Dos veces, siendo muy joven, corrí delante de toros, en encierros. Eran encierros de verdad, bien organizados, sin otro objeto que conducir los toros a la plaza. Ocurrió hace medio siglo y creo que no me arrepiento. O tal vez sí, un poco, puede que algo más, en el contexto actual del mundo y de mi vida. Recuerdo la sensación de peligro, la tensión, la adrenalina con los pitones rozando la espalda. Fue una experiencia, desde luego. Hoy no la repetiría, ni siendo joven de nuevo. La vida me cambió, y en eso fue para bien. Quizá sea útil que cuente cómo y por qué.
Durante muchos años presencié corridas de toros. Enlazaban con mi infancia, las tardes de domingo en que mi abuelo me llevaba a la plaza: la música, el ruedo, la fiesta, el fascinante ritual. Mantuve esa afición durante cierto tiempo, e incluso viajé con Juan Ruiz Espartaco, hombre bueno, valiente, al que aprecio y admiro –con él comprendí muchas cosas de la mente de un torero–. También escribí sobre la materia y tuve el honor de pronunciar un pregón en la Maestranza de Sevilla. Nunca fui de verdad lo que se dice un taurino, aunque sí aficionado razonable, menos pendiente del arte de la lidia que del valor, las maneras y la pervivencia de ciertas tradiciones. Un simple observador, en fin, interesado en aspectos de la vida y la muerte con los que, por otra parte, me familiarizaba el oficio viajero y a menudo violento que ejercía en aquella época.
Con los años, las cosas fueron cambiando. Supongo que el comienzo se lo debo a mi hija, cuando a los ocho años, leyendo Moby Dick, me dijo: «Papi, pobre ballena», y comprendí como en un relámpago que el mundo cambiaba y que parte de mí cambiaba con él. También mis perros –hasta ahora he tenido cinco– hicieron su trabajo. Dudo que nadie que haya vivido estrechamente con ellos, experimentado su devoción y lealtad, nadie que haya sentido la mirada de sus ojos fieles, sea capaz de ver con indiferencia el sufrimiento de un animal. A través de ellos, de mis perros –Sombra, Mordaunt, Morgan, Sherlock y Rumba– y de los de mi hija –Ágata y Conrad–, aprendí a ver el mundo de otra manera. No a buscar en los animales las virtudes de los seres humanos, sino buscando en los seres humanos, para soportar algunos de sus más perversos extremos, las virtudes que poseen ciertos animales.
En noviembre de este año cumpliré setenta y uno, y ya no me gustan los festejos taurinos. Pero eso no me convierte en militante antitaurino: comprendo a los aficionados y creo que tienen derecho a defender su modo de entender la fiesta. No estoy capacitado para juzgarlos, así que me limito a quedarme fuera. Yo no voy a los toros, y punto. El año pasado organicé en Sevilla, con mis amigos Jesús Vigorra y Antonio Pulido, un debate de tres días al que asistieron destacadas figuras a favor y en contra –pueden ustedes encontrarlo en YouTube, si les interesa–. Como allí ocurrió, creo que todo el mundo, partidario o adversario, tiene derecho a expresar su opinión y a ser escuchado. El de las corridas de toros, y me refiero a las serias, es un debate interesante, españolísimo por otra parte, que creo útil se mantenga con serenidad, educación y respeto.
