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La última frontera

Sevilla, la Sevilla que tanto admiro, la ciudad andaluza a la que hace treinta años dediqué La piel del tambor y El oro del rey, no es lo que fue. Sigue siendo un lugar bellísimo, y pasear por ella me llena de optimismo el corazón y la cabeza; pero el turismo descontrolado que inunda Europa, las masas de gente que bloquean cada espacio, cada calle, cada rincón, ponen difícil mantener intactos los viejos afectos. Si esto fuera simple percepción mía, no tendría mayor importancia, atribuible sólo a la natural melancolía de quienes viven lo suficiente para asistir al ocaso y desaparición de personas y lugares que amaron. Nada fuera de lo común en la historia de la Humanidad. Pero son los propios sevillanos, los de toda la vida y los de ahora, quienes sienten lo mismo. Acabo de pasar allí unos días, como hago de vez en cuando, y he hablado con mis amigos y conocidos. Es cierto que esa clase de turismo beneficia económicamente a la ciudad, al menos de forma inmediata, como ocurre con otras en España y Europa: Lisboa, Venecia, París, Atenas… Pero las transformaciones que el fenómeno impone, la reconversión de lo propio y tradicional para adaptarse a las exigencias de masas de visitantes matan esencias e igualan lugares: las mismas tiendas, los mismos sitios para comer, la misma gente en todas partes. Ni la belleza ni el carácter de una ciudad pueden sobrevivir a cinco, diez o veinte mil turistas volcados sobre ella cada día desde trenes, aeropuertos y cruceros.

Por suerte aún quedan fronteras. Confines en retroceso, cierto, pero donde aún es posible percibir la vieja melodía del tiempo hermoso. Ocurre en Nápoles, por ejemplo, tal vez mi otra ciudad europea más querida. Los viejos límites de una ciudad antigua, caótica y peligrosa retroceden desde hace años, a medida que un turismo antes inexistente se adueña de la ciudad. Los habitantes del Barrio Español, donde te internabas tras dejar reloj y cartera en el hotel y vigilando a cada paso por encima del hombro, han descubierto que robar a los turistas es menos rentable que darles de comer; así que olvidan las viejas y bonitas costumbres, y en las calles altas antaño desiertas, cada vez más arriba, menudean las Antica trattoria Gennaro y las Vecchia Pizzeria zia Luzía. Son los tiempos, claro, las nuevas costumbres; aunque en Nápoles, como en casi todas partes, aún quedan lugares, rincones sin colonizar, refugios para los cabrones asociales, reaccionarios, viejunos o como quieran ustedes llamarlos, que no conseguimos adaptarnos a eso. Si uno se busca la vida con paciencia y salivilla, siempre los encuentra. Y los disfruta todavía, antes de que llegue el diablo y nos lleve a todos.

También en Sevilla quedan fronteras de ésas. En retroceso, pero quedan. Hay zonas, barrios, lugares, perdidos para siempre: pero en otros, si uno presta atención, aún es posible percibir lo que Antonio Burgos clavó, magistral, en pocas líneas:

—¿No hueles los jazmines?

—¿Qué jazmines, si no hay?

—Los que estaban aquí antiguamente.

Acabo de estar en una de esas fronteras sevillanas donde aún huelen los jazmines. O para ser exactos, los claveles. En la plaza de los Terceros, pegado a la librería de segunda mano, Santi, el dueño de la vieja taberna —su madre se sienta puntual cada mañana en una mesa junto a la barra— me pone una manzanilla de Sanlúcar y unas espinacas con garbanzos, y comentamos, como de costumbre, las cosas de la vida. Aquello todavía es Sevilla de verdad, con un clásico matrimonio de edad —encorbatado él, arreglada ella— que toma el aperitivo, dos vecinos que hablan de fútbol, tres funcionarias de algo cercano y un guiri rubio, despistado, solitario, que sonríe a todo el mundo. Mientras que a veinte pasos exactos, al otro lado de la imaginaria frontera entre las dos Sevillas, una cola enorme de turistas aguarda en la calle para entrar por pequeños grupos en el Rinconcillo, bonita y famosa taberna de toda la vida. Y estoy en ésas cuando un vecino —maduro, flaco, cabreado— entra donde Santi, pide un chato de vino y mira despectivo hacia la otra taberna. «Vivo encima —me dice—, llevo veinte años tomándomelas ahí, y ahora dicen que haga cola para entrar. Y ahí se va a poner la madre que los parió. Debería el ayuntamiento dar carnés a los que somos de aquí: Este fulano tiene derecho a saltarse la cola, coño. Que esto ni parece Sevilla ni parece ná».

Pues eso. A este lado todavía, en la taberna de Santi. En la última frontera.

____________

Publicado el 5 de diciembre de 2024 en XL Semanal.

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Diego
Diego
1 mes hace

Soy sevillano y do fe de lo que dice el maestro Pérez-Reverte. Hay aún dos Sevillas, la una, como la casa tomada de Cortázar, en la que cada día más aceras y calles o barrios enteros van convirtiéndose en el Parque Temático Sevillano y el resto de nuestra ciudad, que aún sigue siendo patrimonio de los sevillano y asimilados. Y lo malo es que sospecho que no hay medicamento que revierta esta infección hasta dejarla en modo residente pero sin mayores consecuencias. No, sospecho que esto progresará hasta que nos quedemos todos en las afueras mirando hacia donde estuvo una vez donde siglos nuestra ciudad, que ya no lo será, nuestra, ya más.

