Inicio > Firmas > El bar de Zenda > Seis cervezas con Fernando
Seis cervezas con Fernando

Los gritos del negro se oían en el hotel. En realidad todos los que estaban allí eran negros, o casi, pero aquél gritaba mucho. Llevaba toda la tarde haciéndolo. Ocurrió a mediados de los años 80, en un lugar del sur de Angola llamado Mavinga: un pudridero infecto, exactamente  la clase de lugar por donde, llegado el caso, al mundo le pondrían un supositorio. Había allí algo parecido a un hotel, y en ese hotel, o lo que fuera aquello, estaba el arriba firmante intentando conseguir una entrevista, que nunca obtuve, con un tal Jonas Savimbi, jefe de un movimiento guerrillero local llamado Unita, al que algo más tarde mataron en una emboscada.

No había buen ambiente. Era una guerra civil sucia, en la que también andaban liados sudafricanos y cubanos. La descolonización portuguesa era reciente y las cosas no andaban claras sobre quién se comería el pastel. Para resolverlo, unos y otros se mataban a conciencia al estilo África: mucho machete, chas, chas, chas, para ahorrar balas. Aunque no faltaba la tecnología moderna. Cerca de Mavinga, en el río Lomba, aviones Mig-23 nos habían tirado napalm. Pero ésa es otra historia.

El caso es que el negro que gritaba era del otro bando, o eso pensaban los que le habían echado el guante. En un cobertizo que hacía de garaje del hotel, pegado al bar, le preguntaban cosas; pero el infeliz no conocía las respuestas o tardaba en darlas, porque aquello se prolongaba mucho. Yo estaba en el bar con un angoleño del departamento de prensa de Unita llamado Melo, y aprovechábamos que un generador eléctrico mantenía frías las cervezas: lujo difícil de imaginar para quien nunca tuvo sed en lugares como ése.

Al cabo de un rato, el negro dejó de gritar y en el bar apareció un fulano; blanco, barbudo, con un pantalón de camuflaje y una camiseta de tirantes. Un mercenario portugués. Venía empapado de sudor, porque el calor era horroroso. Cogió una cerveza, y como conocía a Melo vino a sentarse con nosotros. Era regordete y simpático, y cuando supo que yo era español se mostró muy afable. Nacido en Elvas, dijo. No éramos compatriotas por pocos kilómetros, añadió riendo. Había hecho la guerra colonial y le gustaba África, así que se quedó a combatir. Apreciaba a los pretos, a los negros de allí. Estaba en el 275 batallón de fuerzas especiales. Fernando, se llamaba.

Con la segunda cerveza —yo invitaba— le pregunté por el fulano de los gritos. Sobre los motivos del asunto no se mostró explícito, pero comentó algo que me interesó mucho más. Ese es de los tontos, empezó diciendo, y aquello atrapó mi interés. De los poco inteligentes, añadió, y tal era el problema de esa tarde. Pregunté por la diferencia entre un tonto y un listo a la hora de ser torturados —evité esa palabra, claro; creo recordar que dije persuadidos—. Y para mi sorpresa, mi nuevo amigo Fernando me dijo que la diferencia era mucha.

Explícame eso, pedí con la tercera cerveza. Y lo hizo. Hay hombres cobardes o valientes, dijo. Más sólidos o débiles que otros. Pero para interrogar a un hombre inteligente ni siquiera hace falta tocarlo. Basta con hacerle pensar en lo que le espera: en las consecuencias de mantener la boca cerrada y las ventajas de abrirla. Los dejas que se cuezan en su propia imaginación, y al rato son capaces de delatar a su madre. Los tontos, sin embargo, los que carecen de imaginación y además son testarudos y brutos, es más difícil que hablen —en este punto, Fernando me guiñó un ojo—. Ésos requieren otro tratamiento. Y ahí entra el arte del interrogador, porque si no vas con cuidado, si te pasas, los puedes matar antes de que cuenten lo que quieres oír. De bruto a bruto, un interrogador chapucero no sirve para nada; sólo para hacer daño inútil. Y si eres torpe, el paciente se te va de las manos.

