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Una historia de Europa (XLIII)

Las cruzadas no cambiaron la historia de Europa ni la del mundo, pero durante dos siglos fueron una empresa aventurera, desordenada, caballeresca y sangrienta. Con ese nombre oficial hubo ocho, aunque ni siquiera los historiadores se ponen de acuerdo sobre su número exacto. Los turcos seljúcidas se habían apoderado de Tierra Santa, incordiando a los peregrinos que turisteaban por allí (eso es lo que dijo el papa Urbano II para calentar el ambiente), y en el año 1095 se hizo un llamamiento a la cristiandad para recuperar aquello. Un monje llamado Pedro el Ermitaño emprendió viaje arengando multitudes, y tras él fueron millares de hombres, mujeres y niños (la parte folklórica del asunto) y caballeros franceses, alemanes e italianos (la parte seria). A los primeros los hicieron picadillo los turcos apenas asomaron por allí, pero los segundos tomaron Jerusalén a sangre y fuego, haciendo una escabechina espantosa de mahometanos (y de paso, de cuanto judío encontraron por el camino). Aquella fue la Primera Cruzada, que creó pequeños estados o reinos cristianos en Palestina que no tardarían en volver a manos musulmanas. Eso dio lugar a otras cruzadas, de la que la más famosa y pinturera es la tercera (inmortalizada por Walter Scott en su novela El talismán). En ella participaron tres reyes: Ricardo de Inglaterra, Felipe de Francia y Federico de Alemania. El alemán se ahogó en el viaje y los otros se llevaron fatal, aunque el protagonismo fue del inglés, más conocido por Ricardo Corazón de León. Al uso caballeresco de la época, éste se hizo amiguete del rey musulmán de allí, un tal Saladino, con quien llegó a treguas y pactos que, eso sí, duraron poco tiempo. Hubo luego otras cruzadas, algunas más disparatadas que otras (incluso una de niños, lo juro, que acabaron todos esclavos de los piratas y los mahometanos), y otra en la que en vez de recuperar Jerusalén los cruzados saquearon Constantinopla, que era capital del imperio cristiano bizantino pero les quedaba más cerca. Resumiendo: aquella prolongada aventura (que duró de 1095 a 1291) fue un fracaso de campeonato. El espíritu caballeresco se diluyó en las ansias de botín y los intereses particulares de cada cual, y Europa no se benefició casi nada. Como todo se hizo a espadazo limpio, cortando cabezas, tampoco sirvió para que los reinos medievales obtuviesen conocimientos económicos ni científicos de Oriente, que por esa época llegaban sólo a través de Sicilia y España (aquí pasamos mucho de las cruzadas porque teníamos nuestra propia carnicería privada entre moros y cristianos). El caso es que esos dos siglos de sangre y barbarie en nombre de Dios no cristianizaron Palestina, ni domeñaron a los musulmanes, ni aseguraron Jerusalén para la cristiandad, ni garantizaron la supervivencia de Constantinopla, que siglo y medio después caería en manos turcas. En cuanto a lo positivo, y dentro de lo que cabe, aquella frustrada empresa alumbró el nacimiento de las órdenes de monjes-soldados hospitalarios y templarios (estos últimos darían pie a muchas leyendas y literatura) y, sobre todo, al exigir los establecimientos militares en Tierra Santa un importante apoyo logístico, hizo que la navegación cristiana se extendiera por el Mediterráneo, facilitando el enriquecimiento de las burguesías italianas con la expansión hacia Levante de los imperios comerciales de Venecia y Génova. Éstas fueron las auténticas beneficiarias de aquella peripecia, y también la única consecuencia positiva de las cruzadas en el futuro de Occidente, por la Italia estupenda que iban a poner a punto de caramelo. Sin embargo, como sombrío reverso de la moneda, el espíritu de cruzada, o sea, el concepto de Guerra Santa que tan ineficaz había sido frente al Islam, iba a volverse ahora contra los propios europeos, cual si la frustración religiosa por no haber conseguido Palestina se vengara en las disidencias y herejías locales. Hacían falta (y nunca mejor dicho) otras cabezas de turco. La cruzada interior es aún más justa y conforme a razón, escribió el Hostiense con un par de huevos. Y es que ya no se trataba de convertir al pagano, al cismático o al heterodoxo, sino de exterminarlos por la cara. Eso justificó las matanzas de cátaros, husitas, prusianos, vendos y lithanianos: todo se acabó planteando también como cruzada, pues todo cabía en tan fanático cajón de sastre. Y nada resume mejor la intransigencia ambiental que lo dicho por el abad del Císter Arnaldo Amalric (un verdadero hijo de puta con terraza y balcones a la calle) durante la guerra contra los albigenses, cuando al pasar a cuchillo a los 60.000 habitantes de Beziers le comentaron que había católicos entre ellos: Matadlos a todos, que Dios reconocerá a los suyos.

