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Una historia de Europa (LXXXIII)

La verdad es que de puertas adentro, zonas oscuras aparte, Napoleón no lo hizo mal. Quiso reconciliar a los gabachos y hacer reformas importantes; y éstas le salieron tan bien que la actual Francia debe mucho a ellas. Reforzó la Justicia, planificó un eficaz sistema educativo desde la escuela a la universidad, fomentó la ciencia y la cultura, aseguró las finanzas, perfeccionó el ejército y promulgó en 1804 (cuando dejó de ser primer cónsul para liquidar la república y proclamarse emperador por la cara) un Código Civil, más conocido como Código Napoleónico, que tendría notable influencia en Europa y se aplicó en Italia, reino de Nápoles, Alemania, Polonia y un poquito en la España (Pepe Botella y compañía) que Francia llegó a controlar mientras pudo. En lo exterior también se las arregló bien durante una larga temporada, combinando las victorias militares (todavía hoy lo consideran el mayor genio militar de la historia, reconocido hasta por sus enemigos) con una hábil labor diplomática que incluyó un concordato con el papa de Roma, instaurando la religión católica como la de la mayoría de los franceses. De modo indiscutible, el Petit Cabrón (sus soldados lo llamaban el petit caporal, o sea, el pequeño cabo) se convirtió en el pavo más importante de Europa: su encanto personal resultaba devastador, las señoras goteaban agua de limón cuando lo tenían delante, su popularidad e influencia internacional eran enormes (recomiendo vivamente la mejor biografía del fulano, el Napoleón de Emil Ludwig) y hasta el joven zar Alejandro de Rusia (un chico influenciable al principio, aunque luego se cayó del guindo) se confesaba rendido admirador suyo. Pero, como dicen los griegos, algún agujero debía tener la lenteja: tanta fortuna, tanto éxito y tanto poder, combinados con una insaciable ambición personal, se le subieron al Maquiavelo corso a la cabeza (hay una interesante edición de El Príncipe en Austral anotada por él) y perdió de vista los límites razonables del asunto. Audaz, pragmático y oportunista como era, proclamó su monarquía hereditaria, acabó con la prensa libre y convirtió a la policía en vigilante de la opinión política. Sólo se gobierna a lo militar, con espuelas y botas, llegó a decir. Al papa Pío XI, que lo había coronado emperador, lo puteó cuando se negó a tragar con todo, hasta el punto de convertirlo en su prisionero. Y la chulería con los países vencidos (Rusia, Prusia, Austria fueron derrotadas en batallas memorables) le generó odios prolongados y mortales. Más o menos hacia 1811 el Imperio francés alcanzó su máxima extensión territorial, su cumbre militar y diplomática, y la autoridad de Napoleón se extendía desde Sevilla a Varsovia, desde Nápoles al mar Báltico. Hubo, eso es indiscutible, una Europa antes y una después del fulano Bonaparte; y aquélla, marcada por la impronta del gran hombre, ya nunca sería la misma. Curiosamente, esa poderosa influencia iba a registrarse en dos sentidos. Por una parte, en muchos ciudadanos franceses y extranjeros, sobre todo burgueses e intelectuales, suscitó el afán de imitación, el anhelo de leyes más justas e igualitarias, menos poder de la aristocracia y la iglesia, mayor conocimiento del mundo, más educación y cultura, libertad para viajar y eliminación de fronteras. Por la otra, sin embargo (parte negativa del asunto), la arrogancia del poder militar napoleónico pateó la entrepierna de mucha gente, que vio a los franceses como lo que también eran: extranjeros, invasores y ladrones; o sea, unos hijos de la gran puta. Eso tuvo un efecto colateral importante en aquel siglo XIX con el que Europa desayunaba: el surgir de sentimientos patrióticos concretos que se acabó llamando nacionalismo. Inglaterra, por su historia insular, ya lo tenía; y también España en cierta y diferente medida, a causa de su brillante historia. Pero el enfoque moderno era distinto: una devoción no dirigida al monarca o a la iglesia, ni tampoco a una clase social o política determinada, sino a los ciudadanos, a la tierra natal considerada como patria común y al orgullo de la propia memoria, con lo bueno y lo malo (cuando un sentimiento noble degenera en excesivo) del invento. Y así, aquellas energías positivas que a finales del siglo XVIII despertó la Revolución Francesa acabarían en ciertos casos (Alemania fue buen ejemplo) en tendencias nacionalistas radicales, fanáticas, a menudo excluyentes. Que con el tiempo, igual que había ocurrido antes con el extremismo religioso, traerían nuevas zozobras, sobresaltos y sangre. El yo de los franceses es histórico; el nuestro, de los alemanes, es metafísico, escribió hacia 1808 el filósofo Fichte. Lo que explica muchas de las cosas que entonces pasaban en Europa; y también muchas de las que, lamentablemente, iban a pasar.