Otra cosa son los festejos de pueblo: la salvajada de atormentar a animales que no pueden defenderse. Ahí sí que milito –si lo dudan, pregunten a los lanceros de Tordesillas y su Toro de la Vega–. En una plaza de verdad, al menos, el toro tiene la oportunidad de matar a quien lo martiriza, equilibrando un poco la balanza. Por eso me parece bueno, hasta necesario, que de vez en cuando mueran toreros. Tales son las reglas; y quien las conoce, las asume. Pero eso nada tiene que ver con la brutalidad que, en nombre de tradiciones locales y otras bestialidades –«Es que mi padre lo hacía, y mi abuelo, y la madre que los parió»–, se sigue perpetrando contra becerros, vaquillas y animales indefensos, torturados por la muchedumbre bárbara, la crueldad colectiva y la ruin condición humana. No hay valor, dignidad ni belleza en la matanza de un animalillo al que se acuchilla, se apalea, se arrastra, se despeña por un barranco entre el jolgorio y las carcajadas de una chusma borracha. Eso, que en tiempos de gente analfabeta y elemental era comprensible, ya no tiene justificación alguna. Hoy la razón no tolera tales espectáculos. Y si quienes votan en elecciones municipales no lo entienden, pues se les explica mejor. O se les sanciona duro, si hace falta. Los ayuntamientos y autoridades que aún permiten esa barbarie son tan culpables y cobardes como la gente que la exige y disfruta. Las tradiciones respetables dejan de serlo cuando se convierten en infamia. Y esa España negra, despreciable, que cada verano se complace en el retrato cruel de sí misma, es demasiado infame para soportarla.
____________
Publicado el 10 de septiembre de 2022 en XL Semanal.
En el mismo sentido ha habido una loable evolución respecto de los espectáculos circenses: ya no se permite hacerlos con animales (elefantes, leones, monos, etc.), en la mayoría de los países desarrollados.
También me llevaron de pequeño pero nunca me han gustado los toros. Coincidimos también en no ser antitaurino sibre todo desde que ser antitaurino, para muchos es lo mismo que ser antiespañol. Lo de siempre en la piel de toro, mezclar churras con merinas.
Pero también hay antitaurinos buenistas, posmodernos en los que el sinónimo de antitaurinismo es la aculturación que persiguen, porque aculturación e ingeniería social son la clave. Y los toros para ellos es uno de los elementos que hay que desterrar, como a todo el resto de nuestra cultura. Las únicas culturas válidas, para ellos, son las pretendidamente nacionalistas o las foráneas, a ser posible islamistas. Y atacan el toro no por el maltrato animal sino por que está en nuestro inconsciente colectivo y pertenece a toda la cultura del Mediterráneo y especialmente a la española.
Muchos de esos mismos antitaurinos o anticultura, pertenecen al rango del perroflautismo. Si. Esos. Los que teóricamente defienden a los animales pero salen a la calle, espoleados por sus próceres, a insultar con los más infectos gorgorismos, a escupir y a agredir con armas de guerrilla urbana a trabajadores que cumplen con su función y que defienden el orden y la ley. Para ellos, hay que mimar a los animales y tratar como animales a las personas. Qué lacra.
Otra cosa es la infamia que relata, y que todos conocemos. La infamia de las costumbres tribales en pleno siglo XXI. Tanto las que se hacen a los animales como a las personas, como los famosos castellets en los que los niños son los más expuestos a poderse quedar parapléjicos en una mala caída.
Porque, no se equivoque, don Arturo, los tiempos de la chusma cruel, borracha, analfabeta y elemental son estos, los que estamos viviendo. Ante esas visiones orgiástricas, dantescas (con perdón a Dante), el espectáculo de los toros resulta hasta aséptico. Porque los políticos son como son, ya los conocemos, pero si no, si todo un pueblo tortura a un animal, se debería despojar de sus derechos civiles a todo ese pueblo.
Cuando salía los sábados, era habitual ver a tías borrachas cambiando un favor sexual por una raya de coca en un after-hours, o a gente puesta de todo hasta las cejas dándole una paliza a un pobre desgraciado ante la mirada curiosa de la multitud y miserias por el estilo… Ahora veo muchas noticias sobre suicidios de niños, enaltecimiento de asesinos terroristas, unas estadísticas de suicidios de adultos que asustan y cada vez me entero de más gente que va al psiquiatra. Pero no somos la España negra, somos la España de la gente. Somos tan libres y estupendos, que creo que no voy a cenar.
Ante todo mi pésame acongojado don Arturo por el amigo muerto; por el, para todos, insigne literato desaparecido y callado salvo por, menos mal, sus obras.
