Antes de meternos en el Renacimiento, que tan chachi resultó para el futuro cultural, social y político de la Europa que estaba por cuajar, podríamos hacer una pausa para despejar una incógnita interesante. ¿Qué tienen que ver Hitler y la Segunda Guerra Mundial con los siglos XII y XIII en Tierra Santa y Europa?… La cosa puede desconcertar un poco, pero lo cierto es que unos y otros están relacionados. En este caso concreto, la respuesta es caballeros teutónicos. Fueron éstos los monjes-soldados de una orden militar semejante a los templarios y los hospitalarios, nacida en Tierra Santa al socaire de la Tercera Cruzada, que sólo aceptaba en sus filas a nativos alemanes. Y entre 1209 y 1239, gracias a una serie de circunstancias afortunadas (para ella, claro), esa institución medio castrense y medio religiosa acabó convirtiéndose en una de las grandes potencias bélicas europeas. Con mucha sagacidad, sus dirigentes (el gran maestre Hermann von Salza, que era un pájaro de cuenta, y sus sucesores) habían comprendido que la presencia cruzada en Palestina estaba sentenciada, que el reino cristiano de Jerusalén era insostenible y que el futuro de la Orden Teutónica estaba en el este de Europa, donde había un montón de pueblos paganos por cristianizar. Así que entre tiras y aflojas con los papas de turno (como ocurría cuando se trataba de poderes terrenales), esos belicosos fulanos emprendieron la conquista y cristianización, en nombre de Dios y al filo de la espada, de las tierras del nordeste continental. Fue lo que los historiadores llaman Cruzadas Bálticas: sucesivas campañas, unas para ayudar a reinos cristianos fronterizos a asegurar sus fronteras o extenderlas y otras para adquirir nuevos territorios. Empezaron por la Hungría oriental, que convirtieron en feudo propio repoblándola con campesinos alemanes, y continuaron pasándose por la piedra a los paganos de origen eslavo que habitaban Prusia. El papa, qué remedio, les reconoció la posesión de esos territorios; así que luego, ya puestos en plan aguántame un momento el kubaten, kameraden, les metieron mano a los paganos de Finlandia y a los pobladores de Novgorod, que eran cristianos pero ortodoxos que se santiguaban al revés. Con eso pretendían controlar el mar Báltico; pero les salió el cochino mal capado, porque el príncipe de allí (hoy considerado héroe nacional ruso) les dio en 1242 una soberbia somanta de hostias en la batalla del lago Peipus (recomiendo ver la película Alexander Nevski de Eisenstein, aunque sólo sea por la secuencia de la carga de los siniestros jinetes germánicos). El caso es que ese desastre envalentonó a los prusianos y otros descontentos, que se rebelaron contra la Orden y durante un rato largo la tuvieron de sobresalto en sobresalto hasta que en 1284 y con ayuda del rey de Bohemia (que se llamaba Ottokar como el de El cetro de Ottokar de Tintín) toda Prusia quedó en manos teutónicas y empezó a ser repoblada con colonos alemanes. El siguiente objetivo fue Lituania, que los monjes-soldados no pudieron conquistar; pero que, a causa de su presión, acabó integrándose con Polonia en un nuevo reino estado cristiano, a partir de entonces enemigo más o menos continuo, amén de obstáculo para la ambición territorial de los alemanes que apretaban desde el oeste. Y así, ya entrado el siglo XV, allá por julio de 1410, casi 40.000 polaco-lituanos, apoyados por mercenarios rusos y tártaros, hicieron picadillo en lata a los caballeros teutónicos en la famosa batalla de Tannenberg, que decidió el futuro de Europa Oriental y fijó un poquito las fronteras. Hecha bicarbonato de sosa, la Orden nunca se recobró de aquella escabechina, perdió energía y territorios, y medio siglo después, tras las nuevas derrotas de Marienburg y Zarnowiec, arrojó la toalla al ring firmando una paz que cedía a Polonia toda la Prusia Oriental. La otra mitad la entregaría en 1525, y a partir de entonces los caballeros teutónicos se convirtieron en una asociación secular sin relevancia que hoy se dedica a actividades benéficas. Sin embargo, lo gordo nadie se lo quita del currículum: de una parte, a ella se debe la cristianización de la Europa Oriental; y de la otra, sus repoblaciones con colonos propios dejaron importantes núcleos de familias germanas (población de raza aria, ojo al detalle) en varios lugares que cuatro siglos más tarde darían pretexto a la Alemania nazi para invadir y anexionarse territorios por la cara, pasándose por la bisectriz todas las convenciones internacionales. No es carambola histórica, ni mucho menos, que uno de los motivos esgrimidos por Hitler para invadir Polonia en 1939, primer chispazo de la Segunda Guerra Mundial, fuese la ciudad de Danzig, donde residía una importante población alemana desde su conquista por los caballeros teutónicos en 1308.
