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El extraño caso de la biblioteca inexistente

El extraño caso de la biblioteca inexistente

Hace muchos años, casi treinta, confesé en esta página que era lector de la revista Hola. Y lo sigo siendo. Ya no la leo con los crispis y el colacao porque llevo dos décadas desayunando otras cosas: cuando estoy en casa, una asquerosa leche de soja —a mi edad los médicos desaconsejan la de vaca de toda la vida, que es la que me gusta— y galletas Chiquilín o tortas de Inés Rosales. Con eso me apaño. Pero el caso es que sigo fiel a la revista. Unas veces la hojeo a esas horas y otras cuando estoy tranquilo entre una cosa y otra. En sus páginas he visto envejecer a galanes de antaño —a todos menos a Bertín Osborne, que parece plastificado, el hijoputa— y a damas como Carolina de Mónaco, que en su momento fue un trueno de señora. He visto posar a famosos con esa sencilla naturalidad que, por ejemplo, mostraban siempre Paloma Cuevas y Enrique Ponce antes de que se les gastara el amor de tanto usarlo. A Isabel Preysler haciendo cling-cling con su célebre caja registradora. A reinas, reyes, duquesas, actores, monarcas, vedettes, banqueros con vergüenza o sin ella. A tontos del culo de ambos sexos vestidos de coronel Tapioca en safaris solidarios de dos días en el África procelosa, con estilismo de Nati Abascal. A impresentables analfabetas, a cuyo lado las pedorras de hace veinte años parecerían hoy unas señoras, ocupar portadas y reportajes a color. He visto todo eso, vamos. Evolucionar los iconos de la sociedad en la que vivo y muchas cosas más. Si me permiten ustedes la chulería, tengo, como viejo y fiel lector, cierta autoridad en la materia.

Hay dos cosas que me intrigan del Hola. Una, la más venial, es por qué a quien redacta titulares, sumarios o pies de foto le parece todo divertido. No entretenido, simpático, alegre, placentero, atractivo, encantador, gracioso, seductor, fascinante, sugestivo, agradable, jovial, campechano o cualquier sinónimo susceptible de dar variedad al jolgorio. Para nada. En la revista todo es divertido por cojones. Y si creen que exagero, hagan la prueba. Echen cuentas y comprobarán que rara es la semana donde no hay media docena de asuntos calificados con ese adjetivo: la gran boda divertida de Tamara, el divertido camisón de Ágata, la divertida casa del aventurero Kitín, el divertido cumpleaños de Genoveva, la divertida novela de Jorge Javier, la divertida foto de Antonio vestido de Semana Santa, la divertida falda de Victoria, el divertido patinete de Ana, la divertida fiesta de Froilán, la divertida cara de memo del tío Iñaki. Desde hace tiempo, para la revista todo es divertido a tope. ¿Por qué? Loignorito, como se llamaba el loro. Cien páginas semanales de Divertilandia.

El otro enigma de las arenas, más gordo aún, es el de las bibliotecas. Es costumbre del Hola mostrar en las primeras páginas la lujosa mansión de alguien: la princesa Chochín de Torlonia-Staufenberg nos enseña su casa de los Abruzzos, el modisto ecuatoriano Mortimer García y su pareja nos abren las puertas de su lujoso apartamento en Manhattan, la diseñadora Lola Cascales nos pasea por su finca jerezana con niños y perros incluidos. Etcétera. En todos estos casos, por automatismo profesional, busco en el reportaje la biblioteca doméstica esperable en casoplones de ese nivel; pero nunca doy con ella, o casi nunca. Las fotos suelen mostrar el comedor, el salón, el dormitorio, el cuarto de baño, la piscina; y a veces, muy raras veces —según mi documentada estadística, una de cada veinte, o menos— aparece una biblioteca que en algún caso, y de justicia es decirlo, está muy bien. Pero la mayor parte de lo que la revista llama bibliotecas son salones donde hay algunos libros de aspecto antiguo o con formato de arte, viajes y tal, colocados más para decorar que para leerlos. Basta ver cómo están en las baldas, entre objetos y apoyados unos en otros, de un modo en que ningún lector de verdad dispondría los suyos. Y por supuesto, con ausencia clamorosa de esos otros libros que se leen, que se reconocen nada más verlos. El núcleo elemental de una biblioteca seria.

