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Una historia de Europa (LXXXII)

Las cosas como son: en lo de poner patas arriba el mundo viejo, la Revolución francesa fue más lejos que ninguna (allí donde otros, ni siquiera los norteamericanos, se habían atrevido a llegar, ni nadie llegaría hasta la pajarraca bolchevique de 1917). En ese registro los gabachos fueron más radicales, más violentos, más tenaces y más influyentes que nadie, pues despabilaron a la peña en muchos lugares de Europa; aunque luego, poco después, ellos mismos ayudarían a aplastar las ideas que habían puesto en circulación: participación activa del pueblo llano (en plan paripé, porque el pueblo llano siguió tan puteado como siempre), revolución burguesa, leña a la Iglesia más reaccionaria, destrucción de viejas instituciones, abolición de privilegios feudales y apoyo a la inteligencia frente a la tradición y el dogma. Todo eso, en mayor o menor medida, y aunque la revolución de Francia se diluyó luego en otras cosas, sería alma de los cambios políticos y sociales que Europa iba a conocer en los dos siglos siguientes, lo que no es poco. Pero vamos a no adelantar acontecimientos, porque en el firmamento de la Francia revolucionaria, que ya no lo era tanto, acababa de aparecer una rutilante estrella: un joven y bajito capitán de artillería nacido en Córcega, que había sacado las castañas del fuego a los gerifaltes en los días de algaradas callejeras (apuntando los cañones contra el pueblo, todo sea dicho), y se estaba calzando (o ella a él) a una tal Josefina Beauharnais, amiga íntima de uno de los que más cortaban entonces el bacalao, con la que se acabó casando. El caso fue que, tanto por méritos propios como por méritos de bragueta (que en ambos era un fenómeno), el artillero aquel, Napoleón Bonaparte por más señas, ascendió a general a la tierna edad de veintiséis años, y lo hizo tan bien que en poco tiempo se volvió niño mimado del Directorio, que así se llamaban los que entonces mandaban en la Frans (una pandilla de golfos trincones y corruptos, dicho sea de paso). Como de genio militar andaba sobrado el chaval, lo mandaron a combatir a los enemigos exteriores, que eran numerosos, y lo hizo de cine. Empezó por Italia, cruzando los Alpes con su ejército como había hecho Aníbal (‘Imposible’ es una palabra que no está en mi diccionario, dijo viniéndose arriba), y les dio allí a los enemigos una somanta de palos de la que todavía se acuerdan. La siguiente en la lista era Inglaterra, siempre dispuesta a dar por saco desequilibrando a Europa. De todas las potencias enfrentadas a la Francia revolucionaria, sólo ella, atrincherada en su isla y tras su poderosa flota (la más profesional y potente del mundo), seguía dando la brasa. Convenía cortar a los ingleses la comunicación con las colonias de la India, para hacerles un poquito la puñeta; y el Directorio, que ya empezaba a mosquearse con la fama que estaba consiguiendo el enano corso, vio la manera de quitárselo de en medio enviándolo a Egipto, a ver si con algo de suerte no volvía. Pero les salió el gorrino mal capado: como Julio César (otro gran militar y político con el que, junto a Alejandro de Macedonia, se compara a Napoleón), el Petit Cabrón (lean La sombra del águila, háganme el favor) llegó, vio y venció, rompiéndoles allí los cuernos a los rubios. Lo que pasa es que la jugada sólo le salió a medias, porque de un lado su ejército agarró la peste, palmando a montones, y de otro el almirante inglés Nelson, que era un verdadero artista de los mares, hizo polvo la escuadra franchute en la batalla naval de Abukir (1798). Con ese marrón encima, y enterado de que en Francia los del Directorio le estaban haciendo una cama de cuatro por cuatro, Napoleón dejó tirado a su ejército, se subió al primer barco que tuvo a mano y se plantificó en París, con dos cojones. Y el momento resultó ser perfecto, porque Austria, la vieja enemiga continental, reanudaba la lucha, animada por el hecho de que el nuevo zar de Rusia (desequilibrado y algo majareta, dicho sea de paso) se había aliado con Gran Bretaña, y a los ejércitos ruso-austríacos les iban bien las cosas en Alemania e Italia. También la Francia interior estaba en crisis, pues los del Directorio, que seguían robando a manos llenas, habían convertido aquello en un bebedero de patos. En ésas llegó Bonaparte, acogido como un héroe, y con su ojo de lince (que no le fallaría hasta dieciséis años más tarde en Waterloo) vio la jugada y se puso a ella: el 9 de noviembre de 1799, sostenido por las bayonetas de sus granaderos, dio un golpe de Estado y los diputados del Consejo tuvieron que saltar por las ventanas. Años más tarde, cuando al Petit Cabrón se le reprochara haberse autoproclamado luego emperador de Francia, replicaría con mucho arte: La corona estaba abandonada en el barro y yo me limité a recogerla.