Francisco Brun
28 ddís hace
Responder a  Diego

El turismo actual es un tema que en mi opinión posee varias aristas para entenderlo o incluso descifrarlo.
Existen aquellos que viajar y conocer les provoca un placer enorme, otros que solo lo hacen para mostrar las miles de selfies a sus amigos y parientes…pero dudo que después del fatigoso recorrido quede mucho, otros buscan un lugar para mitigar sus íntimos problemas que en verdad viajan con ellos, también están los que no encuentran un lugar para echar raíces y se trasladan de hotel en hotel el resto de su vida. Y estarán también los que han soñado toda su vida con ir a un lugar en el mundo, y no pueden lograrlo; o el que lo logra y cuando llega allí, se da cuenta que no era lo que se imaginaba.
Mi padre me contaba estoy hablando del año 1930, aproximadamente, que la madre de un amigo en toda su vida salió de su casa, ni siquiera para dar una vuelta manzana; entró viva a esas cuatro paredes y quiero imaginar un jardín, y la sacaron muerta. Me dirán ustedes que es algo extremo y descabellado, tal vez sí, tal vez no, todo depende de infinidad de factores.
Si calculamos las miles de horas que alguien empleado está sentado en su escritorio, más las horas de sueño, quizás el tiempo que le queda para vivir es abrumadoramente poco.
Una ciudad por ejemplo, tiene tantos espacios que no alcanzaría la vida para conocerlos a todos…imaginen todas las ciudades y pueblos del mundo. Como conclusión digo, que no nos alcanza la vida ni siquiera para conocer, la millonésima parte del planeta; pero curiosamente todos quieren conocer los lugares archiconocidos, es como un vicio.
Cabe recordar que con los años el mundo se achica, y la mesa de luz con los remedios pasa a ser una farmacia, el recorrido de la cama al baño, una travesía, y llegar al sillón del living, la recompensa de toda una vida de labor.

Cordial saludo

Ricarrob
Ricarrob
28 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

Tenemos, sr. Brun, en común la susodicha farmacia y los recorridos al baño (la próstata no perdona). Pero le voy a relatar algo que creo que también tenemos en común.

He viajado. He viajado por selvas recónditas, por los hielos de la antártida, he viajado por las islas del Egeo y por el inmenso Pacífico. He viajado por montes y por mares, por ríos caudalosos y por recónditos parajes, llenos de seres diferentes con costumbres inimaginables. He navegado atravesando tormentas y huracanes y he llegado al fondo del mar y también a planetas de recónditos planetas. Y mucho más. Hasta he viajado al fondo de la mente de traidores, héroes, padres, madres, gente común y no tan común, políticos, reyes, emperadores, tiranos, rufianes, ampones y pícaros.

Y he viajado en el tiempo. Desde la Prehistoria. He pasado por la Mesopotamia de Sargón, por el Egipto de Keops y de Akhenaton, por la Grecia de Pericles y he estado en la corte del gran Alejandro. También he sufrido el asalto de Troya por los aqueos con su caballo. Y he asistido a la derrota de Vercingetorix, aunque también he sido compañero de Axterix y Obelix en su aldea gala. También he vivido, por las calles de Madrid, con la adrenalina correr por mis venas, el dos de mayo de 1808, viendo destripar a los gabachos, sintiendo el espíritu de un pueblo.

… … …

Todo ello sin salir de casa, sin moverme del sillón (alguna visita al baño), sin agobios, sin codazos, sin sentirme un individuo más dentro de una manada o cardumen.

La lectura. Quizás la mejor forma de viajar que se haya inventado. La lectura. Incontables periplos recorridos y… los que todavía nos quedan por recorrer.

Codiales saludos, viejo amigo.

Francisco Brun
28 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Usted escribe con la contundencia de Borges, estimado amigo.
Cordial saludo

Ernesto Falconi
Ernesto Falconi
13 ddís hace
Responder a  Ricarrob

Excelente su punto de vista. Gracias por compartirlo. Un respetuoso saludo de año nuevo.

Rafael Vera
Rafael Vera
1 mes hace

Eso esta pasando en todas partes. Ya sea por culpa de la opinion de la supuesta Inteligencia Artificial, los me gusta, de cualquier red social, o los no te puedes perder. Pero cuando encuentras un sitio limpio, como lo de Santi, ¡¡!No lo cuentes!!! Se mas cabron y guardalo para ti, si no, la próxima vez no pondrás sentarte alli.
Por cierto esas espinacas pintan bien. Abra que ir a probarlas. Muchas gracias.

Vicente Vela Zaplana
Vicente Vela Zaplana
29 ddís hace
Responder a  Rafael Vera

Habrá

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace

Bueno, comienzo el desayuno viéndome retratado por don Arturo: asocial, reaccionario, cabrón y viejuno. Y me río. Con ganas. Tengo que admitirlo, me falta el espíritu cardumen que acompaña a la mayorìa de contemporáneos. Que acompaña o que es intrínseco a ellos.