Y al final el tema del artículo también tiene que ver con la muerte. Y con el derecho que se autoconcede un ser -el hombre- de privar de la vida a otro u otros no por subsistencia o necesidad, sólo por dinero, fama, estética, supuesta tradición y demostración de valor. Porque, digámoslo sin ambages, la muerte nunca puede ser una fiesta salvo para los idiotas y descerebrados.
Y lo que más me molesta y humilla, viendo la sucesión interminable de «festejos» taurinos en toda la geografía española, durante las celebraciones de casi todos los pueblos de la península en verano, es que se paguen con mi dinero, con mis impuestos, tasas y contribuciones; haciéndome sentir cómplice culpable de tal desprecio por la vida. Sería más lógico habilitar esas plazas para todos esos analfabetos crueles y borrachuzos y que, dentro, sin control alguno, se pudieran matar entre ellos sin freno ni vigilancia alguna de las autoridades. Y que al final, los cuerpos destrozados y ensangrentados los retirasen arrastrados por las mulillas hasta el osario común. Sin más trámites.
Y quien, entre lágrimas, por enfermedad incurable, dolorosa e incapacitante, ha tenido que rogar al veterinario la sedación final de un perro u otro amigo, fiel y leal durante toda la vida, sabe de lo que hablo.
La primera parte del artículo parece una justificación, una tirita antes de exponer su cambio de postura. Comparto la opinión final con la que remata el artículo, pero no puedo entender tampoco la fiesta taurina, entiendo la balanza de la que habla por la cual las reglas de la plaza son supuestamente más justas que el de las bárbaras fiestas populares pero, al final, la estampa es la misma; un pobre animal siendo sometido.
Permítame decirle, con mis disculpas, que hasta cierto punto estoy de acuerdo con usted. Pero yo creo que los matices son los matices y que son importantes, a veces decisivos. Y don Arturo ha descrito muy bien los matices.
Estamos viviendo en un mundo muy inconsecuente, muy contradictorio, en el que se puede observar gente que lanza invectivas contra la fiesta del toro pero, sin embargo, esa misma gente, justifica la invasión de Ucrania por parte de Putin. Porque la muerte de un animal sometido puede ser censurada pero la muerte de personas sometidas no.
Nada que ver con Ucrania. Manipula las cosas al desplazarlas. La información sobra, dado que está de acuerdo de que debemos recurrir a la razón y a la información detrás de ella y no parecer salvajes analfabetos. Va, de especialistas: «Ukraine is the lastest Neocon Disaster» (Jeffrey D. Sachs, economista gringo), «Why is Ukraine the West´¨¨ s Fault? (politólogo de la Universidad de Chicago) o incluso en nuestro idioma, «¿Cómo hemos llegado a esta situación?» (José Antonio Zorrilla, ex diplomático español). Todo libremente accesible en la red. O puede usted ver lo documentado por derechos humanos de la propia Unión Europea desde 2014 acerca de los ataques al oriente de Ucrania, por los grupos neonazis. ¿Puede o recurrirá a evadirlo para mantener sus creencias políticas? Esperando que no aparezca la Santa Inquisición de la censura en Zenda.
Puedo y no evado nada. Tengo la costumbre de leer e informarme de toda la información disponible y luego emitir un juicio personal. Además no estoy condicionado, como lo puede estar usted, por la pertenencia a ningún partido político ni adscrito a ninguna ideología, ni soy político; solamente un ciudadano más que intenta pensar por si mismo y que no ha sufrido nunca ningún adoctrinamiento, por fortuna. Acusar a los demás, sin conocimiento previo de las características personales, ya de entrada, de cerrar los ojos ante la información que no le interesa, precisamente es propio de mentes inquisitoriales y propia de comisarios políticos tipo URSS y de la costumbre en este país de deslegitimar al contrario ideológico insultándole o vertiendo acusaciones sin fundamento.
