A estas avanzadas alturas del siglo XIX se estarán preguntando ustedes, como yo, qué pasaba con España. Qué tal iba el asunto por aquí. Y la respuesta es que iba como de costumbre. El Estado policial instaurado por el infame Fernando VII, a base de mucho trono, mucho altar y mucha represión de cuanto oliese a progresía y libertad (llegó a haber 20.000 liberales en el exilio; o sea, casi todos), apoyado al principio por las carcamales potencias europeas que ahora blasonaban de modernas, había convertido esto en un callejón oscuro, mitad calabozo y mitad sacristía. Casi toda la América española ya estaba perdida (1836), aunque allí seguían mandando los de siempre, la sociedad criolla, y los indios se habían limitado a cambiar de amo (así siguen doscientos años después). En cuanto a lo de aquí, Isabel II, hija del infame Narizotas, reinaba en la disparatada herencia recibida de su papi (disculpen si me cito a mí mismo en Una historia de España, pero no soy capaz de repetirlo mejor), de un malo de película, unos buenos heroicos y torpes y un pueblo embrutecido y gandumbas, que se movía según le comían la oreja y al que bastaba, para ponerlo de tu parte, un poquito de música de verbena, una corrida de toros, un sermón de misa dominical o una arenga en la plaza del pueblo, a condición de que el tabaco se repartiera gratis. Y, bueno. Entre guerras carlistas, curas trabucaires o de los que mordían con la boquita cerrada, reaccionarios meapilas, liberales incompetentes, bandolerismo, pronunciamientos, algaradas y revoluciones civiles y militares, la estabilidad política era una coña marinera, y la España isabelina iba quedando tan atrás, tan poco influyente, tan fuera del siglo, que los más conspicuos historiadores guiris (y les aseguro que para hilar esta historia de Europa refresqué unos cuantos) suelen ocuparse a fondo de Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, Austria y Rusia, pero dejan a la España del XIX aparte, fuera de contexto, casi reducida a una nota a pie de página; ausente de cualquier tratado serio de ideas políticas, porque de ésas y en aquel tiempo aquí hubo pocas. Sin embargo, para no ser injustamente cabroncetes, señalemos que salvaba la honrilla nacional una producción literaria sensible a los nuevos valores sociales, caracterizada por el deseo manifiesto de educar al público y también por la destacada influencia social que entre la burguesía culta (la que leía libros y periódicos e iba al teatro) tuvieron intelectuales como Quintana, Gallardo, Flórez Estrada o el gran Jovellanos. Tampoco en lo económico se descolgaba absolutamente España de la modernidad europea, pues avispados emprendedores supieron buscarse la vida y la industrialización dio trabajo a muchos y riqueza a algunos. Se abrían minas y bancos, se tendían ferrocarriles, se construían buques, se hacían buenos negocios, prosperaban las clases medias, y la alta burguesía trincaba una pasta enorme con la industria textil, el comercio y la metalurgia (como entonces corría la viruta y se llenaban los bolsillos, a vascos y catalanes les encantaba ser españoles). Sin embargo, todo aquello discurría en un páramo ideológicamente yermo, desprovisto de la necesaria evolución política. En ese aspecto, nuestro siglo (disculpen si me cito de nuevo, pero me ahorra trabajo) se limitó a ser la más desvergonzada cacería por el poder que, aun conociendo muchas, conoce nuestra historia, mientras los campesinos vivían en una pobreza mayor, y la industrialización que llegaba a los grandes núcleos urbanos empezaba a crear masas proletarias, obreros mal pagados y hambrientos que rumiaban un justificado rencor. De manera que, entre espadones ambiciosos y políticos corruptos, obispos que mojaban picatostes en toda clase de chocolates, jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros y farsas electorales compradas con dinero y garrotazos, el reinado de Isabel II, hasta su caída con la revolución de 1868, fue un descarado reparto de poder en manos de forajidos políticos, gentuza instalada en las Cortes y en las capitanías generales, demagogos, sinvergüenzas militares y civiles que, liberales o conservadores, trincaban del mismo negocio. Y para hacernos idea de la catadura moral de algunos, basta comparar dos citas de pensamiento político casi contemporáneas. Una es del presidente francés Mac-Mahon: Sinceramente obediente al régimen parlamentario, jamás me opondré a la voluntad nacional expresada por sus órganos constitucionales. La otra, del ministro español González Brabo: La lucha pequeña y de policía me fastidia. Venga algo gordo que haga latir la bilis. Entonces tiraremos resueltamente del puñal y nos agarraremos de cerca y a muerte.
[Continuará].
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Publicado el 31 de octubre de 2024 en XL Semanal.
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Don Arturo, no importa citarse a sí mismo si la cita es buena y si no hay nadie mejor a quien citar. Estupendo.
