Hace tiempo que se levantó la veda, y con motivo. El rey Juan Carlos I, que pilotó la Transición y frustró el golpe de Estado que pretendía liquidarla, a quien debemos un reconocimiento político indudable, se había ido hundiendo en un cenagal paralelo de impunidad y poca vergüenza, de trinque oculto y bragueta abierta, hasta el punto de acabar convirtiéndose en principal amenaza contra su propio legado. Para quienes pretenden liquidar la monarquía, el personaje lo estaba poniendo fácil, pues los sueños húmedos de no pocos protagonistas de la actual política acarician la imagen de un monarca compareciente, no ante un juez, sino ante un parlamento, con ellos en la tribuna y señalando con el dedo. Ejerciendo de acusadores públicos en plan Fouquier-Tinville con una guillotina simbólica al fondo, mientras sus papás y familiares los ven en directo por la tele y comentan: «Hay que ver lo alto que ha llegado mi Manolín, o mi Conchita, que le ponen la cara colorada a todo un rey».
Si he de ser sincero, dudo que la joven Leonor llegue a reinar algún día. Queda feo decirlo, pero es lo que pienso. Supongo que habré dejado de fumar para entonces, así que tampoco me afecta gran cosa. Pero el presente sí me afecta. Vivo en España y espero seguir haciéndolo unos años más; por eso necesito que éste sea un lugar habitable. No digo perfecto, sino habitable. Pero cuando oigo la radio o pongo la tele y escucho a la infame chusma que desde el Gobierno o la oposición maneja los resortes de mi vida, no me gusta lo que hay, ni lo que viene. Hay muchas cosas que ignoro; pero durante un tercio de mi vida viví en lugares peligrosos, y me precio de reconocer a un hijo de puta en cuanto lo veo.
Cuando me preguntan si soy monárquico o republicano suelo responder que lo que a mí me pone es una república romana con sus Cincinatos, sus Escipiones y sus Gracos, que tenía un nivel; o en su defecto, una república como la francesa, resultado de la que en 1789 cambió el mundo, hizo iguales a los ciudadanos, abolió privilegios gremiales, provinciales y de clase, e hizo posible que la bandera francesa ondee hoy en todas las escuelas y que, después de un atentado terrorista, en los estadios de fútbol se cante La Marsellesa. Soy republicano, en fin, de la rama dura, jacobina cuando haga falta: ciudadanos libres, pero leña al mono cuando ponen en peligro la libertad. Y lo de monarquías hereditarias, pues como que no. Cuando pienso en Fernando VII, Isabel II o Alfonso XIII, se me quitan las ganas. Pero estamos hablando de España, de ahora mismo. Y eso ya es otra cosa.
A ver si consigo explicarme. Una república necesita un presidente culto, sabio, respetado por todos. Un árbitro supremo cuya serenidad y talante lo sitúen por encima de luchas políticas, intereses y mezquindades humanas. Pero díganme ustedes un político, hombre o mujer, que en España encaje en esa descripción. Es más, ¿imaginan a ese árbitro supremo, esa autoridad absoluta, encarnados en Pedro Sánchez? ¿En Pablo Iglesias y su república plurinacional de la señorita Pepis? ¿En Mariano Rajoy y su obtusa y pasiva estupidez? ¿En ese payaso irresponsable y transatlántico llamado Rodríguez Zapatero, que desenterró una nueva guerra civil? ¿En la ridícula y embustera arrogancia de Aznar? ¿En un Felipe González al que ahora no se le cae de la boca la palabra España que mientras estuvo en el poder evitó siempre pronunciar? ¿En Rufián? ¿En Torra? ¿En Casado? ¿En Abascal? ¿En Irene Montero?