Por lo tanto, señor mío, me siento insultado y me siento vllipendiado gratuitamente precisamente por lo que usted acusa: por no atender a opiniones contrarias a las suyas y por no querer debatir de forma civilizada, contraponiendo ideas y opiniones en lugar de deslegitimar al contrario con invectivas. Lamarme, de forma velada, salvaje y analfabeto es una licencia que usted, señor mío, se ha tomado arrogándose estar en posesión de la verdad absoluta. Eso sí, me resbala totalmente porque sé quien soy, tengo muy claras mis características y mis conocimientos y, a mi edad, veo las cosas desde otras perspectivas. Yo podría también insultar y podría decirle que parece usted un Torquemada cualquiera de los muchos que pululan por estos lares; pero no lo voy a hacer.
Lo que le puedo decir, es que, según yo he podido observar, existen dos posturas contrapuestas en el tema ucraniano: los favorables a Putin y contrarios a Ucrania y los favorables a Ucrania y contrarios a Putin. Yo, después de ver la documentación y las noticias a mi alcance, me he posicionado entre los segundos, teniendo en cuenta un factor que me parece clave: quien ha invadido otro país con las armas, evidentemente ha sido Putin no Ucrania y quien tiene intenciones expansionistas y pertenece a un régimen no democrático es Putin. Por ello, expertos en temas históricos, integran el actual régimen ruso entre los países no democráticos (así lo imparte la UNED en su libro de texto «Las claves del mundo actual», entre otros documentos de interés). Pero quizás usted defienda los totalitarismos y los regímenes en que no existen libertades. ¡Claro que usted me puede poner ejemplos de intelectuales o «expertos» que se posicionan en otro sentido! Yo también se los puedo poner.
¿Sus creencias polítican están entre las que incluyen el insulto y la deslegitimación personal para imponerse y entre las que actúan limitando las posiciones personales y restringiendo la libertad de pensamiento?
Por favor, señor mío, ataque usted las ideas, posiciónese que es muy legítimo, argumente, pero no insulte ni deslegitime al que no piensa como usted con desautorizaciones personales.
Atentamente, saludos.
Por cierto, señor mío. Una vez que le han publicado su comentario y han publicado el mío, decirle que, efectivamente, sus presupuestos mentales son injustificados. Parece que ha acusado usted de inquisitorial a Zenda y le ha acusado también de ejercer censura. Nueva equivocación y esta vez espectacular.
Por que será que todos los que ejercen de censores y que tienen actitudes inquisitoriales, acusan de ello mismo a los demás. Freud diría que es el mecanismo de proyección de los complejos inconscientes. Una de las cosas por las que yo llamo cutre a la izquierda de este país es por ese afán de proyectar sus defectos, sus vicios, a los demás. Como creo que decía Alfonso Guerra en sus malos tiempos, desacredita, insulta, desprestigia, que algo queda…
Aquí se está hablando de la barbarie existentes contra los animales, concrétame los toros
No mezclemos churras con merinas ni echemos balones fuera
Totalmente de acuerdo. En la plaza sufre el animal desde que sale al ruedo, no me vale eso de que puede defenderse si al final es vilmente asesinado para disfrute de los bárbaros que aplauden. Y por si fuera poco, aún agonizante, lo mutilan para mostrar los trofeos.
Pocos toreros mueren y pocos toros salvan la vida.
País de bárbaros desalmados que no avanza.
Esta piel de toro puede ser que no avance, pero por otros motivos que nada tienen que ver con esto. Y desalmados haylos como en cualquier otro país. ¿Considera usted más civilizados a los ingleses con su caza del zorro? ¿Y qué le parecen los sacrificios rituales de animales en Nepal, en ese extremo oriente tan idealizado por los progres? ¿Y la caza que se practica en casi todo el mundo como las focas que cazan los idealizados inuit? ¿Y las peleas de gallos legales en muchos lugares teóricamente civilizados como en muchos paises sudamericanos? ¿Y las matanzas de delfines y ballenas que ejecutan los tan avanzadísimos japoneses? Y podemos seguir enumerando…
Denigrar este país y sus costumbres, su cultura, es la constante. Eso sí que hace que el país no avance cuando entre nosotros mismos nos dedicamos a tan escatológica labor, cuando además, quienes siguen como aficionados la fiesta de los toros es un sector minoritario.