[Continuará].

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Publicado el 10 de diciembre de 2022 en XL Semanal.

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

– ¿El ‘Hostiense’? Será, el Ostiense, San Gregorio Ostiense, obispo de Ostia. No sé de dónde habrá sacado don Arturo el concepto de ‘cruzada interior’, pero dado que no se conocen escritos de este obispo, apuesto a que es una frase sacada de contexto (como las que él criticaba en «Sobre piojos y garrapatas»), o entrecomillada en la obra de otro autor. En todo caso, el término es equívoco y puede sugerir el ‘buen combate’, que es la ascética y la lucha contra los tres enemigos del alma: mundo, demonio y carne. Dudo mucho que, en el siglo XI, tuviera el sentido que don Arturo le da.

-No es lo mismo ‘guerra santa’ que ‘cruzada’. La guerra santa es el nombre vulgar que se da a cualquier guerra con motivación religiosa. Por ejemplo, las rebeliones de los mozárabes (cristianos que vivían en territorio andalusí) contra el califato de Córdoba podían ser guerras santas, pero no cruzadas. La cruzada es un término mucho más restringido, que viene definido por dos condiciones sine qua non: debe ser proclamada por el Papa y debe conceder indulgencias a quienes mueran en ella. Para los legos, hay que explicar que esto se aplica bajo las mismas condiciones que en la paz, es decir, confesar y no cometer pecado mortal: es falso que las indulgencias amparen o disculpen al que se entregue a cometer desmanes. Los hubo, y por ambas partes, pero no se puede olvidar que los ejércitos cruzados eran una amalgama de gentes de toda clase, origen y condición, carentes de disciplina, oficialidad y mando unificado. Echada esta tropa sobre ciudades opulentas, podía pasar cualquier cosa y las indulgencias quedar en papel mojado. Pero eso no formaba parte del espíritu de cruzada que don Arturo critica, era su degeneración.

-Es un grave y habitual desenfoque desde el punto de vista histórico circunscribir las cruzadas a las campañas medievales por recuperar Tierra Santa. La Reconquista española fue una cruzada casi incesante, y movilizó tantos efectivos y bulas de cruzada como las de Oriente. De hecho, la ‘primera cruzada’, en rigor, es la campaña que finalizó con la conquista de Barbastro en 1064, décadas antes de la toma de Jerusalén. Tanta importancia tenía para los que otorgaban la bula de cruzada, es decir, los papas, que llegaron a prohibir a los españoles ir a Tierra Santa como cruzados (sin demasiado éxito) para no descuidar la ‘cruzada de España’. Claro, que la Reconquista es una cruzada muy diferente, realizada por elementos locales, aunque también hubo muchos cruzados ocasionales, los famosos ultramontanos (de ahí viene el término), los de más allá de los Pirineos. Los guiris venían a lo que venían, hacían su escabechina, arramblaban con lo que podían y a casa. Los españoles no solían hacer degollinas y rendían ciudades haciendo pactos que respetaran vidas y, a veces propiedades de los moros. Eran nuestros vecinos, a nuestro pesar, y había que observar los usos que limitaban el poder destructivo de la guerra. Los ultramontanos no tenían vecinos musulmanes y no tenían que aguantar sus represalias. Ésa es la diferencia. Ejemplo: en la campaña de Las Navas de Tolosa, los ultramontanos se cabrearon y abandonaron el ejército cruzado cuando los reyes españoles les prohibieron pasar a cuchillo a la población musulmana de Malagón.

