Hay frases tan nuestras que no las imaginas en boca de un guiri. Desde el «¿Se debe algo?» dicho en un bar después del tercer gintonic hasta el «Usted (ahora, tú) no sabe (sabes) con quién está (estás) hablando», incluidas «¿Quién da la vez?», «Venga, no jodas», «Eso te lo digo yo», «Échale huevos», «¿A mí me lo vas a contar?», «Cállate la boca» o el maravilloso «Vamos a irnos yendo» que suele decirse cuando nadie tiene intención de irse de ningún sitio. Sin embargo, la frase que mejor nos define a los españoles o lo que seamos ahora, la que nos vuelve peculiares, entrañables y peligrosos —que aquí todo puede ir junto—, es la más contundente y compleja de todas: «No hay cojones». Que no es negación ni confesión de impotencia, sino lo contrario: una incitación, una llamada a la acción. Un insoslayable desafío al que suele responderse con otra frase también absolutamente española: «¿Que no?… Aguántame el cubata».
Pongan ustedes mismos los ejemplos, porque estoy seguro de que los conocen mejores y más variados que yo. «No hay cojones de comernos una paellita en Benidorm», dicen en Sigüenza, y allá van los amigotes en un par de coches, coleccionando multas y soplados de alcoholímetro por el camino. O, ya puestos en plan romántico, ¿quién no ha amanecido en Santander después de que una chica guapa dijera que nunca había visto el Cantábrico y un amigo del jenares guiñara un ojo y comentase «No hay cojones, Manolo». O ¿qué atrevida jovencita no ha ido a bailar a una discoteca después de que alguien dijera «No hay cojones, tía, para ponerte el vestido con ese escote»?. Yo mismo lo dije alguna vez, o me lo dijo el cabroncete de Márquez, mi cámara de TVE: «No hay cojones de grabar ahí, de pie, una entradilla para el telediario». Y en mi ya remota juventud, cuando los guardias urbanos aún llevaban aquellos cascos blancos tipo salacot, la frase dio lugar a que un grupo de amigos emprendiéramos por todo Madrid la caza desenfrenada de uno –«No hay cojones de quitarle el casco a un guardia»–, que al fin fue conseguido, aunque con resultados judiciales fáciles de imaginar.
Si uno mira atrás, al pasado, comprueba que la historia de España, con lo que de bueno y malo tuvo en cada momento, está alicatada con frases como ésa, tan nuestras, tan de nosotros. «No hay cojones de resistir a los romanos en Numancia», dijo uno. «No hay cojones para irse a Italia con Aníbal, colegas», comentó otro. «No hay cojones de pedirle a los moros que crucen el estrecho y nos echen una mano», dijo aquel de allí. «No hay cojones, Rodrigo, de exigirle al rey que jure», etcétera. También tuvo consecuencias esa otra de «No hay cojones, jefe, de quemar las naves y meternos por la cara en Tenochtitlán». Sin olvidar, claro, «Ya que el rey nos debe veinte pagas, no hay cojones de saquear Amberes», «No hay cojones de mojarle la oreja a Napoleón» o —durante la sublevación cantonal— «No hay cojones para que Cartagena declare la guerra a Alemania». O aquella de «No hay cojones para que doscientos españoles crucen el lago Ilmen y vuelvan doce». Esa frase legendaria y multiusos constituye, por alguna razón que deberían desentrañar los sociólogos, el más eficaz estímulo para que los de aquí acometamos con parejo entusiasmo, tanto a pequeña como a gran escala, lo mismo asombrosas hazañas que disparates suicidas: «No hay cojones de cargarse la Primera República», «No hay cojones de cargarse la Segunda», «No hay cojones para cargarse el sentido común, la democracia y la Constitución», y veinte etcéteras más. Porque tal vez sea ése nuestro más antiguo y actual problema: en España sobran cojones para demasiadas cosas.
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Publicado el 10 de marzo de 2023 en XL Semanal.