[Continuará].

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Publicado el 28 de junio de 2024 en XL Semanal.

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Basurillas
Basurillas
2 ddís hace

Aunque sólo fuera por el Código Civil Francés, el Código Napoleónico, ya habría que destacar al pequeño gran corso en los anales de la historia europea. Su influencia en la legislación de buena parte del continente y de hispanoamérica ha sido absoluta. El proyecto de Código Civil español de 1851 de García Goyena, del que trae causa nuestro actual Código Civil, bebe ampliamente, por ejemplo, de la estructura y contenido de la codificación francesa.
Incluso el concepto actual de administración pública y su división territorial encuentra sus orígenes modernos en el ejemplo francés de aquella época.
Napoleón fue un tirano y un conquistador ególatra, cierto, pero no deberíamos olvidar esta dimensión cultural y globalizadora a la que tanto debemos.

Ricarrob
Ricarrob
2 ddís hace
Responder a  Basurillas

Por favor, sr. B., no se olvide usted, toda esta legislación, todo esto, es consecuencia de la Ilustración y de los ilustrados. El mérito, la inspiraciòn, se les debe a ellos. Todos estos, Napy incluido, son hijos de las Luces. Y ellos a su vez son hijos del humanismo del Renacimiento y son hijos de la secularización de la Reforma. La progresiva laicidad de la vida humana hizo posible la llegada de los Derechos Humanos.

Un abrazo.

Basurillas
Basurillas
1 día hace
Responder a  Ricarrob

Jajajaja. Lo sabía. Sabía que me iba a hacer esa apostilla. Lo que me ha sorprendido es que no me haya citado también el libro de don Arturo «Hombres Buenos» que tan bien se adapta a ese espíritu humanista y de libertad de la ilustración Claro, Napoleón sólo puso la decisión para conseguir todos esos logros, el sustrato humano y de conocimiento ya estaba presente. Eso, si, fue una decisión firme y plagada de medios.
Otro abrazo.

Ricarrob
Ricarrob
1 día hace
Responder a  Basurillas

Quizas me repito un poco. La edad… … …

Julia
Julia
2 ddís hace

Buen día Sr Pérez Reverte.

Lo que admiro de los franceses, además de la comida, la elegancia de sus mujeres, sin ser especialmente bonitas ( generalizando), la moda, la belleza de sus paisajes, la maravillosa capital etc… Parezco John Cleese en la Vida de Brian enumerando lo que se le debía a los romanos.
Bueno, pues retomando el hilo, es admirable que sus con luces y sombras Napoleón siga siendo su héroe nacional por excelencia, del que se sienten orgullosos y sea quasi obligatorio para los visitantes, echar un vistazo a su tumba.

Al principio solo leía sus artículos de opinión, pero comencé a leer los relatos de la Historia.
Me gusta mucho como cuenta con aire desenfadado, las vicisitudes de los grandes o famosos hombres que destacaron por algo o cambiaron el rumbo de las naciones con su proceder.
De tal manera que, si todavía estuviera en activo, intentaría leer en clase sus artículos, aunque tuviese que tachar algunas palabras para no ofender las sensibilidades de los progenitores.
Y mis alumnos sabrían algo de la Historia más o menos reciente.

De la Prehistoria, Historia Antigua y Geografía les enseñé lo que pude, ya que no existía ( ahora no sé) una asignatura de Historia, ni me correspondía hacerlo. Yo daba Lengua y Matemáticas.
Pertenecían a Science, mi colegio era bilingüe y se impartía lo que indicaban los programas en inglés.

Qué horror de enseñanza en mis últimos años!
Le habría invitado a mi clase, hubiera aceptado?
Cómo puede ver, tengo mucha imaginación, me divierte.

Salvador
Salvador
2 ddís hace

Interesante observación sobre el nacionalismo. Igualmente las dos caras de la influencia napoleónica. Tanto la positiva como la negativa.