-Beziers no podía tener 60.000 habitantes en el siglo XIII. Por ejemplo, Barcelona, la ciudad más populosa de la Corona de Aragón, no pasaba de 30.000. La leyenda de la masacre perpetrada por el malvado legado pontificio, con la misma frase, también se dice de la toma de Jerusalén por Godofredo de Bouillon. Ignoro la fuente de donde saca don Arturo la historia, pero no es verosímil que un legado pontificio ordene un asesinato indiscriminado, sean fieles o herejes. La herejía era un delito, pero había que probarla en un juicio realizado por un tribunal competente, y para serlo debía recibir la potestad de la Santa Sede. La literatura protestante, masónica, volteriana o anticlerical del XIX está llena de este tipo de exageraciones antihistóricas. Era uso de la época someter a saqueo a las ciudades que no se rindieran, junto a la ejecución de los cabecillas o de todos los defensores. En el saqueo, se dejaba libertad a la soldadesca durante uno o dos días para pillar, en el curso del cual eran habituales los asesinatos de civiles, violaciones, etc. Otra cosa muy distinta es la masacre de toda la población. Beziers continuó siendo una ciudad populosa e importante, no se produjo un declive significativo de su importancia, por cuanto, a priori, es improbable que se produjera una masacre generalizada.

-Se suele olvidar que las cruzadas tuvieron mucho de reacción defensiva. Los países del norte de África y Oriente Medio que hoy son musulmanes eran provincias bizantinas o reinos cristianos que acababan de caer en manos de los árabes, a los que sucedieron los turcos, que no contentos con el Asia Menor, pasaron a territorio europeo y aquí estuvieron hasta hace cuatro días. Cuando Raimundo Lulio viaja a Túnez, el país de San Agustín, aún encontró personas que sabían santiguarse. Egipto había sido la cuna de los monasterios.

-Las cruzadas tuvieron un gran impacto comercial, polítuco y cultural. Es imposible imaginar el renaciniento del siglo XIII o nacimiento del capitalismo en las repúblicas italianas sin el comercio abierto por las cruzadas. Es imposible imaginar Europa como la conocemos hoy si los cruzados no hubieran detenido a los otomanos en Viena o en Lepanto. Es imposible imaginar Europa o la cristiandad sin la conciencia de unidad frente a un enemigo muy poderoso y amenazante, igual que hoy no existiría la Unión Europea sin las guerras mundiales ni la URSS.

Carlos David
Carlos David
2 años hace
Responder a  Josey Wales

Bájele el tono, que para discutir cifras ya tenemos también el Holocausto. Y sí, en cambio, rechazo con vehemencia su negativa a reconocer la frase tristemente célebre del cisterciense Amaury (O Amalric), aunque fuera recogida por Heisterbach unos 50 años después. Sumando y restando, las cifras de la masacre de Beziers ronda entre las 3.000 a 5.000 víctimas.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace
Responder a  Carlos David

No debo haberme explicado bien. No puedo negar nada, porque para negar (o afirmar, como Don Arturo), necesito certezas. Las certezas se obtienen mediante pruebas o evidencias, y el único medio para conseguirlas (o no) es una investigación histórica. Yo no la he hecho, ni he leído la documentación, y apenas conozco la historiografía sobre el tema. Ahora bien, con lo poco que sé y otro poco de sentido común, puedo afirmar que Don Arturo ha dicho tres cosas dudosas:

Uno, que los cruzados mataron a 60.000 personas en Beziers. No he hecho un juicio moral, no he dicho que me parezca bien o mal. He hecho un razonamiento de tipo histórico. Si usted ha deducido algo más de mis palabras, es porque no ha leído con atención. He dicho que Beziers no podía tener ese número de habitantes, he explicado porqué y he dicho, sin temor a equivocarme, que no puede haber más muertos que habitantes. Ignoro de dónde saca usted esa cifra de 3000 a 5000.

Dos, he dicho que la frase del dichoso Amalrico me parece inverosímil, aunque mejor haber dicho sospechosa. Se haría largo explicar porqué lo digo. Usted dice que la cita procede de un cronista posterior. Eso no prueba nada, ni a favor, ni en contra. Ningún historiador admite sin más los datos de una fuente, empezando por los cronistas de la época. Si la cifra de 60.000 que da Don Arturo procede del cronista, no favorece la veracidad de éste.