«(…) Mientras Dalí dibujaba al padre del psicoanálisis, Freud le dijo a James: «Este chico parece un fanático. No me parece raro que estén teniendo una guerra civil en España si son así». – https://www.larazon.es/cataluna/20220205/n7w62ry4vvhtfir4ltvo6xwjhm.html
Entonces Dalí debió decir a James: «Este chico parece un cocainómano. No me parece raro que de su país hayan salido zumbados como Hitler, el que empezó la II Guerra Mundial, si son todos como él». Con dos cojones.
En todos lados se cuecen habas…
Cierto. Y las nuestras no son las peores. Virtudes y defectos… Por lo visto, son inseparables.
Los franceses suelen decir «il a les défauts de ses qualités», que significa exactamente lo que Ud. dice – todo defecto va asociado a una virtud, e inversamente. Los españoles son abiertos, muy sociables y extravetidos… y por ende no tan reflexivos a la hora de actuar. Los japoneses, por poner un ejemplo, serían lo contrario. Y dependiendo de la situación, esas características constituyen una virtud o un defecto.
Yo diría que es un poco más complicado, pero le compro la conclusión.
Es necesario completar la frase, don Arturo. Yo diría que es imprescindible, si es que somos capaces de aprender algo… alguna vez.
Porque en su última frase debería decir: … y faltan cojones para lo que de verdad importa, para lo que merece la pena. Siempre ha sido así y así nos va.
Sobran cojones para sacar una inútil ley animal y faltan para, entre todos, hacer una buena ley de educación, puntera. Sobran cojones para gastarse el dinero en propaganda identitaria y faltan para gastárselo en investigación. Sobran cojones para presentar una moción de censura y faltan para considerar que tu partido estorba, está de más. Sobran cojones para ir a Nueva York con todo tu grupi y faltan huevos para dimitir por verguenza y fracaso. Sobran cojones para sacar una absurda ley de la memoria y faltan para ponerse a estudiar de verdad la historia. Sobran cojones para llevarse tu empresa a Holanda y faltan para, de verdad, hacerla competitiva y no depender de la obra pública. Faltan cojones para derrotar en las urnas a este mamotreto de cañalición. Y más, y más, y más.
Porque lo uno, don Arturo, va indisolublemente con lo otro, siempre. Faltan y sobran. Una parejita sin divorcio en este país. Quizás es que lo que nos sobra absurdamente, lo compensamos con lo que nos falta, para lo importante, no para las chorradas.
A ver si si el verdadero progreso de este país consiste, de una vez por todas, en no ser el país de las chorradas. Chorradas que nos hunden.
Hundidos… pero con un buen par…
Don Arturo ha mezclado cosas muy distintas, pero se le entiende. Esa frase del título no tiene porqué tener una connotación negativa. Estudiar una carrera sin futuro, casarte con la mujer que amas sin tener un real, mandar al carajo un futuro prometedor porque te han hablado demasiado alto, tener hijos aunque te digan que no están los tiempos para eso, decir la verdad aunque te cueste la vida.. Le puedes llamar cojones, sentido del honor o lealtad a uno mismo. No es una locura hacer lo que debe hacerse, y si lo es, bendita locura la nuestra.
Si. Efectivanente. Es cierto. Pero creo que no invalida lo que yo he dicho. Porque a pesar de todos los pesares, a pesar del odio a ciertas actitudes y excesos, a pesar de las autocríticas que son más duras que las que nos pueden hacer de fuera, amamos profundamente a este país y a sus gentes, a sus coños y a sus cojones a sus actitudes quijotescas y bravías. Encauzar un poco esa energía vital estarìa bien, daría frutos insospechados. La energía vital que tenemos como nadie y que ya detectó Sanchez Albornoz en toda nuestra larguísima historia. La lealtad a uno mismo está muy bien incluso enfrentándonos con molinos de viento, pero los absurdos brindis al sol no sirven ni son dignos. Porque Cervantes nos retrató con su Quijote pero también nos aligeró con su Coloquio de los perros.