De todo esto me queda una duda más o menos razonable, o sea. Un gusanillo juguetón que me corroe las asaduras desde hace años. ¿Esa ausencia habitual de bibliotecas en el Hola se debe a que en las casas fotografiadas no hay libros, o que a la revista le importa un carajo que los haya?… Porque puede ocurrir, tal vez, lo de mi hija Carlota, que entonces tenía ocho años, cuando acudió a la fiesta de cumple de una amiga. Y al regreso, muy impresionada, me dijo: «Oye, papi, seguramente los papás de Marcela tienen los libros abajo, en el sótano, porque arriba no he visto ninguno».

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Publicado el 8 de septiembre de 2023 en XL Semanal.

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David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
1 año hace

¡Diez mil volúmenes he perdido -Mi familia y yo- al incendiarse nuestra casa!
Mis padres pusieron la semilla; mis hermanos fueron llenando de flores literarias cada espacio que hubiera.
Había allí libros de aventuras, de Ingeniería, de Medicina, de Poesía, de Historia… Biografías, Memorias, Discursos -El del Método y los de Demóstenes también- Anécdotas y Viajes.
Yo, el menor, aporté también los míos, pero fui el favorecido: crecí leyendo cada uno de esos textos maravillosos, saltando de tema en tema y apreciando cada uno de ellos. Lo mismo Cervantes que Asimov, Lawrence -El de Arabia- que Casanova -Ese mismo- o Fawcett. Terminaba una de Salgari para hundirme en un Tratado sobre Mecánica y después a Rubén Darío.
Fui feliz en cada página y sufrí hasta el tuétano con el incendio hijo de mala madre que se llevó todo: no más de un centenar de libros se salvaron, medio chamuscados y mojados.
Sí: yo sé qué sintió ese bibliotecario cuando vio arder la Gran Biblioteca de Alejandría.

ricarrob
ricarrob
1 año hace

Cada libro que se quema o destruye es un dolor en el alma humana. Algunos, como en su caso, se queman de forma accidental. Es una desgracia. Otros como la biblioteca de Alejandría es por fanatismo o, como en 1933, en la Alemania de los nazis, por odio, racismo y también fanatismo.

Cuando se queman libros adrede, siempre terminan asesinando también a personas. Primero se intenta destruir el espíritu y luego el cuerpo. Prueba de ello, el artículo de la sra. Paca Pérez, hoy mismo en Zenda, sobre las leyes racistas nazis, las leyes de Nuremberg, en el año 1935, dos años después de la quema de libros. Porteriormente, vendría la Shoá.

Y hay más casos y más recientes. Ya que estamos en el 50 aniversario del infame golpe de Pinochet y del asesinato de Allende, recordar que este inicuo régimen golpista también efectuó quemas de libros.

Una quema masiva que personalmente me impresiona es la que se efectuó en Florencia por el monje demoníaco Savonarola, de obras de arte y libros.

Siento que se quemaran sus libros sr. Sepúlveda. Son pérdidas irreparables. Son un daño en el alma.

Saludos.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
1 año hace
Responder a  ricarrob

Gracias por las condolencias… aunque no comparto en absoluto su apreciación sobre el tema de los 50 años -Cuestión que en Chile nos tiene hasta la coronilla porque, a pretexto suyo, nuevos crímenes educativos y culturales se cometen, aparte de los financieros- asunto sobre el que puedo opinar por haberlo vivido directamente.
No olvidemos que las quemas empezaron precisamente en el gobierno de Allende, contra toda literatura económica y jurídica que le fuera contraria. También un Canal de Televisión fue destruido. Por supuesto, sus contrarios se cebaron en la literatura marxista cuando cambiaron las tornas.
(Dato: Allende no fue asesinado. Se suicidó con la metralleta que le regaló Fidel Castro).

ricarrob
ricarrob
1 año hace

Gracias por su contestación, sr. Sepúlveda. La versión del suicidio es la más socorrida, la que quizás ha quedado para la historia. La conocía. Pero también hay otras opiniones que dudan de ella y que dicen que fue una ejecución. Desconozco en qué se hechos probados se apoyan ambas versiones. De todas formas, parece, siempre desde la distancia, que los hechos del Estadio Nacional y el asesinato y tortura de mucha gente (Víctor Jara es un paradigma para muchos), son innegables.