Y, sigo diciendo que, particularmente a mí, no me gustan los toros.
Curiosa argumentación. El maltrato es menos grave que la violación o el asesinato, pero no por eso deja de ser condenable.
La tauromaquia, en sus múltiples formas, procede de la Antigüedad. Se dio en toda la cuenca mediterránea; son archiconocidos los juegos con toros de la Creta minoica y el propio mito del Minotauro. También el toro está relacionado con la cultura celta del norte y oeste de España (los Toros de Guisando). En la antigua Roma, formó parte de los espectáculos circenses.
Los primeros críticos conocidos de estos espectáculos fueron los cristianos; no recuerdo si San Agustín o Tertuliano dijeron cosas que no necesitan interpretación. Era normal que el triunfo del cristianismo en el Imperio trajera el fin de la lucha de gladiadores y otros espectáculos cruentos. La tauromaquia no sobrevivió, excepto en España. Aquí hizo falta que el Papa San Pío V culminará anatema y excomunión contra lo que llamaban espectáculo diabólico y bárbaro, pero la popularidad del juego era tal, que los reyes (también aficionados) hicieron lo posible para suavizar las penas. Lo más interesante es el debate en torno al asunto, que duró siglos. Con el debilitamiento del espíritu cristiano en el siglo XIX, el debate pasó a segundo plano y la fiesta se convirtió en ‘nacional’. Siempre se dice que cuando los yanquis nos robaron Cuba y Filipinas en bien de la Humanidad y el gobierno de aquí envió a Cervera al suicidio para liquidar rápidamente el asunto, las plazas de toros estaban llenas.
Lo que me parece más importante de esta historia es la posición de la Iglesia, o el debate que surgió en torno a ésta. Aparte de la crueldad y pasión insana que generaba la fiesta (posiblemente, la única costumbre viva de la Antigüedad pagana en Occidente), el meollo era la ilicitud moral de jugarse la vida en un espectáculo que, además, nada tenía que ver con la piedad cristiana y, por tanto, no cabía excusarlo por hacerse en honor de cualquier Santo el día de su fiesta. La bula ‘De salutis gregis dominici’, con enorme concisión, expone la cuestión sin ambages. Vale la pena leerla. Que luego vinieran a suavizarla, a ‘actualizarla’ los políticos (que también los había), que chocar con el sentir popular, es otro tema. La enseñanza moral del Papa San Pío V, reforzada por la doctrina de otros santos maestros locales que no vienen al caso, es clara. Y las penas, también. Y además, por las misma razón por la que se anatematizaban los duelos, es decir, que jugarse la vida sin necesidad es un crimen, aunque venga so capa de un concepto falso del honor. Ésta es la razón suprema, por encima de la crueldad, barbarie y satisfacción insana del espectáculo. Al igual que los duelos, el éxito de la Iglesia fue limitado.
Es muy curioso que en este tiempo en que los hombres alardean de su superioridad moral sobre el pasado, nadie toma la vida humana como referencia. Los antitaurinos han llegado a la aberración de considerar los ‘derechos de los animales’ como argumento supremo, e incluso a alegrarse por la muerte de los toreros. Además, lo han mezclado con una absurda amalgama (porque en sus cabezas todo es desorden) de animalismo, antifascismo y antiespaña. Si estos anormales son los que están contra las corridas, por oposición surge automáticamente la simpatía por ellas. Pero no, en una corrida, un hombre se juega la vida sin necesidad; convertir esto en espectáculo es aberrante, por mucho afecto que le tengamos a la fiesta. En este tiempo de locos en el que vivimos, va a ser legal que un médico mate al embrión de una niña de 16 años sin conocimiento de sus padres; e ilegal que un hombre se enfrente a un animal en una lucha a muerte. ¿España negra? La detesto, pero la prefiero a la España transparente, fina y segura.
