En la guerra de los Treinta Años entró España como gran potencia mundial y salió hecha una piltrafa. Tales son las peripecias de la Historia. A principios del siglo XVII, ni protestantes ni católicos conseguían llevarse el gato al agua; y aquel tira y afloja político y religioso, tras un período de relativa calma por agotamiento de todos, pegó un chispazo gordo. Entre el poderoso imperio español y el no menos poderoso austríaco, gobernados ambos por la familia Habsburgo (todos eran sobrinos, primos y tal, y se llevaban de cine), tenían a la Europa protestante muy acojonada; así que luteranos y calvinistas se conchabaron para defenderse en la llamada Unión Evangélica, apoyada por la ya independiente Holanda. Frente a ellos, los católicos fieles a Roma formaron la Santa Liga Alemana, que contó con el respaldo de España. Los imperiales ejercían un absolutismo centralista exagerado, y los otros querían soberanía más repartida y que cada perro se lamiera libremente su órgano; y claro, conciliar eso era difícil. El carajal tenía que estallar tarde o temprano, y estalló en Bohemia cuando los nobles checos (cabreados por un asunto de violación de libertades y chulería imperial) arrojaron por las ventanas, literalmente, o sea, a la puta calle, a los representantes del emperador de Austria. El episodio pasó a la historia bajo el bonito nombre de Defenestración de Praga (1618) y fue el pistoletazo de salida para una de las peores guerras que viviría Europa, en la que se acabaron metiendo Francia, Suecia y Dinamarca (hasta Inglaterra anduvo de refilón, en los ratos libres que le dejaban su guerra civil y el genocidio de Cromwell contra los católicos en Irlanda). Fue ése el tiempo europeo que el historiador Bartolomé Benassar llama décadas de hierro: las correrías de soldados contra la población civil, los saqueos y la huida de los campesinos causaron una devastación económica y un retroceso demográfico que hizo escribir al general bávaro Johann von Werth (1637) eso de llevé a mis soldados a través de un territorio desierto, donde miles de seres humanos habían muerto; y a la abadesa de Port Royal, Angélica Arnauld, lo de todos se han refugiado en los bosques, fallecieron de hambre o fueron asesinados por los soldados. Y es que aquello fue un crudelísimo desastre: los frentes militares se multiplicaron y hubo ciudades, como Magdeburgo, saqueadas siete veces en treinta años. De todos los territorios afectados, Alemania pagó la factura más alta, asolada por ejércitos imperiales, daneses, suecos, franceses y holandeses, aparte de los propios; y desde Colonia hasta Fráncfort no quedó una sola ciudad, pueblo o castillo que no fuesen asaltados e incendiados (lo cuenta muy bien Grimmelshausen en su novela Simplicius Simplicissimus). Semejante pifostio había dejado de ser religioso (en ese aspecto estaba todo el pescado vendido) para convertirse en político y militar. Del lado imperial, los veteranos tercios de infantería española, reforzados con valones e italianos, se batieron el cobre, eficaces como solían, en las batallas de La Montaña Blanca y Nördlingen, entre otras, y posaron para Diego Velázquez en La rendición de Breda. La primera fase de la guerra resultó favorable a los imperiales; pero la segunda, con la Francia de Richelieu dirigiendo una fuerte coalición anti-Habsburgo que incluyó a Suecia, modificaría mucho el paisaje. En 1643 los tercios españoles fueron derrotados en Rocroi (donde palmó el capitán Alatriste) y el rey Felipe IV tuvo que desviar su atención y esfuerzo no sólo a la hostilidad de Francia, sino también a la secesión de Portugal, a la guerra de Cataluña y a graves revueltas en las posesiones hispanas de Nápoles y Palermo. Agobiada España en tantos frentes, acabó por pedir cuartel. En 1648, con la paz de Münster, aceptó la independencia de los Países Bajos; y en 1659 firmó otra paz definitiva con los borbones gabachos. La guerra de los Treinta Años había terminado once años antes con otro acuerdo, el de Westfalia: Suecia se convertía en indiscutible macarra del Báltico, la Holanda mercantil y republicana engordaba como cochino bien capado, católicos, luteranos y calvinistas obtenían un statu quo razonable, y los estados alemanes independientes (eran 350 más o menos) pudieron confederarse unos con otros, si querían, haciendo sonoras pedorretas a un imperio austríaco que carecía de poder real sobre ellos. En cuanto a la maltrecha España, tras haberse desangrado en Flandes y aledaños, entraba en un período de miseria y decadencia que aún conocería peores horas, mientras la Francia del joven rey Luis XIV (a quien la inteligencia política de los cardenales Richelieu y Mazarino había llevado al triunfo y la gloria) se desayunaba como gran potencia continental, en una Europa a la que ya no reconocía ni la madre que la parió.