[Continuará].

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Publicado el 14 de junio de 2024 en XL Semanal.

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Ricarrob
Ricarrob
7 ddís hace

Sueños de poder, sueños de ambición sin límites, artillería pesada en la entrepierna, artillero en las batallas y en las camas, dieciseis años de sueños imposibles, dieciseis años perdidos, estériles, que sirvieron para regar Europa de sangre. Igual que Alejandro, su imperio fue efímero.

Individuos bajitos y con mucha ambición sin límites. Y siempre, el pueblo esclavizado de esas ambiciones. ¿A qué les suena?

El otro aspecto es el nepotismo sin límite. Colocó a familiares y amigos por todos los puestos relevantes de Europa. Hasta a nosotros nos coló como rey al Botella. Raro es que no colocara a una hermana de alcaldesa de Madrid. O creara un nuevo master en la Universidad de Alcalá. ¿A qué les suena?

Lo curioso es que a este gran asesino, gran carnicero, los franceses lo adoran como su héroe y a su fiambre lo tienen como los soviéticos a Lenin (otro gran carnicero). Pero habría que preguntar en muchos lugares de Europa qué piensan al respecto. Por ejemplo en España. Por ejemplo en Venecia. ¿A qué les suena?

Derrota de Francia, al final, e inicio de una serie de guerras de revancha entre franceses y germanos, ingleses, rusos, que volverían a llenar de sangre todo, llegando hasta el siglo XX. ¿A qué les suena?

Todo vuelve. Todo se repite. Los comportamientos humanos son los mismos, las personalidades ambiciosas vuelven de nuevo, siempre. El poder. El poder y el joder, eternos motores sociales, como diría Freud.

Excelente artículo, don Arturo.

Basurillas
Basurillas
7 ddís hace

Si es lo de siempre en la historia: acción y reacción, la ley del péndulo, avances y retrocesos, espada y escudo… llámenlo ustedes como quieran. Tras una época de libertad y sus excesos viene el tío Paco con la rebaja para poner las cosas en su sitio, de mano de una dictadura, del absolutismo o de un imperialismo reaccionario. Y eso pasó con el corso sin corsé, que se expandió por todas partes, dentro y fuera, para poner fin a tanto libertinaje revolucionario fendetestas.
Siempre me ha maravillado, en este periodo, la función descubridora y cultural de la campaña de Napoleón en Egipto y Palestina (creo que se llegó a conquistar Nazaret) y en especial el hallazgo de la piedra de Rosetta, fundamental para descifrar el lenguaje jeroglífico egipcio.

Julia
Julia
6 ddís hace

Buenos días Capitán. Cómo se nota su pasión por la Historia!
A mí me gusta, pero mi pensamiento va dirigido a filosofar sobre el espíritu combativo que han demostrado los seres humanos desde la Prehistoria.
Siempre ha habido y habrá alguna guerra en el mundo, y debe ser ser espantoso sufrir las consecuencias de vivir en medio de un conflicto. Usted sabe de eso también, verdad?

Hace días, pensaba que mi generación tuvo la mejor existencia desde que el mundo es mundo, no participó en contiendas, tuvo la oportunidad de contemplar el avance y desarrollo tecnológico más grande de la Humanidad y teníamos ilusión y deseos de alcanzar nuestros sueños.

No soy pesimista, estoy bien y contenta, sólo es que no entiendo el mundo actual, a dónde va y porqué están todos en tensión. Hasta el tiempo está descontrolado.
Durante una conversación sobre Roma y el Norte de África, mi inteligente hija menor dijo: Yo estudié latín y griego.
Pensé: Vaya, otra como Pérez Reverte!