[Continuará].
____________
Publicado el 18 de febrero de 2023 en XL Semanal.
Entregas de Una historia de Europa:
- Una historia de Europa (I)
- Una historia de Europa (II)
- Una historia de Europa (III)
- Una historia de Europa (IV)
- Una historia de Europa (V)
- Una historia de Europa (VI)
- Una historia de Europa (VII)
- Una historia de Europa (VIII)
- Una historia de Europa (IX)
- Una historia de Europa (X)
- Una historia de Europa (XI)
- Una historia de Europa (XII)
- Una historia de Europa (XIII)
- Una historia de Europa (XIV)
- Una historia de Europa (XV)
- Una historia de Europa (XVI)
- Una historia de Europa (XVII)
- Una historia de Europa (XVIII)
- Una historia de Europa (XIX)
- Una historia de Europa (XX)
- Una historia de Europa (XXI)
- Una historia de Europa (XXII)
- Una historia de Europa (XXIII)
- Una historia de Europa (XXIV)
- Una historia de Europa (XXV)
- Una historia de Europa (XXVI)
- Una historia de Europa (XXVII)
- Una historia de Europa (XXVIII)
- Una historia de Europa (XXIX)
- Una historia de Europa (XXX)
- Una historia de Europa (XXXI)
- Una historia de Europa (XXXII)
- Una historia de Europa (XXXIII)
- Una historia de Europa (XXXIV)
- Una historia de Europa (XXXV)
- Una historia de Europa (XXXVI)
- Una historia de Europa (XXXVII)
- Una historia de Europa (XXXVIII)
- Una historia de Europa (XXXIX)
- Una historia de Europa (XL)
- Una historia de Europa (XLI)
- Una historia de Europa (XLII)
- Una historia de Europa (XLIII)
- Una historia de Europa (XLIV)
- Una historia de Europa (XLV)
- Una historia de Europa (XLVI)
- Una historia de Europa (XLVII)
La historia se repite, hoy Rusia utiliza el mismo pretexto para invadir Ucrania, Georgia, o Transnistria. Si es que somos la leche, están locos estos humanos…
Seis millones de alemanes «arios» poblaban la Prusia Oriental, separada del resto de Alemania por Dansk -O «Danzig»- que fue cedida a Polonia al final de la Primera Guerra Mundial. Como preparando el próximo desastre, digamos, ya que estaba claro que ese sería un semillero de problemas: cortar un país en dos solo trae desgracias.
Un ejército de 250 mil hombres se rindió allí en 1945: ni ellos ni esos seis millones de habitantes llegaron nunca a Alemania ni a ninguna otra parte, pero no existen ya en ese lugar, tampoco.
Excelente artículo, don Arturo.
Buscando, buscando, siempre se encuentran en la histeria de la historia motivos para los desmanes presentes. Se puede llegar, hacia atrás, hasta el paleolítico. Y amañarlo. Los nacionalismos siempre han hecho lo mismo, desde el siglo XIX. Y no miro a nadie. Ahí tienen ustedes a Putin intentando justificar sus ansias imperiales.
Los tetónicos, perdón, teutónicos (en qué estaría yo pensando), merecen una buena novela, don Arturo. Por eso del auge y caída de los supremacismos. ¡Qué obsesión por ese tema de la raza, algo totalmente inexistente!
