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Otra vez antigua y señorial

Me había jurado por el cetro de Ottokar y los bigotes de Plekszy-Gladz no volver a Lisboa, la hermosa ciudad antaño antigua y señorial, como afirma el famoso fado, arrasada hasta los cimientos por ese turismo de masas fuera de control que convierte a Europa en intransitable parque temático de selfis, chanclas, calzoncillos y hoteles de Cristiano Ronaldo a mil euros la noche, con Ferraris y Porsches aparcados como reclamo ante la puerta. Estaba resuelto a no sufrir más con el lamentable espectáculo; pero la carne es débil, el hombre propone y su editor, editora en este caso, dispone. Así que aquí estoy de nuevo, no en uno de mis dos hoteles de toda la vida —que ésa es otra—, porque ahora todo hay que reservarlo con meses de antelación y pago de antemano, sino en uno mucho más caro y más feo, lleno de anglosajones que preguntan, sin hacer el menor esfuerzo por usar la lengua local, dónde pueden ver bailar el típico flamenco portugués; y no saben si están en Lisboa, en Oporto, en Sevilla o donde la puta que los parió.

Con ese estado de ánimo, aprovechando que tengo el día libre, cojo un paraguas y salgo a la calle. Lo del paraguas es porque llueve con saña bíblica, que diría Lucas Corso; y paradójicamente es la parte positiva del asunto, porque las calles están casi desiertas como en los viejos tiempos, y la bruma gris que vela el paisaje parece recuperar la ciudad de antaño, tranquila y melancólica. Así que, con la gabardina empapada y los zapatos y los pantalones mojados, camino por Lisboa pisando charcos como un niño feliz, aspirando con placer el aire húmedo que me devuelve muchos recuerdos. Y voy a comer a la vieja taberna Ruca, que resiste modesta y heroica, para mojar pan en la cazuela de gambas al ajillo; y por la noche cenaré, con las sombras de Pessoa y Pepe Saramago, en el querido Martinho da Arcada, dando un abrazo a Paulo y los otros camareros —Martín y Fernando—, que me instalarán, como desde hace treinta años, en la misma mesa junto a la ventana.

Pero el momento especial, la felicidad perfecta, llega en el Chiado, cuando dejo la lluvia fuera y me resguardo en la librería Bertrand, y luego cruzo la calle y entro en Sa da Costa, la magnífica librería de viejo que, como el pueblecito de Astérix, resiste al invasor en su esquina de la rúa Garret. Y allí, recobrando las maneras del ávido cazador de libros que nunca dejé de ser del todo, doy con algo en lo que no había reparado nunca: las Cartas de Inglaterra e crónicas de Londres de Eça de Queiroz, mi escritor portugués favorito, cuya obra presuntamente completa (editorial Aguilar, dos tomos) heredé de mi abuela María Cristina, pero en la que no figuran esos textos. Así que, con arrebato emocionado —es bueno que eso aún le ocurra a un lector de 73 años—, me llevo el libro, camino bajo el aguacero y me siento en la terraza del café Nicola —la pastelería Suiça ha desaparecido— a leer. A pasar páginas con placer y asombro: el placer de paladear una lengua portuguesa tan bella y cercana, y el asombro de descubrir, más vale tarde que nunca, a un Eça brillante, lúcido, irónico, con un extraordinario talento para el análisis y el sarcasmo genial. Siglo y medio después, compruebo con admiración, siguen vigentes sus acertados juicios sobre la sociedad londinense y parisina, sobre la política internacional, sobre Turquía, Egipto, la Rusia de los zares cuya justicia se llama Siberia —escribe en 1870—, que coarta la libertad de expresión asesinando a periodistas, que encarcela a un poeta si su poema desagrada a la policía. O sobre una Inglaterra victoriana e imperial a la que, al contrario de la generosa Francia, sus virtudes sólo a ella aprovechan y sus vicios contaminan el mundo.