Y, por mi parte, una vez más, hacer referencia tanto al desastre que supuso para España el XIX, en mi opinión más que el XX, y la inevitable comparación con el presente: » forajidos políticos, gentuza instalada en las Cortes y en las capitanías generales, demagogos, sinverguenzas». Salvo las capitanìas generales, que hoy son muy dignas, el resto, hoy igual que ayer.
Hoy, parece que sì que hay libertad para votar. Pero se vota con las nalgas, se vota lo que se vota aunque tampoco haya donde elegir. Y, aquí, no dimite nadie. Está prohibido. Ni siquiera por verguenza. Seguimos sin ser Europa.
Porque, ante las desgracias es necesidad estar unidos. Pués no. De nuevo asistimos a un macabro espectáculo en el que, unos a otros, se están arrojando los muertos y la destrucción a la cabeza y aprovechando la contingencia. Ya hay algunos que están de nuevo pensando en contratar mascarillas… o lo que se tercie.
La política de este país, en el XIX y en el XXI, SACAR TAJADA. Esa es la máxima, el eslogan, el verdadero relato. Porque a la política se va, no por servicio a los demás sino algunos por tocar culo, otros por llenar la bolsa y otras por ir a la peluquería todos los días y llevar ropa de marca.
Pero, bueno, ahí está el pueblo, ayudando hasta la extenuación.
Saludos.
Espero le guste, hoy va de zoología.
La gallina de Paiporta
De las aves de corral
Que contiene nuestra fauna
Hay una muy singular
Que ya se estudia en las aulas.
Es del orden galliforme,
La gallina de Paiporta,
Que, a pesar de su gran porte,
De valentía anda corta.
A resultas de cruzar
Con picantón tomatero
Gallina del Ampurdán
Nos ha salido un engendro:
Este pollo relamido
Y de andar tan estirado
Que siempre encuentra motivo
Para no pisar el barro.
¡No paro de reir!
Me voy a responder a mí mismo después de dos o tres días de reflexión, de indignación y de concienciación. Quizás lo que voy a decir a continuación, independientemente de la Gallina de Paiporta, no va a gustar a muchos lectores de esta sección.
También hay quien me ha dicho en esta sección que solamente critico a las izquierdas. No es cierto. Y este escrito sirve para desmentirlo.
Se ha publicado lo de la comida del ínclito Mazón con la periodista y comparto la total indignación de que el lugar adecuado del ínclito estaba en esos momentos, no deleitándose con los placeres del lenguado al horno o de las angulas de Aguinaga o quizás con cordero lechal o cabrito (por lo de de lo que se come se cría) o en los placeres de contemplación de la esbelta figura femenina de la periodista, sino en su despacho o en el centro de asistencia en los desastres, en labores específicas de su cargo. Para contratar personal me imagino que la comunidad dispone de su propio departamento específico.
No tiene justificación ninguna este tema. Y, el Partido Popular, se debería situar en primer lugar en pedir la dimisión de este sujeto. Y si no lo hace, quedará, por lo menos ante mí, en el mayor de los descréditos. No se puede pedir la dimisión de nadie sin que dimitan los que han incumplido flagrantemente entre los tuyos, los que, por desidia o rijosidad han desatendido al pueblo sufriente. Eso sí, habrá que preguntarle al sr. (por decir algo) Mazón si consiguió hacerse un errejón.
Pero lo que de verdad me sorprende es que, entre los comentarios periodísticos que se han hecho de este episodio tan desastroso, es que ha pasado desapercibido un episodio realmente vergonzoso y sangrante. Que las contrataciones de cierto personal de élite, sea en las televisiones o sea donde sea (también es práctica común en las empresas), se hagan, no en los amplísimos despachos o salas de reuniones pagadas a precio de oro por los contribuyentes o en los lujosos centros administrativos de las comunidades autónomas, sino en un restaurante, entre pechuga y cabrito (no lo digo con segundas o sí), entre vino de reserva y Moet Chandom, entre tetilla de Santa Teresa (o no tan santa) y plátanos asados (tampoco lo digo con segundas, o sí).
Es una vergüenza que en este país, los más, hayamos tenido o tengamos que hacer costosísimas selecciones de personal u oposiciones con test de Rochard incluidos y con entrevistas en vetustos despachos con interlocutores a cara de perro, para conseguir un nuevo trabajo y, «otros u otras» lo hagan en un restaurante. Y me sorprende que esto no haya sorprendido a nadie. Me sorprende que no he leído a ningún periodista criticar esto. En esta sociedad estamos cayendo en que lo que se ha establecido como normal, no sorprenda y no se critique éticamente.
Dos datos nos faltan al personal entre tanta sinvergüencería: el menú que sus señorías tomaron en su gran ágape, mientras el pueblo se ahogaba literalmente; el otro, quién pagó la cuenta y cuanto supuso a las arcas valencianas el dispendio orgiástrico del sr, presidente de la Comunidad. Y es indignante que gastos de este tipo se anoten en cuenta como «gastos de representación» y no con su verdadero motivo: «comida personal de placer con una periodista».