Todavía hay últimas fronteras pero pocas. Todavía se puede recorrer, sin un alma, el puente Vecchio a las siete de la mañana en un dìa de principios de primavera. Todavía se puede uno perder por inóspitas calles venecianas lejos del hormiguero de la plaza san Marcos, que la deberían llamar plaza de Oriente. Todavìa hay en la plaza de san Marcos dos museos que casi no visita nadie.

Porque, hacer cola se ha convertido en un placer, en un éxtasis de las masas. Y lo saben. He ido muchas veces al Museo del Prado. Hace treinta años no era como ahora. Me dió hace dos o tres semanas el capricho de ir, por ver un par de cuadros muy curioso, uno de ellos en cesión temporal. Quise evitar colas y saqué mi entrada por la web anticipadamente para un día concreto. ¿Cómo es posible que, con entrada previa, tuve que sufrir tres colas? Es una verguenza. Luego, ya dentro, no te puedes ni acercar a determinados cuadros, casi ni verlos de lejos, como las Meninas. Eso sí, hay otros a los que no se acerca nadie.

Pero, les voy a contar algo que reafirma lo del espìritu cardumen o rebaño. Hagan la prueba en cualquier museo. Elijan un cuadro o escultura a la que nadie preste atención. Párense a contemplarla. Se le irán sumando, en indeseada compañía, primero alguien, luego unos pocos y, más tarde, serán multitud. Este mismo efecto se puede descubrir también en los supermercados y en los escaparates de las calles.

He determinado que no voy màs al Prado. Incluso el hace años no visitado museo Sorolla, es ahora intransitable. Ya no huele a jazmines ni en el Prado, ni en el Sorolla, ni en la mayorìa de museos. Les recomiendo vivamente un libro delicioso, escrito por otro asocial, Jean Clair. Se titula «El malestar en los museos». Refleja fielmente todo esto y màs.

El turismo de masas es una maldición y revela la incapacidad de los políticos para generar economía sana que no recurra al tan manido turismo. Madrid, Barcelona, Sevilla, Cáceres, Toledo, Segovia… se han convertido en parques temáticos, reinos de las franquicias e imperios de la hamburguesa de plástico.

Pero aún es posible viajar a ciertos lugares y visitar, en medio del campo castellano, lejos del tan manido camino principal de Santiago, de ermitas románicas y comerte un bocadillo de chorizo acompañado de un buen queso y de una bota de buen vino, sin codazos, agobios, tráfico y guiris analfabestias, admirando el paisaje libre de humanos y admirando la arquitectura medieval. Está claro, soy un asocial y… viejo.

Pero… huele a jazmines… en la última frontera…

Saludos.

Joaquín
Joaquín
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Gracias camarada. Lo de camarada es porque yo también soy de la cofradía de asocial, viejuno y odiador del turismo de masas.

Ricarrob
Ricarrob
27 ddís hace
Responder a  Joaquín

Por supuesto, camarada…

Jaimoto
Jaimoto
1 mes hace

Pues en Granada no está mejor la cosa, yo me crié en el centro, detras del antiguo café Suizo, en el km. 0 de la malafollá (como decimos aquí) y ni loco volvería a vivir ahí. Es una pena, pero claro, todos tenemos derechos a hacer turismo, y a ver las ciudades. Lo malo es que vamos.todos a la vez al mismo sitio, en el.mismo día y a la misma hora.

basurillas
basurillas
1 mes hace

Cada cierto tiempo un japonés desmembrado en un rincón de la Plaza Mayor de Madrid y que ya no se podrá tomar allí un café. Y una pecosa anglosajona, con las tripas al aire, en otra ciudad asaltada del sur de España. Y no hablemos de los pobres chinos desangrados y retorcidos sobre si mismos en plan rollito primavera, junto a aquellas esculturas en plazas típicas por las noches una vez al mes. Y lo peor los periódicos de todo el mundo mundial advirtiendo que España no es segura, que los tours operators esos y las agencias extranjeras de viajes recomiendan mudar los destinos a la antigua Cartago, o a Anatolia, donde los habitantes son más acogedores y los precios están tirados…
Que maravilla volver a contemplar el Generalife subiendo por las cuestas y escuchando el agua fluir sin turbas enloquedidas y vociferantes alrededor. Que tranquilidad fijarse en la preciosa arquitectura del acueducto de Segovia sin que te apretujen las masas de turistas con ojos rasgados. Que placer ir a los patios de Córdoba en primavera y sentarte en una placita sin nadie haciéndose selfies de esos, y luego tomar unos caracoles en salsa sin gritos ni prisas. Y que maravilla la de negocios e industrias auspiciadas por los políticos cerca de las ciudades al desaparecer el dinero fácil del turismo…

¡¡¡¡Despierte, despierte señor basurillas!!! que el autocar va a salir en diez minutos y se perderá las explicaciones del guía antes de entrar en el Hermitage, aqui en San Petersburgo.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  basurillas

Buenos días, sr. B., decirle que el día en el que los políticos de este país consigan que no dependamos del turismo, será aquel en el que las ranas críen pelo o aquel en el que consigan que no haya inundaciones en Levante. Pero esto es pedir melones al olmo o fresas a un cactus. O pedir, absurdamente, entre nuestros mejores deseos de fin de año, que no haya políticos corruptos o que tengamos un gobierno que supere el 100 en coeficiente de inteligencia.