Y aquí, sentado bajo el toldo donde repiquetea la lluvia, levantando de vez en cuando la vista para contemplar la plaza del Rossío bella e insólitamente desierta, disfruto página a página del autor de El primo Basilio, Los Maias El misterio de la carretera de Sintra, que me devuelve a la ciudad serena y elegante que tanto amé, y que gracias a él otra vez amo. No pido que Portugal escriba nuevos libros o cree nuevo arte —afirma en una de sus cartas—. Me conformo con que lea los libros ya escritos y se interese por el arte que ya fue creado. Aunque, en otra página, su vitriólico sarcasmo añade que ciertas novelas de reciente publicación en Inglaterra —docenas cada semana, señala—, plagadas de incongruencias e insensateces, le parecen lectura muy interesante para estudiar los curiosos ejemplos de la imbecilidad humana.

O sea que, bueno, ya les digo. Aquí, con Eça de Queiroz. Leyendo un día de lluvia, en Lisboa.

____________

Publicado el 11 de octubre de 2024 en XL Semanal.

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Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace

Lo ya dicho, reflexiones de un nostálgico, don Arturo. Lluvia, calles desiertas, libros, lectura, lluvia. Lluvia que limpia las calles de anglosajones henchidos de superioridad y de chinos abriéndose paso a codazos cual cohortes romanas, aprovechándose de la incomparable hispitalidad lusa. Y también de imbéciles en chanclas y calzoncillos que inundan las ciudades como cardúmenes sin control.

La lluvia es redentora, limpia por fuera y por dentro y su sonido es bendición.

No he leído a Eça de Queiroz, tengo que confesar esa insuficiencia como otras muchas, pero, después de su artículo, don Arturo, prometo hacerlo. Y lo haré en un dìa de lluvia, cuando la humanidad no existe ni para asomarse a las ventanas. Y lo haré en un dìa de lluvia, después de haber paseado por un bulevar solitario, flanqueado de árboles, con el agua resbalando por el rostro, ya que odio los paraguas, ese instrumento demoníaco que no protege del agua que se engancha en todos los lados y que se deja olvidado en cualquier sitio. Lo haré en un día de lluvia…

Ya lo tengo planeado. Unos dìas de lluvia, un paseo, un madeira seco, un buen sillón, un buen regodeo nostálgico inmerso en mi memoria y una lectura con ironìas y sarcasmos que siempre son reconfortantes.

Lo dicho, don Arturo, un nostàlgico.

Saludos.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

“Y lo haré en un dìa de lluvia, después de haber paseado por un bulevar solitario, flanqueado de árboles, con el agua resbalando por el rostro, ya que odio los paraguas, ese instrumento demoníaco que no protege del agua que se engancha en todos los lados y que se deja olvidado en cualquier sitio. Lo haré en un día de lluvia…”

Excelente descripción señor Ricarrob, justamente; la lluvia; nos moja a todos por igual y no nos damos cuenta.

Sebastián Armas Maturana

Mientras haya gente que lea y saque provecho de la lectura (cualquier lectura) habrá esperanza para la humanidad.
Un abrazo desde Chile.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace

Su intención, don Sebastián es impecable. Pero permítame, por favor, contradecirle, ya que no siempre es así, ni fue así. Hubo y hay quien ha sacado provecho al Mein Kampf. Hay y hubo quien ha sacado mal provecho al Príncipe de Maquiavelo. Hasta hay y hubo quien sacó mal provecho a los escritos de Agustín de Hipona… … …

Respecto a la mala interpreraciòn del Príncipe, incluso puede encontrar hoy algún ejemplo sin salir de nuestro ámbito.

Creo que hay que distinguir entre autor, lector, interpretaciòn y provecho, este último bueno o malo.

Saludos.

Jose
Jose
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Y al Manifiesto comunista también

Julia
Julia
1 mes hace

Sr Pérez Reverte, no sé si he hablado alguna vez de Lisboa, creo que sí, pero bueno repito.

Cuando conocí Lisboa, mi familia contaba con todos los miembros, mis hijos, los padres, los 4 abuelos y la bisabuela. Hoy quedo yo sola para dar testimonio, supongo.

