No ocurrió en Europa, pero de ella provino. Me refiero a la secesión de las trece colonias británicas de América del Norte (las trece barras que siguen estando hoy en la bandera gringa) y a la guerra contra la metrópoli que acabó en la Declaración de Independencia el 4 de julio de 1776. Las trece eran británicas, como digo, aunque algunas habían sido fundadas por emigrantes holandeses, suecos e incluso alemanes, y allí vivían colonos de toda condición y pelaje, mezclados protestantes, puritanos, católicos, cuáqueros y cuantas versiones del asunto religioso podamos imaginar. Esa gente empujaba hacia el oeste, comerciando con los indios o puteándolos según las circunstancias, poblando, cultivando campos, talando bosques y construyendo ciudades. No tenían ni la riqueza ni la cultura de las posesiones españolas de México o Perú, pero sí juventud, empuje y ganas de buscarse la vida. Inglaterra se hallaba lejos, a 6.000 kilómetros de distancia, lo que les daba una más que razonable autonomía. El pifostio vino, como siempre, por cuestiones de dinero: presión fiscal, impuestos sobre papel timbrado y sobre el té, granjeros cabreados, disturbios callejeros y otros etcéteras. En Londres, donde reinaba Jorge III, no lo vieron venir («Esos paletos se dispersan con cuatro escopetazos», dijeron los muy primaveras), y cuando vino en serio ya no hubo quien pacificara la cosa. Al principio las trece colonias no estaban unidas y cada perro se lamía su órgano, pero pronto comprendieron que juntas podían poner a Londres los pavos a la sombra. Así que con el Congreso de Filadelfia (1775) empezó la guerra, y los de allí pasaron de ser colonos británicos a rebeldes norteamericanos (les recomiendo El patriota, con Mel Gibson; pero sobre todo, una peli estupenda de John Ford, Corazones indomables, que cuenta muy bien el ambiente). Por supuesto, al ver a Gran Bretaña metida en problemas, sus tradicionales enemigos europeos, goteándoles el colmillo, aprovecharon la ocasión para dar por saco cuanto pudieron; y los norteamericanos (dirigidos entre otros por George Washington) recibieron el apoyo de Francia, España y Holanda, que declararon la guerra a Inglaterra. Desbordada ésta, aunque el almirante Rodney se cepilló a la escuadra gabacha en la batalla naval de Los Santos y Gibraltar se mantuvo británico pese a un duro asedio hispano-francés, las derrotas terrestres en suelo americano pusieron a los ingleses contra las cuerdas; y en la batalla de Yorktown los patriotas yanquis dieron a los casacas rojas las suyas y las del pulpo. Así que con la Paz de Versalles (1783) Inglaterra concedió beneficios coloniales a Francia y España, y se tragó, en crudo y sin cocer, el sapo de la independencia de los Estados Unidos de una América independiente y republicana (América será la nación predominante en nuestra época, anunció profético Wilkes en el parlamento de Londres). Y oído al parche, señoras y señores; porque de la nueva nación iban a salir interesantes novedades políticas que influirían en el futuro de Europa. Lo de una república no era del todo nuevo, pues Holanda lo era desde su independencia de España en 1581; pero pese a lo que creen muchos pardillos, las palabras república y democracia no siempre van juntas. Y aquélla, la holandesa (más bien aristocrática y corporativa), no era ni de lejos tan democrática como la norteamericana. En los flamantes Estados Unidos, tan variopintos como extensos, y a diferencia de Europa, las fuerzas reaccionarias (Iglesia, aristocracia y otras hierbas) no estaban lo bastante unidas como para frenar la modernidad política, y eso marcó un puntazo. La nueva Constitución asumió con entusiasmo los equilibrios que Locke y Montesquieu habían planteado en sus escritos, y quedó garantizada la independencia de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Con lo que se dio la curiosa paradoja de que Norteamérica, nación de europeos independizados, fundamentó sus principios en ideas nacidas de Europa, pero que la propia Europa era todavía incapaz de aplicar. Con un detalle importante, de postre: como el nuevo país era una confederación de antiguas colonias convertidas en estados, se vio con mucha inteligencia la necesidad de que la autonomía de cada territorio se viera compensada (o controlada) por un poder centralizado y fuerte que, aun respetando escrupulosamente derechos y libertades, evitara que aquello se convirtiera (ahórrenme señalar, que me da la risa) en un comedero de patos en manos de oportunistas, majaras y sinvergüenzas. Por eso, y para rematar la paradoja, los presidentes de los Estados Unidos acabaron teniendo, ante un siglo XIX que ya rompía aguas, poderes más amplios y eficaces que muchos monarcas europeos.
[Continuará].
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Publicado el 3 de mayo de 2024 en XL Semanal.