Pero, bueno, estamos en la época del año de los mejores deseos…

Un abrazo.

basurillas
basurillas
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Claro, querido amigo, lo de la transformación hacendosa y creativa de los políticos en mi comentario, igual que las muertes «casuales» de turistas varios del tipo invasor automultiplicativo cual cotorras argentinas, es una experiencia onírica, imposible en el mundo real, el sueño de una noche de invierno. Los políticos no dan ni buscan otras opciones…porque no las conocen ni les interesa conocerlas pues sobrepasa la escasa media neurona de la que disponen para afanar dinero: o el hambre o el turismo. Eso es lo único que ofrecen. Para este viaje no necesitábamos esas alforjas de carísima supuesta democracia. Era cierto: atado y bien atado…
Un abrazo.

Ricarrob
Ricarrob
27 ddís hace
Responder a  basurillas

Carísima democracia, autocracia, plutocracia o… todavía mejor definido, cleptocracia. La democracia de los cleptómanos.

La democracia siempre ha resultado muy cara para el pueblo, sobre todo porque el pueblo no tiene control sobre ella. Muchos ansían que les toque la lotería o el euromillón. Error. Lo ideal es un ministerio sin control de gastos y de inversiones chanchullescas y sin control de comisiones fraudulentas. ¡Eso sí que es hacer fortuna!

Voy a ser claro, lo siento: la democracia del siglo XXI es una auténtica mierda.

Un abrazo.

Javier
Javier
1 mes hace

La gran plaga que acabará con este mundo tal y como lo conocemos, es la plaga de los liberales en economía. Ellos son los que han transformado Barcelona, Madrid, Valencia, Bilbao; por poner cuatro ejemplos de las ciudades más grandes de España, en centros comerciales al aire libre; pero en el resto del país pocas ciudades se libran.
Cuando yo llegué a Madrid, hace veintiún años, la cosa ya apuntaba maneras, pero todavía uno podía pasearse por Gran Vía y tomarse un café en Zahara, o en Nebraska, o ir al ci e en el maravilloso Palacio de la Música, o en el Avenida. Veinte años atrás, todavía no estaba todo perdido. El centro de Madrid era ese sitio, lleno de turistas, si, pero aún conviviendo con los autóctonos. Pero llegaron los liberales en economía, esos que convierten en guano todo lo que tocan, y la fastidiamos tía Paca. El Cine Avenida, hoy es una tienda de ropa; el Palacio de la Música está cerrado a cal y canto, a la espera del mismo destino que su hermano, ya no están abiertas ni Zahara, ni Nebraska, Chicote es un museo para turistas, y el centro de Madrid se ha convertido en un gran centro comercial al aire libre donde los autóctonos no existen. En fin. Menos mal que sabemos en que va a acabar todo este despropósito.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  Javier

Estoy de acuerdo con usted hasta cierto punto. El liberalismo económico bien llevado, el moderado, el que navega con los auspicios del keynesianismo, es tolerable y hasta recomendable. Quizás usted se refiere al extremismo liberal, al capitalismo salvaje que, cual Atila, nada deja a su paso. Si eres masoquista y no sientes agorafobia, ve a ver la estatua de la Libertad o el Capitolio.

Porque bajo los auspicios de la economía marxista, que ni es economía ni es nada, tampoco queda nada en pie. No hay turismo en Corea del Norte y en China hay que tener cuidado. Cuba tiene lo peor de la economía marxista y lo peor del turismo de masas pero mal atendido. Cuba es un paraíso gestionado por unos descerebrados.

Estoy de acuerdo con usted en que Madrid es un desastre. No puedes ir en coche al centro, cosa que hace treinta años sí era posible, y resulta que las miríadas de autobuses turísticos, cientos de ellos, contaminantes todos ellos, contaminantes atmosféricos, contaminantes acústicos y contaminantes de humanidades sin duchar, acceden en riadas sin fin hasta el corazón de la ciudad.

Y la Navidad madrileña es un mal cuento de Dickens. Muchas luces, mucha parafernalia, muchos árboles de Navidad surrealistas y esperpénticos. El diablillo de Dickens lleva al avaro a visitar Madrid la semana del 24 de Diciembre o la del 31.

Han desaparecido los antiguos comercios particulares y las antiguas tabernas, sustituidos por franquicias multirrepetidas por todo el mundo y por horribles starbucks con café horrible y organización horrible y deshumanizada.

Pero, bueno, se ve que es el mundo que desea la mayoría. La tía Paca, feliz y contenta.

Saludos.

Javier
Javier
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

El liberalismo, como Papá Noel, son los padres. En España jamás existió, ni existe ni existirá. Yo en mi comentario si lo lee bien, no lo he aludido. He escrito «liberales en economía «, que es diferente. Esa alusión viene por una frase que dijo Esperanza Aguirre cuando era archipámpana de la Comunidad de Madrid; «yo soy liberal en economía», dijo la señora, como quien dice «estos son mis principios, si no le gustan….».
El liberal en economía es partidario del estado, pero de un estado controlado por los de siempre. Por los «por ser vos quien sois «, Respetan el servicio público y el monopolio estatal, eso si, convenientemente puesto en las manos adecuadas para mejor explotación. Pero no crea usted que el liberal en economía sólo habita en un partido, que va. Habita en todos.
Pondríamos seguir líneas y líneas hablando del liberaliamo en economía, hasta no acabar. Pero esta es una revista de literatura, y me temo que aburriríamoss y cabrearíamos, más de lo que está, al personal.
Saludos.