Nuestro cariño por Portugal viene por mi suegro que trabajó construyendo un ferrocarril. A la edad de 20 años dirigía la obra teniendo a su cargo a más de 100 hombres. Recorría el tajo montando en un caballo, con sus brigdes y sombrero, tan guapo y elegante que todos decían que parecía un príncipe azul.
Su guapa y encantadora esposa tenía 19, se casaron en Sotelo y pasaron la noche en Braga (chiste fácil).
Hablaba portugués y se conocía Portugal de arriba abajo. Ya retirado viajaba cada dos por tres a ese país, últimamente sin alejarse mucho de Galicia.
Esos años habían perdido las colonias y los portugueses se quejaban de que el país estaba lleno de pretos.
Creo que Portugal no tiene muchos recursos, pero intelectualmente, me refiero a los políticos eran y creo que son superiores a los españoles. Hablaban inglés, tenían muy buena relación con la G Bretaña y habia uno de partido comunista que hablaba español sin ningún acento.

Cada vez que mis suegros iban a Portugal por la parte de Elbas, traían un postre riquísimo llamado Ciricaia y paños de cocina con el gallo de Barcelos.
En fin, bonitos recuerdos para mí.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Julia

Cuenta muy bien sus historias señora; debería dejar por escrito para alguien… o muchos, nadie puede saberlo; un cuaderno con sus historias de vida.
Quien le dice a usted, que a principios del siglo XXII, no sea un material indispensable de consulta para esas generaciones; y su cuaderno; el cual alguien encontró, fue impreso, y se guardó en alguna prestigiosa biblioteca, junto a los libros del señor Pérez Reverte.

Cordial saludo señora Julia

Julia
Julia
29 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

Muchas gracias, es usted muy amable.
Cierto que he tenido y tengo, una vida muy interesante. Podría escribir muchas anécdotas, tanto de los adinerados como las de los normalitos, pero prefiero leer las de otros.
Escribir es muy aburrido, a mí solo me sirve como desahogo con mi mismidad; me cuento, con la sinceridad más absoluta lo que hice bien o mal, me quejo, hasta insulto sin palabras malsonantes, y cuando creo que ya he expulsado la bilis, rompo lo escrito.
Y durante un tiempito sirve, sabe?

Francisco Brun
1 mes hace

Este comentario del señor Arturo con respecto a una ciudad emblemática como Lisboa, pienso e imagino, porque nunca puse un pie en Europa, (sólo me guía mi observación por fotografías, películas o comentarios de viajeros); me hace pensar en que todas las áreas antiguas, yo diría de todas las ciudades del mundo entero, poseen algo maravilloso que es su carácter, sus construcciones, templos, puentes, y distribución de sus calles y materiales se diferencian unas de otras; creando un espacio único, que representa la idiosincrasia e identidad de sus antiguos pobladores y de su historia. Si me preguntan, yo soy conservacionista de las antiguas ciudades, siempre y cuando no se conviertan en un museo muerto, sin la vitalidad del uso. Obviamente la situación de saturación que provoca el turismo desmedido es un tema aparte; yo lo resumo en esa descontrolada idea por la cual es necesario registrar con una selfie eso de: “yo estuve aquí”, como si fuera una cacería de fondos de pantalla de los que no se sabe ni su historia, ni el porqué de esa realización, cuál era su objetivo, o su mensaje. Cabe señalar que los sectores viejos de las ciudades, se puede entender ese carácter al que me refiero, porque eran universos económicos y sociales independientes; incluso contaban con muros o sistemas de defensa, y poseían sus características puertas de acceso.
Hoy, la modernidad, ha teñido a las ciudades del mundo, en mi opinión, de una misma y aburrida fisonomía, en donde el hormigón, el acero y el vidrio, junto con la necesidad de espectáculo y asombro, indispensable para proporcionar negocios y dinero; llega a la asombrosa posibilidad de hacer cualquier cosa imaginable, saturando a las grandes ciudades de edificios con formas inverosímiles en donde tengo mis dudas que sean lugares confortables para la vida de los seres humanos. Por ejemplo, el edificio de oficinas llamado justamente por su forma “el Pepino” del arquitecto Foster…bien se podría decir que estamos en presencia de un artículo sexual femenino de dimensiones colosales, y si continuamos buscando encontraremos muchos con estas características. No crean que crítico a la modernidad, sería un arrogante, solo digo que no me gustaría levantarme por las mañanas, abrir mi ventana y ver esta mole vidriada el resto de mi vida, sigo prefiriendo mi jardín con hormigas, escuchando el canto de los pajaritos.
Xul solar (San Fernando Argentina 1887 – Tigre Argentina 1963). Realizó una serie de cuadros de ciudades imaginarias en donde su visión del futuro era muy singular, y tal vez acertada, en donde ciudades agobiantes son transitadas por personas que por su postura, no son felices y sufren; en otra, los edificios tienen enormes letras que no dicen nada.
Por todo esto; cuando nos apartamos de la naturaleza, y realizamos espacios para la vida con césped sintético, creo yo que hemos tomado el camino equivocado.
Retomando a los turistas del mundo, no los critico, es su gusto y pueden hacerlo, pero me parece a mí, que aquel que no logra encontrar en sus hábitat, el real goce de la vida; difícilmente lo encuentre a varias horas de avión, subiendo y bajando su equipaje en aeropuertos internacionales, o desayunando en hoteles en donde la camarera le brinda una sonrisa fingida.