[Continuará].
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Publicado el 12 de enero de 2024 en XL Semanal.
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¡Hasta el capitán Alatriste posó en la «Rendición de Breda»! Es perfectamente reconocible en el cuadro.
¡Qué desastre! A nivel internacional no levantamos cabeza hasta la llegada de Indurain y de Nadal que, como todos sabemos, valen más que cualquier político de mierda.
Desastre de los austrìas, todos, no solamente los últimos, que nos metían en todos los jardines, fueran pisables o no. Desastre de un país en la miseria. Desastre final de un ejército agotado. Desastre de una sociedad picaresca de hijosdalgo que no querían trabajar. Hijosdalgo que han proliferado hasta hoy. Hoy, en nuestro sistema empresarial, priman los jefesdalgo, clase social jerárquicamente privilegiada que no pegan ni chapa.
Lo de lamer el órgano por cada can, puede tener múltiples interpretaciones, algunas jocosas. Si se refiere usted, don Arturo, al órgano de la catedral, pués, vaya, el trabajo es ímprobo. Lamer hasta dejarlo limpio, tubo por tubo e incluso el teclado… ¡tela! Esta condena parece sacada de «La divina comedia». Los pobres elefantes lo tienen más difícil. Me refiero a poderse lamer su propia trompa.
E Inglaterra mientras haciéndose su primer Brexit, con el corte de cuello a Carlos y su revolución puritana.
Por cierto, no se lo van a perdonar, don Arturo, ha llamado usted perros a todos los nacionalistas, sean estos holandeses, belgas…
Excelente artículo con el que he disfrutado.
Saludos.
Ésta de los Treinta Años fue muy gorda, pero sólo un episodio más en la historia humana de las pugnas entre fuerzas centrípetas y centrífugas a nivel territorial, religioso, ideológico y, en especial, económico. Ahí tenemos a los Rebeldes y al Imperio en la fantástica Guerra de las Galaxias para demostrarlo. Siempre es igual, siempre es lo mismo. Siempre perdemos los de siempre: casi todos. ¿Pararán, pararemos, algún día de apuñalarnos salvajemente en un planeta que no es nuestro, pues somos unos meros okupas despiadados?
La verdad es que los austrias eran tan feos que se parecían a Darth Vader, el Conde-Duque de Olivares a Chewbacca y el senador Palpatine es tan sibilino como el cardenal Richelieu (y si no que se lo pregunten a d’Artagnan). Respecto a apuñalarnos o a misilearnos no parece que el tema tenga fin.
Abrazos.
Y nosotros aquí, señor Ricarrob-Solo, en el Halcón Bimilenario (por haber vivido extensamente en dos milenios) intentando encontrar en Zenda nuestra galaxia perdida y huyendo siempre de los piratas políticos espaciales que nos acosan. Otro abrazo y con fuerza, que siempre acompañan.
¡Que la fuerza le acompañe!
Otro libro muy recomendable situado en ese período es Memoirs of a Cavalier, de Daniel Defoe.
Sobresaliente resumen Don Arturo. Nos habría ido mucho mejor con reyes más competentes y menos inmersos en defensas teológicas en el ombligo de un centro de Europa que solo nos reclamaba el oro de America y la sangre de nuestros tercios, …entre otras cosas. Espléndida capital del Reino habría sido Lisboa (lo mencionó tambien usted).
Cuando leo estos magníficos resúmenes históricos de Europa del señor Pérez Reverte, en donde el poder se mezcla con la religión, las matanzas, y la injusticia. Es verosímil pensar que en este siglo XXI, lo grueso y oscuro está por venir; ya se puede escribir como título con letras negras en las primeras planas de los periódicos: “Ha comenzado la tercera guerra mundial”, que por las características depredadoras de los sofisticados armamentos, bien se puede presuponer que será definitivamente la última.
Creo yo, que deberíamos preguntarnos, cómo es posible que los encumbrados dirigentes de los países responsables de llevarnos a este próximo infierno, piensen que son dioses, capaces de decidir exterminar a miles y miles de vidas humanas, por un objetivo poco consistente y creíble. Hablan de estrategias geopolíticas…sinvergüenzas, son todos negocios turbios de unos pocos; no me vengan con geopolíticas u objetivos nobles, llamemos a las cosas por su nombre, son matanzas de seres humanos, simples y llanas, sin remordimientos, y de ser posible filmando a los cadáveres ensangrentados para que el comercio periodístico obtenga más visitas para poder vender más publicidad. Esa es la verdad desgarradora de nuestro actual mundo, que los espacios políticos tanto de derecha como de izquierda utilizan a discreción; solo para lograr su cuota de poder mediático, en donde gran parte de la juventud encuentra una salida honorable en las drogas.