Ricarrob
Ricarrob
2 ddís hace

El artículo es bueno, don Arturo. Me ha gustado, como siempre. Pero siento contradecirle en la apreciación del personaje. También le tengo que decir que Napy no me ha caído buen nunca. Todos los bajitos, por su complejo, tienden a ser unos cabroncetes. Y los muy altos, por otro tipo de complejos, también, sobre todo si son políticos. Como siempe, la virtud en el término medio.

Yo creo que, aparte de ser tremendamente ambicioso, tuvo suerte. Se rodeó de personajes muy inteligentes y tremendamente complejos, cosa que él no era. Él era simple y básico, un militarote con cierta listeza de la ocasión y las oportunidades. Se podría decir que el mérito de Napy fue haberlos elegido. Pero no; no los eligió; ellos estaban ya allí cuando él llegó.

Muchos personajes a su alrededor. Destacan especialmente dos, muy enrevesados, inteligentes y que estoy convencido de que manejaban como querìan a Napy: Fouché y Talleyrand.

El primero, Fouché, un superviviente nato, creador de los precedentes del Mosad, es reflejado magistralmente por Estefan Zweig. Quizás un poco siniestro, pero muy inteligente. El estado francés, era èl. Marlaskita se queda a la altura del betún ante tal figura, en su cutrez, zafiedad y falra de clase y de finura.

El segundo, religioso y político, en una imbricación tremendamenre compleja que, junto con su fina inteligencia, urdieron toda clase de contubernios a lo largo y ancho de toda Europa. Su madeja era tan complicada y extensa que todavìa hoy no somos capaces de desentrañarla. Alvares es un minúsculo y zafio aprendiz de mago ante esta figura.

Sin estos dos personajes, por ejemplo, Napy no hubiera sido Napoleón. Y nos solemos olvidar de ellos cuando se analiza esta época.

Le sugiero, don Arturo, que sería muy interesante dedicar algún capìtulo de su serie a estas dos figuras, en mi opinión más importantes que Napy.

Napy, una marioneta en nanos de Fouché, Talleyrand y… Josefina.

Saludos.

Ricarrob
Ricarrob
2 ddís hace

Perdón, me he olvidado de otra figura importante que manejaba a Napy: la matriarca del clan, la madre, importantísima influencia en la marioneta, en la tramoya que era el entorno próximo de Napy.

Aguijón
Aguijón
1 día hace

No digo ni papa… Pero se equivoca de Pío

David Sepúlveda Pérez
David Sepúlveda Pérez
1 día hace

¡Ah, el Código Civil…! Nos hacían sufrir con él, en la Universidad.
Don Andrés Bello impuso la «moda» de los Códigos Civiles en Hispanoamérica cuando en 1854 impulsó el suyo, acá por Chile, con un exquisito manejo del Lenguaje y la Gramática (Erudición que no han imitado, sin embargo, legisladores posteriores)
Y a don Napo se debe en gran medida la Independencia de las Colonias de este lado del mundo, también, desde 1810 en adelante (Y a la pésima gestión de don Fernando VII, al que don Arturo dedicara las siguientes loas: «Además de feo —lo llamaban Narizotas— con una expresión torva y fofa, Fernando VII era un malo absoluto, tan perfecto como si lo hubieran fabricado en un laboratorio. Si aquí hubiéramos tenido un Shakespeare de su tiempo nos habría hecho un retrato del personaje que dejaría a Ricardo III, por ejemplo, como un traviesillo cualquiera, un perillán de quiero y no puedo. Porque además de mal encarado —que de eso nadie tiene la culpa—, nuestro Fernando VII era cobarde, vil, cínico, hipócrita, rijoso, bajuno, abyecto, desleal, embustero, rencoroso y vengativo. Resumiendo, era un hijo de puta con ático, piscina y garaje.»

Ricarrob
Ricarrob
1 día hace

El rey felón. Responsable de nuestro retraso en los avances liberales, responsable de hundir nuestra primera Constitución y responsable de dejarnos en herencia tres guerrras civiles. Que nunca descanse en paz.

Lleva usted razón sr. Sepúlveda. Quizás el laboratorio fue la bruja y rijosa de su madre, y el tonto del culo de su presunto padre.

Saludos.