Cordial saludo

Aguijón
Aguijón
1 mes hace
Responder a  Francisco Brun

El turismo mal entendido ha desvirtuado la magia de viajar.
Hoy algunos viajan en un año lo que sus padres no viajaron en su vida.
Eso le quita al viajar las vicisitudes que hacen que un viaje te cambie la vida.
Los destinos vacacionales de ocio y descanso no deberían confundirse con los culturales o de otro tipo de interés.

Un saludo

Aguijón
Aguijón
1 mes hace

Lisboa

Hoy me ha hecho revivir
Mi única estancia en Lisboa
Y sólo puedo decir
Que ojalá volviera ahora.

Seguro que habrá cambiado…
Como también lo he hecho yo,
Con el pasar de los años
Soy un confabulador.

Y entre confabulaciones,
Fango y demás familia,
Estoy hasta los cojones
De aguantar cierta cuadrilla.

Se han autodenominado
«Mayoría de progreso»…
Simancas, iluminado,
No era eso, no era eso.

(Es lo que hubiera espetado,
Al insigne Rafael,
Con desprecio inusitado
Don José Ortega y Gasset.)

Por ello, con gusto inmenso,
Voy a disfrutar del fado
Tomándome un «porto» viejo
Por ver si me desenfado.

Perdone usted don Arturo
Que escoja a don Carlos Cano,
No será un fado muy puro…
Mas va de Ayamonte a Faro.

Con esta triste María,
Y el buen sabor del Oporto,
Prometo que habrá algún día
En que no mente a los golfos.

PD:
Si parto yo al exilio
Lisboa será el lugar,
Pues siempre encuentran alivio
Los nuestros en Portugal.

Sanjurjo, don Juan, Azagra…
Elvas, Estoril, Cascais…
En nuestra nación hermana
Los ejemplos que queráis.

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Aguijón

¡Aplaudo de pie, estimado señor Aguijón!, usted sí que es bueno en esto, de saber decir lo justo y necesario.
Cordial saludo

Andrés
Andrés
1 mes hace

Una puntualización, Don Arturo. Eso de la «generosa Francia» no se lo cree ni usted. Anda que no han robado los gabachos y dejado una situación endemoniada allá donde han sido potencia colonial. Que les pregunten a los africanos, musulmanes o subsaharianos, a los indochinos y alos republicanos españoles.

Basurillas
Basurillas
1 mes hace

Algunas veces pienso que don Arturo es algo más que un nostálgico. Es un perdedor. Es alguien que ha extraviado definitivamente su mundo; y que éste de ahora ya no lo reconoce como suyo, como propio; y además le disgusta. Y es testigo de las terribles pérdidas, y no solamente de valores, culturas y principios, también de hoteles, de librerías, de pastelerías, de lugares que ya no podrá volver a visitar y rememorar en ellos costumbres, situaciones y sentimientos de antaño, y de la felicidad, compañía y apego que todo ello le proporcionaba. Tal vez sea algo consustancial de la edad pasados los sesenta -a mi también me ocurre- y así, cada vez que vuelvo a mi antiguo barrio de Madrid donde pasé mi infancia y juventud me veo más raro, más ajeno y lejano a lo que, como y donde lo vivi.
Muchas veces es malo pensar tanto o recordar tanto, te afecta al alma. Como señalaba el citado Eça de Queiroz: «Pensar e fumar são duas operações idênticas que consistem em atirar pequenas nuvens ao vento».

