Una novela nueva, al menos en mi caso, significa lecturas y relecturas, viajes, cine, libretas que se llenan de notas. Trabajo acumulativo y paciente con arreglo a un plan: personajes y situaciones, estructura, previstos de antemano. Hay autores con un talento extraordinario para navegar sin saber a dónde van, pero no es lo mío. Yo necesito cartas náuticas antes de izar las velas y empezar a moverme. Desde que le doy a la tecla nunca he escrito nada a ciegas. Durante el año o el año y medio que ahora tardo en contar una historia –viajar menos por la pandemia ayuda bastante–, el margen de improvisación resulta amplio, porque es mucho lo inesperado que surge en el camino. Sin embargo, siempre hay un hilo central, una trama. Una disciplina. Un rumbo al que vuelves cuando algo te complica la ruta.
He dicho o escrito alguna vez que siempre fui un novelista feliz, sin excesivas ambiciones y sin complejos. Desde hace treinta y cinco años, cada día que paso en mi casa trabajo un mínimo de cinco horas. A doña Inspiración, de apellido Repentina, no la conozco, o no me fijé nunca demasiado en ella, pues siempre que llama a la puerta me encuentra ocupado, trabajando. Con las musas que susurran párrafos inmortales no tuve suerte. Y es lo que diferencia, supongo, al artista que no soy del artesano de la tecla que sí soy: un narrador profesional que vive de eso. Alguien que no pretende cambiar la historia de la Literatura en cada página, sino que sólo aspira a ser eficaz. A contar bien contada una buena historia.
Eso sí, tengo una ventaja. Déjenme ustedes tirarme algún pegote. Y esa ventaja es la imaginación. La cosa, supongo, viene de cuando era un crío que leía e iba al cine –la tele no la conocí hasta los doce años–. Después de cada tebeo, libro o película, pasaba días dentro de ellos, convertido en Ned Land, Hopalong Cassidy, sir Kenneth el del Leopardo, Ulises, el Capitán Blood, Ojo de Halcón o quien se pusiera a tiro. Tanto entraba en sus historias que llegaba a sentirme de verdad uno de ellos, adoptando sus armas, su lenguaje, sus maneras, sus amores y hasta sus defectos. Incluso buscaba enemigos asociados con los de mis héroes, como un hermano marista apodado El Poteras, protagonista de mutuas antipatías escolares, que durante años fue mi Moriarty particular; y a quien, asumiendo yo una personalidad intermedia entre Fantomas y Rocambole, procuré fastidiar cuanto pude hasta que me expulsaron del colegio.
Todo cambió con el tiempo, claro. Después, mi trabajo me ancló a una realidad áspera en la que, como todo el mundo, perdí unas cosas y obtuve otras. Y al cabo, con la mirada que eso me dejó, escribo novelas. Eso resuelve mi vida y le da independencia, pero sobre todo suscita –soy afortunado– la felicidad de la que hablaba antes. Me devuelve el hábito infantil de sumergirme en historias, personajes, vidas alternativas que no son sólo paralelas a la real, sino que se superponen a ella; que la sustituyen a veces de un modo asombroso. Me permite, en fin, seguir jugando.
Les doy mi palabra de honor –qué pocos la dan ahora, por cierto– de que es verdad lo que digo. Durante la escritura de cada novela vivo más en el mundo de esa novela que en el real. O quizá lo que pasa es que la novela se convierte en más real que la propia vida. Cuanto leo, pienso, hago, sueño, imagino, tiene que ver con la historia en la que ando envuelto. Anoche mismo, por ejemplo, me sentí vilmente cobarde al despertar de una pesadilla, porque el protagonista de la novela que ahora escribo se enfrenta a una situación parecida. Me muevo por lugares sobre los que trabajo no con mi mirada, sino con la de los entes de ficción que sitúo en ese escenario. Observo el mundo asumiendo los defectos o virtudes, los miedos y las pasiones, las incertidumbres y las certezas de los personajes que bullen en mi cabeza. Ellos acaban siendo más auténticos que otros, pretendidamente reales, con los que tropiezo a este lado de la trama. Duermo con ellos pensando qué harán por la mañana cuando me siente ante el teclado, y me despierto siendo ellos, sumergido en su mundo. Preguntándome, y ése es el desafío, si conseguiré contarlo en los dos o tres folios que en los días buenos son el botín de la jornada. Y cuando, cada vez con más desgana, me asomo al mundo pretendidamente real y arrugo el ceño ante lo que de él no me gusta, pienso que tengo la suerte de poseer una vida paralela; ese rumbo que me permite esquivar los escollos y las sombras. Sólo el acto de leer se aproxima a esa clase de evasión, pero nada es comparable al propio libro que día tras día vas leyendo en tu cabeza.
Publicado el 22 de enero de 2022 en XL Semanal.
Gracias don Arturo, metodología y oficio expuesto en negro sobre blanco. Adelante con su nueva novela, la espero intrigado.
«Blanca me era yo
cuando entré en la siega.
Diome el sol y ya soy morena.
Blanca solía yo ser
antes que a segar viniese, 5
mas no quiso el sol que fuese
blanco el fuego en mi poder.
Mi edad al amanecer
era lustrosa azucena;
diome el sol y ya soy morena.»