Por no distinguirnos unos con otros, seamos de la etnia que seamos, no nos distinguimos ni de los chimpancés, aunque algunos sean más gorilas que otros y sean del sexo que sean, sean o no ministros o ministras. Si viera hoy el panorama, la Lucy se harìa ligadura de trompas…
Acabáramos.
Esta serie es una verdadera gozada. ¡Qué gusto leerle! Permítame el atrevimiento, don Arturo. ¿Qué libros imprescindibles sobre las Cruzadas (tanto académicos como más novelescos) recomienda a un apasionado sobre el tema?
¡Un afectuoso saludo!
Inevitables analogías con la actual guerra en el norte de Europa: Rusia-China versus Ucrania-OTAN
La Orden de Santa María de los Teutones nació para asistir y alojar a los peregrinos alemanes a Jerusalén. Como los caminos eran inseguros, había que escoltarles con gente armada, a lo que se añadía la necesidad de defender los estados cristianos de Tierra Santa (es importante situarse en la perspectiva de que habían sido reconquistados, es decir, recuperados por los cristianos). Las necesidades militares eran tan apremiantes, que los monjes debieron pedir una dispensa para portar armas. También había caballeros que deseaban seguir los consejos evangélicos. De estos dos grupos nacieron las órdenes militares. Como eran modos de vida atractivos para la época, atrajeron a muchos caballeros con sus haciendas. Como las órdenes militares eran muy útiles para repoblar y defender territorios fronterizos, los reyes de Jerusalén y otros, siempre escasos de hombres y dinero, les dieron tierras. Cuando cayeron los reinos cruzados, la Orden Teutónica se trasladó a Marienburg (hoy Polonia). Allí comenzaron a expandirse hacia el Este a costa de los estados bálticos, que aún estaban en el paganismo. Sin embargo, los pueblos bálticos se fueron convirtiendo al cristianismo sin la ‘ayuda’ de los teutónicos y ya no valía el pretexto de hacer la guerra por defender la fe. Si a eso le añadimos que lograron convertir la orden en un estado rico y poderoso, ya tenemos las semillas de su decadencia espiritual y desaparición, al perderse su razón de ser y sumirse en las luchas feudales. Por cierto, se suele olvidar que Alejandro Nevski no era exactamente un príncipe de la Rusia eterna, sino un vasallo de la Horda de Oro, es decir, de los mongoles. Los príncipes de Moscovia, Novgorod et alii debían enfrentarse al dilema de las dos superpotencias: o estabas con los mongoles o con los cristianos del oeste.
Volvamos con los teutónicos. Cuando quisieron estirarle las barbas al catolicísimo rey de Polonia, salieron trasquilados y no se recuperaron jamás. Debieron pagarle tributo y le cedieron una parte de su territorio (la Prusia real), en el que estaban algunas ciudades muy ricas que se habían puesto de parte de los polacos, aunque eran de población alemana. Los nacionalismos aún no existían, afortunadamente.
Cuando llega Lutero a explicar a la Cristiandad que estaba equivocada y que él era lo que necesitaba para volver a su pureza original, el maestre de los teutónicos ve el cielo abierto, se hace hereje y seculariza la orden. Por supuesto, él seguirá dirigiendo el establecimiento con el título de duque de Prusia. Sus sucesores, los Hohenzollern, hicieron que Prusia pasara de ser un enano decidido a un gigante. De duques pasaron a reyes de Prusia, y tras varias guerras afortunadas y con la ayuda de Napoleón (que acabó con el Sacro Imperio Romano, asociado a la dinastía católica de los Habsburgo) se subieron a lomos del Romanticismo/nacionalismo alemán para convertirse en emperadores de una nueva Alemania, no identificada ya con el Sacro Imperio católico y los Habsburgo (que ganaron un imperio no con las armas, sino en el túmulo nupcial), sino con el nacionalismo étnico y el poder secular. El nacionalsocialismo hitleriano es hijo de esa ideología del Estado secular alemán, espuriamente llamado II y III Reich, cuando el único y verdadero Reich fue el Sacro Imperio en el que había lo mismo checos, eslovenos, alemanes, italianos y valones, y emperador era coronado por el Papa en Bolonia. La reivindicación de una orden católica por los nazis para dar una liturgia a su paganismo racial es una burla, igual que lo es cualquier adulteración que hacen los nacionalismos para poner sus mitos bastardos en el lugar de Dios. Atémonos los machos, que al perdernos las dos guerras mundiales, aún no nos hemos enterado de la secuencia completa. Ayer vi horrorizado cómo una película española (‘Irati’) recupera la misma temática pagana, fantástica, anticristiana y nacionalista del Romanticismo alemán, el movimiento ‘wandervögel’ y las SS. Con dos siglos de retraso, pero llegaremos, ya que somos incapaces de escarmentar en cabeza ajena.