Las opiniones que damos aquí, desde la distancia, quizás sean erróneas e influya el no haber vivido ese tema directamente in situ. En mi caso, era muy joven y lo viví desde la distancia e inmersos como estábamos en España en los últimos estertores de la dictadura. Veo que, como en el caso de la Guerra Civil española, hay opiniones de lo más variopintas.

Si que es cierto que la izquierda en el poder pocas veces, quizás solamente en los casos de la socialdemocracia del norte de Europa, actúa con mesura. La actuación de la izquierda, por revanchista, fanática y dogmática, crea odios, crea oposición y es la que alimenta a los populismos (no sé si llamarlos pugilismos) de extrema derecha.

Saludos cordiales.

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace

No me las voy a dar de intelectual, don Arturo, no es eso a lo que me refiero, pero en esto no coincidimos, como me imagino que tampoco en otras cosas. No he leído nunca esa revista. Si acaso, si estaba en la sala de espera de algún profesional del tipo que sea, la hojeaba un poco por pasar el rato.

Entiendo que el propósito de su lectura puede ser hasta científico. Un estudio sociológico o biológico de ciertas faunas del paìs y del extranjero. En eso, le veo la utilidad.

También considero que su compra y lectura, junto con la publicidad de sus anunciantes, contribuyen al pago de exclusivas que es de lo que vive generalmente esa fauna. Estos bonobos, planifican sus bodorrios, sus infidelidades y sus separorrios cual ceo de una multinacional. Lo venden todo. Y viven de p. madre. Y tienen su propia vida privada, totalmente independiente de la publicitada y… cobrada.

También es cierto que ya no es necesario comprarla porque los periódicos, que antes eran serios, han incluido su sección rosa entre sus páginas o webs. Vamos, ya nadie que leamos nos podemos escapar de la vida y milagros de estos especímenes. Y tengo que confesar, que esas páginas sí que les echo un vistazo. Llámenlo curiosidad malsana o lo dicho, interés sociológico.

La biblioteca. Los libros. No sé de que se sorprende usted, don Arturo. Las capacidades intelectuales de esta fauna, sus declaraciones, sus respuestas, son del nivel de una ameba, excepto para la buena vida. Uno de los estudios que se pueden hacer al respecto (yo suelo tener curiosidad por este tema), además de las bibliotecas, es el del nivel de estudios de los vástagos de estas celebridades. Cuente usted, don Arturo, cuantos se dedican a profesiones normales, sean fruto de formación profesional o de estudios superiores. Es curioso ya que los padres suelen tener medios para que estudien en Suiza o en Inglaterra. No son médicos, ni abogados, ni informáticos, ni físicos, ni matemáticos, ni escritores, ni directores de cine, ni siquiera políticos. Son disk jockeys, influencers, cantantes, actores, presentadores, etc.

Al respecto, relaciono todo esto con un artículo del sr. Barrero, publicado en Zenda esta misma semana y criticado por mí. Es respecto a las cigarras y a las hormigas. En España, teniendo en cuenta no solamente a esta fauna sino también a la de los políticos y altos cargos de la administración, me refiero no solamente a los cargos deportivos, tenemos un mogollón de cigarras.

Todo ello se opone frontalmente al mundo de la intelectualidad. Para muestra, recuerden ustedes el choque de trenes entre este mundo farandulero (la de la caja registradora y los Ferrero-Rocher) y el mundo intelectual (el pemio nobel Vargas Llosa). Ahí tiene usted, don Arturo, uno de los ejemplos de la oposición frontal enre libros y farándula.