No sé ustedes; pero yo, que me hago viejo, necesito alguien por encima de todo eso. Un cemento común, mecanismo unitario que mantenga el concierto de tierras y gentes tan complejas y peligrosas que llamamos España. Sobre todo, porque los ataques actuales a la monarquía no responden a una reflexión intelectual de pensadores serios, sino al viejo afán centrífugo de demoler un Estado a cambio de golferías particulares, chanchullos locales, demagogias idiotas y argumentos de asamblea de facultad. ¿Imaginan una Constitución redactada por Echenique, Otegui o Puigdemont?… Pendiente de liberarse de la nefasta sombra de su padre, Felipe VI es un hombre sereno y formado, irreprochable hasta hoy, mucho más Grecia que Borbón. Estoy convencido de que es una buena persona y un sujeto honrado, y nada hay hasta ahora que me induzca a pensar lo contrario. Creo que es un buen tío, como solemos decir; y nadie que haya cambiado con él dos palabras afirmará lo contrario. Ama a España y cree de verdad ser útil para preservarla en tiempos de tormenta. Hace lo que puede y lo que le dejan hacer. Y en mi opinión es el único dique que nos queda frente al disparate y el putiferio en que puede convertirse esto si nos descuidamos un poco más. Se lo dije una vez: es usted un asunto de simple utilidad pública, señor. Que no es poco, tratándose de España. La delgada línea roja. Dije eso y sonrió como suele hacerlo, bondadoso y prudente. Y todavía lo quise más por esa sonrisa.
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Publicado el 16 de agosto de 2020 en XL Semanal.
La revolución francesa ,no fue más que uno de los mayores genocidios del planeta.Y mira que habido. Trajo más hambre y desigualdades. Y lo mejor de todo,el mayor asesino y loco de la historia, El «emperador» Napoleón.
No sé quien será peores si los genocidas o los que se escoden detrás de una supuesta inteligencia para blanquearlo.
Totalmente de acuerdo! Eso fue una carnicería demencial!
Con respeto voy a ser un poco atrevida. Por favor no fume… Tiene un cerebro genuino que disfruta con la escritura y nosotros con la lectura.
Un saludo afectuoso.
Creo que con lo de dejar de fumar se refería a otra cosa…
Nunca comento nada, pero ésta gilipollez ilustrada hace necesario recordar la polis del bien común y reivindicar el ideal de una res pública utópica a la que, a pesar de un real académico iluminado, me gustaría, con su permiso, poder aspirar.
Una república necesita un presidente culto, sabio, respetado por todos. Un árbitro supremo cuya serenidad y talante lo sitúen por encima de luchas políticas, intereses y mezquindades humanas. QUIZÁ USTED ENCARNE TODAS ESAS CONDICIONES Y PUEDA SER EL PRÓXIMO PRESIDENTE REPUBLICANO EN ESE MUNDO IDEAL Y PARALELO QUE PRECONIZA. SUERTE.
Estoy muy alejado de España, tanto física (soy venezolano y vivo en Venezuela) como (seguro) intelectualmente. Mis conocimientos de su vida política de ese país son obtenidos de las RRSS y tal vez me he formado un criterio muy favorable de @isabeldiazayuso y muy, muy desfavorable de @IreneMontero. En este sentido que el autor del artículo mencione a la segunda de la nombradas como una referencia positiva por sus opiniones y no a la primera que ha demostrado tener más inteligencia y sentido común que IM. No entiendo.
Disculpe Aznar y Rajoy, no Rodríguez Zapatero, que desenterró una nueva guerra civil
Leticio VI es un pelele , miembro de la orden masónica de la jarretera , que solo sirve y obedece a la pérfida Albión , por tanto , para tener un rey así , es mejor no tener nada . EspaÑa necesita una revolución del pueblo contra la casta política
Acabo de regresar de Marrakech. Breve visita ya sabe, Lo bueno si breve dos veces bueno, como me gusta a mí.
La Mamounia, lujo africano, sorprendente, merece la pena.
Visita a lo más llamativo de la Medina con paseo por el Zoco incluida, donde la única compra rápida (no me gusta comprar), fueron dos chilabas. La comida mal, como la española no hay ninguna, aunque también la crítico alguna vez. Viaje muy agradable con mis hijas.
En cuanto a la monarquía, la verdad es que no me gusta.
Me parece injusto que alguien por el hecho de nacer en determinada familia tenga el privilegio de vivir como un rey sin méritos que acreditar.
Sin embargo, dada la situación de nuestra nación, opino lo mismo que usted, mejor que haya monarquía. Leonor es una chica guapa y preparada, y parece que pone mucho interés, así que ojalá todo se enderece.
Como siempre, me encanta su artículo.
Buenas noches Capitán.