¡Dimisión, por favor! ¡Dimisión! Por vergüenza, por dignidad, por los muertos, por los supervivientes… por todos.
Cantamañanas
Mazón, con la Maribel,
Seguía alargando el postre
Cuando en las calles de Utiel
Estaban flotando coches.
La señora consejera
De justicia e interior
Es ignorante en alertas
Cuando esa es su misión.
Y la «ninistra» Ribera,
A pesar de su apellido,
Parece que no se entera
De cual es su cometido.
(Resulta que si hay crecida,
Y no es de río ni presa,
A la «desaparecida»
El tema no le interesa.)
Ya sea en Eurovisión,
Donde aspiraba Mazón,
En Comisión Europea,
Donde aspira la Ribera,
Confederación del Jucar
Donde trinca la gentuza…
Siempre «cantarán» lo mismo,
La canción del cretinismo
Que entonan de buena gana
Cretinos cantamañanas.
Era el barranco del Poyo,
Miraban para otro lado…
No chapoteen en lodo,
Todavía hay que limpiarlo.
Me uno a su clamor, señor Ricarrob. Lo primero es que, salvo los estómagos agradecidos alimentados con el dinero de todos, el resto de ciudadanos normales estamos hasta el escroto o la vulva del navajeo trapero partidista y que nos quieran meter en el «o conmigo o contra mi» de los partidos políticos, como si la única vida posible en este paìs estuviera entre esa partida de avasalladores y trogloditas de la política partidista, de unos o de otros o los del más allá. Pues no, criticamos a quien nos sale de la entrepierna, y cuando nos peta, y cuando consideramos que unos u otros lo hacen mal o peor o ni siquiera lo hacen, salvo pulsar un botoncito de voto en su escaño cuando se lo ordenan los berzas que mandan sus bandas de apandadores. Pues no, sepan sus señorías que nos defecamos casi todas las mañana en su estampa, las de unos y las de otros por igual, cuando nos abochornan con sus conductas de «quítate tu para ponerme yo» o «al enemigo ni el agua». Oigan: que fuera de sus bandas se trabaja, se sufre para pagar sus tributos esquilmatorios y sus dietas de postín. Que nos duele ver en lo que han convertido la nación sus cuevas de ladrones reclutadas por sus partidos y que, si nos dejaran, no se iban a salir del barrizal sólo con un palo en el coche o con boñigas de barro en sus caros atuendos, que se irían mucho más humillados a casa para que espabilaran y recuperaran el respeto por la ciudadanía que paga sus tonterías y malos vicios. Y que ya está bien de tanta milonga, de tanto mentir al personal con ańagazas incumplidoras de sus programas electorales. Que, acabando, señoras y señores de los partidos, salvo rarísimas excepciones, todos ustedes y ustedas nos parecen una vulgar mierda. Costosìsima por cierto para el trabajo que hacen y los problemas que no resuelven. Que casi preferimos reclamar, como en el refrán, al maestro armero. Que lo sepan.
Un abrazo señor Ricarrob y al resto de discrepantes con este «Estado de Desecho» y con esta grandiosa juventud olvidada que les da ejemplo con escobas, cubos y fregonas. A ver si ustedes también, politicastros, se aplican de una vez a la concordia y a la faena.
Pero Don Arturo ¿habla del S. XIX o de la más rabiosa actualidad?
Todo lo que escribe es la España de hoy, quitando a la Iglesia que ya pinta poco (aparentemente).
Me encanta la gentuza que llama a D. Arturo exponente del cuñadismo y ellos no saben ni leer.
Seamos optimistas.
«…un pueblo embrutecido y gandumbas, que se movía según le comían la oreja y al que bastaba, para ponerlo de tu parte, un poquito de música de verbena, una corrida de toros, un sermón de misa dominical o una arenga en la plaza del pueblo, a condición de que el tabaco se repartiera gratis…»
Pues la verdad, salvo un sistema sanitario portentoso (gracias a sus vocacionales profesionales, que no a los políticos con sus recortes económicos empleos temporales y privatizaciones sin sentido), no veo mucha diferencia con la España actual. Cambian lo del tabaco gratis por bonos culturales juveniles, abonos gratuitos de transportes, viajes del Imserso y subvenciones a mansalva y salarios sociales y la cosa pinta poco más o menos idéntica.
No sé si habrá dado cuenta usted don Arturo que la situación que vivimos actualmente tiene visos de convertirse en algo muy parecido al reinado de Isabel II.
Es cierto que don Felipe no es Fernando VII, mas ahora el rey reina pero no gobierna.