El resto, los que trabajamos o hemos trabajado, a pagar impuestos o a comprar el Hola para mantenerlos. ¿A qué se iban a dedicar si no?

Saludos, y felices desayunos.

Julia
Julia
1 año hace

Sr Pérez Reverte, el divertido es usted.
Le he descubierto tarde, pero intentaré remediarlo un poquito. Como en mi pueblo no hay librería tendré que, como Miss Marple, desplazarme a la ciudad para adquirir su desafiante libro.

Leo siempre sus artículos con la sonrisa en los labios y mi buen humor se acrecienta. Incluso cuando escribe sobre temas serios disfruto con su lectura, y reconozco que coincido, en casi todo, con sus opiniones.

Discrepo con usted en el número de españoles que leen, en mi opinión son pocos. En las escuelas no se fomenta como una aventura, leer, comentar y debatir sobre libros leídos.
Donde vivo, tenemos biblioteca cerrada por falta de clientela, la mayoría somos carcamales.

Su caso es diferente, Pérez Reverte es el único escritor español con muchos lectores, merecida fama y miembro de la RAE. Me recuerda a Somerset Maughan, mi extranjero favorito, que era prolífico, ingenioso, crítico y el mejor pagado de su tiempo.

Alfonso
Alfonso
1 año hace

Yo creo que el Hola y demás revistas por el estilo, las llamadas «del corazón», no merecen un artículo. ¿Qué se va a esperar de ellas? A nadie medianamente sensato y enterado de ese mundo le extraña lo que usted cuenta. Puras obviedades. Superficialidad elevada a la enésima potencia. Yo no perdería un minuto en escribir sobre eso, ni siquiera para reírme de esa gente que apenas me merece interés ni respeto alguno. Pero usted escribe mucho -y bien- tanto como mea, que decía Delibes sobre Umbral (¿o al revés?). ¿De verdad merece la pena dedicarles un artículo, por muy irónico o sarcástico que sea? ¡Esa gente no lee!

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Alfonso

Yo no las compro pero sus devaneos y falsedades son una enseñanza sobre el tipo de la suciedad de sociedad que tenemos. Ya que somos civilizados, parece, ahora no acuden a ver matarse a los gladiadores en el Coliseo. Ahora se sigue la vida y milagros de la fauna farandulera, disfrutando de sus falsos despellejamientos mutuos. A mucha gente le gusta todo ese espectáculo degradante. A otros les gusta el análisis que se puede hacer de ello. Espectáculos degradantes en una sociedad degradada y decadente.

A veces pienso en que, si llega la humanidad, dentro de 2000 años y los arqueólogos de entonces sólo descubrieran las revistas de Hola para identificar esta época, me pregunto por las conclusiones que deducirían.

Saludos.

Paula
Paula
1 año hace
Responder a  Alfonso

Hay otro análsis posible para explicar el éxito de este tipo de publicaciones: la realidad es abrumadora, ver las noticias es un mazazo en la cabeza. Hace falta un escapismo, un puerta mágica que nos dé acceso a un mundo en el que todo parece liviano, llevadero, feliz; en las fotografías no hay rastro alguno de desvelos, tribulaciones, desengaños o dificultades. La revista nos hace soñar con un mundo perfecto, en el que todo es placer, convivialidad y placidez. – Como droga, es bastante inocua…

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Paula

Por mi parte, no lo había pensado. Es posible. Evadirse de terremotos, guerras, inundaciones, sanchismos indignos, rubialismos indignos, subidas de los tipos del BCE, monterismos, etc, es una opción hasta deseable.

Jose manuel
Jose manuel
1 año hace

Sublime, maestro. Pensamiento y filosofia sobre el ser o no ser de los libros en la jet set.

