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Una historia de Europa (XXVIII)

Es precisamente ahí, cuando el imperio romano alcanza la cima y empieza un lento declive que iba a prolongarse un par de siglos, cuando conviene considerar el auge de una religión originalmente judía, la de los cristianos, que iba a influir de modo asombroso en la historia de Roma, de Europa y del mundo conocido y por conocer. Al principio eran cuatro gatos que se reunían de forma clandestina; luego fueron objeto de persecuciones y matanzas, y al final acabaron siendo más audaces y predicando abiertamente sus creencias. El mensaje, revolucionario para la época, sostenía la igualdad y el amor entre los seres humanos, el perdón de los pecados cometidos y la compensación, mediante una vida futura y eterna, de los sufrimientos terrenales. Aquello atrajo al principio a los más pobres y desgraciados, pero poco a poco fue ampliándose la concurrencia. El hecho de ponerse a menudo chulitos frente a la autoridad de los emperadores contribuyó a darles publicidad y prestigio, y hasta en el ejército empezaron a infiltrarse. Frente a una administración imperial cada vez más rígida y elitista, ellos ofrecían ayuda mutua para el presente, esperanza para el futuro y consuelo en la muerte. Además, los pobres iban a ser dueños del Reino de los Cielos, así que no vean cómo se apuntaba la peña y cómo se mosqueaban las clases dirigentes, porque eso era ácido sulfúrico para las jerarquías y valores tradicionales. A finales del siglo II, las asambleas o ecclesiae de los cristianos tenían ya mucha fuerza social, y que en el siglo siguiente se desataran duras persecuciones contra ellos (Decio, Valeriano y Diocleciano les dieron hasta en el carnet de identidad) indica que el poder empezaba a acojonarse de verdad. El éxito acabó requiriendo una organización; y se pasó así, como siempre ocurre en estos casos, de una estructura horizontal anárquica a otra vertical, jerarquizada en jefes llamados obispos, en plan tranquilos, hermanos, que yo os represento (supongo que les suena a ustedes el mecanismo). Así entró el cristianismo en la vida social y las iglesias se convirtieron en lugares importantes. Eso hizo que las relaciones entre esa comunidad y el Estado, aunque cambiantes según las épocas, se fueran ajustando en plan vamos a llevarnos bien y entre bomberos no nos pisemos la manguera. Llegado a este punto, el cristianismo era ya una fuerza poderosa, y no sólo espiritual (un bonito ejemplo es el obispo Calixto, la quiebra de cuya banca en Roma, con fondos de viudas y huérfanos, lo había mandado una temporada a picar azufre en las minas de Cerdeña). Lo interesante de este proceso es cómo un movimiento que por impulso natural tendía hacia una especie de anarquismo (igualdad, fraternidad, rechazo de bienes terrenales, insumisión al orden establecido y otros etcéteras) acabó transformándose no sólo en fuerza política, sino también en poderosa herramienta del Estado. El truco del almendruco hay que apuntárselo al más brillante intelectual cristiano de la época, un judío y ciudadano romano llamado Saulo, hoy conocido como San Pablo. Con una visión genial de la jugada, en sus famosas cartas (epistulae) a las congregaciones cristianas, aquel fulano frenó la tendencia al desmadre de sus correligionarios, llamó a la paz social, pidió respeto a la propiedad privada e insistió –punto clave– en que el deber para con Dios era perfectamente compatible con los deberes sociales dentro del imperio. Hasta a los esclavos les dijo obedeced en todo a vuestros amos según la carne. Pero todavía fue más allá, y el paso fue decisivo: Toda alma se someta a las autoridades superiores, porque no hay autoridad que no sea instituida por Dios, escribió el tío. Y eso tiene tela marinera, porque significaba un nuevo y original enfoque de los Evangelios. Nulla potestas nisi a Deo: todo poder constituido viene de Dios, y éste participa en el poder político del mundo. Eso era, literalmente, una bomba. Nada menos que pasar de mi Reino no es de este mundo a un revolucionario (o más bien contrarrevolucionario) todos los reinos del mundo son de Dios. Tan hábil juego de manos iba a abrir un debate de casi veinte siglos; pero de momento permitiría a emperadores, reyes medievales, monarcas cristianísimos y cuantos dirigentes vinieron luego, declararse con legitimación divina (por la gracia de Dios) en el ejercicio del poder. Y también, de paso, a los jerarcas de la Iglesia cristiana convertirse en intermediarios, cómplices y hasta propietarios del poder terrenal. Así que, imagino, allá en el Cielo, sentado a la derecha del padre, a Jesucristo tenían que estársele poniendo unos ojos como platos. Para esto –pensaría, desilusionado– baja uno a la tierra y permite que lo crucifiquen esos cabrones.

[Continuará].

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Publicado el 14 de mayo de 2022 en XL Semanal.