Tenemos un cruce entre el rey felón y «ajipedobes» gobernando el país y sólo falta que a la cadete «bombón» se le case con algún primo «moderno» y a su hermana con otro «Montpensier», éste con chilaba, para que estemos en las mismas de entonces, aunque ahora Alcolea se libre en las redes sociales.
En 2014 escribí esto, hoy, una década después, me mantengo en lo dicho hasta la última coma.
Oración por don Felipe
Todos los días me acuesto
Pensando en Felipe VI.
Sin querer la monarquía
Por él rezo cada día.
Por que el Ángel de la guarda
Le libre de las petarda
Y, aunque nos cueste un doblón,
Sea más Grecia que Borbón.
Por que a la reina Letizia
No le pueda la codicia
Y como buena asturiana
Despierte cada mañana.
Por que la infanta Leonor
Nunca pierda su candor,
Sea princesa de Asturias
Sin que pasemos penurias
Y esté siempre preparada
Para así ser coronada.
Por que la cuatro y la secta
No le fastidien la siesta
Y si hay nuevas Iglesias
Sigan ganando las viejas.
Todo esto que yo pido
Espero sea recibido
Con la humildad que lo mandó
Y que sirva para cuando
Desplieguen la tricolor
Pedro, Pablo y el Garzón,
Apóstoles de una izquierda
Que me parece una mierda.
Y sin más ya me despido
Con lo antes referido
Pues sin amar la Corona
Guardánosla Madonna,
Tú, que reinas en los cielos,
Hazles ver que en tus modelos
Se encuentra la salvación
De esta vieja institución.
Sr Pérez Reverte, su escrito además de ameno es demoledor.
Lo único que parece dar un poco de esperanza es que, si ellos dejaron atrás esa vida tan complicada y oscura, en la situación actual también podremos ir hacia un futuro mejor.
Nunca pude estudiar bien el siglo XIX español, pero me alegro que no me hiciesen perder el tiempo.
Aparte de mi abuelo que nació en 1998 todos mis antepasados son del siglo XX que, quizás por haber vivido la mayor parte de mi vida en él, me parece un siglo luminoso.
Avances impensables en tecnología, música, acceso a estudios, modas, liberación femenina, viajes,cine, gastronomía…
Todo cambió, y para coronar el siglo con la excelencia, apareció la generación Boomer a la que pertenecemos usted y yo.
Soy modesta,eh?
Pues me quedo con el siglo XX
Es trágico como el paralelismo entre este artículo sobre el XIX y el actual XXI se parecen. Y lo que es peor, no hay mejoría en el horizonte. Echando un vistazo por la ventana de nuestra actualidad dan ganas de coger las maletas y buscar un futuro mejor en otro país, ya sea medio serio o decente.
Excelente artículo Don Arturo.
Así es este país, estimado amigo. Y sí, tenemos que esperar que venga algo gordo que haga latir la bilis. Entonces tiraremos resueltamente del puñal y nos agarraremos de cerca y a muerte. Así somos y no vamos a cambiar.
Un abrazo de su amigo, que no olvida que tenemos una charla pendiente.
Postdata: Ya no voto a ningún partido ni pienso hacerlo nunca más. Ahora pongo denuncias (y no eso que llaman denuncian falsas), sino yendo al Juzgado y poniendo denunciar verdaderas.
Yo tampoco voto, es una farsa, y no quiero ser cómplice.
Siglo XIX y España: la oportunidad perdida de subirnos al tren de la razón y del progreso. Ya lo empezamos mal equivocándonos de enemigo el 2 de mayo, y lo terminamos peor con la Restauración y en la bahía de Santiago.
La España decimonónica marca nuestro triste devenir y nuestro evidente retraso en el desarrollo social, político y económico con respecto a gran parte del resto de Europa; y lo que es peor: no terminó hasta el tercer cuarto del siglo XX…
PD: entre trienios liberales, Esparteros, Serranos, carlistas, Saboyas, repúblicas efímeras y Alfonsos, recuerdo esta parte de la asignatura de Historia del BUP, como la más difícil de estudiar…
Hola a todos. Para los que ven semejanzas entre la historia del siglo XIX y la España actual les diré que puede que sea muy parecida en el fondo, al fin y al cabo la hicieron nuestros bisabuelos, pero no en las formas. Y las formas cuentan mucho. Ahora somos gobernados por la misma calaña gracias a los votos de los mismos gandumbas pero de manera mucho más civilizada, sin derrocamientos, sin revoluciones, sin guerras civiles (hubo tres guerras carlistas). Se sigue robando pero de manera mucho más discreta. Seamos optimistas, reconozcamos que algo hemos evolucionado los bisnietos.
¡Salud para todos!
Los bisnietos entontecidos con los móviles…
El siglo XXI es el siglo XIX con ventanas a la calle.
Espero un artículo dedicado al 98 y a Cuba… Abre el apetito.