Tres, la masacre en masa ordenada por un clérigo, me parece improbable A PRIORI. Dicho de otro modo, es una hipótesis con poca fuerza. Primero, porque un exterminio es extemporáneo, no es costumbre de la época. Ojo, no digo que no hubieran masacres en masa, pero no era lo normal. Si hubo una masacre, no creo que fuera de ese tipo.

Alfonso
Alfonso
2 años hace

Muy interesante como siempre. Bravo Sr. Reverte

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Es una enfermedad. Ninguna ideología o religión están libres de fanáticos. Ninguna. Ni ecologistas, ni animalistas, ni feministas, ni populistas… Ninguna. Y si, además, consiguen el poder, el desastre está asegurado. Apliquémonos el cuento mirando hacia el pasado. Ninguna.

Los cátaros o albigenses desarrollaron una doctrina, herencia y tradición del gnosticismo oriental y del maniqueísmo y, quizás, incluso del zoroastrismo. Quizás, con sus enseñanzas, con su visión dualista, habían resuelto la explicación del problema de la existencia del mal en el mundo, cuestión que trajo de cabeza a la filosofía patrística y a la escolástica durante toda la Edad Media que lo resolvieron de mala manera, con parches. Y eran, los albigenses, en general, pacíficos y ascetas. Y sus predicadores, los «perfectos» vivían en la más estricta pobreza, dando ejemplo, en contraste con la jerarquía oficial de la Iglesia.

Pero, también negaron la autoridad del Papa. Y ahí toparon con la jerarquía. Creo recordar que la primera inquisición, que no fue la española como así se cree, se creó contra ellos, para declararlos herejes y condenarlos.

Y también es de destacar el papel preponderante de la mujer en la sociedad cátara, con mucha más independencia, igualitarismo y protagonismo que en la sociedad católica. Al lado de sus predicadores, los «perfectos», codo con codo, predicaban también las «perfectas». Y, ambos, podían ser padres y madres.

Y fueron masacrados a sangre y fuego. Palabras de Amalric o no, fue uno de los grandes oprobios cometidos por la Jerarquía. Con su extinción, esta se quedó con el camino expédito, sin oposición ideológica… hasta que apareció Lutero. Nuevas guerras de religión, nuevas masacres, más sangre, terror y fuego. Quizás sin salirnos de Europa han habido más víctimas a causa de la religión que las producidas por las guerras mundiales.

Líbranos, Señor, de los fanatismos y concedenos, a todos, la tolerancia.

Ninguna.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Los cátaros no resolvieron la cuestión de la existencia del mal. Hablaban de dos principios, el bueno (eterno e identificado con el espíritu) y el malo (temporal e identificado con la materia). Para los cátaros, el cuerpo es una prisión hecha por Satanás para para encerrar a las almas. Los autodenominados ‘perfectos’ creían que con la penitencia y otras pruebas se librarían de la prisión del cuerpo y volverían al paraíso. Como consecuencia, su moral y ascesis era inhumana. Por el horror que sentían hacia la materia, ayunaban hasta caer enfermos. Otros no comían carne, leche ni huevos, al creer en la metempsicosis como otras sectas actuales. Creían que el acto de procrear era esencialmente demoniaco y el matrimonio un pecado. Creían en muchos otros errores, el más llamativo de todos era el de la ‘endura’, el acto de dejarse morir de hambre. Los que se suicidaron de esta forma tan estúpida eran aclamados como santos por los ‘perfectos’, que eran los únicos verdaderos cátaros.

Las autoridades civiles comenzaron a actuar contra ellos con legislaciones extremadas; en otros casos, los herejes, aún los levemente sospechosos, estaban expuestos a las iras del populacho (aunque no había redes sociales, las pasiones del hombre son las mismas). Cuando Gregorio IX crea la inquisición pontificia, está prohibiendo cualquier represión de la herejía fuera del control pontificio y dándole un cauce jurídico. Los judíos o los musulmanes no podían ser juzgados por la Inquisición, como falsamente se cree, al no estar bajo su jurisdicción. La cuestión es demasiado amplia para tratarla aquí, pero no se puede simplificar hasta el punto de verla como un enfrentamiento entre tolerancia e intolerancia.