Resulta admirable el respeto por la Historia de su país, hacia Napoleón y hombres ilustres considerados héroes que tienen los franceses.
En España carecemos de ese espíritu, he leído que una persona valiosa como Julián Marías, fue defenestrado en ambos bandos, por rojo y por cristiano, toma ya!
No es justo (porque viene dado de fábrica),pero las personas inteligentes me fascinan.

Daniel
Daniel
4 ddís hace
Responder a  Julia

La fábrica importa mucho, pero hay que cultivar el don. A mi me fascina la belleza, y eso sí que es injusto.

Franz. J.
Franz. J.
6 ddís hace

«La corona estaba en el barro y yo me limité a recogerla»… inteligente personaje de la Historia. Absolutamente nada que ver con la última película que se hizo sobre él.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
6 ddís hace
Responder a  Franz. J.

No me recuerde Ud. ese bodrio y solacémonos con «Waterloo» de 1970 o la serie francesa de 2002.

Francisco Brun
6 ddís hace

Tal vez sea la casualidad, la fortuna, la capacidad, la astucia o las circunstancias, ¿por qué será que el destino encumbra a hombres o mujeres a tal punto, que sus vidas son recordadas para bien o para mal por siglos?.
Todos nacemos con las mismas posibilidades, sin embargo ciertas personas se destacan del resto.
Yo no creo que sea un hecho casual; en mi opinión son seres humanos con determinadas características que nacen en el momento justo de la historia y allí quedan sus actos gravados a fuego.
No creo que ni por casualidad, Nerón, Sócrates, Marx, Shakespeare, Cleopatra, Napoleón y tantos otros; hayan imaginado en su vida que quedarían sus nombres impresos en los libros de historia, para ser recordados por siglos.
¿Será acaso que existe un poder superior que dictamina el destino de la humanidad?.

Esta pregunta se la realice a la inteligencia artificial, y esto me respondió:
“La existencia de un poder superior que rige el destino de la humanidad es una pregunta que ha sido ponderada por filósofos y teólogos durante siglos. No hay una respuesta definitiva, ya que depende de las creencias y experiencias personales de cada individuo.
Argumentos a favor de un poder superior:
La complejidad del universo: La complejidad y el orden del universo sugieren a algunos que debe haber un creador o diseñador inteligente.
La existencia de la conciencia: La conciencia humana es un fenómeno único y complejo que no se comprende completamente. Algunos creen que la conciencia es evidencia de un alma o espíritu que existe independientemente del cuerpo físico.
Experiencias religiosas: Muchas personas tienen experiencias que atribuyen a un poder superior, como oraciones respondidas, milagros o sensaciones de paz o conexión con algo más grande que ellos mismos.
Argumentos en contra de un poder superior:
El problema del mal: Si existe un poder superior omnipotente y benevolente, ¿por qué existe el sufrimiento en el mundo?
La falta de evidencia: No hay evidencia científica que apoye la existencia de un poder superior.
La diversidad de creencias religiosas: Si existe un poder superior, ¿por qué hay tantas religiones diferentes con creencias tan diversas?
En última instancia, la pregunta de si existe un poder superior que rige el destino de la humanidad es una cuestión de fe. No hay una forma correcta o incorrecta de responder, y cada individuo debe decidir por sí mismo en qué cree”.
Cordial saludo

Ricarrob
Ricarrob
5 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

No es tan sencillo, sr. Brun. Creo yo. Cada individuo, sí, decide en qué creer. Pero, cuando unos cuantos se juntan, deciden obligar al resto a creer en lo que ellis creen y a dominarlos. El poder. El poder unido indefectiblemente a la religión, desde siempre.

Deberíamos entender todos que es imposible demostrar la existencia o no de un ser superior que lo rige todo. Sobre todo, demostrárselo a los que no creen. Todo esto, las religiones, la fe, han causado a lo largo de la historia ríos de tinta y ríos de sangre. Si hay alguna religiòn oficial válida es aquella que no esté ligada al poder político. Si es oficial ya no es válida. Lo predicado por el Maestro, por ejemplo, lejos de todo condicionamiento político (dad al César…), parecería algo que, por lo menos, da esperanza y sosiego al alma. Pero, aquello se perdió. No tuvo continuidad. Le sucedió una dogmática y burocrática misoginia pablista, llena de dogmas incomprensibles y de esperpénticas indulgencias. Y practicar y predicar las guerras de religiòn, un oxímoron, indigno y que hace cuestionar y rambalear todo el montaje.