Excelente síntesis. Muchas gracias. Lo felicito.
No se merecen. Gracias a usted. Saludos.
Pues si en el pasado, algunas de estas guerras, en parte por religión ,en parte por un sentimiento de pertenencia a unos determinados orígenes, se terminaban aplastando a los enemigos, hasta hacerlos desaparecer por completo, la guerra que hoy ocupa en Europa: seguramente acabará, cuando la aliñe el señor Putin; porque ya se ve que por intereses económicos, o porque sabemos que Rusia no contempla ni pronunciar la palabra derrota, la desgracia no sólo ya está servida»sino que la cena va a ser larga y tediosa, y desgraciadamente.
Post. Estas publicaciones de madrugada, o en horas y días aleatorios ,me están empezando a parecer, un poquito misteriosas. Como la cuenta que perdí con todos los recuerdos que tenía;la cuenta de facebook claro!
Un saludo, inteligente pecador de la pradera.
Se le olvida a Don Arturo que la actual Kaliningrado (ahora Rusia y antes URSS), que antes fue alemana y se llamó Königsberg, fue la patria chica de un tal Kant. Lo malo de las fronteras es que acaban por situar a las gentes en ambos lados y al final no se puede distinguir propios de ajenos. De todas formas, el principal motivo que esgrimió el enano bigotudo, vino motivado por el disparate de Acuerdo de Versailles que en 1919 hicieron firmar a una Alemania derrotada, en plan son lentejas. Sobre todo por una Francia con muy mala leche que le echó la culpa de la Primera Guerra Mundial a los alemanes, cuando realmente esa escabechina la cocieron a fuego lento todos los centroeuropeos, con la pérfida Albión, Rusia e Italia de invitados. Al final, el cabreo monumental de los germánicos es hasta comprensible. Ellos la empezaron tanto como el resto, pero les hicieron pagar los platos rotos. Obviamente, engendrar al bicho (austriaco) para montar la que montaron ya es otra cuestión injustificable, pero no creo que hiciera falta remontarse tanto en el río histórico teutónico.
Que va, nada que ver. Los malos malísimos del siglo XX durante la época nazi, impresionaban ya sólo con sus uniformes del mismísimo Hugo Boss. Eran la encarnación del mal y únicamente con su presencia y sus novedosas tácticas ya conseguían que sus enemigos, de dentro o de fuera de Alemania, perdieran la compostura y temblaran de pánico durante sus años de amos de Europa; que conquistaron prácticamente ellos sólos, en plan parecido a un paseo militar, desde los Pirineos hasta casi Moscú, en año y medio; mientras que los países del resto del mundo, juntos, tuvieron que pelear bravamente, durante tres años para conseguir recuperar lo perdido. Lo de los caballeros teutónicos, en comparación, casi no pasa de ser una algarada o cabalgada de unos pseudo monjes armados que deseaban hacer en el este lo que no consiguieron en Tierra Santa.
No seria mejor decir la re-admision al territorio aleman de la ciudad de Danzing cuya continuidad territorial fue rota como resultado del Tratado de Versalles que impuso un corredor polaco separandola de la nacion alemana?