Jose Ignacio Mata Gamarra
Jose Ignacio Mata Gamarra
1 año hace

Pues por aquí, amigo Arturo ( aclaro, para no pecar de confianzudo, que declarar mi amistad no exige reciprocidad alguna) no hay libros ni como adornos. Cuando vine a América Latina fue una de las cosas que me llamó de inmediato la atención. Yo llegué por avión con dos maletas de ropa mientras me alcanzaba por barco un baúl con los libros que no fui capaz de abandonar.
Pero un amigo me comenta que en Japón, por espacio y minimalismo, no se ve libro alguno por ninguna parte.

Paula
Paula
1 año hace

Marie Kondo (gurú del orden) recomienda no tener más que treinta ejemplares. No dice que no hay que leer, sino que una vez leído un libro, conviene donarlo, regalarlo, venderlo, deshacerse de él, por cuestiones de espacio. En Japón las viviendas son extremadamente pequeñas.

rotrel
rotrel
1 año hace

Buenos Aires todavía es parte de América Latina. Tal vez porque todos mis amigos y parientes pertenecen a la (mal) llamada clase media, puedo asegurar que todo tienen libros en sus hogares, y me consta que los han leído.
En las llamadas villas miseria esto seguramente no sucede, pero la clase media argentina (y la uruguaya y la chilena) suelen consumir literatura.

Andarin
Andarin
1 año hace

¿Quién no ha leído, o por lo menos ojeado, el Hola?. ¡Qué casoplones, qué muebles, qué vestidos, qué señoras, qué perros!.
Si el Sr Reverte cree que en casa de las Princesas Chochín de Torlonia no hay biblioteca no seré yo quien le contradiga porque nunca he sido invitado a una de sus mansiones pero me extrañaría. Esta gente de rancio abolengo que viene de la antigua aristocracia solía tener muy buenas bibliotecas aunque sólo fuera por aparentar y los aristócratas del Hola seguro que las habrán heredado. Otra cosa es que el reportero/fotógrafo pasaran de largo porque asumen que de tantas estancias y jardines esa foto de la biblioteca sería la menos interesante para sus lectores. Y creo que los nuevos ricos que salen en ese tipo de revistas también tendrán muchos de ellos sus grandes bibliotecas aunque sólo sea por emular a las castas aristocráticas de las que aspiran ser reconocidos y porque teniendo tantas habitaciones que decorar una biblioteca ya te quita un problema.
Y en cuanto a lo de usarlas, las bibliotecas me refiero, igual nos llevábamos más de una sorpresa. Tienen dinero, tienen mucho tiempo libre y la mayoría de ellos son inteligentes, así que no veo motivo alguno para no lean. No confundamos vivir del cuento o ser un jeta con ser un inculto.
Otra cosa son las últimas oleadas de petardos y petardas que ahora pasan por famosos y salen en estas revistas y que carecen de comprensión lectora suficiente para leer un libro. En este caso una bibloteca les provocaría desazón.

Juan
Juan
1 año hace

JAJAJAJA!!! No tengo otra palabra para calificar a don Arturo que decir (con todo cariño y respeto), que es un gran cabrón! Siempre destaca en lo que haga, pero en esto, en retratar como ignorante a la gente que produce la ignorancia, a quienes viven del nivel de estulticia de sus adoradores; en esto, como digo, alcanza lo sublime. ¡Chapeau, don Arturo!

José Prats Sariol
José Prats Sariol
1 año hace

Los implicados del Hola deben estar muy «divertidos». Me encanta el desparpajo de PR, el mejor.

Rachel Scoffield
Rachel Scoffield
1 año hace

Qué bien el artículo! Opino igual! El placer más grande es tener una buena biblioteca , libros que nos acompañen permanentemente! Lo dice «La chica del fin del mundo», T del F, 1982.