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  Basurillas

Seguramente con los años vividos se agiganta esa idea de que aquellos tiempos pasados fueron mejores. ¡Y cómo no van a serlo!, cuando uno es joven y tiene toda la vida por delante, frente a un mundo por conocer, por admirar, por descubrir.
La aventura de la vida cuando somos adolescentes, incluso los desengaños, quedan grabados a fuego para siempre.
Pero yo creo, que nosotros, los que contamos con más de seis décadas, tenemos la obligación de observar el mundo con los ojos de los jóvenes, pero obviamente con la experiencia de lo vivido, que en definitiva con algunos matices entre el color blanco y el negro; de generación en generación, siguen siendo iguales.

Cordial saludo señor Basurillas

Basurillas
Basurillas
1 mes hace
Responder a  Francisco Brun

Buenas noches, estimado señor Brun. Podría estar conforme con lo que usted aconseja de mirar el mundo con los ojos de los jóvenes; pero es entrar en un bar, o cafetería, o restaurante y ver que casi todo el mundo esta mirando con fruicción la pantalla de su teléfono móvil, despreciando y faltando al respeto de sus compañeros de mesa, estando sólo atentos al último tonto comentario o video de las «redes sociales» (bien llamadas así porque atrapan como redes a pescaditos) y sin dar importancia a la persona que tienes al lado, aislados y perniciosamente solos… y entonces algo me llora por dentro, me da asco y repugnancia el mundo que hemos permitido y construido entre todos, y me siento vacío, aislado, como un dinosaurio en una atracción de feria. Y pienso que efectivamente antes el mundo era más asequible, más bello para vivir. Incluso más bello para morir. Sí, es posible que sea un King-Kong a la espera de caer de esa enorme torre, tras un último vistazo a la persona amada…

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  Basurillas

Yo pienso, sr. B., que en un mundo en decadencia y en descomposición perdemos todos. Lo que ocurre es que muchos no se dan cuenta, no se enteran entre selfie y selfie. Quizás la edad interviene para darnos esa visión pesimista y nostálgica, quizàs. Pero hay épocas de la humanidad que son desastrosas de por sí.

Y estamos en una de ellas.

Un abrazo, de un perdedor consciente.

Basurillas
Basurillas
1 mes hace
Responder a  Ricarrob

Tiene razón querido amigo. Es una época desastrosa: tanto que la ilusión por traer hijos a este mundo está por los suelos. Moriremos de éxito ante tanta bazofia tecnológica, impersonal y caduca al dìa siguiente. Nos sobran dedos tecleadores pero nos falta alma para vibrar con un amanecer. Que mala suerte ser bichos pensantes y longevos y darnos cuenta del ocaso de los dioses: los que tuvieron un trabajo fijo y permanente, una vivienda en propiedad, una compañia para toda la vida, una transición pacífica de la que sentirse orgullosos y una extensa biblioteca de auténticos libros en la que enjugar los sollozos.
Otro gran abrazo.

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  Basurillas

Totalmente de acuerdo.

Los dedos no se han hecho para teclear. Absurdo. Se han hecho para que un solo dedo corazòn recorra lentameeeeeente, suavemeeeeeeente… la espalda, la nariz, la nuca… del ser amado. Eso es humanidad, no un teclado.

Y pasar las páginas de un libro, sintiendo la textura del papel.

Un abrazo.