Seguí pagándole cervezas, fascinado. Se bebió seis. Supongo que muchos de quienes hoy leen esto, la gente de limpia conciencia, le habrían recriminado valerosamente su tranquila crueldad técnica. Pero no estaban allí, y yo sí estaba. Mi trabajo no era hacer mejor el mundo y a quienes lo habitan, sino comprender y contar para que otros comprendieran. Y aquel atardecer, mientras la luz enrojecía la ventana, comprendí cosas que luego pude contar. Todavía las cuento, escribiendo novelas con la mirada que tal vida me dejó. Entre lo que me educó esa mirada se encuentra, también, el portugués Fernando: el mercenario regordete y simpático que tras apurar la última cerveza se despidió suspirando, fatigado: «A ver si termino esto de una vez». Y se fue del bar. Y Melo y yo seguimos bebiendo para quitarnos lo amargo de la boca mientras en el garaje volvían a resonar los gritos.

____________

Publicado el 26 de abril de 2024 en XL Semanal.

4.8/5 (841 Puntuaciones. Valora este artículo, por favor)
Notificar por email
Notificar de
guest

27 Comentarios
Antiguos
Recientes Más votados
Feedbacks en línea
Ver todos los comentarios
Ricarrob
Ricarrob
6 meses hace

Interesante relato que, como siempre, da que pensar, don Arturo. Ha llovido mucho desde entonces, aquí y en Angola. Aquí y en Portugal. Aquí y en Cuba. Mercenarios cubanos en una guerra cruenta, para destrozar el pastel. Recuerdo aquello, desde los medios de entonces, recién estrenados en una todavía incipiente democracia, como una de las guerras más crueles.

Contar para que otros comprendan. Labor del periodista. Labor ingrata e imprescindible. Imprescindible si queremos ser libres. Contarlo todo. Sin excepción. Sin cortapisas, sin censura. Labor que hoy quieren acallar, controlar, manejar, esclavizando a los medios ante una ideología personalista y fanática.

La tortura está en el límite más alto de los delitos. Pero hay muchas cosas que contar incluso si no están tipificadas como delito y son dificilmente punibles. Es necesario saber. El abuso de poder, el nepotismo, la simonìa. Hay que conocerlos.

Los periodistas están ahí para eso, para control. Uno de los controles del Estado de Derecho. Junto con el judicial. Sin ellos, descontrol, abusos de poder, caudillismo, totalitarismo, republicanismo bananero y chavista.

Pero, ¿y si a nadie le importa? Quizás la decadencia del periodismo de raza es un síntoma de la decadencia moral, social y política de esta sociedad. Quizás es la decadencia de la democracia hacia el populismo caudillista.

¿Y si a nadie le importa?

Basurillas
Basurillas
6 meses hace
Responder a  Ricarrob

Me ha gustado mucho su comentario, querido amigo. Sin esos periodistas de pura zepa Watergate, por ejemplo, seguirían siendo unos apartamentillos que nadie sabría localizar en un plano, y Nixon seguiría siendo un mítico presidente sólo famoso por acabar la guerra del Vietnan y recibir a los astronautas del Apolo XI
Lo trascendental es lo que usted plantea al final: ¿y si a nadie le importa? ¿Y si somos todos como esos perros de Pávlov, condicionados ya para no protestar ante los desmanes, la pobreza, la indignidad o los delitos de las mafias de políticos? ¿Y si las noticias de las maldades y tropelías de los líderes ya sólo interesan a los otros partidos políticos, como mera carnaza para alcanzar el poder antes de que se descubran las propias?
Abotargados, ante eso hemos de luchar y permanecer alerta e intransigentes. Porque el día que ya no sintamos nada, no protestemos ante sus maniobras y nos callemos…ese día ya estaremos muertos aunque sigamos respirando. Y ese día parece andar cerca…según las noticias.

Ricarrob
Ricarrob
6 meses hace
Responder a  Basurillas

Muchas gracias sr. B., estimado amigo. Nos han metido a todos, en esta sociedad diseñada por psicópatas, en una dinámica de supervivencia día a dìa, en la que nadie se preocupa de forma consistente y reflexiva de la política, de la información, del contraste de opiniones… en suma de la participación que es básica en democracia. Dicho de otra forma, le importa a todo el mundo un carajo. La mayoría se mueve, si se mueve, por consignas, por relatos, por flases puntuales.

Y falta el periodismo de verdad, el que es denostado por el poder, el que investiga y saca los trapos sucios. Los buenos periodistas o se han retirado de escena, como don Arturo, o se están muriendo poco a poco…

Menciona usted el Watergate. Provocó la dimisión de Nixon. Aquí, con escándalos más grandes, no dimite nadie. ¿Por qué? Por que a nadie le importa…

Un abrazo.