Cordial saludo para aquellos que a pesar de todo, creemos que aún existen otros caminos.
Sr. Brun, alguien, grupúsculos superprivilegiados en las élites, ubicados en despachos de altas torres con helipuerto, ya han decidido el siguirnte macroconflicto. Superbeneficios, venta de armas como si se tratara de productos de gran consumo (los móviles tienen un mercado ya saturado), subida de los precios de los alimentos y las materias primas habiendo apostado previamente en productos financieros de futuros, inversiones en ejércitos privados, beneficios en las reconstrucciones de lo que se destruya… … …
Y mientras las materias primas se terminan y la naturaleza se va al carajo. Y quieren una purga ante la superpoblación. Para ellos, para producir y para darles servicio, ya está la IA, la I+D. Sobramos muchos…
Ya lo tienen previsto. Una gran guerra o muchas guerras multifocales y, posteriormente, un mundo de robots o androides y fábrixas automáticas robotizadas.
El gran problema es que, una vez desatado el segundo jinete del Apocalipsis, la Guerra (quizás el primer jinete sea Putin al que desataron los oligarcas rusos y puede que alguien más), nadie la pueda controlar, ni siquiera las élites de las altas torres.
Y nos llegue a todos el Armagedon. Y las altas torres se desmoronen. Y la naturaleza al fin descanse…
Saludos apocalípticos, lo siento.
No comento sobre Historia, así que le daré la lata de otro modo.
Sabe? Pérez Reverte y Milei son parecidos, no físicamente claro.
Usted tenía cara de niño (algo agradable para mí igual que la calvicie) yo creo que durante mucho tiempo sus años pasaron de largo y no los cumplió.
Las «palabras» de ambos, usadas inteligentemente definen con perfección a los destinatarios y demuestran la inteligencia de quienes las pronuncian.
Me gusta carajo, más que la palabra correspondiente en gallego.
Llevo 15 días en pueblo costero, hoy han ido a ver mi calefacción y creo que no volveré a mi casa hasta marzo.
No me gusta la playa. En verano, la arena molesta, el sol abrasa, hay que embadurnarse de crema, el agua está fría como un carámbano y siempre hay tontainas o niños jugando con palas.
Prefiero la montaña, con árboles, prados y riachuelos que se vadean a pie. Es un placer sentir la paz y armonía de la Naturaleza. Me lo estoy perdiendo porque puedo disfrutarlo en invierno también.
Supongo que para un enamorado del mar como usted, la tierra firme le gustará menos. Tiene que haber gente pa tó como decía El Gallo.
El mes que viene iré a Madrid a celebrar mis tres cuartos de siglo con mi prole. Vaya pedazo de edad, eh Capitán?
En mi familia somos especialitos, el que cumple, invita, paga y no recibe regalos.
Bueno, esta vez sí, por la cifra redonda de 75, pero es una visita de hola y adiós a Venecia.
Me gusta cumplir años. En estos momentos me encuentro bien, contenta, mis molestias son llevaderas y francamente ( salvo cuando me miro al espejo) no me siento con ese pedazo de edad.
Creo que la vejez puede ser muy agradable también, siempre que no se mire al futuro, sólo presente, y evocando de vez en cuando las cosas buenas del pasado. Verdad que está de acuerdo?
Felicidades por el aniversario ante todo. Y por llevar los años con tanta salud, dignidad, aplomo y lucidez…también.
Me ha hecho gracia lo de «En mi familia somos especialitos, el que cumple, invita, paga y no recibe regalos». Creo que está usted equivocada, ha descrito a la ciudadana normal y corriente: Quien cumple invita a que suban cada vez más los años cotizados necesarios para recibir una pensión. Paga, y demasiado, a políticos miserables, de todo tipo y condición, que no resuelven los problemas y crean otros nuevos para que se olviden sus fracasos y mentiras. Y no recibe de regalo más que insolidaridad y una creciente falta de igualdad con otra gente de otros territorios, de dentro y de fuera, a su costa. Casi todos somos muy especialitos, estimada señora.
Dos consejos si me los permite: váyase a la montaña en las cuatro estaciones. Sólo por el verde y el silencio ya merece la pena y, con suerte, casi no dispondrá de cobertura en internet para no tener que leer a pelmazos como un servidor.
Y no se despida de Venecia, ni de Florencia en su caso. De una forma u otra siempre volverá allí…
Le recuerdo que al Capitán Alatriste aún lo tiene vivito y coleando, ¿escribirá los dos últimos libros? 🙂