El mes pasado los diarios nos trajeron la noticia del fallecimiento de Wolf Erlbruch. Era uno de los grandes referentes de la ilustración infantil de las últimas décadas, y algunas de sus obras figuran en la nómina de las más leídas y mejor valoradas por los críticos y los niños. Su dominio de la técnica y una audacia intelectual capaz de abordar las cuestiones cotidianas e inaccesibles de la vida (inolvidable, su álbum La gran pregunta) dejan un legado que perdurará en generaciones venideras.
El primero de ellos narra la peripecia de un pequeño topo que una mañana aparece con un tocado maloliente encima de su cabeza. Indignado por la falta de respeto que le corona con una deposición, el topo inicia una pesquisa que le llevará a entrevistarse con diferentes animales de la granja y a presenciar toda una anatomía de lo excrementicio que ha movido a carcajadas a niños de medio mundo. Pocas veces este motivo cómico, tan explotado, ha alcanzado un nivel artístico que trasciende la mera corporalidad para conseguir una visión divertida e integradora, verdaderamente orgánica, de la vida.
El segundo título también adopta una estructura dialogada, pero en este caso son sólo dos los interlocutores y el tema responde a las “últimas cuestiones”, es un diálogo en el umbral. Un pato erguido, verticalísimo, y una muerte de aspecto medieval (esqueleto en austera túnica), dibujados con lápices y recortados sobre un fondo desnudo, como sobrio collage, conversan con tono contenido, componen una elegante danza macabra en la que el temor da paso a la amistad, al consuelo, a una despedida serena, acompañada, de la vida.
La estructura dialogada y el aspecto medieval le confieren el aire de un hermoso lied romántico, como el compuesto por Franz Schubert a partir de un poema de Matthias Claudius (“La muerte y la doncella”):
“Dame la mano, hermosa y tierna criatura.
Amiga soy, y no vengo a castigarte.
Ten ánimo, no hay crueldad en mí:
dulcemente dormirás entre mis brazos”.
Erlbruch supo mostrar esta imagen consoladora (“la muerte le sonrió con dulzura”), compatible con un colofón que muestra con desparpajo la realidad de la vida (la muerte sigue su paso risueño y despreocupado mientras alrededor del faldón de su túnica trazan un círculo sin remedio el zorro y la liebre). “Pero así era la vida”, son las últimas palabras del álbum.
Wolf Erlbruch ya había ensayado con anterioridad a este libro sus personajes de la muerte y del pato. Aparecían en el mencionado La gran pregunta. Allí, interrogados por el sentido de la existencia, el Pato respondía: “No tengo ni la menor idea”. Unas pocas páginas antes la Muerte había dicho: “Estás aquí para amar la vida”.
Descanse en paz la mano que dibujó sus cuerpos y transcribió sus respuestas.
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Autor: Wolf Erlbruch. Título: El pato, la muerte y el tulipán. Traducción: Moka Seco. Editorial: Barbara Fiore. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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