Última edición 1 mes hace por Javier
Aturuxo
Aturuxo
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Ni en Madrid, ni en Lisboa (siempre ha sido turística mi segunda ciudad, pero desde hace lo menos cuarenta años va en picado sin paracaídas), ni en Trujillo, ni en Combarro. Y si a Ferrero Rocher le da por iluminar un pueblucho de la España vaciada, vamos, el acabose.

Jose
Jose
1 mes hace
Responder a  Javier

El cierre de los cines no es el liberalismo, es que la gente ya no va tanto al cine. Por no decir que ya casi no va, porque no lo sé, pero me lo imagino. Es que ahora tenemos el cine en casa, con 200 canales, varias plataformas y televisores de 80 pulgadas. Y cuánto le cuesta a una familia ir al cine, además de las trabas para ir a la Gran Vía.

Javier
Javier
1 mes hace
Responder a  Jose

Vuelvo a recalcar aquí lo mismo que en la respuesta a «Ricarrob». No he aludido para nada al liberalismo a secas, pues ese es imposible de imponerse en ningún sitio por ser una utopía; una más. Yo dije literalmente «liberales en economía» y en el mencionado comentario explico el por qué.
Saludos.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Javier

El tema de los “ismos”, al menos en mi país ya aburre, los políticos saltan de un “ismo” a otro, tantas veces como consideren necesario para obtener beneficios propios. Esto ha convertido a las ideologías en una charla entre sordo mudos, en donde la verdad es mentira y la mentira es verdad; dejando a los ciudadanos a la intemperie más inclemente.
La gente común, de trabajo, no le interesa que “ismo” está gobernando, solo quiere que le faciliten la vida; pero la manga de sinvergüenzas que gobierna es tan despiadada que ya ni siquiera guarda las formas para robar descaradamente.
El partido triunfante se debería llamar caradurismo, todos llevan la misma camiseta, dan cátedra, viven bien, disfrutan mejor, y les importa un carajo de la gente.
Por esto, cuando pretenden describir intelectualmente su ideología política y los beneficios que le otorgarán a la sociedad, hay que llamarlos por lo que son: panqueques, oportunistas, vendepatrias, sinvergüenzas.
No obstante, le digo a los jóvenes, es indispensable participar en política para desterrar a estos sinvergüenzas que han encontrado en la política su forma de vida; se han apoderado incluso de las instituciones; las cuales se están pudriendo como pescado al sol.
Cordial saludo Javier

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  Francisco Brun

Toda la razón lleva usted, estimado.

Aturuxo
Aturuxo
1 mes hace
Responder a  Javier

Si no le importa, podría desarrollar lo de los «liberales en economía» y su influencia en el deterioro de la vida de los nativos. ¿Esperanza Aguirre? ¿En serio? El liberalismo económico está en contra de la intervención de los estados en la economía y es que hacer turismo es muy, muy caro y viajar en avión, ni le cuento. Desde donde le escribo, un billete a París cuesta diez veces menos de lo que sería el precio ajustado a la realidad. ¿Quién cree que paga la diferencia? ¿Quién cree que financia los viajes del Imserso? (liberalismo económico de manual, pues sí).

basurillas
basurillas
1 mes hace
Responder a  Javier

Buenos días. Yo, por casualidad, conozco un Nebraska que aún no se ha cerrado, y donde todavía se puede disfrutar del sabor de esos mágníficos perritos calientes con mahonesa y otras salsas. Cerca de Sor Ángela de la Cruz en Madrid. No doy más señas pues se vería abarrotado de turismo de nostálgicos como usted o como yo; y por ahora es un sitio tranquilo. Un saludo.

Pepe Cuervo
Pepe Cuervo
1 mes hace

El otro año estuve por Ronda, parecía un circo y eso que era entre semana, me prometí no volver mas. Pasear con mi mujer por calles tranquilas era un ejercicio imposible, mucho japonés y guiri, como bien dice usted, insufrible.

Pablo75
Pablo75
1 mes hace

En el artículo se cita a París, ciudad en la que vivo desde hace muchos años, sin tener la impresión de agobio turístico de Pérez-Reverte en Sevilla. Es verdad que no se me ocurriría nunca ir en julio o agosto al Louvre, a Orsay, a la Tour Eiffel o a un concierto de órgano a Notre-Dame (los domingos los hay execelentes y gratuitos, pero las voces, las toses y el jaleo de los turistas impiden escuchar la música) o a comer a un restaurante turístico de Saint-Michel, por ejemplo, pero eso son hechos con los que se convive bien, considerándolos cosas imposibles simplemente (y desde siempre). Aquí es muy fácil vivir tranquilamente evitando las zonas más turísticas y sin renunciar a nada de lo mejor que tiene esta ciudad (yo vivo en el barrio de Belleville, en el que no veo nunca a turistas a pesar de estar a 10 minutos en metro del centro). Aquí la verdadera plaga son los «bobós» (BOhèmes-BOurgeois), la gente de 30-40 años con dinero, ecologistas de izquierda, esnobs, muy tolerantes con todo lo más tonto, los que han elegido dos veces como alcaldesa a Hidalgo, que está desfigurando la ciudad y ha multiplicado de manera exponencial su deuda. Son ellos los que están acabando con los barrios populares de París, llenándolos de bares imbéciles y restaurantes vegetarianos.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Pablo75

