La república romana, antaño virtuosa y ejemplar (ése fue el tópico acuñado por los historiadores de la época, que miraban atrás con nostalgia), se estaba yendo de las manos. Nuevas generaciones de políticos, todos ellos chicos pijos y ambiciosos, de buenas familias patricias, querían mayor tajada de pastel de la que les había tocado hasta entonces; así que, para garantizarse el trinque, hacían mucho la pelota a los militares con tropas bajo su mando. Eres de lo que no hay, Mario, le decían a uno. Lo tuyo es de ganar concursos, Sila, le decían a otro. Quiero un hijo tuyo, Pompeyo, le soltaban al de más allá. Y los espadones aquellos, que no tenían abuela, se lo creían. Y entre batalla y batalla todos robaban a manos llenas. La peligrosa idea del hombre providencial, o sea, el individuo (militar, por supuesto) cuyo talento y audacia acabarían poniendo orden empezó a calar seriamente en la peña, con las previsibles consecuencias: soldadotes en plan flamenco, marcando el ritmo, y todos considerándose providenciales a sí mismos. La palabra dictador volvió a ponerse de moda, esta vez con resonancias siniestras. Encima, y para acabar de arreglarlo, el golferío de las élites ricas y frívolas, los intereses de clase y las costumbres disolutas se adueñaban de Roma, hasta el punto de que Catón el Joven escribió, o dijo: Esta ciudad ya no es más que una agencia de matrimonios políticos enmendada por los cuernos. Para mayor recochineo, las distintas facciones políticas, incluso los fulanos particulares que tenían viruta, pagaban a bandas de gentuza armada que ajustaban cuentas en su nombre. Aquello era ya un sindiós. La paz pública se fue al carajo y, según el historiador Apiano, Cada año se cometía un crimen abominable en el foro. Fue una verdadera guerra social, que no sólo tuvo lugar en las ciudades sino también en el campo, cada vez más devastado por la guerra civil que los jefes militares, convertidos en verdaderos señores de la guerra, libraban entre ellos. En cuanto un miles gloriosus ganaba una batalla en el exterior contra los germanos, por ejemplo, o contra los galos, o contra quien fuera, todos empezaban a darle palmaditas en la espalda y a decirle olé tus huevos, chaval, tú vales mucho. El resultado es que unos y otros se envidiaban y odiaban, se aliaban y se traicionaban; y cuando se les iba la olla y alguien pedía cuentas, soltaban en plan chuleta, como Mario, aquello de A causa del ruido de las armas no he podido oír el de las leyes. Por ahí iba el tono, pues ya eran las legiones las que, manu militari, legitimaban a los gobernantes. Pero no todas las personalidades eran de la milicia. Por esa época, casi a mediados del siglo I antes de Cristo, también destacó un fulano impresionante: un orador, abogado y político llamado Cicerón, intelectual de campanillas, listo y oportunista, uña y carne de financieros y millonetis romanos, al que todos los que estudiamos latín en el cole conocemos por su famoso Quousque tandem abutere, Catilina, patientia nostra? (discurso con el que hizo la puñeta a un tal Catilina, rival político que según él conspiraba contra la República, y al que obligó a echarse al monte y a ser liquidado en una batalla doméstica). Pero, bueno. La salud republicana, con Cicerón o sin él, tenía una pinta muy fea. Dicho en elegante, era una auténtica casa de putas. Y la había puesto peor, si cabe, la revuelta de esclavos más cinematográfica de la historia: la rebelión capitaneada por Espartaco (un gladiador tracio que era clavadito a Kirk Douglas) que en el año 73 a. C. dijo a los romanos «Se va a matar en el circo para que disfrutéis, vuestra puta madre». Así que él y otros setenta compañeros, al principio armados sólo con cuchillos de cocina, liaron un pifostio importante en Capua, huyeron al campo y en poco tiempo se les fueron juntando decenas de miles de esclavos, pastores, gente pobre y demás parias de la tierra, hasta formar un ejército impresionante que devastó las tierras, derrotó varias veces a las legiones y acojonó a Roma entera. La idea de Espartaco era pasar los Alpes y dispersarse en libertad, pero su gente prefirió el saqueo y la revancha en la península itálica. Al fin, un general llamado Marco Craso (rico y de buena familia que quería hacerse un prestigio militar) consiguió derrotarlo, y para dar ejemplo crucificó a seis mil prisioneros a lo largo de la Vía Apia. Lo cierto es que el tal Espartaco, novelas y películas aparte, era un tío muy interesante, listo y valiente como pocos. En sus Vidas paralelas, narrando la de Craso, el historiador Plutarco menciona a Espartaco con simpatía, incluso con admiración, cuando narra el heroico final del antiguo gladiador: Lanzóse contra el propio Craso entre muchos enemigos pese a las heridas que recibía, y aunque no logró llegar hasta él, mató a dos centuriones que le salieron al paso. Finalmente, aunque se quedó solo y rodeado de enemigos, siguió luchando hasta que lo mataron.