Saludos cordiales.

Francisco Brun
5 ddís hace
Responder a  Ricarrob

«Esperanza y sosiego al alma»
La IA, jamás podrá lograrlo.
Un saludo querido amigo.

Basurillas
Basurillas
5 ddís hace
Responder a  Francisco Brun

No creo que algo creado por el hombre, como una supuesta inteligencia artificial por mucha información con la que se la nutra, pueda contestar, dar pistas o añadir algún argumento racional y menos emocional al que los propios hombres, durante milenios, han dado. Quizás el unico dato distintivo es que a esa supuesta inteligencia artificial la cuestión le da absolutamente igual; no tiene conciencia de la muerte como la que tenemos los humanos. El mero concepto de «trascendencia» que es el que verdaderamente preocupa a la humanidad, enfrentada al no ser y al vacio existencial, y que es el origen de toda religión, es algo totalmente desconocido por esa inteligencia creada por nosotros. Vamos, que no se juega nada con la respuesta. Nosotros si nos lo jugamos, he ahí la gran diferencia y que en esta cuestión es fundamental. La IA juega con las vidas de otros, no con la suya propia y aquí la apuesta, la fe, es lo básico.
Un abrazo para vd. señor Brun y otro, si sabe apreciarlo, para la IA consultada.

Francisco Brun
5 ddís hace
Responder a  Basurillas

Coincido con usted estimado amigo.

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
6 ddís hace

«La Sombra del Águila» fue la primera cosa que leí de Pérez-Reverte, para seguir con «Jodía Pavía» y todo el resto después, hasta «El Problema Final»… y esperando la próxima.
Como al Maestro le gusta el buen cine y a mi también, tengo que hablar de esa magnífica coproducción anglo-franco-ítalo-rusa de 1970 que es «Waterloo», con la bagatela de 20 mil extras del Ejercito Soviético en unas tomas extraordinarias. Y un par de lujo: Rod Steiger enfrentado en duelo actoral con Christopher Plummer.

Daniel
Daniel
4 ddís hace

La sombra del águila. Habrá que leérselo.

Andarin
Andarin
2 ddís hace

Para mí continúa siendo un misterio como la historia ha llegado a mitificar a muchos personajes y continuemos considerando casi como héroes y grandes hombres de la humanidad a muchos que tanto daño hicieron. Parece que tenemos un sesgo cognitivo con algunos grandes genocidas que tanto sufrimiento llevaron a sus contemporáneos, Napoleón por ejemplo, pero ahí están también Alejandro Magno, Julio César, etc cuyo objetivo fue conseguir y extender su poder a cualquier precio, helenismo y romanización a ostias. Nos fascinan los poderosos capaces de imponerse aunque hayan sido unos verdaderos cabronazos con patas.

Francisco Brun
2 ddís hace
Responder a  Andarin

Como todas las cosas en la vida del hombre (entiéndase los dos sexos; ahora es necesario aclararlo).
En la historia, los personajes que han quedado allí para la posteridad, son recordados por sus hechos: atroces, benévolos, justos, injustos, brillantes, heroicos o cobardes; es decir, solo son seres humanos, cuyas mentes van desde la locura absoluta, pasando por su inteligencia deslumbrante, o pícaros inescrupulosos.
Muchos poseen todas estas características a la vez, esto en mi opinión los ha convertido en figuras descollantes de la historia.
Pero nos guste o no, todos ellos pertenecen a la misma raíz, desde el hombre de las cavernas, que pudo sobrevivir a un entorno complejo y extremo, a nuestros días actuales, en los que vivimos bien algunos, mal otros y en riesgo casi todos.
La pregunta sin respuesta que siempre surge es:
¿Cómo será el fin de la historia del hombre?. Aún nadie lo sabe, pero considero que podemos intuir que no será agradable.

Cordial saludo