Debo confesar que no conozco el mundo…bueno, decir que uno conoce el mundo suena algo un poco arrogante, a decir verdad ¿cuál es el verdadero mundo?, no creo que sea tan simple describirlo, pero eso es otro tema. Yo me quería referir a cómo se transforman los pueblos y ciudades. El motor de las transformaciones urbanas no suelen ser culturales sino comerciales y ese es el lamentable problema, el negocio y la ambición de poder de los políticos, son capaces de demoler incluso la historia de un lugar por completo si es necesario, sin dejar rastro alguno, ni siquiera de sus cimientos.
Cordial saludo

Carmen
Carmen
1 mes hace

Muy cierto, yo añoro el «Madrí» de los bares de siempre, con los camareros que nada más verte ya sabían lo que querías, y ese centro grisáceo y populoso que ahora es un parque temático. Se acaba un mundo y viene otro, como siempre: es historia.

Pilar
Pilar
1 mes hace

Gran Vía es insoportable con los turistas, chillones y parados en medio, que no dejan ni pasar ni pensar a nadie.

Julia Camba Dapena
Julia Camba Dapena
1 mes hace

Tiene razón Sr Pérez Reverte.
Cierto es que todo el mundo tiene derecho a viajar, sin embargo parece que lo hacen todos a la vez, da igual la época del año en que se viaje.
En Madrid hay muchos turistas, pero parte de los madrileños también salen escopetados en cuanto hay un puentecito más o menos largo.

En donde no pasa eso es en Sanxenxo, son gallegos y ya se sabe, peculiares. En julio y agosto es un hervidero de gente, los días 1 y 15 de cada mes, una horda de turistas atiborran bares y restaurantes, desvalijan las estanterías de los supermercados y están todos en todos los sitios.

Ahora bien, una vez pasado septiembre y se van los rezagados, la mayoría de los hosteleros cierran las puertas que no volverán a abrir hasta la próxima Semana Santa.
Y da igual que los pontevedreses o personas con residencia en el pueblo se quejen, ellos no abren porque no les da la gana.
Es difícil encontrar un restaurante abierto en la época otoño/invierno. Ya se sabe «eles viven como galegos».

Otrosí. Su forma de actuar me ha impresionado de tal modo que el concepto que yo tenía de usted, que era muy bueno, se ha multiplicado exponencialmente y se merece ser querido con profundo y verdadero amor. Lo tendrá, estoy segura.

Jose
Jose
1 mes hace
Responder a  Julia Camba Dapena

En Sangenjo, querrá decir.

Javier
Javier
1 mes hace

Aún quedan lugares, rincones sin colonizar, refugios para los cabrones asociales, reaccionarios, viejunos o como quieran ustedes llamarlos, que no conseguimos ni queremos adaptarnos a “eso”. Mi club.

ricardo rodiño
29 ddís hace
Responder a  Javier

no conozco a ninguna persona que no desee viajar. y a los que podemos despues de 50 años de trabajo nos llaman «turismo masivo». Claro los ricos no hacían turismo masivo porque siempre fueron ricos y viaajaban cuando nadie lo hacía como el sr Perez Reverte aunque por otras razones. Don Arturo quiere pasear tranquilo por Sevilla sin que los nuevos turistas antes pobres que no podían viajar, lo molesten con su presencia. Le sugiero que pasee por Groenlandia o por Sudán seguro que por allí no hay turismo masivo.

basurillas
basurillas
28 ddís hace
Responder a  ricardo rodiño

Si usted llama turismo a ver todos las mismas cosas de forma ultra rápida al borde del infarto, con las mismas explicaciones regurgitadas, en la mayoría de las veces, por los guías de agencias de turismo calcadas unas de otras, y sin poder captar la esencia de los lugares, de sus habitantes y de su ideosincrasia; con fotos y selfis paridos todos por la misma madre. Sí, un ocio viajante apresurado, arrasador y arrollador, que destroza casi todo en ruido, número y descuido con el paisaje y el medioambiente; donde importa más decir a la familia y amigos que he estado que estar. Pues si, si eso es turismo más nos valdría a los que ahora viajamos quedarnos en casa y ver tranquilamente documentales en los canales especializados. Aprenderíamos más y nos saldría mas barato.

Aguijón
Aguijón
1 mes hace

La ignorancia

Son Nápoles y Sevilla
Las capitales del sur…
Una, Vesubio y bahía,
Otra, su río y la Cruz.

Ambas son Roma acunando
Cristianos templos de Fe…
San Genaro, San Fernando
Y El Jesús del Gran Poder.

