzo (“Érase una vez un rey muy pequeño que vivía en un diminuto palacio en un reino muy lejano…”) y permite la introducción de la magia (los monarcas viajan entre tulipanes, el palacio crece y mengua ante los ojos del lector). No se trata sólo de un recurso para introducir al lector en lo fantástico, es —y aquí radica la energía del álbum de Pacovská— la expresión artística del deseo, la encarnación por medios materiales de los impulsos subjetivos de esperanza y búsqueda. El rey persigue la felicidad y, en su camino, el cosmos presenta diferentes formas, la experiencia muestra el mundo en transformación acorde a los ojos de la mente. El amor permite retratar a la diminuta princesa que vive en una flor como un inmenso astro que ilumina la página.
En la espléndida doble página central, de ambiente nocturno, el rey, a lomos de un pájaro misterioso, en medio de su búsqueda del amor, se encuentra con una figura femenina de perfil picassiano. Es una imagen poderosa, inquietante. Sin embargo, la aparición grotesca en medio de la noche contiene un germen de promesa (la belleza del enigma) que será revelado después, cuando ese perfil transformado sobrevuele el desposorio de los protagonistas, anunciado por criaturas quiméricas (trompeteros, tamborileros, pajes reales…) como un ángel custodio. No se explica en ningún momento, simplemente se ofrece a los ojos que observan el álbum. Es la gran lección artística de Pacovská: la materia permite la representación viva, intensa, del reino orgánico al que pertenece la imaginación; los anhelos —la inquietud, el deseo, la búsqueda— confieren al mundo una forma proteica que muestra la imagen interior de los humanos.
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