Sr. Wales, como a partir de una determinada edad el ser políticamente correcto está de más, le aplaudo la referencia que ha hecho usted a los embriones, dicho sin eufemismos, al aborto. Nadie y digo nadie, puede determinar cuando comienza o no la vida humana y menos los analfabetos políticos, independientemente de conceptos religiosos. Y acogerse a la capacidad de «decidir» cuando se está hablando por las mismas personas del respeto a la naturaleza y a su funcionamiento… el problema es que nos creemos dioses y diosas omnipotentes. Decidir, responsabilidad, criterio… a mi también me gustaría decidir que la tierra diera vueltas más lentamente psra que los días furra más largos. Velar por la salud y la vida de los aninales y cargarse embriones y fetos humanos no parece muy coherente, digo yo.
Sí, recuerdo que cuando algunas políticas feministas se quedaron embarazadas anunciaron en redes que esperaban un niño. Las demás mujeres embarazadas, por lo visto, sólo esperan un embrión. Claro, claro.
Efectivamente, sr, Wales, sus puntualizaciones son muy oportunas. Hilando fino, que se dice. El lenguaje es siempre muy representativo y revela nuestro inconsciente aunque no queramos. Freud siempre presente.
Lo bueno de cumplir años, en este caso sus setenta y uno, no es solo darse cuenta de lo que uno quiere en la vida. Lo más logrado es poder decir lo que uno realmente piensa con la total libertad de saber que los ataques de los que piensan de forma diferente resbalan a lo largo del costado como la sangre de estos animales resbala por sus cuerpos.
Igual que usted en noviembre cumplo 71 años, también tengo un perro que se llama Morgan y hace tiempo dejaron de gustarme los toros. De joven me gustaba la izquierda y ahora no. y aquí se acaban las coincidencias. Una cosa he leído entre otros su libro «Los perros duros no bailan» y le puedo asegurar que entre otras cosas que los perros no sudan por más que se esfuercen, no pueden. Me imagino que usted lo sabe y que es una licencia literaria. Un saludo.
No me gustan los festejos taurinos, pero sin así, el titular me parece una salvajada.
«Por eso me parece bueno, hasta necesario, que de vez en cuando mueran toreros»
Don Arturo, perdóneme que me dirija a Ud. a través de este artículo para algo no relativo al mismo. Solo quería ofrecerle mi más sentido pésame por el fallecimiento de su amigo Javier Marías.
Me apasiona la tauromaquia en todos sus apartados, desde el toro en el campo y su crianza y selección, hasta la corrida en plaza, pasando por festejos populares en campo, calles, toro de cuerda, y embolados.
Sin embargo, en 42 años que llevo en esto, no veo como el autor que en los festejos populares -al menos los que conozco por toda la piel de toro y alguno en Francia- el toro no pueda defenderse. De hecho este año llevamos 8 muertos en festejos populares por 0 en festejos de plaza.
Aún así lo veo un tema tan apasionante como desconocido. Mismamente el Toro de la Vega, al que no he podido asistir por estar convaleciente de covid, está lleno de noticias (estoy al día en ello) totalmente inexactas por parte de todos, principalmente los contrarios. Y cada día se lo explico a quien quiere escucharme, llevo varios años yendo incluyento el último de torneo, y todavía se piensa que hay lanzas, que se mata al toro y un sinfín de inexactitudes que sólo puedes conocer si acudes y te metes en la Vega a vivirlo. Y eso sólo lo hacemos unas 200 personas de las 30.000 que suelen decir los medios que acudimos a Tordesillas.
Desinformación en la era de la información.
Mi pésame, don Arturo por la pérdida de su amigo y camarada, don Javier Marías. Y compartimos su opinión, claro, todos los que amamos la Literatura: el Nobel está al debe, como tantas veces.
Tampoco los pollos, cerdos, vacas, conejos, lubinas, doradas, etc, etc. merecen el sufrimiento de ser matados para que nos alimentemos nosotros.