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Bixen
Bixen
2 años hace

Después de haber sido sumo sacerdote de la comunidad judía de Tarso y de haber perseguido a los seguidores de Jesús por herejes y apóstatas, fue expulsado del judaísmo y perseguido por los judíos, por los mismos motivos. ¡Vamos, todo un buen político con labia extrema!

ricarrob
ricarrob
2 años hace

Si, el «mecanismo» siempre es el mismo, durante toda la historia, desde que inventamos la ganadería y la agricultura, los excedentes. Muchos son los que contra el «mecanismo» van. Pero, cuando se hacen con el mecanismo, usan y abusan de él. Entre ellos, revolucionarios de todo tipo y condición. No mencionemos, por favor, porque incluso los hay recientes.
Y esto destapa otro problema. Si, efectivamente, el poder se justificó durante cientos de años por venir de Dios. Pero pregunto: ahora mismo, qué diferencia hay con los que, llegando a la ostentacion del poder, justifican todas sus decisiones por una indiscutible e indiscutida posesión de la verdad absoluta. Qué diferencia hay que Díos respalde mi poder a que yo no puedo estar equivocado nunca ya que la verdad está conmigo: ¡como Dios! Eso si, todo ello acompañado de una relativización de todas las demás verdades posibles que no sean la mía y una relativización completa de todo lo que se mueve.
Muy buen artículo: Pablo, inventor de las redes sociales y del marketing, Pablo un magnífico publicista. Y debate de 20 siglos entre potestas y autoritas, términos que, hoy en día, aún estando en democracia, casi ningún pólitico entiende.

Basurillas
Basurillas
2 años hace

Lo que sigue siendo un bombazo, lleno de vida, actualidad y esperanza es que «el Amor mueve montañas». Ni las más peregrinas doctrinas políticas de izquierdas o de derechas podrán jamás eclipsar eso. Dedico estas palabras a mi amada que cumple años el próximo día 18. Felicidades.

Manuel
Manuel
2 años hace

Creo que Pablo, griego, fariseo radical, nunca apostató de la Religión de sus antepasados. Nació judío y murió como y por ser judio, pero un judio-mesiánico. Ni persiguió al Cristianismo ni a la Iglesia -porque no existían aún- Tampoco «predicó el Evangelio» porque es muy posterior a él. Predicó la «llegada inminente del Reino de los Cielos, la Ley y «les hablaba de Jesús basándose en los Profetas», segun Hechos de los Apóstoles 26 (?). Pero la teologia… Entiendo que su»conversión» es metafórica y legendaria.
Además, sus cartas solo fueron 7 de las 14 que se le atribuyen (Tesalonicenses, Gálatas, 1 y 2 Corintios, Filipenses, Filemón y Romanos. El resto son de sus discipulos o seguidores; y Hebreos se desconoce el autor)

Bixen
Bixen
2 años hace
Responder a  Manuel

«Así, partiendo de Tarso, llegué a una cierta ciudad en el mar, todavía en Cilicia, que se llama Pompeiopolis.»
Egeria, ignorante ella, habla de Solos.

Francisco Brun
2 años hace

En particular, pienso que la fe cristiana está en retirada. Para muchos esto es un festejo, para otros una tragedia. Pero me animo a reflexionar preguntando ¿qué poder puede reemplazar a la fe?, si esta se extingue dentro de un siglo, solo para dar una fecha.
A primera vista, yo observo una intención de vivir la vida sin ataduras, profundas reflexiones o compromisos. Doy un ejemplo, los asesinos que inventan guerras; ellos no necesitan el perdón de Dios, ni su castigo, y curiosamente encienden una vela dentro de los templos, hipócritas miserables. Deben pensar que ellos son los dioses supremos de este mundo, hijos de mil puta.
Entonces, quedan miles de familias destrozadas solo por ser inocentes, sin posibilidad alguna de sanación, a muchos solo les queda su fe, a otros, la impotencia, y a muchos el odio infinito.
¿Cómo podemos entonces entender a nuestra humanidad futura?, ¿bajo qué condiciones debemos vivir, los que aún no nos tocó, el martirio de estos supuestos dioses humanos, a los que no podemos pararlos?.
Afirmo, que si se pueden detener a estos hijos de puta, pero no queremos hacerlo, simplemente, porque los negocios son mucho más interesantes que el sufrimiento del prójimo.
Lamentablemente este es el mundo que estamos construyendo. Una cloaca, disfrazada de buenas personas.

Ricarrob
Ricarrob
2 años hace
Responder a  Francisco Brun

Interesantes preguntas sr. Brun. Como siempre, la historia está ahí para intentar dar respuestas. Desde el siglo XIX la fé religiosa, que es a la que creo que se refiere usted, ha ido sustituyéndose por la fe en los «ismos». Estos ismos ya han producido suficientes desastres y sufrimiento. Hijos de puta, psicópatas, los ha habido, los hay y los habrá. Los que no creen en nada (excepto en ellos mismos), se aprovechan de los ismos y de las masas que se aferran a ellos.
Civilización decadente y en descomposición en la que el hedonismo impera. Ahora los psicópatas, ademas de prometer utopías irrealizables, se dedican a ofrecer a las masas el cumplimiento de todos sus deseos. Todo ello sin trabajo y sin esfuerzo. Y las masas convierten en dioses a quienes ofrecen todo gratis. Estamos en el imperio del gran YO absoluto. No hay sino revisar los eslóganes políticos de hoy y compararlos con los de tiempos atrás. Son el espejo de una sociedad degradada… si nos paramos a analizarlos.