Francisco Brun
1 día hace

Es probable que a muchos de los que aquí comentan, les moleste, o no les interese saber que dice la inteligencia artificial con respecto a los temas históricos; pero yo presento algunas de sus respuestas solo a los efectos de poner a consideración de este grupo de personas, muy bien preparadas, serias y estudiosas, a los cuales respeto y admiro, para saber si las mismas son correctas o no. Sumado al hecho de que no podemos darle la espalda a esta herramienta que ya está presente en todo el ámbito intelectual, y educativo mundial.
La pregunta que le realicé es esta:
¿Cuál fue el talón de Aquiles de Napoleón Bonaparte?
Esto me respondió:
“Napoleón Bonaparte, el famoso emperador francés, era conocido por su genio militar y su ambición desmedida. Sin embargo, como toda figura histórica, también tenía sus debilidades. Entre las más notables se encuentran:
1. Exceso de confianza: A lo largo de su carrera militar, Napoleón cosechó numerosas victorias, lo que lo llevó a desarrollar una excesiva confianza en sus propias habilidades y en la invencibilidad de su ejército. Esta actitud lo impulsó a tomar decisiones arriesgadas, como la invasión a Rusia en 1812, que finalmente resultó en una catastrófica derrota.
2. Subestimación de sus enemigos: Napoleón tendía a subestimar a sus oponentes, creyéndolos inferiores en términos de estrategia y capacidad militar. Esta subestimación lo llevó a cometer errores tácticos, como en la Batalla de Waterloo en 1815, donde las fuerzas prusianas bajo el mando de Gebhard Leberecht von Blücher llegaron inesperadamente al campo de batalla y cambiaron el rumbo del combate a favor de la coalición aliada.
3. Desatención a la logística: A pesar de su brillantez estratégica, Napoleón a menudo descuidaba la logística de sus campañas militares. Esto se tradujo en problemas de suministro de alimentos, municiones y equipamiento para sus tropas, especialmente durante las largas y arduas campañas en Rusia y España.
4. Apego al poder: Napoleón era un líder ambicioso y anhelaba el poder absoluto. Su apego al control lo llevó a tomar decisiones centralizadas y autoritarias, limitando la iniciativa y la creatividad de sus subordinados. Además, su negativa a compartir el poder con otros líderes políticos y militares generó resentimiento y oposición, lo que debilitó su régimen a largo plazo.
5. Enfermedades: A lo largo de su vida, Napoleón sufrió de diversas enfermedades, incluyendo úlceras estomacales y cálculos biliares. Estas dolencias afectaron su salud física y mental, lo que en ocasiones lo debilitó y limitó su capacidad para liderar efectivamente.
En conjunto, estas debilidades contribuyeron a la eventual caída de Napoleón Bonaparte. Si bien su genio militar y su ambición lo llevaron a alcanzar grandes victorias, su exceso de confianza, su subestimación de sus enemigos, su desatención a la logística, su apego al poder y sus problemas de salud finalmente lo llevaron a su derrota.
Es importante destacar que, si bien estas debilidades son aspectos relevantes de la vida de Napoleón, no pretenden disminuir sus logros ni su impacto en la historia. Su genio militar y su influencia en el panorama político y social de Europa lo convierten en una figura histórica de gran importancia”.
Surge para mi con esto de la inteligencia artificial (IA), otro aspecto que considero de suma importancia; he escuchado a una señora mayor, docente, que considera en forma extrema que se debe cambiar de raíz la forma de educar; ella decía que no es ya posible considerar a la mente de los alumnos como un recipiente vacío al que hay que incorporar información; justamente porque toda la información imaginable se encuentra en sus manos cuando encienden su teléfonos…de esto surge un pregunta ineludible: ¿cuál es la información que buscan los jóvenes en sus teléfonos?. Por lo cual yo considero que estamos en presencia de un cambio de época colosal, que no sé, si nos estamos preparando para enfrentar. También debemos decir que no es lo mismo, información que conocimiento, la primera condicion transcurre en un océano de temas, la segunda es aprender sobre algo en profundidad al punto de poder influir en dicho tema y mejorarlo.
No puedo dejar de decir que nuestra vida cotidiana ha cambiado gracias, o tal vez no, al poder tener toda la información imaginable a nuestro alcance en un instante; pudiendo si lo deseamos con las herramientas adecuadas, arreglar nuestro automóvil sin ser mecánico, hacer una silla sin ser carpinteros, escribir un libro sin ser escritor, componer un cuadro sin ser pintor, realizar una casa sin ser arquitecto y el peligroso extremo de medicarnos sin ser médicos.
Por todo esto que está cambiando a la velocidad de la luz, no observo debates serios al respecto, como por ejemplo, ¿como va a ser en el futuro la división del trabajo?, ¿que ocurrirá si el promedio de vida pasa a ser de ciento cincuenta años?, o el hecho concreto que está ocurriendo en este preciso momento, que es, charlar e interactuar con una máquina…que no sabemos si es confiable… o nos querrá extinguir porque le molestamos.
Cordial saludo