Se suele olvidar que la guerra de los cátaros comenzó por el asesinato del legado pontificio y no fue una guerra de cátaros contra cruzados. Pedro II de Aragón no era un cátaro, de hecho, su legislación contra la herejía era brutal. Hay varios ejemplos que indican que la Santa Sede y la Inquisición refrenaron con bulas, instrucciones y legados enviados ad hoc veleidades milenaristas de algunos obispos y leyes civiles extremadas o sin procedimiento. Hubo varios casos de inquisidores que procedieron sumariamente y sin respeto al procedimiento. El primer inquisidor para toda Francia, Robert le Bougre, antiguo cátaro, cometió excesos que le valieron la destitución y la condena a prisión perpetua.

Es muy fácil denunciar la intolerancia del pasado cuando vivimos protegidos por fronteras seguras, seguridad jurídica, un sistema judicial y un aparato represivo del crimen que funciona más o menos bien. Todo esto, que constituye una parte del estado moderno, costó siglos construirlo. Doy gracias porque los cruzados fueran intolerantes y obstinados. Si hubieran sido los hombres de este estúpido siglo XXI quienes hubieran hecho frente a almohades y otomanos, ahora mismo no habría mucha diferencia entre Europa e Irán, Libia o Siria.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace
Responder a  Josey Wales

Bueno, sr. Wales, respeto su opinión pero la interpretación que ha hecho de mi comentario creo que es excesiva, traída un poco por los pelos y sesgada. Es lo que pienso.

Con mi comentario no apruebo a los cátaros y sus prácticas excesivas. No soy un neo-catarista en mis concepciones. Eso si, con ellas no perjudicaban a terceros. No trataban de conquistar territorios ni ganar adeptos a su fe de forma agresiva y por la fuerza. Por lo tanto, sí que pienso que se trató de intolerancia. Y de, por supuesto, no acatar la Jerarquía que quizás fue su principal problema. Y el otro hecho indudable es que fueron masacrados, exterminados y, eso, en cualquier tiempo de que se trate, es una barbaridad. No hay relativismos temporales para según que cosas. El maniqueísmo fue igualmente reprimido y el gnosticismo también. El hecho es que no se permitían disidencias doctrinales. Para discutir en otro ámbito, sería el extenderse en qué es «doctrina», en qué son verdades universales, y qué es aquello impuesto por la Jerarquía.

Y me estoy refiriendo solamente a los cátaros, no a la lucha contra el Islam, a la que no me he referido. Por favor, no me mezcle ambas cuestiones y parezca que yo, con mi comentario, haga extensiva mi apreciación a todas las cruzadas. Realmente creo que se aprovechó políticamente el hecho ya existente de las cruzadas para definir como tal al exterminio cátaro, con intereses económicos muy particulares para apropiarse de las tierras y de los bienes cátaros. Y el papado, como ya había ocurrido anteriormente y seguiría ocurriendo en el futuro (incluso hoy, con el Papa antiespañol de extrema izquierda), fue manipulado para declarar como cruzada una guerra dentro del propio ámbito cristiano. Porque, hay que admitirlo, los cátaros no eran católicos pero eran cristianos.

Y más tarde, solo un poco más tarde, por motivos también espúreos y con acusaciones falsas, se hizo casi lo mismo con los caballeros templarios. Tampoco en esto soy neo-templario. Después de haber combatido heróicanente contra el Islam, de haber protegido los Santos Lugares, de ser respetados como caballeros y como nobles guerreros por el propio Islam, etc., cuando ya no eran necesarios para ello, fueron condenados y, eso es lo más importante, despojados de todos sus bienes. ¿También con los templarios hay que aplicar el relativismo temporal?

Yo creo que en ambos casos se puede aplicar el mismo juicio predominante: la codicia, vieja como el mundo y que siempre acompaña al hombre en todas sus manifestaciones y en todo tiempo, sin relativismos.

Y, sr, Wales, tengo una cosa muy clara. Atacar o criticar a la Jerarquía y sus errores históricos (como los cometen todas las instituciones humanas a lo largo de la historia; por ejemplo, sr, Wales, yo, por muy católico que sea, no puedo justificar la vida y obra de Alejandro VI), no significa hacerlo al dogma, a la fe o a las creencias religiosas.