Hijas de imperio romano
Cuyas ruinas honran bien
Con Pompeya y Herculano
Itálica y Montpensier*.
*(Pues surgen de las cenizas,
Cual ave fénix también,
Los padres de Merceditas
Y, más tarde, el ABC)

Sevilla de Antonio Burgos,
De los Quintero, Machado…
Nápoles fuente y refugio
De Rivera y Caravaggio.

Hoy tengo que confesar
Que fue un pecado muy grave
A Nápoles ignorar
Al ir a Italia de viaje.

Pero se vuelve venial,
Y de un modo incuestionable…
Sevilla no visitar,
¡Eso es lo imperdonable!

PD:
No conozco Andalucía,
Nunca surgió la ocasión,
Espero estar algún día
Pero de momento no.

Será seguro Sevilla,
También Córdoba y Granada,
Y, si me quedan «perrillas»,
Cádiz, tacita de plata.

Huelva, Jaén, Almería,
Málaga y Costa del Sol
Seguirán desconocidas…
A tanto no llego yo.

Permaneceré ignorante
De la mitad del asunto,
Como hacemos los currantes
Casi siempre en este mundo.

Mande Moreno «gorrilla»
O regrese la «lechuza»…
Dedicaré una coplilla
A la lozana andaluza.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Aguijón

Como siempre, aplaudo de pie estimado señor Aguijón.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace

Por cierto, se me olvidaba, «La Piel del tambor» es impagable. Es de leerla varias veces. El párroco es mi personaje favorito, uno de los vitriólicos y atrayentes perdedores de don Arturo. Leerlo es darse una vuelta por la Sevilla que ya no volverá. Testimonio. La tecnologìa ha cambiado pero esta novela permanecerá siempre actual.

Santiago
Santiago
1 mes hace

Totalmente de acuerdo señor Reverte, le espero dentro de poco para tomarnos unas Manzanillas y charlar un poco del tiempo, un saludo desde Los Claveles.

Sertorio75
Sertorio75
1 mes hace

Yo he tenido que decirle a mis padres que tenían la suerte y privilegio de vivir el Arenal, que se saquen el B2 de inglés, con 80 años que tienen, porque de otro modo no veo la forma de que puedan salir y disfrutar del barrio. Una pena, cada vez que llego a mi tierra desde Córdoba donde vivo.

Francisco Brun
1 mes hace

A diferencia de España yo vivo en el fin del mundo, como dijo el Papa, Argentina; y justamente hace pocos días he realizado un viaje que curiosamente llevaba postergado muchos años; recorrí Bariloche, San Martín de los Andes y Villa la Angostura. Desde donde resido recorrimos 1800 km de ida en automóvil. Toda mi vida vi fotos y postales de esos lugares que ni siquiera pueden describir el diez por ciento de esa exuberancia, en donde la naturaleza, a 800 metros sobre el nivel del mar, plasmó un paraíso primitivo y puro extraordinario.
Quizá por la época, fuera de la temporada invernal, no he visto muchos turistas extranjeros con excepción de unos cincuenta ciclistas recorriendo el circuito chico, los vi cuando salían de tomar un refrigerio en la cervecería Patagonia, cuyo local, posee unas vistas al lago Nahuel Huapi extraordinarias…la proximidad del lago me inspiraban a tomar un vaso de agua, pero opté por pedir una cerveza, porque en definitiva también contiene el líquido elemento.
Justamente recorriendo el Circuito Chico uno se encuentra con el Hotel Llao llao, que más allá de su arquitectura a la cual muchos denominan como “estilo Bariloche” inaugurado en 1938, el arquitecto que lo proyectó, Alejandro Bustillo, eligió para construirlo un lugar en mi opinión perfecto, lo ubicó sobre una meseta, la cual deja al hotel rodeado por lagos y altas montañas de picos nevados, brindándole un escenario inigualable.
Decidimos con mi familia tomar el té en el hotel y debo decir que su recepción y sus ambientes, revestidos en madera de ciprés, impactan. Por casualidad en ese mismo momento llegaban los antiguos e impecables automóviles clásicos para la carrera de las mil millas, esto me hizo imaginar a los primeros huéspedes de su inauguración, ricos y poderosos representantes de una clase social alta, acostumbrados a jugar al golf en ese entorno de bosques y montañas…no eran precisamente los trabajadores de las fábricas textiles.
Por esa costumbre que tenemos los argentinos de no apreciar lo poco o mucho que tenemos, este hotel fue cerrado y abandonado durante 15 años, desde finales de la década de 1970, hasta 1993. Hoy por suerte luce espléndido. Para mi país, Argentina, el turismo extranjero es bienvenido por ser una muy buena fuente de ingresos para estas localidades alejadas del mundo. No obstante somos muy descorteses, capaces de dejar en un aeropuerto abandonados a la buena de Dios a cientos de turistas extranjeros por un conflicto gremial. Cuando regresaba de este para mí, inolvidable viaje, pensaba que mi tierra estimados amigos, cuando se recorre, no se puede comprender cómo es posible con la potencialidad y extensión que tiene que la mitad de los argentinos sean pobres, y estén hacinados en el gran Buenos Buenos; yo creo que la palabra apropiada es decidía.
Para terminar digo que en mi opinión, España y Argentina son dos realidades opuestas, la primera en el centro del mundo, agotada por la inundación de turistas y la segunda, alejada del mundo y desierta.