Por eso algunos antropoides herbívoros llaman asesinos a las personas que comemos de todo. Vivo en el agro y veo habitualmente cómo unos bichos se comen a otros. Supongo que eso explica que los animalistas sean todos urbanitas: huyen a la ciudad para no contemplar tanta injusticia y a tanto depredador fascista, desde zorros hasta sapos, que salen todos los días, oiga.
¡Vaya! Ahora también los zorros y los sapos son fascistas. A este paso no va a quedar bicho viviente que no lo sea, con dos, con cuatro patas o con alas, pezuñas o aletas. Hasta las amebas van a ser fascistas. Pero, bueno, tenga en cuenta usted que no todos los urbanitas somos garzonamente gilipollescos animalistas. Los hay, entre los que me encuentro, que nos gusta disfrutar de un buen chuletón al punto, aunque me tilden de fascista.
Lo curioso de estos analfabetos animalistas que tildan a todo Dios de fascistas, es que desconocen que Hitler era vegetariano y sin embargo a Stalin le encantaba la carne y el pescado. !Incongruencias que tiene la vida!
Ricarrob, siga el mismo camino de Josey Wales. Están hechos el uno para el otro. Cuánta necedad, cuántos personajillos con ínfulas demostrando que sólo asoman la cabeza para ir de la caverna a la taberna y vuelta a casa, a la caverna.
Falta de educación, grosería, falta de respeto… señor mío, si no le agrada lo escrito, no lo lea; si no está de acuerdo expréselo, con respeto, con educación aunque sea en la discrepancia. Usted ni me conoce, ni conoce mi falta de afición ni a la taberna ni a la caverna. Precisamente usted se identifica: los de la caverna son los que quieren impedir expresarse a los demás y los que insultan. Y eso si que es de una necedad épica, sin parangón. Como necio es recurrir a desprestigiar ante la imposibilidad mental de saber debatir civilizadamente.
Atentamente.
Por cierto, señor mío, se me olvidaba. Si con su escatológico comentario cree usted que me va a impedir expresar mi opinión, olvídese de ello, sr, comisario político.
Josey Wales de Cuenca, deje de dar vergüenza ajena con su retórica de mercadillo y dedíquese a hacer ganchillo. Gracias.
Para callarme, tendría que hacerlo en persona, e igual sale usted con algún diente menos en el intento. A joderse, amigo.
No entiendo ni la equidistancia ni la diferenciación entre la tortura en una plaza o la tortura en una calle. Porque una de las dos partes, la que no participa de manera voluntaria, sufre igualmente un dolor y una agonía innecesaria y evitable. El fuerte ejerciendo el mal al débil con la autoridad de la tradición y el entretenimiento. La empatía es algo que se trabaja, y la falta de ella también, ya sea desde la familia o de nuevo también desde la tradición.
Un saludo desde Gijón y mi pésame.
Este escritor destaca l leyenda negra anti española.
No está bien que se mate al toro, aunque realcé la valentía del torero.
Pero por qué en vez de ensalzar a la piratería no se la condena?
Será porque los asesinos piratas eran Holandeses y Británicos?
Como curiosidad les comento que en el norte de la Argentina existe un toreo llamado «de la vincha» donde solo el torero corre peligro, se llama «toreo de la vincha» donde el torero debe enfrentar al toro y quitarle una vincha
se trata de toros que viven en total libertad
. Adjunto video
https://www.youtube.com/watch?v=Xx_IonLOoAE&t=319s&ab_channel=Telenoche
Muy interesante. En casa de mis padres siempre hubo libros de autores argentinos y siempre se escucharon boleros y tangos. El mundo de la ganadería en Argentina es tan sustancioso como el far west norteamericano, pero ha tenido menos atención. Todos los españoles deberíamos visitar y conocer Argentina y otros paìses hermanos.
Este hombre comenzó escribiendo aburrido con pinceladas ( el maestro de esgrima dixit). A los 70 es un virtuoso. Da gusto leer el pensamiento escrito de este escritor especial
Soy muy aficionado a los toros y creo que tu opinión no es del todo exacta
Los animales, el aborto, la guerra, nuestras heroicas costumbres humanas, la impiedad alimentaria de comer animales, el amor hacia nuestras mascotas, el salvajismo de la tortura animal…y de la tortura humana.