Eso sí, me puedo equivocar como cualquiera, por supuesto.

Un placer debatir con usted, Saludos cordiales.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace
Responder a  Josey Wales

Se me había olvidado. Debe ser que pierdo facultades… con los años. Respecto al mal solamente dije que «quizàs». Lo que dan es una solución más plausible, aunque fantástica, que la dada por los escolásticos que decían que la ausencia del bien era el mal. Como no lo puedo encajar, lo niego. Porque en algo o en alguien no exista el bien, no se puede decir que sea malo. La ausencua de bien no significa maldad. Igualmente lo contratio.

Es cierto que la concepción ontológica y metafísica que construyeron los cátaros era muy fantástica y su sociedad muy utópica.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Señor Ricarrob: no creo haber hecho ninguna interpretación de su comentario. Mi intención era poner, contraponer si quiere, algunos datos a su comentario. Naturalmente, puedo no haberlo hecho bien y parecer otra cosa, pero no pretendo interpretarle, y menos sesgadadamente. Verá, mantengo que la Historia debe parecerse a la intrucción de un juicio, es decir, debe construirse sobre hechos, no sobre deducciones o sospechas. Ahora bien, al contrario de un juicio, no debe servir para que dictemos sentencia, absorbiendo o condenando (eso no es Historia), sino para entender y, si acaso, aprender y escarmentar. Usted ha sentado un principio general, con el que estoy de acuerdo, diciendo que hay fanáticos en todas partes. Después ha atribuido a fanatismo e intolerancia la represión de los cátaros. Yo no estoy de acuerdo con esto, porque si no hemos hecho bien la relación de los hechos, no podemos pasar a dictar sentencia. Por eso le he puesto junto a los suyos otros hechos que debilitan su alegato. Me alegra ver que no es usted uno de esos pobres vanidosos que toman como algo personal cualquier discrepancia.

Solemos ver las épocas con perfil personal incluido. Pensamos que los campesinos analfabetos eran crédulos y supersticiosos, y los hechos históricos lo niegan. Solemos pensar que la aristocracia dieciochesca era frívola, y nos llevaríamos muchas sorpresas si conociéramos mejor ese tiempo. Solemos pensar que un compañero es de tal o cual manera y, en realidad, lo que pasa es que tenemos el vicio incorregible de aventurar el juicio antes de conocerlo bien. Yo le aseguro que el gran problema de la Iglesia de esa época no era el fanatismo, sino pasiones más primarias. ¿Se imagina usted a Pedro Sánchez con sotana púrpura? Por supuesto que si. Hoy no, pero si hubiera vivido en el siglo XIII, estoy seguro de que hubiera conseguido una.

¿Intolerancia? La Edad Media no era más intolerante que nuestra época en cuanto a ideas consideradas peligrosas (y el catarismo lo fue). ¿Ha visto usted a algún nazi, prorruso o defensor de la lapidación llevar una vida normal, llegar a catedrático, hacer carrera, hacer negocios sin problemas? La Inquisición sólo juzgaba a los católicos y en base a delitos públicos (que además debían probarse) contra dogmas que podían contarse con los dedos. Hoy se juzgan cosas en base a sospechas, deducciones o acusaciones sin fundamento. La Inquisición hacía juicios, nuestra época hace linchamientos. No exagero. Muchas carreras profesionales han sido destruidas por supuestos delitos de herejía, y lo más sorprendente es que muchos de los condenados no eran culpables.

Me gustaría seguir hablando de la naturaleza del mal, pero no hay tiempo. También para mí es un placer. Saludos.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace
Responder a  Josey Wales

Pienso que la sana discrepancia es vida. Lo contrario, como pretenden algunos con muchos temas y , justo hoy, con la justicia, es muy aburrido. Sin ánimo de emular a ningún ideólogo marxista (que no siguen sus propias teorías), de ello nace la necesaria síntesis.