Jose
Jose
6 meses hace
Responder a  Ricarrob

Me imagino que se refiere a España en estos momentos

Ricarrob
Ricarrob
6 meses hace
Responder a  Jose

Si. Es lo que nos atañe directamente. Saludos.

Roberto Magán
6 meses hace
Responder a  Ricarrob

Mucho me temo que así es: a nadie le importa, tampoco queremos saberlo; se vive bien en la ignorancia absoluta. Es por ello que el oficio de periodista declina, dejó de interesarnos que nos cuenten la realidad, la verdad va por barrios; queremos que nos den la razón

Enrique Díaz
Enrique Díaz
6 meses hace

Tú aprendiendo por el mundo y nosotros aquí aprendiendo de ti gracias

Julia
Julia
6 meses hace

Sr Pérez Reverte, qué magnífica descripción de otro aspecto de la guerra, es como estar presente.
Sus artículos son geniales.

Admiro a los valientes físicamente, yo sería de los listos en el caso de una tortura.
En cuanto me atasen o lo que quiera que se haga en esos momentos, comenzaría a cantar y delataría a cualquier persona.
Podría pelear y lanzarme contra alguien, aunque supusiera muerte segura, para defender a un ser querido, pero un dolor espantoso y continuo no lo aguantaría.

Soy incompatible con el dolor físico. ( bueno, y el emocional… qué puedo decir?), pienso que debo de tener más terminaciones nerviosas que los demás seres humanos.
No puedo decir qué dolor es más soportable, para mí no hay ninguno leve, salvo las molestias.

Uno de mis miedos era dar a luz, lo hice tres veces y la última a pelo porque mi ginecólogo no ponía anestesia. Procuré pensar que si casi todas las mujeres pasaban por ese trance, yo también pasaría. Y así fue, pero es muy doloroso.

Y sin embargo soy y me consideran valiente, creo que es un sinónimo de decidida.
Hay que ver la apreciación errónea que tenemos de las personas,verdad?

Jorge
Jorge
6 meses hace
Responder a  Julia

Desde pequeño, recuerdo que cuando decía que yo no podría aguantar esto o soportar lo otro, mi madre siempre contestaba lo mismo: «no nos dé Dios lo que podamos aguantar».
Con el tiempo, he ido entendiendo esa frase. Al final aguantar más o menos es más cuestión de motivación que otra cosa.

Val Game Dios
Val Game Dios
6 meses hace
Responder a  Julia

Creo que soporto el dolor bastante bien. Lo que aborrezco son los juegos mentales que percibo, desde Angola a Thule. Sin justificar ni explicar, y en soledad, que es otro abuso

Basurillas
Basurillas
6 meses hace

El caso es que todos somos tontos y listos a un mismo tiempo. No hablo de cobardes y valientes, ni de traidores o fieles; ni siquiera de supervivientes o víctimas. Hablo de gente que aguanta el dolor y otra que no lo aguanta. Y eso sin entrar a hablar de niveles de aguante o de tortura física o sicológica, que muchas veces la segunda es más dura que la primera y el clásico ejemplo son, por desgracia, muchos matrimonios.
Listo sería, para mi, el que presupone lo que el «interrogador» quiere saber y modula sus respuestas, verdaderas o no, su contenido y el tiempo de darlas para contentar al machacador de turno sin facilitar datos esenciales de la espinosa cuestión. Se trata de ganar tiempo, como es la vida misma (vean la estupenda película «Lucy» al respecto) pues nunca sabes cuando van a venir los tuyos a salvarte, o cuando el maltratador se aburre y te deja para seguir mañana, o unos briosos seals pasarán por allí y, de paso, se apiadan de ti.
Tambien puedes ser tonto y perder la vida de modo doloroso e infame sin soltar prenda, como un concurso contigo mismo para ver cuanto más aguantas.
Lo que si me produce mucha risa son las apelaciones a la Convención de Ginebra o a la Carta de los Derechos humanos. En esas tesituras nadie las respeta, ni siquiera en Guantánamo. En cualquier caso como reflexión final: nunca te pases de listo. A esos nadie los aguanta. Y, mierda, deja ya de gritar…

Ricarrob
Ricarrob
6 meses hace
Responder a  Basurillas

Lucy son los beatles. Lucy es nuestra memoria primordial. Lucy es esa estupenda película de la guapísima Scarlett. Lucy es nuestra primera madre, la originaria. Lucy es la época en la que todos podíamos alcanzar la felicidad y nuestros sueños de una sociedad mejor, en la que creíamos que se podìa alcanzar la democracia, mientras en lugares como Angola, las torturas, la muerte y el sufrimiento campaban a sus anchas y periodistas como Reverte nos lo intentaban transmitir. Mientras unos soñábamos, otros retrataban la realidad y las pesadillas.