Rachel Scoffield
Rachel Scoffield
1 año hace

Qué bien! Opino igual! Un placer tener una gran biblioteca llena de libros para acompañarme siempre! Lo dice «La chica del fin del mundo»
T del Fuego, 1982

Francisco Brun
1 año hace

Las casa y sus bibliotecas; yo nací en una en donde no existían los libros; a excepción del Reader’s Digest, las revistas de modas de mi madre, una enciclopedia que me compraba mi padre en fascículos, un par de libros que alguna tía me regaló de Emilio Salgari y «De la tierra a la luna» de Julio Verne. La incursión de la televisión en mi casa impactó de lleno en la costumbre de leer.
Hoy, creo yo, los jóvenes leen poco, no lo puedo asegurar, es solo una suposición; el centro de atracción de un departamento o de una casa ya no es la biblioteca, es el televisor conectado a internet; en ese universo de información, mezclado con entretenimiento, el control remoto hace estragos, y la concentración de la lectura se convierte en un continuo bombardeo de sensaciones que van desde un exisito plato de comida, pasando por la propaganda de una cafetera, hasta llegar a película de misterio, o esa comedia que nos recomendaron.
Leer un libro implica otra cosa muy distinta; leer un libro, es lograr tener el tiempo para la concentración y la reflexión del tema que nos ocupa; nuestra mente consume otro alimento más profundo que el entretenimiento, el cual, deja poco y nada. Leer un libro es ingresar en otro mundo, en un mundo más reflexivo, o más insólito, o más atrapante que lo cotidiano; después de cualquier lectura de calidad, podemos ver al mundo desde otra perspectiva; incluso, podemos llegar a realizar cambios en nuestra propia vida que ni siquiera imaginábamos que podíamos hacerlo.
Pero insisto, creo que en el mundo la gente lee mucho menos, a pesar de existir muchísimos escritores de calidad; no poseo ningún sustento que pueda avalar una encuesta seria a esto que digo, es solo mi sensación.
La causa de esto, es en mi opinión, el negocio del libro y el negocio del entretenimiento, en donde ambos productos no poseen un límite muy claro.
Siempre terminamos en lo mismo, aparentemente lo que mueve al mundo es el dinero, no la cultura.

Cordial saludo

Ana
Ana
1 año hace

Muy interesante relato, me envolvió desde el principio y sabía que algo interesante escondía. En efecto “la biblioteca de los famosos” que dado el caso sería “famosos sin biblioteca”
Sería muy impresionante que nos mostrara su hogar en HOLA y por supuesto su biblioteca.
MAESTRO

Cyrena
Cyrena
1 año hace

¡Buen intento de que lo llamen de Hola para que les “abra la puerta de su casa” y puedan publicar, al fin, fotos de una verdadera biblioteca! Me hizo reír mucho. Me gustaría añadir que conozco personas de edad provecta y de quienes me consta que son lectoras y, sin embargo, hace rato que abominan de los libros en papel. Cuando uno vive en una casa de las dimensiones de las que nunca saldrán en Hola, llega un momento en que simplemente no hay más espacio donde guardar los libros, por más que los estantes tenga doble y hasta triple hilera de ellos. Y además hay una realidad desagradable. Los libros, debemos admitirlo, juntan polvo. Hasta es posible que atraigan cucarachas (todo amontonamiento de papel las atrae, por no mencionar a las ratas), pulgas y hasta garrapatas si, además, hay animales en el hogar. De donde no me cuesta inferir que los decoradores profesionales, que en tiempos compraban los libros por metro, ahora hayan llegado a la conclusión de que provocan suciedad o, por lo menos, desorden. A menos que uno tenga un mayordomo además de una lujosa biblioteca. Yo, que no estoy en ninguno de los dos casos pero esta misma semana me compré cuatro libros en formato físico, hace rato que vivo en mi biblioteca. No hay ambiente de la casa que no esté tomado por mis libros, y además, en un cuarto aparte, tengo muchos de ellos metidos en cajas. Decorativo no es. Práctico, tampoco. Y eso no es todo. Los libros, además, dan la idea de “viejo”, de persona que se quedó en otros tiempos, cuando leer en soporte digital es tan sencillo y tan moderno.

Javier
Javier
1 año hace

Jijijiji. Pues corre, Reverte, ahora ve a echar un vistazo a las bibliotecas de la plebe. Y lleva calculadora porque te va a abrumar el número y la calidad de lo que vas a encontrar.