Cordial saludo

Aguijón
Aguijón
30 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

El turismo es un gran invento.
Protagonizada por don Paco Martínez Soria.
Tiene ya 50 años la película, pero es estupendo ejemplo para ver que la controversia no es nueva.

Mario
Mario
1 mes hace

Se le echó de menos el pasado jueves 12 en el Aula de Grados de la Facultad de Sevilla de Filología. Una jornada muy sentida por el profesor Rafael de Cozar.

quiensabe
quiensabe
1 mes hace

Será que soy de casa pobre.
El turismo de masas lo componen los descendientes de las masas que antes se morían de hambre cuando unos cuantos privilegiados -en este país o en otro- podían pasear sin ser molestados. Ahora, al menos en Occidente, o parte de éste, sobre todo en Europa, la gente tiene oportunidad de moverse como hasta hace pocas décadas solo se lo permitía una elite económica.
También nací en una ciudad sin monumentos.
Los que pudieron gozar de lugares artísticamente dotados, dudo mucho que tampoco los disfrutaran, más allá de visitar bares que atrajeran a estrellas de cine.
Es lo que hay: mucha gente que desea participar en el festín, y no solo recoger las migajas de los viajeros de otros tiempos, que no turistas, ¡por Dios!, palabra sacrílega de un tiempo a esta parte.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  quiensabe

No sé exactamente como contestarle a usted sr. Q. Porque su comentario me causa cierto desasosiego.

Por un lado, lleva usted razón, hasta tal punto que tengo que decirle que el 90 ò 95% de todos nosotros descendemos del pueblo llano, de la plebe, de agricultores temporeros que malvivían y que pasaban su vida en un círculo de 5 km. a la redonda.

Pero alguien descubrió un día que la sociedad de consumo y la masificación del bienestar eran más rentables para ellos, las élites de siempre.

También decirle que las generaciones nuevas, en las que yo ya no me encuentro (los que todavía quedamos que hemos conocido muchas carencias de todo tipo), no son conscientes de ningún tipo de festín ni de ninguna migaja. Nadie de los que hoy planifican su viaje de bodas para ir a Bora-Bora, conocen ni son conscientes de las penurias de sus ancestros. Nadie viaja por no perderse ningún festín.

Quiero decirle a usted que no lleva razón al habernos presentado como causa de los masificados «turismos» de hoy en día, un pasado ya periclitado y que nadie tiene conscientemente presente. Su argumento tiene premisas verdaderas pero conclusiones falsas.

Nos estamos cargando el planeta. De eso si que tenemos que ser conscientes. Entonces, según su argumento, ¿porque los chinos no hayan conocido el papel higiénico, nos cepillamos todos los bosques existentes y llenamos el Pacífico de celulosa?

Además, las élites siempre tendrán reservados sus lujos y placeres inalcanzables. No se los voy a enumerar porque son de sobra conocidos o, también, desconocidos. Seguimos disfrutando de las migajas, eso sí, masivas y abundantes para nuestro disfrute y empacho. Lo inteligente sería hacerlo con cabeza. ¿No le parece?

Saludos.

Trulymay
Trulymay
30 ddís hace

Money, money, D. Arturo, nada más, y nada menos.

Ignacio
Ignacio
30 ddís hace

Pues después de este bonito artículo ya tenemos otra cola de gente igual de larga en el bar de las espinacas con garbanzos.
Y entonces habrá perdido la autenticidad que se le aprecia, pero cuando el dueño haga caja al final del día pensará que viva el turismo desaforado ese que tanto os molesta a todos.

basurillas
basurillas
28 ddís hace
Responder a  Ignacio

Ya, pero ese dueño de restaurante, junto a los pocos empleados mileuristas agotados y el concejal y burócratas del ayuntamiento que cobra tasas abusivas por las licencias y las terrazas en la calle son los únicos que se benefician. Pero el estrés por el ruido, el destrozo de la ciudad y la ausencia de viviendas para los jóvenes los pagamos y los sufrimos todos. Y los de los fondos buitres y otros fondos de inversión internacional que se enriquecen con nuestra ruina habitacional no viven por aquí cerca que digamos.

martillo de mediocres
martillo de mediocres
28 ddís hace

Los turistas siempre son los demás.

Ricarrob
Ricarrob
27 ddís hace

Lleva usted razón, cambiando un poco la frase: «los turistas son siempre los de más», vamos, los que están de más. Sin embargo los lugareños son siempre los de menos, a los que no se hace ni p… caso.

La mediocridad es un calificativo, realmente muy problemático de aplicar. No hay casi ninguna duda en aplicarlo a los políticos, a los médicos o a los funcionarios. Todos los políticos son mediocres, Pedro es político, Pedro es mediocre. La mayoría de los médicos son mediocres, acudes a un médico con una dolencia, Dios te coja confesado. Casi todos los funcionarios son mediocres, luego vuelva usted mañana.

Mediocres. La humanidad entera se nutre de la mediocridad universal. Quizás lo más fácil del mundo es ser crítico con la mediocridad.

Saludos.

Jaime Ramírez-Morales
Jaime Ramírez-Morales
24 ddís hace

Me pasa igual. María Galiana tendría que ser la Presidenta del Gobierno de España, y no lo que tenemos.