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«Comedero de patos en manos de oportunistas, majaras y sinverguenzas». ¿A quién se refiere usted, don Arturo? ¿A Estados Unidos? Quizás si, pero también a algo mucho más cercano ¿no? Siempre la Historia dando lecciones. Por supuesto, si no se manipula como hacen los posmodernos.
Nuestro comedero de patos está para el arrastre ya. Y aquí es fácil identificar a los majaras de atar, a los sinverguenzas, los que más abundan y a los oportunistas que son legión… hasta que el comedero se reparta… y no se limitan a chupar el piano, como usted dice con las trece al principio, sino a chupar el piano de los demás hasta dejarlo pelado. Aquí, en esta manada de ocas, todo se hace a medias. Hay patos que se van sin irse (mientras el comedero esté lleno), hay patos que dimiten sin dimitir, hay patos cojos…
La otra cuestión es el diseño. Separación de poderes, Constitución, etc. Equidistancia, equilibrio, respeto mutuo. Esos puritanos, meapilas, herederos de Cromwell, herederos de Grecia y de las repúblicas italianas, fieles alumnos de Maquiavelo, inspiradores de la Revolución Francesa, supieron cómo diseñar un Estado. Aquí el legislativo está esclavizado y el judicial está dominado y llegará a ser inexistente. Aquí no entendemos nada. Sin judicial y sin legislativo no hay democracia, hay tiranía, totalitarismo y caudillismo.
Comedero de patos, buena definición. Y… los cazadores, en los márgenes, con las escopetas preparadas, esperando la oportunidad… Porque no hay margen para levantar el vuelo.
Buena descripción, don Arturo. La Historia, siempre ahí.
Saludos.
Buenas noches, señor Ricarrob. Ojalá hubiera patos en el comedero. Yo hace tiempo que no veo más que, a lo sumo, patosos políticos en un desolladero con navajas y hachas afiladas para vender una piel de toro, que no da para comer ya a tantos vagos deseosos de sopa boba (con sabor a marisco caro casi siempre), pasta gansa en maletines negros con la letra B grabada, y privilegios sin fin que les separan de las obligaciones y penurias del resto de la ciudadanía. Ciudadanía que no reacciona ni, al parecer, le preocupa una deuda pública, entre otras espinosas cuestiones, que no llegarán a pagar ni sus nietos.
Pero yo tengo esperanza en que, como con las trece colonias norteamericanas, los impuestos confiscatorios que se pagan por estos lares, incluso por servicios, productos y alimentos necesarios, y las huelgas de ganaderos, agricultores, transportistas y fijos discontínuos que no pueden pagar alquileres de viviendas, lleven al hartazgo de la gente -en la que la clase media está en trance de desaparecer- y salgan, salgamos, a la calle a protestar para exigir la solución de los verdaderos problemas y no de esas fanfarrias absurdas que se montan los políticos para despistarnos. Ojalá veamos el te hundirse en el puerto de Boston…
Razón lleva usted, sr. B. Impuestos. Bienvenidos sean para asuntos sociales de los de verdad, sanidad, educación, obras públicas, etc.
Pero no para pagar a koldos, ávalos, huevales, pseudoasociaciones trans-trans, defensores del sexo con las vacas, colectivos necrófilos, colectivos microminoritarios de género, defensores de extraterrestres marginados, padres solteros, grupos animalistas defensores del ornitorrinco ibèrico y del kanguro ibicenco, para pagar las bragas de 900 euros la unidad a ciertas ministras progres y los viajes marxistas a la Gran Manzana, para pagar los viajes en falcon para ver conciertos, para pagar, pagar y pagarlo todo.
Porque la democracia ante todo es decidir para qué quiero que vayan destinados mis impuestos y no que lo decida la consorte enamoradísima de turno.
Hay que pagar impuestos… si. El problema no es ese. El problema es para qué.
¡Por favor, un ruego, para que el paìs funcione, para que podamos ser una democracia, que cada cual se pague sus bragas y sus calzones!
Hace falta una regeneración social, política, económica, completas. Hace falta una limpieza a fondo de todo el entramado. Para recuperar la ilusiòn, las ganas, la esperanza… para recuperar el futuro que nos han hurtado. Que dejen de meternos mano en la cartera para pagar chorradas.
Un abrazo sr, B.
«Ahórrenme señalar, que me da la risa»
Es para darla, es cierto. Pero conviene recordar que, en alguno de esos sitios que no señalamos, se vive una tragicomedia. No digo un sainete porque hay dramas y problemas gravísimos detrás (la mitad de la población convertida en negros de la Sudáfrica de antes, entre otras muchas y muy importantes cosas) que parece que nadie, ni tirios, ni troyanos, ni enamorados, puede o quiere resolver.
Era un epígrafe fijo en «La Codorniz», tan sabia ella: «Tiemble después de haber reído»
¡Alá, la virgen!. Me acaba de resumir usted el comienzo de los EEUU y para mi entender, de como hay que actuar para fundar un país bueno. O eso es lo que yo he entendido.