Lalo Fuentes
Lalo Fuentes
1 año hace

Hacía tiempo que no me reía tanto! Gracias D. Arturo

Francisco Brun
1 año hace

Esta tendencia denominada minimalismo, que en arquitectura se dice proviene del famoso arquitecto Mies Van Der Rohe, que ha resumido a esa arquitectura con la frase: «menos es más», es interesante analizarla; porque estas viviendas pueden tener bibliotecas, pero no se deben mostrar, porque todos los ambientes deben ser despojados de todo adorno.
Ahí empezamos con los problemas de interpretación, porque una biblioteca no es para nada un «adorno», para ser más preciso es una fuente de placer y saber.
No obstante, continuando con las ideas minimalistas, los ambientes de una casa deben ser inmaculados, si algo está fuera de lugar, es considerado una catástrofe visual. El extremo del minimalismo, sería una casa totalmente de vidrio, pero esto en un barrio puede ocasionar algún problema, la privacidad desaparece, y no está bueno que nos vean en paños menores; pocos son aquellos que pueden disfrutar de su casa de vidrio, rodeada por un bosque frente al mar.
Incluso el jardín o el patio debe acompañar a esos pulcros ambientes dando como resultado un limonero, rodeado de paredes blancas, proyectando su sombra en solados de piedra partida.
Pero me interesa detenerme en el usuario de la casa minimalista, que es más proclive a las pantallas digitales, las cortinas a control remoto, las cocinas en donde todo está oculto incluso la heladera, de casualidad podemos encontrar un vaso para tomar agua, ni que decir si se nos ocurre hacernos un sándwich, y menos aún un guiso de lentejas.
El usuario minimalista habla poco, porque todo está entendido de antemano; la pareja minimalista no puede, ni quiere tener hijos, por la sencilla razón que los pañales cagados, estropean con su olor a los ambientes aromatizados por las velas de olor a arándanos.
Es decir, que si llevamos al minimalismo al extremo, podemos terminar con la humanidad toda.
Pero por suerte, aún siguen las casas con bibliotecas a la vista, llenas de tierra, con libros llenos de papelitos de colores para ubicar esa frase, o incluso, con alguna carta que aún perdura, o una foto que jamás olvidaremos, o esa flor ahora seca arrancada en primavera.
Si, por suerte aún existen los desprolijos, los olvidadizos, los locos lindos, que repiten latiguillo:
—me entendés.
—te lo digo yo.
—¿te acordás?
—Cuántas veces te tengo que decir que no dejes la ropa tirada, ¡nene!.
Quizás el minimalismo resuelva todos los problemas en el futuro; pero yo, aún creo que el despelote de la vida, nos hace sentir que estamos aún vivos.

Cordial saludo

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Francisco Brun

Sr. Brun, viviendas asépticas, ropa limpísima y aséptica, personas asèpticas, familias asèpticas, vidas asèpticas, mundo asèptico, pensamientos políticamente correctos y asépticos. Sin ideas propias, sin imaginación, sin inventiva, todo de manual, todo de revista de modas, todo lo que manda el partido. Asepticismo, minimalismo, todo reducido, traslúcido, limpìsimo y… posmoderno. Todo dirigido pir Siri y por la IA. Todo dirigido por los que implantan la ingeniería social. Todo copia de sí mismo y multirrepetido.

1984. Orwell.

Saludos.

Paula
Paula
1 año hace

Tal vez en muchos hogares no hay bibliotecas (físicas) porque la gente lee en formato digital (kindle), lo que tiene la ventaja de ser transportable (podemos llevar una biblioteca entera viajando alrededor del mundo sin el peso y la molestia que ocasionarían los libros de papel). Por supuesto, los que hemos nacido antes de la era digital… preferimos los libros en papel… pero quién sabe: tal vez los jóvenes de hoy leen bastante, sólo que en la pantalla de la computadora (que Ustedes llaman «ordenador») o el móvil…

Ricarrob
Ricarrob
1 año hace
Responder a  Paula

Si prescindimos del placer de tocar la portada y de palpar las hojas, de leer las letras impresas y de admirar la grafía y la calidad del papel al tacto, ¿qué nos queda?