Lucy es.

Sara Gola
Sara Gola
6 meses hace
Responder a  Basurillas

Genial el relato!yo que vivi en Buenos Aires en la epoca de terror y no me referisco a partir del 76,ya habian empezado mucho antes,reconozco esos relatos entre mis amigos….y lo peor es que paralelamente la vida continuaba «normal»,se trabajaba,se salía,íbamos al cine etc,etc.Recuerdo que cuando se estrenó Cabaret,yo salí llorando y me preguntaban porque y yo decía porque la película trasmitia el mismo clima que se vivía en Buenos Aires…amezaban de muerte a actores,periodistas con la mayor de las impunidades.
Yo no tenía militancia,seres muy cercanos a mi fueron asesinados y ese es el motivo por el cual estoy en Roma que me salvocordila la vida físicamente y psicologicamente.
En cuanto a la experiencia de la tortura,creo que es algo que hasta que no sucede no se sabe por donde se reacciona,efectivamente como la maternidad o otra cualquier experiencia fuerte y sorpresiva!Los saludo cordialmente!!

Basurillas
Basurillas
6 meses hace
Responder a  Sara Gola

Gracias, señora Gola por seguir mi consejo de la semana pasada y participar en la tertulia. Desde luego ha sido perfecta y adecuada su aportación como persona que sobrevivió a ese triste periodo de la nación hermana Argentina. Tras la lectura de su comentario vuelvo a pensar en que somos capaces los humanos de vivir a caballo, al mismo tiempo, entre la bestialidad (o la tormenta) y la normalidad (o la aparente serenidad ante la debacle). Admiro su resolución ante recuerdos tan dolorosos y ante los cambios de todo tipo en su vida que motivaron esas circunstancias. Nunca sabemos lo fuertes que somos hasta que la fortaleza es la única opción. Otro saludo afectuoso.

Sara Gola
Sara Gola
6 meses hace
Responder a  Basurillas

Gracias por su respuesta…y por el empuje que me dio para participar en esta charla de lujo,lo repito!tal vez voy hasta entender a quienes se pasan el día con en celular en la mano tipo prótesis, saludos cordiales!!

Sara Gola
Sara Gola
6 meses hace
Responder a  Basurillas

Gracias a usted por el consejo!!buen espacio para reflexionar…y creo que la fortaleza deriva de no sentirnos el ombligo del mundo y situar nuestra historia en un contexto más amplio, y en eso tienen que ver los buenos periodistas que son capaces de darnos una noticia ya investigada y por así decir cocinada.Quedan pocos.Saludos cordiales

Val Game Dios
Val Game Dios
6 meses hace

Don Arturo; Primero disculpas por no haber leído más que un par de novelas suyas. Segundo, mi admiración personal por su combativo discurso. Tercero, si puede usted mandar a alguien a recoger a Edmund Dantes, me meto en un saco si fuese menester, que creo que quieren sacarme así, pero para no salir más. O por lo menos, decirme por qué me encerraron y me quieren dejar aquí. El abate ayuda, pero la voz en el muro parece ya más fantasmal que otra cosa. Gracias, paisano Cartaginense.

José Prats Sariol
José Prats Sariol
6 meses hace

¿Está seguro? ¿Tendrá que releer a Camus contra Sartre? Usted dice: «Mi trabajo no era hacer mejor el mundo y a quienes lo habitan, sino comprender y contar para que otros comprendieran». ¡Hummm!

Franz. J.
Franz. J.
6 meses hace

Leyendo Historia, viendo noticias fiables en TV y un poco de la calle comprendí que los derechos humanos, aún valiosísimos, no valen absolutamente para nada cuando uno se mete en «territorio comanche» (zona oscura de la que Usted, Don Arturo, pudo salir vivo con un poco de suerte y mucho instinto de supervivencia). Se ganará más dinero por la visita en zona bélica pero el riesgo corre a cargo propio sin ayuda de casi nadie. Nunca me gustaron los periodistas infantiles que lloran cuando visitan zona de guerra y luego reciben un balazo de muerte o no. Va en la nómina y en su propia valentía.