Pedro
Pedro
1 mes hace

Se diría que usted es un «turista privilegiado» y los demás no traemos nuestro derecho a serlo. Igualmente que la constitución un día se hizo para todos, por primera vez y escaso tiempo. Por eso el ser humano nunca evoluciona…

Basurillas
Basurillas
30 ddís hace
Responder a  Pedro

En mi opinión, don Pedro, ha errado su apreciación respecto al escrito de Pérez-Reverte. Le dejo dos porciones del texto como ejemplo: «intransitable parque temático de selfis, chanclas, calzoncillos y hoteles de Cristiano Ronaldo a mil euros la noche, con Ferraris y Porsches aparcados como reclamo ante la puerta» y este otro «lleno de anglosajones que preguntan, sin hacer el menor esfuerzo por usar la lengua local, dónde pueden ver bailar el típico flamenco portugués; y no saben si están en Lisboa, en Oporto, en Sevilla o donde la puta que los parió».
Si se fija usted no es del turismo numeroso en si de lo que se queja el autor. Lo que verdaderamente le repele es la falta de sobriedad, el desapego, la falta de respeto por la cultura y los habitantes del lugar visitado; las masas apelotonadas que hacen intransitable una localidad. Y, en especial, la zafiedad, la vulgaridad y la falta de educación y civismo de las personas que deberían acudir con una actitud de observancia casi mística al lugar del que todo desconocen y que sólo les interesa en tanto en cuanto pueda ser origen de «famoseidad instantánea» y consumida como una lata de refresco desechable para fardar y «darse pisto» ante amistades, familiares y cualquiera que se deje. Tal tipo de personas no son turistas, no merecen ese título; son borregos vocingleros y escandalosos con móvil y pasaporte que no deberían haber salido jamás de su aldea, como castigo por su vulgaridad y falta de respeto por todo. Ese es el supuesto turismo que hará que, no tardando mucho, los residentes permanentes de muchos sitios se dediquen a cazarlos por las calles y hacerles insoportable su estancia, pues no compensará las divisas que tal vez dejen en el país por los destrozos e intranquilidad que producen en el mismo. Se lo tendrán merecido.

Franz. J.
Franz. J.
1 mes hace

Reconozco en su artículo, Don Arturo, mi atracción por la serena Lisboa porque la he visitado en tres ocasiones y la considero las más bella de todas las capitales europeas que he visitado. El océano Atlántico me atrae y sigue siendo una puerta abierta hacia el horizonte y la esperanza.

alberto srur
alberto srur
1 mes hace

En un viaje a España, conociendo un pueblito muy lindo, nos sentamos con mi esposa a tomar un cafe y al escucharnos hablar, un señor muy amable nos pregunta si somos argentinos, le respondemos que si, del norte, nos invita el café con la condición que esperemos un momento que llegaban sus amigos, ellos se juntaban todas las semanas en ese bar al atardecer. Llenos de intriga esperamos la llegada del resto del grupo, el nos contaba que estuvo por la Patagonia un par de años atrás, luego de un poco rato comenzaron a llegar los esperados amigos, cuando estaban todos, el lanza la siguiente pregunta: es cierto que se puede andar en coche todo el dia en la ruta sin cruzar otro auto?…. se produce un momento de tensión, nos miramos con mi señora por lo extraño de la pregunta, le respondo con la absoluta verdad: hasta dos días sin ver ni un alma no tan solo en la Patagonia sino en varios sitios de mi patria, el señor muy sonriente y dando codazos a diestra y siniestra dice: vieron que no mentía!. la verdad un grupo genial de amigos nuevos

Francisco Brun
1 mes hace
Responder a  alberto srur

Es llamativo y triste a la vez que tengamos un país como nuestra Argentina, tan hermoso, amplio y majestuoso; vacío; pero a esta curiosidad se suma que 13.985.000, personas, vivimos amontonados, porque esa es la palabra correcta, en el conurbano bonaerense y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta megalópolis, en mi opinión ingobernable e inviable, porque pareciera ser que continúa creciendo; es la que concentra la mayor cantidad de votantes. Aquí se define el rumbo político del país, como siempre a los tumbos.
Pero este monstruo urbano tiene la desgracia que posee una fuerza centrípeta de la cual es muy difícil salir.
Miles de familias que aquí desarrollan sus vidas, conseguirían una calidad de vida muy superior si se mudaran a otra provincia, pero lamentablemente, cuando se está asentado en este conglomerado, que en su gran mayoría es insalubre y nefasto, no se puede salir.
Siempre pienso que a nuestro país lo planificó Drácula, si se quisiera hacer peor adrede, no se podría.