Quuzàs unos pocos menos quijotes y muchos más cajales. Menos monteros y más margaritas salas. Menos coños y cojones al viento y más acción después de reflexión..
Manda huevos, sr, Wales.
Sí, tenemos un serio problema de élites. Hemos tragado con cualquier cosa. El igualitarisno pasa factura. De eso no hay duda.
simplemente genial ! Soy Argentino, y admiro los Cojones, con mayúsculas , que Uds, los españoles tienen , han tenido y tendrán
Hay que ver para qué se usa el coraje; si es para algo constructivo, está bien; si es simplemente para hacer alarde, para atizar conflictos, o para inflar el ego… no me parece algo tan loable.
«Siempre el coraje es mejor, | la esperanza nunca es vana…», escribió Borges. También escribió aquello de «España del inútil coraje…» (Borges admiraba el coraje por encima de todo, y sobre todo el coraje sin provecho ni utilidad.) Es mejor tener coraje y equivocarse, que no tenerlo. Es mejor tener coraje muchas veces a no tenerlo nunca. Lo digo yo, que también soy argentino, y admiro ese rasgo español, tan desvanecido en este rincón del Sur del planeta.
De desvanecido nada. Además, allí ustedes son españoles y aquí nosotros somos argentinos. Y más todavía desde que ganaron el mundial… y que conste que no me gusta el futbol.
¿Desvanecido? No lo creo, está en el fondo, aplastado por otras cosas. En otro artículo de Pérez Reverte habló del valor suicida de los pilotos argentinos en la Guerra de las Malvinas, un valor que siento como mío y que merecía mejor destino. Soy español, pero me siento muy argentino.
los pilotos argentinos no eran suicidas , portaban un exocet un misil que volaba a 50 metros del suelo ,indetectable e unico en aquel momento fabricación francesa .aire mar .
Dije ‘valor suicida’, no que fueran suicidas. Si no entiende la diferencia, dígalo y se la explicaré con mucho gusto.
A don Arturo se le supone infalible puntería. Pero hay que demostrarla, de vez en cuando. No parece que necesite mi aval, pero con sentimiento agridulce certifico aquí que la conserva. Hasta la próxima
Sobran cojones y faltan neuronas. Lo dicho, paren que aquí me bajo yo
Los cojones que les sobra al pueblo llano, son los mismos de los que adolecen nuestros dirigentes, incluidos reyes y demás sangre azul, pasada y presente.
Muy bueno jefe.
Dijo rey Fernando que no hay pueblo con mejor aptitudes para la guerra y con tan pocas para la paz. No recuerdo si fue Saavedra Fajardo u otro quien dijo que los españoles tienen el corazón hecho para grandes empresas, no para agostarse en placeres mundanos. Su parte de razón tenían, no hay más que ver cómo nos ponemos en cabeza en ramplonería y achatamiento cuando dejamos de mirar hacia arriba.
sera que desde que nos homosexualizaron nos hemos quedado sin cojones…estamos castrados y solo las lubelulas damicelas locas son las que nos gobiernan y han construido un mundo podrido donde las letrinas revozan de estiercol,es momento de jalar la cadena …el rebano de cabras hay que mandarlas a refundir a la Tartaria donde nooooo deben volver a salir jamas…fuenteovejuna….
¿A qué no hay cojones para enmendar al académico éste? ¡Coño! ¿Qué no?
Efectivamente, don Arturo, son indisolubles -y más como van viniendo las cosas- los cojones del coño. Ambos genitales nos representan y definen. Cada vez es más frecuente, en las conversaciones de amigos, viandantes y clientes varios de la restauración, escuchar cosas como: «me tienes hasta el coño», «coño como quema», «coño de vida», «eres un puto coñazo», ¿a qué no me comes el coño?, «¡hombre coño por fin te veo!», «estás encoñao tío», «coñazo de película»…y así hasta Pernanbuco.