Sí, así se funda… Otra cosa es lo que hayan hecho de él después, pero así pasa siempre y pasará, porque nada es para siempre.
Buenas tardes Sr Pérez Reverte.
He terminado Juventud. Debo decir que me ha gustado mucho y reconozco que Conrad es un gran escritor.
Tiene usted razón, escribe de manera que el lector se integra en la acción, algo que a mí me sucede siempre con los buenos escritores.
Es como ver una película leyendo las palabras perfectas que sobrecogen el ánimo o lo exaltan.
Ya en el comienzo de las desgracias del Judea, tardando meses en zarpar, me solidarizaba con los hombres que tenían la misión de llevarlo a Bankok y parecía que nada salía bien.
Pude sentir los angustiosos chorros de agua salada durante las embestidas iniciales, el sabor de la sal y el trabajo de achicar y no ver resultados.
Cuando empezó el incendio podía oler el humo y la parafina, que no sé a qué huele, pero olía raro.
El final del viejo carguero me entristeció por el viejo capitán, pero me alegró la audacia, el entusiasmo, la valentía y fortaleza de Marlow.
La descripción que hace de la bahía las personas, el viento, el silencio y la paz de Oriente, consiguió emocioname.
Es así realmente lo que siento yo al pensar en China y Japón.
Como sólo describió aromas de vegetación, no se refirió a dos «pero» que pongo yo a Oriente, ese olor que tienen las tiendas de chinos(no sé si ha entrado en alguna) y la comida.
En cuanto a los términos náuticos, estoy en pañales, pero me defendí bastante bien.
Resumiendo, Conrad es un magnífico escritor cuya descripción tan real de los peligros en la navegación hace que, imaginar una travesía en barco, se me pongan los pelos como escarpias.
He disfrutado mucho con el libro. Gracias Capitán.
Pero no tiene su firma autógrafa.
Los españoles siempre tan quijotes y, por entonces, tan absolutistas, ayudando a los defensores de la libertad, del independentismo y con un enorme dispendio de medios económicos y humanos que los yanquis aún no nos han devuelto aunque si agradecido. Es como si Darth Vader estuviera ayudando, desde el principio de la saga Star Wars, a los rebeldes de la guerra de las galaxias. Un contrasentido con tal de puñetear a los británicos.
Al menos, como indica don Arturo, los rebeldes norteamericanos tuvieron la astucia de consagrar en su constitución los límites de las competencias de los estados federados en su territorio, que jamás podrían transgredir las competencias del propio estado federal. Aquí deberíamos haber aprendido la lección, evitando el chalaneo político (por los grandes partidos de derecha e izquierda) de entrega de competencias fundamentales (que salvaguardan la igualdad mínima en lo importante de todos en todo el país) a las Comunidades Autónomas, por su ayuda interesada a la «supuesta» gobernabilidad de un Estado central cada vez más débil, y en manos, ahora, de terroristas, criminales indultados y amnistiados y traidores y malversadores de todo tipo.
Lo ha clavado usted, sr. B.
Chalaneo político, competencias, autonosuyas, miles de cargos y carguitos, desigualdad legislativa, constitución anticonstitucional, parlamentos y gobiernos en provincias de menos de 300.000 habitantes… todo por la pasta, chupar del frasco y vivir del cuento. Hasta que el frasco no de más de sí y nadie se crea ya el cuento.
Alguién más arriba parecìa criticar la bondad del estado americano y su estructura. No es un paìs que yo tenga como modelo, sobre todo en su comportamiento imperialista, pero hay que reconocer que, su Constitución sigue viva más de dos siglos después. En España, solamente durante el XIX, tuvimos 6 constituciones. Aquí, cada pato cojo quiere crear una constitución a su medida. Realmente, en España tenemos cuarenta y tantos millones de constituciones, una por habitante. Aquí no se respeta nada. Para una constitución que tenemos o teníamos, consensuada por todos y votada, ahora la quieren echar abajo. Y hacer otra con los gustos, de quién, ¿de Otegui, de Casademont, del Gordonflo, de la mujer del César que no tiene por qué ser honrada ni parecerlo, de Koldo para que los vigilantes de discoteca puedan opositar a ministro sin examen o ser requisito para ocupar un puesto en el congreso, o quizás de Marruecos que, ahora mismo decide nuestra política exterior y quizás hasta la interior?
La Constitución es una de las bases de todo, quizás la más importante. Su propia naturaleza la hace permanente y no se puede estar cambiando según las modas, los gustos, o los intereses de cada cual. Si se cambia la Constitución se cambia la esencia del Estado. Ahí está la de Estados Unidos para demostrar que puede ser perdurable a través del tiempo, de las épocas, de las modas y de los posmodernismos y la posverdad.