Cordial saludo

Ricarrob
Ricarrob
1 mes hace
Responder a  Francisco Brun

Curiosamente sr. Brun, se justifican las megalópolis por la intrínseca necesidad del ser humano de vivir en sociedad, relacionándonos.

Curiosamente, la soledad es lo que impera en una megalópolis.

Curiosamente, la gente se relaciona más y está más acompañada en pueblos de pocos habitantes.

Saludos.

Antonio
Antonio
1 mes hace

Me va a perdonar. Pero se acuerda usted de los nombres igual que me acuerdo yo de las calles de mi antiguo barrio de Málaga: El Perchel, no sé exactamente que nos ha querido contar con la nostalgia de pisar charcos como cuando éramos niños. Pero desde luego datos sí que ha dado. Entonces los camareros llevan 30 años en el restaurante. Y las gambas al ajillo salen baratas mojando pan. Pues mi más sincera enhorabuena.
Lo de que salen más barata es una ocurrencia mía por el tema de ser más bien pobre que otra cosa.
Buenas tardes y buena suerte.

Mario
Mario
1 mes hace

Me van a disculpar, pero los comentarios son un tostón. No es un lugar para escribir una novela. Participen Uds. en algún concurso literario, que seguro lo hacen, y añadan comentarios más livianos. O hagan lo que quieran.

Jose
Jose
1 mes hace
Responder a  Mario

A mi me parecen muy buenos, y usted no tiene por qué leerlos

Toni Fernández
Toni Fernández
1 mes hace
Responder a  Mario

Totalmente de acuerdo con usted. Que tenga un buen día, señor.

Basurillas
Basurillas
1 mes hace
Responder a  Mario

DK4-23/671. es el lugar de la cuadrícula donde sucederá la catástrofe. ¡Aléjese!

Encarnita
Encarnita
1 mes hace

Muy auténtico y revertiano este artículo.
Me ha encantado.
Es necesario que las ciudades se vacíen de gentes para saborear su esencia.
Y ese ambiente lluvioso que las preserva del barullo cotidiano es posiblemente un ingrediente principal.
A mí me gusta la lluvia , vista desde mis ventanas . Soy bastante alérgica a esa humedad . Pero me gusta.
Me gustaría volver a Lisboa.

Francisco Brun
1 mes hace

Si pudiéramos describir el mundo actual con palabras yo elegiría: incertidumbre, deshumanización, caos, falta de empatía, ambición, soledad y fracaso.
Pero no podemos nosotros los mayores quedarnos de brazos cruzados viendo y entendiendo que nuestros hijos no pueden establecerse en un lugar, fundar un hogar y
echar raíces.
Al menos, nuestra obligación es advertirles, que los lazos que permiten que una sociedad sea fuerte no es tener un gran número de seguidores en Facebook; o pensar que la solución a todo en la vida es dar en la tecla con un video de YouTube, que se viraliza por la receta de una tarta de zanahorias.
Los jóvenes deben comprender que las nuevas tecnologías no cambian el mundo, solo cambian las formas de vivir.
Voy a dar un ejemplo, la aplicación de Uber está destronando en mi país Argentina a los taxis, porque es efectiva, relativamente segura, y cualquier persona con un automóvil comienza a trabajar en forma inmediata. Obviamente los viejos empresarios del medio, que tenían una flota de diez taxis tocaban el cielo con sus manos; hoy siguen teniendo, sus diez taxis, su diez choferes, pero veinte problemas.
El mundo del transporte en autos de alquiler se transformó; pero no cambió, los clientes se siguen trasladando y los choferes continúan trabajando. Y tanto los clientes como los choferes, siguen con sus problemas existenciales; la vida continúa siendo compleja, difícil, competitiva y por momentos desalmada.
Creo yo que nos encontramos en un mundo que en ciertos aspectos está cambiando, pero en líneas generales tenemos los mismos conflictos de fines del siglo XVIII; y de antes también.
El amor, el odio, la envidia, la ira, la tristeza, la alegría; continúan intactas aunque las expresemos en la pantalla de nuestro teléfono; o en este mismo espacio de debate.