El viejo rito de sentarse en un sillón, con una copa de brandy, abrir el libro por el señalador y recomenzar la lectura que dejamos interrumpida con esfuerzo. Pasar las hojas y ver cómo avanza un relato, una historia. ¿Qué nos queda?

De lo que merece la pena en la vida, ¿qué nis queda?

Tino
Tino
1 año hace

Desde hace unos años disfruto de sus libros y semanalmente con sus artículos. Incluso he iniciado distintos escritos, que nunca cursé, para agradecerle tantas invitaciones a reflexionar con sus historias. Confieso que me gustan especialmente las relacionadas con sus años de corresponsal de guerra y las que tienen el mar de fondo, quizá porque siempre admiré a esos corresponsales y porque el mar me fascina.

Hoy era el día de escribir, pues vivo en Castilleja de la Cuesta, cuna de la torta Inés Rosales, a la que hace mención, y precisamente le decía a mi mujer hace unos minutos antes de leer su artículo, que tenía antojo y que iba a acercarme a una tienda artesanal de aquí al lado donde hacen unas tortas de aceite especiales que quitan el sentido.

Gracias por tanto, a veces sin saberlo, se deja una huella imborrable con las letras que se escriben y usted causa ese efecto

Basurillas
Basurillas
1 año hace

A ver, buscar bibliotecas en las casas de la gente que sale en la revista que se cita (yo la llamaría «Hola y Adios», por la brevedad de la visita) es como intentar descubrir documentales maravillosos, de la segunda cadena de televisión española, en aquella otra cadena de televisión cuyo nombre acaba en 5. Esas gentes no las usan, les ocupan espacio, cogen polvo, impiden colocar aquel jarroncito tan mono que nos regalaron en Abisinia u otros trastos similares y además pueden, si acaso salieran libros en una foto, ser identificados dando pistas de lo que conocen, piensan (es un decir), les interesa o les atrae de la vida a estos sujetos famosetes que, por definición, son sublimes y la quinta esencia de la perfección humana -o eso se creen- por lo que nos cuentan de su existencia mundana al resto de los mortales.
La revista en cuestión (y similares) es adorno imprescindible en mesas de salas de espera de dentistas, abogados, médicos diversos, gestores de declaraciones de la renta, y similares profesionales; es más, seguro que todos ellos deducen su importe como material de oficina en sus documentos tributarios. En los domicilios, de existir aún allí, ese tipo de revistas se suelen encontrar en cestitas en los cuartos de aseo, pues está genuinamente comprobado que sus atentas lecturas (éste era el nombre de una de esas revistas también) facilita el tránsito intestinal desahogado en esos lugares tan personales y recatados. Yo, por mi parte, llevo mi biblioteca de unos tres mil ejemplares, para ir tirando, en un viaje a media España o un ingreso hospitalario de duración indeterminada, en una tablet y unas pocas memorias de unos pocos centímetros de tamaño. Los libros en papel, que verdaderamente amo, huelo sus aromas, disfruto al tocarlos y me han provocado sentimientos y sensaciones inolvidables, esos… sólo en la sacrosanta buhardilla, bajo llave y donde no entrará un periodista del tres al cuarto nunca jamás.

Jose
Jose
1 año hace

La más notable de las dudas (que me asalta al leer este artículo) es: ¿Cómo es posible que «Jorge Javier» y «novela» tengan cabida en una misma frase? Lo dicho, mucho tonto del culo que, por no disfrazarse del Coronel Tapioca, se disfraza de lector.

Hector Jorge Djivaris
1 año hace

Siga la búsqueda . No creo que encuentre algún libro .

Victor Pla
Victor Pla
1 año hace

Queria simplemente comentar que es un verdadero placer leer a Dn ARTURO PEREZ REVERTE. Con el es imposible el aburrimiento, reflexionas en muchas cosas de las que dice, y, por encima de todo, su lenguaje sencillo, que hace amar la cultura y hacer más interesante el simple hecho de una buena conversacion. Gracias Sr Reverte!!!