Francisco Brun
6 meses hace

Con seguridad, ninguno de los que aquí participamos podemos cambiar el rumbo del mundo ni medio milímetro; y en este preciso momento un grupo de hombres está torturando a otro hombre o violando a una mujer.
Despotricar o rasgarme mi vestidura sería hipócrita de mi parte, porque en cuanto termine de escribir esta idea, me olvidaré de las torturas y las violaciones para continuar con mi vida como si nada.
Creo que la información en tiempo real de lo que está pasando en otros lugares de la tierra, distante de donde nos encontramos, amortigua el impacto de la atrocidad y entonces después de conocerla continúo con mi preocupación por las hormigas de mi jardín. La situación solo se complicará cuando el verdugo que me toque, golpee a mi puerta, mientras tanto, la vida continúa siendo bella.

Cordial saludo

Basurillas
Basurillas
6 meses hace
Responder a  Francisco Brun

Totalmente cierto, señor Brun. Por muy machotes que nos sintamos, al pensarlo mejor o contemplar cerca a nuestros indefensos seres queridos, nos ponemos en «modo superviviente» y pensamos de esos malnacidos torturadores: lejos, quedaros lejos, cuanto más mejor; al menos esta noche no invadáis nuestra tranquilidad y nuestro rinconcito de bienestar. Nadie prefiere vivir en el horror, salvo los casos patológicos, en eso somos iguales.

Maria Victoria Miquele
Maria Victoria Miquele
6 meses hace
Responder a  Francisco Brun

Tal vez no haga falta ser un héroe para ser útil al mundo.
Tal vez solo aportemos nuestro granito de arena para que este mundo sea más humano, en la relación con los vecinos, nuestro hijos o las personas afectadas de cáncer a las que traté durante 48 años.
Algunos no saldremos en los libros de historia pero habremos aportado y un granito sumado a otro y a otro pueden hacer una pared que soporte el mundo.
Un cordial saludo

Antonio
Antonio
6 meses hace

Muy buenas noches, señor Arturo Pérez Reverte.
Yo también tengo la dudosa placentera experiencia de haber conocido gente que ha luchado en Angola. Era un portugués ,cabo como yo, y pegaba unas hostias que mandaba a los lejías abrazarse al armero de la compañía.
Evidentemente esa forma de convivir con tus propios compañeros no lo había adquirido en Lisboa,no!!
Yo era muy curioso, y pude son sacarle algunos de los horrores que allí vivió antes de alistarse al tercio de extranjeros, porque en la práctica eso es lo que era en el ochenta y uno.
Lo de los machetazos, totalmente cierto, me contó que habían soldados que tenían una auténtica destreza desmembrando, lo que no me contó mi padre en el desastre de Annual sobre la guerra, me lo contó el susodicho portugués sobre la misma. Si no vales para matar vales para que te maten.
Aquellos eran malos tiempos para la… Lírica.
Un saludo cordial, de un tipo que todavía tienen muchas reticencias sobre su forma de pensar.

Marcos Mirande
6 meses hace

Pasé por el periodismo. Pero no por este tan intenso y brutal. Aunque si lo hubiera hecho nunca sería capaz de contar las cosas como usted. No me da el cuero literario. O será porque no estuve en ese bar compartiendo unas cervezas. Lo que esta crónica tan elocuente aclara para muchos periodistas de escritorio, es que en este oficio —si queremos que nos lean— hay que estar en el lugar de los hechos y contarlos bien. Como usted, don Arturo. Saludos desde Argentina.

Araceli
Araceli
6 meses hace

Eres un gran comunicador y conocedor de multitud de experiencias extremas del ser humano, pero careces de lo básico: de que ese hombre que grita torturado y el torturador y el narrador, sois en esencia lo mismo. Se ha permitido la inconsciencia y el dolor.

Basurillas
Basurillas
6 meses hace
Responder a  Araceli

Como pueden variar las cosas: a lo mejor lo que don Arturo no sabía o no se atrevió a preguntar (¿tal vez con dos cervezas más?) es que el torturado era un torturador, a su vez, de mujeres y niños indefensos y asesino de muchos de ellas y de ellos, como poco de doscientas y ciento veinte respectivamente. Y si fuera así, tal vez los gritos de del torturado llamarían menos la atención o, incluso, algunos los jalearían risueños. El mundo es así.

Ana
Ana
6 meses hace

La vida ante sí