Muchas son las cosas por las que debemos meditar, y pocas en las que aún en este siglo XXI nos ponemos de acuerdo.
En particular, practico dos opuestos gustos, por un lado como carne vacuna sin sentir compasión alguna, y por otro amo a mi perro.
Creo que somos todos parte de un estofado de gustos y costumbres sin meditar un instante que está bien y que está mal, dejándonos llevar por el camino que nos resulte menos comprometido.
Por ejemplo, cuando nos rasgamos las vestiduras por el calentamiento global y el uso del plástico que contaminan el planeta, y después en casa tiramos las pilas a la basura que acumulamos en bolsas de plástico.
Somos imperfectos, caóticos, e hipócritas, que al brindar una limosna a un pordiosero creemos que de esa forma somos mejores.
No me excluyo de esta aseveración, soy uno más de mi raza.
Solo digo, que para que podamos subir un nuevo peldaño en la mejora de la raza humana, nos falta tanto, que no sé si previamente nos extinguiremos por nuestra propia culpa.
De acuerdo con usted sr. Brun. De acuerdo en todo excepto en una sola cosa. No sea tan duro con usted y con bastantes de nosotros. Por supuesto que somos imperfectos y caóticos pero, muchos de nosotros no somos hipócritas. Creo que tanto usted como yo, admitimos y reconocemos nuestras propias incongruencias, como así lo expresa en su comentario, propias de todo ser humano.
Precisamente el peligro está en los hipócritas. Esos que nos quieren prohibir comer carne y que celebran su boda con chuletones. La dacha, el casoplón, los chuletones, el Falcon… para mi y los míos; las restriciones, las prohibiciones para los demás.
Los probemas del calentamiento, los de la huella ecológica, etc. iniciarán su vía de solución en el momento (si es que llega) en que tengamos dirigentes honrados, que den ejemplo y que no se consideren élite privilegiada. Mientras tanto, pedir ejemplos y sacrificios a los demás es bastante antiestético y falto de ética, por lo que, siempre que siga habiendo libertades, nos lo pasaremos por la tangente, a ser posible hiperbólica.
Saludos.
Demasiado cómodo. Empecemos todos a dar ejemplo y verá cómo los políticos terminan siguiéndonos.
Suscribo todo lo que dice, principalmente la lucha de igual a igual y asunción de consecuencias en el toreo. Intentaré memorizarlo, sin ocultar su autoría, pues expresa brillantemente lo que he pensado siempre, sobre el amor a los animales y las aberraciones que se cometen con ellos.
Salu2 maestro Reverte.
Yo tengo serias dudas acerca de la imposición de reglas y costumbres. Me parece paradójico ir «al campo» y por extensión a la España rural a decirles como tiene que ser su vida y sus costumbres.
Los urbanitas nos creemos el ombligo del mundo y con derecho a opinar sobre todo, estableciendo lo que conviene a los demás.
Por otra parte, le agradecería si pudiera recomendarme alguana novel histórica sobre un personaje cotrovertido, Simón Bolivar, aupado a los altares por los partidos comunistas y próximos y muyu matizados por otrs sectores políticos, incluso el intelectual rey del pollo frito.
Gracias y un cordial saludo.
Comparto y en algún punto viví lo mismo . No se puede mirar los ojos de un perro o un caballo ( acaso un animal cualquiera ) , y no sentir o mismo -.
El espectáculo sangriento de la tortura de un toro hasta su muerte (demasiadas veces , muerte de mala manera) es impropio de este siglo. Antiguamente también las ejecuciones públicas eran un espectáculo tradicional.
Dígaselo usted a Mr. Guy F. y secuaces. Se vendían entradas!
Por una vez estoy totalmente de acuerdo con el Sr Pérez Reverte, muy buen artículo, hacia muchos años que no disfrutaba con un escrito suyo. Me alegro de haberlo leído