Un abrazo, sr. B.
Cuando pienso en Estados Unidos siempre me sorprende el desarrollo histórico de ese país, para llegar a convertirse en la principal potencia mundial, pero también imagino que en este siglo el mundo está cambiando aceleradamente. Por esto me atrevo a poner a consideración de este espacio de opinión, lo que dice la Inteligencia artificial cuando se le hace esta pregunta: ¿cuales son los principales potencias del mundo?
La inteligencia artificial responde:
“Las principales potencias mundiales en 2024 son:
Estados Unidos, Rusia, China, Alemania, Reino Unido, Francia, Japón, India, Italia, Canadá, Corea del Sur, Israel.
Las principales potencias mundiales se determinan según cinco criterios: liderazgo político, crecimiento económico, fuerza militar, alianzas con otras naciones e influencia mundial.
De acuerdo con el FMI, se espera que Alemania se mantenga en el quinto lugar, mientras que Francia y el Reino Unido ocuparían el noveno y el décimo lugar, justo detrás de Brasil.
Según estimaciones de Goldman Sachs, China, Estados Unidos, India, Indonesia y Alemania se convertirán en potencias económicas mundiales en el año 2050.”
Argentina, país al que pertenezco, no figura en esta descripción ni siquiera por error.
Y este es el punto el cual me interesa analizar, ¿cómo se puede conseguir que países como Argentina se puedan ubicar en algún lugar bajo el sol en este mundo?.
Hoy mismo, por dar un ejemplo, un puñado de inservibles sindicalistas, consiguieron parar el país, porque logran detener el transporte público, si no fuera por eso el paro hubiera fracasado, la inmensa mayoría de los trabajadores argentinos necesitan y quieren trabajar, más aún aquellos que no están registrados, y esta lacra, que jamás se puso un overol, leyó un libro o pagó una quincena, quieren seguir con su poder, patoteando, habiendo logrado ser curiosamente todos millonarios, viven lujosamente en barrios cerrados y se mueven en autos de alta gama… hijos de mil puta. Cuando la mayoría de las familias en el conurbano bonaerense 14000000 de almas, sufre esperando que sus hijos lleguen de estudiar o de trabajar sanos y salvos a su casa, por culpa de la inseguridad que ha crecido bajo el paraguas de gobiernos con los que ellos se enriquecieron, estos viejos cobardes tira pedos, se mueven con cuarenta guardaespaldas.
Me pregunto si algo así se podría realizar en Estados Unidos o China… no creo que fuera posible ni por casualidad.
La mitad de la población Argentina es muy pobre y la otra mitad está en camino de serlo, despotricar e insultar a los responsables ya ni siquiera tiene sentido.
Pero si creo, que la población está llegando a su límite de paciencia, y estos tipos, (no necesito la inteligencia artificial para decirlo) van a terminar colgados de sus pelotas más temprano que tarde.
Cordial saludo
Le respondo, vecino… O, más bien, le hago un agregado a su excelente comentario: en Chile íbamos como avión hasta que una sarta de pelafustanes se tomaron las calles, quemaron todo y casi botan al gobierno -Que tampoco supo reaccionar- ¡y hasta fueron homenajeados en el Congreso!
Si no fuera por la Pandemia, que puso a todo el mundo -literal- a la sombra, tendríamos algún dictador al mando. Pero no se aprende y pusimos -Yo no voté por él, pero me trago las consecuencias del juego democrático- a un desquiciado mental en la Presidencia.
Cinco criterios del FMI. Según el FFI (Fondo de Felicidad Internacional, que no existe, claro, me lo acabo de inventar) los criterios de gran potencia son dos: calidad de vida de los habitantes y grado de felicidad personal. Ninguno de los que usted ha mencionado, sr. Brun, esraría en los primeros puestos de esa lista.
Argentina es un gran país, con una extraordinaria poblaciòn. Siempre mal gobernada como es propio de la maldición que impera en los países latinos.
Y, quizás lo que usted sugiere sea una solución, tal cual hacìan nuestros ancestros celtíberos: mandatario que no funciona, se le cuelga de las gónadas y se elige otro.
Un abrazo.
Para USA, yo recomiendo «Revolution», de 1985, dirigida por Hugh Hudson y protagonizada por Al Pacino y Donald Sutherland: tiene la gracia de mostrar la cosa desde el punto de vista del individuo de a pie, sin complicaciones filosóficas ni melodramas patrióticos.
La primeras palabras son muy clarificadoras: «La ciudad se había vuelto loca».
La pelicula «El Patriota» distorsiona la historia bastante. Mejor dramatización es la miniserie «John Adams» de HBO, mas realista y bonita: la filmografía es un homenaje al Barry Lyndon de Kubrick, y usan algunas piezas de música clásica de la banda sonora.