[Continuará].
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Publicado el 15 de enero de 2022 en XL Semanal.
Entregas de Una historia de Europa:
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- Una historia de Europa (II)
- Una historia de Europa (III)
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- Una historia de Europa (XIX)
- Una historia de Europa (XX)
Craso tenía un lugarteniente que luego crecería más que todos… Un tal Julio. (No, no Iglesias; el otro)
Hay. Hay formas de gobierno, formas de organización social que son corruptas en su propia concepción; he ahí los totalitarismos, los absolutismos, las autocracias, las cleptocracias. Hay una que puede ser virtuosa pero que no garantiza la falta de corrupción. Hay que comprender que la estructura no los es todo: debe venir acompañada de la «virtus» (para los romanos), de la aretë (para los griegos), de la virtud (para nosotros). Hay que entender que la virtus es tanto de los gobernantes como de los gobernados; imprescindible es. Hay que leer en don Arturo cómo los romanos pierden su virtus y en Maquievelo y Guicciardini cómo se analiza todo esto desde la perspectiva del Renacimiento pero pudiendo contextualizarlo ahora. Hay que considerar que tambi´`én esta estructura tiene que venir acompañada de la fortuna; sin ella todo se va al traste. Hay que reflexionar sobre la falta de fortuna, corrupción y carencia de virtus que nos aqueja, a nosotros. Hay que desear una regeneración social y política completas para que no se vaya todo al traste, para recuperar la virtus. Hay que procurar que Nadal no sea una excepción en esta sociedad. Y la virtus atrae la fortuna. Hay que.
Magnífico el libro «Espartaco, la rebelión de los gladiadores», de un escritor hoy no muy recordado, pero sin duda uno de los grandes del XX, Arthur Koestler.
Mira que matar a Espartaco. Lo que podía haber cambiado Roma y la historia si hubiese vencido su bando. Craso error.
Craso error levantarse contra la Republica y de los 200 senadores que gobernaban Roma patentizan evidencian que alguno se alzaba contra Roma mediante el asesinato ya que hablar de sobornos es tragicómico insignificante ante el puro asesinato organizado en clan y de estos modos el belicismo reinante en Roma desatado en provincias con conquistas siempre en ruptura
roturado por estiletes que dieron nombre a Roma .Aun asi las catilinarias evidencian al contrario enmendando los errores en el gobierno de Roma .hoy tenemos reino que sesga con Demócrito aquellos que tuvieron que ver con nuestra republica ya que todo debe continuar en esta nuestra republica .
Pues, con semejante final, ¿porqué se inventaron el de la película de Kubrick? ¿no es mucho más épico el que cuenta APR que la crucifixión de la película?
no se porqué la historia tiende a repetirse en un bucle perpetuo.
No aprendemos
Seria bello aplicar la palabra dinámica del tiempo Ortega rev d las masa asi los emperadores se hicieron dinámicos Augusto frente a Bruto un antes y un despues un autentico salto de casilla si desde Augusto eran cultos hasta Marco Aurelio el engrandecimiento del imperio en sus tierras despues de Comodo llegaron Emperadores viajeros otra dinámica del tiempo pasaban largas temporadas en provincias ,las dificultades se hicieron mayores tanto en la administración gobierno y las interminables confrontaciones con otros imperios y pueblos .Si los Severos trataron de incautar al estado fortaleciendo su administración que ya desde Comodo suponía un estado fronterizo .El desorden de los siglos en literatura llevan a la creación por la lectura y comprensión de dichos ordenes siempre hablaremos de la paz romana o de la ciudadanía en los grandes cambios en Roma frente al obliterado ,enquistado
Craso es el hombre de acción Craso y Espartaco ,Cicerón y Plutarco .No quería ser muy pison y tal vez hubiera sido mejor ver como financio Roma sus ejércitos con premios