Cordial saludo

Basurillas
Basurillas
30 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

Totalmente conforme con su análisis, estimado señor Brun, pero con una salvedad: a eso de que «los choferes continuan trabajando.» le queda como mucho una década. En ese plazo de tiempo, al ritmo tecnológico que llevamos, los vehículos automáticos sin conductor se enseñorearán de las carreteras, calles y vías asfaltadas en general (y ferroviarias probablemente en algún corto tiempo más: algunos Metros suburbanos ya son automáticos). Y se acabarán los conductores de taxis, de los servicios de uber, cabify y demás plataformas, junto con los conductores de camiones, autobuses, autocares, camionetas de reparto y paquetería, etc… Algunos chóferes listillos y evolucionados cambiarán su empleo (durante diez o quince años más a lo sumo) por el de conductor aéreo de taxi urbano, o de guía de drones de reparto de mercancías o similar; pero no todos los conductores ni mucho menos. El resto ya se sabe: paro, pérdida adquisitiva, subvención, salario social básico o pensión personal a través de impuestos a la ciudadanía y, en el peor de los casos o con edad rozando la cincuentena, el riesgo de pobreza o exclusión social. Ya sabe, lo de todas las revoluciones tecnológicas que han sido, son y serán: eso que llaman el progreso… Pero eso sí, a muchos políticos se les llenará la boca de mensajes ilusionantes y tranquilizadores como ese de que «ante esta nueva revolución tecnológica no dejaremos a nadie atrás».

Tenía usted razón, señor Mario (de un comentario anterior), ahí se me ha ido la mano y me ha salido casi una novela de pesadilla de ciencia ficción. Lo siento. Confío que usted no sea conductor profesional y le haya generado algo de inquietud. Un saludo.

Francisco Brun
29 ddís hace
Responder a  Basurillas

Absolutamente de acuerdo estimado señor Basutillas con su apreciación, nuestro destino sobre nuestro planeta si la robótica nos supera, lo imagino con enormes hordas de personas deambulando por ciudades en ruinas; un Apocalipsis con final incierto.
Pero también podemos suponer que encontraremos un equilibrio, el cual siempre llega después de pagar penurias y sufrimientos. Lamentablemente el destino de la humanidad lo desconocemos.
En particular me entretiene imaginar historias extremas. Precisamente estoy escribiendo una que le he puesto como título “Marte”, la cual transcurre a fines de este siglo y trata de la colonización de este Planeta por un codicioso personaje, que mediante artimañas y su ejército de robots inteligentes pudo dominar a las principales empresas del mundo.
Si usted, un día cualquiera, está muy aburrido, puede si lo desea leerla.

https://loscuentosseransolocuentos.blogspot.com

Cordial saludo estimado amigo

Jorge
30 ddís hace

He llegado a Lisboa, pero no a una conclusión.
Fernando Pessoa. Libro del desasosiego.
¿Te acuerdas de aquella criatura encantadora y de ardiente cariño, bajo el cielo de terciopelo de Lisboa?
Thomas Mann. La caída. La muerte.
Donde todos los días, al ocaso,
yo miro adormecerse el mar gigante.
José María Eça de Queiroz. El primo Basilio.

Rafael Redondo
Rafael Redondo
26 ddís hace

Magnífica descripción , de esa ciudad únca e inolvidable don Arturo. No se , cuantas veces habré disfrutado de visitarla. Por motivos de trabajo , acompañado de mi querida mujer , antes de que se me escapara( los seres muy queridos , no mueren . Se escapan ) , y después solo. Siempre disfrutándola.
La belleza con la que usted describe mi querida Lisboa , me confirma que en poco tiempo de he volver .
Al fin y al cabo , desde la puerta de mi casa hasta el hotel Dom Pedro , sólo hay 332 kilómetros. Una vez lo contamos Marilo y yo , antes de su marcha.
Un abrazo