Pero yo, como trasplantado hepático, echo de menos que la ciudadanía increpe, día sí y día también, a los padres y madres de la Patria, ambos con sus cojones y sus coños protegidos salvo ante el Tribunal Supremo, con cosas de este estilo: ¿A qué no hay cojones de gritar a los cuatro vientos que somos o hemos sido el país del mundo más solidario y con más donaciones de órganos? ¿A que no hay cojones de repetirle a todas las naciones y gobernantes, en las visitas de estado o diplomáticas, que somos o hemos sido, durante innumerables años, el país con mayor número de trasplantes de órganos de todo tipo en el mundo, y casi todos ellos satisfactorios?
Pues no, no hay cojones -ni coños- para repetírselo incesantemente al mundo con la cabeza bien alta y ciscándonos en todas las malditas leyendas negras que nos han inventado por ahí fuera y algunas por aquí dentro. No los hay.
Probablemente la palabra más polisémica del diccionario español.
https://youtu.be/ILG_04jSLqk
simplemente GENIAL, bravo!!!
El quijote esta lleno de altos en el camino ,asi nos conocen fuera y dentro ,posadas ,molinos artilugios del momento ,nomenclaturas bastardas ,idealismo insaciable ,locura la travesura pobre en el vestir sin cultura ,anchos .
decir algo con pizca de gracia ,la hermosura ,la gallardía ,bizarria
Por qué la mayoría de las frases de cualquier tema se refieren a los genitales?
Perdón por la ignorancia pero ¿ quién es El Jenares?
Manda cojones…
Sólo una mínima acotación: Cortés no quemó las naves. Las inutilizó, pero no las quemó.
Compartimos los argentinos o mejor, heredamos este bello idioma de a ratos tan mal tratado,,,tenemos nuestro propio «lunfardo», pero no es tan suabe y gracioso como el decir de España. POR ESTOS PAGOS TODAVIA NO HAY COJONES
Gran artículo de D. Arturo. Y qué dice? Que me lo expliquen, con tílde o sin tilde, si hay cojones para explicarlo y enterarse. Si escribe así, y le adulan, no hay «cohones» a criticar a D. Arturo, que no se le entiende qué o que quiere decir. Con la Iglesia hemos topado, Arturense para más ver. No hay cojones… Así escribe cualquiera cualquier artículo cutre. Tiene cojones de decir chorradas, y todos adulando a la Iglesia Arturense. Manda cojones…
En mi pueblo, al pedir la vez, se decía siempre… ¿Quién es la última? Se presuponía que siempre era una señora la que compraba por costumbre y necesidad. Cuando iba yo a la compra, aclaro que soy hombre, siempre respondía: «servidora», con guasa. Todos nos reíamos.
Ya lo decía Machado: “En España, de cada diez cabezas, nueve embisten y una piensa”
Excelente conocer el parafraseo de cada nación en particular de la madre patria.
Quizás esté equivocada pero hace treinta años, cuando salí de España, el “aguántame el cubata” no se decía, se dice ahora, y me parece que es traducción patria del “hold my beer” usano.
Yo me fui hace 25, en el 98 y eso ya se decía, al menos en Canarias.
Jenares… Había olvidado esa palabra. Gracias.
Sr Pérez Reverte, nunca pronuncio un taco ni una frase malsonante y no es por virtud, simplemente no sé hacerlo. Además, cuando alguna vez lo intenté me miraron «raro».
Me encantan y río a carcajadas con palabrotas y frases enrevesadas en boca de hombres con estilo, porque tampoco todos tienen la misma gracia.
Mirando hacia atrás sin ira, siempre envidié un poquito las reuniones de jóvenes amigos que después de celebradas, los «admiradores» me transmitían. Conocedores de que para mí era una conversación divertida deseaban agradarme, así que guardo en mi memoria algunas hazañas dignas de ser recordadas.
Las chicas no podíamos correr esas aventuras, no sé si ahora rivalizan con ellos. En cualquier caso, creo que nunca serán tan animadas y placenteras como las de los muchachos de mi generación.