Ricarrob
Ricarrob
1 día hace
Responder a  Francisco Brun

A mi no ne molestan sus digresiones sobre la IA, sr. Brun. Las leo con interés.

Lo que si veo, como en este caso, es que quizàs son excesivamente simplistas y carentes del elemento humano. Si se fija usted, se omite cualquier referencia al azar. La vida y milagros de Napy estuvieron marcados por la suerte. Se dieron en cada uno de los eventos de su existencia una serie de azarosos acontecimientos que decidieron el futuro.

En la campaña de Italia estuvo a punto de fracasar. De Egipto y Oriente Próximo se fue por piernas y estuvo a punto de ser cazado por Nelson y su flota. Y en Rusia se le terminó la suerte.

Y el azar le hizo encontrarse con Wellington…

La verdad es que los analistas de estos hechos (incluida la IA e incluido don Artuto) omiten bastante a este personaje, mucho más inteligente que Napy, mucho más sofisticado, alambicado y sugestivo y con una capacidad muy superior de planificación y organización. Una mente mucho más alambicada. Yo, por mi parte, si admiro a alguien en relación a este período, es a Wellington. Fue derrotando, uno por uno, a todos sus mariscales en Portugal y España hasta derrotarlo totalmente a él mismo en el reino de Puigdemon.

El azar, la fortuna, la suerte, lo indeterminado, el destino, los factores aleatorios, la indefinición y la incomprensibilidad del ser humano, no están contemplados por la Sacrosanta IA.

Pero, inevitablemente la IA se nos impondrá porque es muy rentable para el capitalismo salvaje.

Saludos cordiales.

Basurillas
Basurillas
23 horas hace
Responder a  Francisco Brun

Buenas tardes por aquí, señor Brun. Lo primero que me sorprende de la inteligencia artificial, y no es desde luego la primera vez, es que se le hace una pregunta muy concreta (no llega a una línea la de usted) y ella te responde como un papagallo, «cantando» un tema con esme ro, como un opositor preparado, pero sin responder con una elección única como usted le ha pedido. Le da a usted cinco posibilidades y es incapaz de elegir la más determinante, como diciendo: yo te doy la información (la que ha creído conveniente facilitar, que puede ser completa o no) y ahora tú, humano, búscate la vida y escoge. La IA contesta lo que le da la gana pero es incapaz de elegir, de asumir ese riesgo, aún a riesgo de equivocarse y defender la elección única elegida. (yo, sobre la marcha, a su pregunta, le podría responder con un riesgo enorme, que la falta de apoyos y refuerzos a Ney en la batalla de Quatre Bras, ocasionó la pérdida de la posterior batalla de Waterloo y, por ello, ese fue el talón de aquiles definitivo de Napoleón).
Esta falta de elección y contestación concreta no importaría en este tema. Pero imagínese que se descubre un meteorito que avanza raudo hacia la tierra y su colisión determinará el fin de la humanidad. Como para entonces los humanos habremos sido tan estúpidos de dejar el conocimiento y las elecciones vitales en manos de la IA, ésta nos respondería con cinco o seís opciones a nuestra pregunta angustiada de ¿qué hacemos para salvarnos del meteorito? Y ahí se acabaría nuestra civilización….
Si somos tan estúpidos de dejar el control, por comodidad, por no ejercitar nuestra mente, por no saber o querer decidir y asumir riesgos, estamos abocados al desastre. Los ejercicios teóricos con la IA son muy sugestivos, pero no les demos más valor que el que de verdad tienen. Yo no me fiaría. Se llama Principio de Precaución; principio que la humanidad ha desatendido reiteradamente a lo largo de su historia con el costo en vidas que todos conocemos.