Lope de Vega
Sobra el 5, que si fuese malablao, por el bullo te la inco. Es como para que vuelvas a la realidad; reanimarte, médicamente hablando.
Muy bien descrito lo de «pretendidamente real». Personalmente me parece que estamos viviendo dentro de un enorme videojuego. Para los demás solamente nos queda la lectura, poder vivir otras vidas, evadirnos de la «pretendidamente real» y navegar por otros mundos. Para usted queda el privilegio de crear esos mundos. Por favor, siga navegando por ellos para deleitarnos luego con el relato de su viaje.
Cuánto te preguntas amigo, cuánto vives, disfrutas y creas. Sí, creo que del artesano, al artista la diferencia, es demasiado sutil, si es, que en verdad la hay.
Personalmente hago barcos a escala y sin planos. De cara dura. Parto desde una foto. Nunca son perfectos, pero debo, eso sí terminar aportando algo de mí sin querer ni saberlo, y para bien o para mal, para lograr terminar ese trabajo. Ahí creo al final, cuando lo miramos o lo miran, y aprueban, está ese resultado de mostrar eso, que pretendimos, y con distinta suerte. Todo artista es un artesano. Cuánto más éxito o aprobación a nuestra obra, ¿ Será eso acaso nuestro acercamiento al logro artístico?
Ahí siempre mi duda. Abrazo.
Muy bien, es un ejemplo inspirador para escritores sin suerte
Por cierto, parece que los de la misma o parecida edad hemos tenido un protagonista «Poteras», se llamara como se llamara y de la congregación que fuese; todos sus complejos, frustraciones y auto-fustigamientos, los descargaba en objetivos determinados, entre los cuales me encontré yo también, con una agresividad refinada y malévola en la que la humillación era su método favorito. Quizás, posteriormente, en toda mi vida hasta ahora, no haya sentido un odio tan intenso y unos deseos de venganza tan grandes ante este luciferino personaje que satanás tenga en su incendiaria gloria. Ahora han determinado que el infierno no existe pero creo que para ciertos personajes, por fuerza es necesario que exista uno, ya que contibuían a que el Hades fuera real en esta vida sin necesidad de traspasar la laguna Estigia.
Muchas gracias por los sabios mensajes que contienen esas palabras que me animan a seguir aprendiendo cada día.
Enhorabuena por poder seguir viviendo la lectura de forma tan intensa, no tengo el mismo talento para escribir, pero si me reconozco el seguir jugando y viviendo en las lecturas, nuestra mente es nuestra y aún se puede proteger de la Inquisición actual.
A ese trabajo tuyo de todos los días, le debo esa vida paralela que también tengo gracias a tus libros. Vida paralela que, por cierto, me permite como a vos esquivar algunos escollos y algunas sombras. Empecé con la «Carta Esférica» y desde entonces no pude parar. Todavía atrapado en la trama de «El Italiano», me gusta pensar que si uno pudiera elegir quien ser en esta vida, vivirla como ese héroe anónimo llamado Teseo Lombardo definitivamente estaría dentro de mis preferencias. Salud al Caballero Arturo, a quien muchos debemos momentos plenos de felicidad en nuestras vidas paralelas!
«Los seres humanos dejan de jugar porque envejecen; y envejecen porque dejan de jugar” (Oliver Wendell Holmes).
Que gran verdad. Siga jugando Arturo.
Más real que la vida
la vida de uno mismo con los demas
siendo uno mismo
albergas (más) algo mas,
contigo y sin ti
podemos ser mas
alberga la verdad
espera retornará
retorno espero dibujar verso
este es tu beso-ló
dime quien eres
eres tu quien beso
retorno espero
caras alambradas
destructurado en lenguas
la ) palabra objeto
ojos luceros proformas
la) cosa en objeto
palabra aliento cuerpo
caras alumbradas
iluminados objetos
iconos pantallas
colores al vuelo
crean puro movimiento
espera la hora volver
sin mas comienzos
árbol perdido ,verso chispa
entelado la hora (esp)
por un nuevo comienzo
el rostro se vuelve tópico
abrir los ojos
retorna y espera un nuevo comienzo
de la deconstrucción letral-s
de la espera comienzo
abre los ojos me mira
me fuerza a mirarte ojos
ella es su retorno aun puedo
comienzo y de (no) volver
exiliarte proforma versos
dar en la chispa
perspectiva lucera ,abandono
dar en la chispa
solo dar , versos
calamar ,a la mar
ahe ,arre aguanta ,ave
marina abeja retorna y espera
sin palabras objeto
sin verso..–
Victoria paz guerreros
sus palabras verso
agua tengo
palabras
Qué grande, Arturo!
Me encanta todo lo que escribes y lo que dices.
«Inventa mundos nuevos y cuida tu palabra; el adjetivo, cuando no da vida, mata» (Vicente Huidobro)
Don Arturo, lo que describe que le pasaba de niño con los libros que leía, me pasa de adulto con los libros que usted escribe… muchas veces me he buscado algún Malatesta en el trabajo con quien batirme!!
La primera vez que escuché a Arturo fue e la entrevista del hormiguero, me quedé fascinada.
Soy una aprendiz de la vida.