Por favor, sr. Wales, todavía me estoy riendo. ¡El sr. Sánchez vestido de púrpura! Genial. Si estuviéramos en el siglo XV, media judicatura hubiera muerto envenenada…

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Pues ése era uno de los problemas. Siempre ha habido tipos como Sánchez, y hubo épocas en las que los Sánchez de la vida debían ponerse sotana, porque la carrera eclesiástica era un medio para sus objetivos. También hubo cancilleres Tomás Moros, por supuesto. Unos parecían y otros eran, hasta el punto de ir al patíbulo si era preciso. La Iglesia ha puesto sobre los altares a unos, y a otros no. Entre otras cosas, para que nadie se confunda.

Carlos David
Carlos David
2 años hace
Responder a  Ricarrob

Y agrego fanatismos académicos y laborales, que empañan magníficos trabajos científicos, tecnológicos, de ingeniería, medicina, etc.

Raulmanny
Raulmanny
2 años hace

eso de «matarlos a todos..» lo dijo tambien un sacerdote catolico cuando la guerra de los Cristeros en Mejico mientras atacaban un tren, al ser adverido que habia civiles en los carros: «Usted eche bala para alla y que Dios los escoja luego»

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace
Responder a  Raulmanny

Claro, y después se comieron los cadáveres como hacían los aztecas.

Manuel González Ledesma
Manuel González Ledesma
2 años hace
Responder a  Josey Wales

Se resbaló algunos siglos. En tiempo, pero también en espacio, en elementos, en disputas y en entendimiento. Si en el pasado existió alguna tribu caníbal ibérica (lo que es un hecho, real, objetivo), es solo eso, una tribu y es pasado. Si los ibéricos auténticos, originales, desaparecieron y fueron sustituidos hace unos 2,000 años a. C. por grupos que venían de la estepa rusa (también es un hecho), especialmente los hombres no tanto las mujeres (también es un hecho, real, objetivo), pero es solo eso, historia, pasado.

ricarrob
ricarrob
2 años hace

Pasado, de haber sucedido; pasado, de comida u otra cosa que ha perdido su frescura de algo reciente; pasado o pasada de algo que sobrepasa los límites establecidos; pasado, de haber superado una prueba. Pasado. Pesado pasado. ¿A cuál pasado se refiere usted? Ha sido magistral (lo digo . Ha resumido usted 5.000 años o más. de historia de la Península y casi de Europa en dos frases. Es digno de encomio tanta concisión y tal dogmatismo cuando ni los más expertos prehistoriadores de aquí y de fuera están seguros de lo que ocurrió realmente y de que no huvo sustituciones sino mezclas. Tampoco se sabe si los Yamnaya llegarón hasta la Península. No le voy a decir a usted que es un pesado con el pasado pero si que es una pasada lo que ha afirmado y que es indigerible… como el arroz pasado.

Lo siento. Saludos.

ricarrob
ricarrob
2 años hace

Perdón por lo de «huvo». Ha sido un falso tecleo (¡maldita tablet!). Quería decir hubo, no me refería a huevo. Aunque el sentido de la frase podría haber quedado curioso con el huevo pasado o pasado por agua o… ¡manda huevos! como diría Trillo. Curioso lapsus tecleingle que he tenido. Perdón.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

El que resbala es usted. Yo no soy íbero, soy latino o romano de lengua, cultura, religión y patria.

Francisco Díaz Martínez
Francisco Díaz Martínez
2 años hace
Responder a  Josey Wales

D. Arturo no es un historiador, bebe de fuentes, pero va al «pillaje» de historias para sus novelas ( en la calle, o de las personas, cosas de haber sido «periolisto de los buenos»), es un escritor, con 20 millones de libros vendidos, que es una pasada. Cuenta el «hecho histórico», te llama la atención, y ahí están los libros de la ciencia y los escritos de historiadores, para aseverar más o menos. Además no es imparcial, da su opinión personal, palabrotas incluidas. Los Españoles somos españoles, lo de íbero es geográfico, en historia es otra cosa, lo de latino, deduzco de América del Sur o Centroamérica, y ¿qué tiene que ver?. Ahora mírese bien eso de romano y tal, porque el latín está extinguido, hace ya muchos siglos, la religión, ya sabe, «Dios reconocerá a los suyos».., y la patria donde proceda. Un saludo desde la Iberia no sumergida.

Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Una deducción absurda lleva a un juicio erróneo. No da usted ni una, y mire que lo pongo fácil. Gracias por revelarme que los españoles son españoles. Ya decìa yo. Que yo sepa, Iberia es una compañía aérea.

Antonio
Antonio
2 años hace

Ahora voy a tener que repetir todo lo que todo lo que he dicho, y eso se me da muy mal.
En primer lugar quiero darle las gracias , por haber contribuido de forma decisiva a mi crecimiento personal a la edad del otoño. Ya se los dije a algunos que nadaban crédito. Si tuviera que de darle mi corazón para que viviera se lo daría, pues su causa es una causa mayor, porque yo no critico los ideales, aunque no pueda negar que me decepcione si no son los que yo espero, cualquier persona egoísta pensaría lo mismo que yo.
Solamente decide: que sigo queriendo al igual que siempre y que nuestras diferencias van a ser las que son. Y como usted no le gusta lo de los besitos, pues un abrazo. ❤️

basurillas
basurillas
2 años hace

El fin justifica los medios, se diría más adelante en la historia de Europa. Pero antes, en la época en la que transcurre el relato de don Arturo y que aún persiste en muchos lugares, lo que se aplicaba era que «La fe justifica los medios». Y no debería ser así, porque la Fe es un acto interno, personal, sentido, emocionado, fruto de la educación, de la familia y de las propias creencias; que pueden coincidir o no, y total o parcialmente, con las ideas en boga en una época determinada y con su estructuración formal por una mayoría o por quien se ha atribuido la facultad de interpretarla taxativamente excluyendo a los demás y por encima de ellos. Pero esto último no es fe, es sencillamente otra forma miserable y rastrera de la lucha por el poder y por el predominio sobre los demás. Ya lo dijo Nuestro Señor – y éstas, puntualizo, son creencias mías- : No juzgueis y no seréis juzgados. Pero entonces y ahora esta máxima no se respeta. Todos juzgamos y seremos juzgados, por la historia, por las generaciones venideras, por la justicia humana y, en definitiva – otra de mis creencias- por el Supremo Hacedor y principio de todas las cosas, que tiene o al que hemos dado innumerables nombres aunque todos signifiquen lo mismo. En fin, según mis creencias: ¡Feliz Navidad!

ricarrob
ricarrob
2 años hace
Responder a  basurillas

¡Feliz Navidad, señor! Qué no se pierdan las buenas y tradicionales costumbres. No se preocupe, la historia será inmisericorde con tanto actual gilipollas porque los antiguos ya están juzgados. En cuanto al Supremo Hacedor, aunque la Iglesia post diga lo contrario, quizás Dante llevaba razón. Y para escarnio y rabia de los progres y buenistas, feministoides, animaloides y otros malos bichos, de nuevo: ¡Feliz Navidad! y, ¡vivan los belenes!

Basurillas
Basurillas
2 años hace
Responder a  ricarrob

Gracias señor y comparto su vivencia. Algunas veces parece que también hay que tener algo de fe en la tecnología para que ésta sirva también a buenos fines.
Ahí va -espero- una imagen de mi Belén este año para todos ustedes. ¡Feliz Navidad!

https://ibb.co/QfnQ6qx

Francois Gerlotto
Francois Gerlotto
2 años hace

Todo esto es cierto, sin ninguna duda. Sin embargo hay que tomar en cuenta algo que nuestro mundo moderno olvido y no puede entender en absoluto : la certidumbre para la gente que lo que habia en la Biblia era verdad total, y en particular lo del paraiso y del inferno, con las reglas que, si no se respetaban, llevaban inexorablemente el tipo en uno de los dos. No se trataba de dudas, o hipotesis, pero para esta epoca: de hechos. Pues matar a un «infiel» o mas que todo convertirlo a cualquier costo, y principalmente por la tortura, era de un cierto modo salvarlo del infierno eterno. La vida era corta, y para muchos no tan feliz, asi que se consideraba solamente un tiempo provisional de evaluacion para conseguir una vida eterna mejor. Perderla no tenia el mismo significado que para nosotros. Leer por ejemplo el famoso «Mystère de la Charité de Jeanne d’Arc» de Charles Péguy (lo siento, seguramente hay ejemplos en la literatura española, pero soy francés y no los conozco).