En México el oficio periodístico está siendo objeto de un acoso permanente y peligroso. No es ya solo el presidente Andrés Manuel López Obrador quien descalifica y señala con dedo acusador las opiniones que le plantean consideraciones críticas y diferentes a su forma de entender la realidad y la política. Ahora resulta que la vigilancia y el ataque, jodidamente habituales en redes sociales, donde se golpea o denuesta a quien se considera “adversario”, se han convertido en un problema mayúsculo, a la sazón de lo que acaba de conocerse sobre esta práctica impulsada nada menos que desde la cúpula de la agencia estatal de noticias mexicana, Notimex. Según un estudio realizado por Signa_Lab, el Laboratorio de Innovación Tecnológica y de Estudios Interdisciplinarios Aplicados del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), se ha llevado a cabo un “uso articulado de las redes para atacar de forma sistemática” a experiodistas de Notimex que han expresado sus diferencias con la agencia noticiosa. El análisis, señalan los responsables de la investigación, apoyada por Artículo 19, organización internacional que defiende la libertad de expresión y el derecho a la información, “arroja evidencia técnica de que en este caso estamos frente a ataques coordinados a periodistas”, y denuncia que una serie de cuentas en Twitter, que no eran algoritmos, sino personas que operaban de manera intencional y coordinada, se usaron para llevar a cabo una campaña sistematizada de “acoso y ataque selectivo” a periodistas que trabajaron en la agencia Notimex. La historia es un auténtico thriller. Como relata el periodista y escritor Héctor de Mauleón, coordinados por el director de Noticias Internacional, Erik David Muñiz Soto, trabajadores de la agencia a sus órdenes abrieron el chat “Avengers N”, donde se indicaban una serie de nombres de periodistas, (como Lidia Cacho, Carmen Aristegui, Blanche Petrich, Marcela Turati, Dolia Estévez, Anabel Hernández o Guadalupe Lizárraga) políticos y exempleados de la agencia que debían recibir “cariño” por criticar a la actual directora de Notimex, Sanjuana Martínez o cuestionar la información difundida por la agencia. El modus operandi era el siguiente: un grupo de funcionarios leales a la directiva de Notimex mantenía un monitoreo constante de publicaciones en medios y redes relacionadas con la agencia y su directora; Muñiz Soto mandaba los reportajes, cuentas o tuits que eran de interés y ordenaba darles respuesta (“cariño”) con “argumentos” y ataques que enumeraba para que cada quien los redactara en su red de cuentas falsas; al terminar el envío de los tuits, los integrantes del chat presentaban capturas de pantalla para comprobar el ataque. Signa_Lab analizó durante tres meses ese chat y comprobó (las pruebas son del dominio público) un comportamiento “anómalo” que no solo era “llamativo por su intencionalidad”, sino “indignante en el contexto actual, de abierta polarización de la conversación en la arena digital, y de aumento en las agresiones y asesinatos a periodistas en México”, asienta el informe. Respecto a los trabajadores de la agencia afectados, Artículo 19 los entrevistó y relataron la manera en que se les ha acosado y difamado en redes sociales, incluso en algún caso hackeando cuentas para extraer imágenes personales y de menores de edad. Cuando a Martínez le preguntaron de qué iba todo eso, se limitó a declarar que se trataba de un linchamiento mediático y que ella seguirá la labor que le encomendó el presidente mexicano de sanear, transformar y hacer de Notimex la mejor agencia de noticias de habla hispana. De esta forma no parece ir por buen camino.
SOMOS LO QUE FUIMOS
Como sabe todo aquel que haya leído a Dickens, las sociedades en el siglo XIX eran muy diferentes a las de hoy en día. En México, los niños podían fumar, trabajaban como burros y los taxi-carruajes eran castigados con ocho días de grilletes si abandonaban la base para ir en busca de pasaje. Cuentan los cronistas de la época que las velas finas eran elaboradas con grasa de ballena y las de sebo eran para familias de pocos recursos; que los aguadores eran los galanes de las criadas y los encargados de llevar las epístolas amorosas a las “niñas bien” de las casas; y que el sereno era el policía del barrio. Además, todos los mercados y tianguis tenían espacios para apostar a la baraja y a los dados, mientras algún cronista sugería que las mujeres feas no debían usar gorro. Estas imágenes, frases y costumbres han sido recuperadas en el libro Una visita al siglo XIX (Loqueleo Ed.), recopilación de crónicas elaborada por el investigador José Luis Trueba Lara, en la que recupera y actualiza algunos textos de escritores y cronistas mexicanos como Ignacio Manuel Altamirano, Juan de Dios Arias, Marcos Arróniz, Hilarión Farías y Soto, Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel Payno, Guillermo Prieto y Francisco Zarco. Dice Trueba que en este volumen están algunos de los textos que inventaron al mexicano. “Pensemos en el tequila”, señala. “Hoy existen botellas con precios escalofriantes, pero en el siglo XIX echarse un tequila significaba que eras bien rascuache (alguien muy pobre). Digamos que era una bebida para léperos (lumpen) y si tú eras un bebedor de verdad… tomabas coñac”, explica. Tratado de cultura popular, este libro puede servir de apoyo a todo aquel que quiera comprender la identidad mexicana actual desde sus raíces. Y cómo, de alguna forma, seguimos siendo lo que fuimos.
MUJERES PERDIDAS.
México debería llamarse el país de la mujer por morir, afirma tajante el escritor Ricardo Chávez Castañeda (1961), quien acaba de publicar No: Una historia de autoficción (FCE), donde narra el asesinato real de una mujer de su familia. También es la historia de un México dedicado a perder y donde la muerte de mujeres se ha normalizado hasta la indiferencia. Miembro fundador del grupo del Crack —en el que figuraron nombres como Ignacio Padilla, Jorge Volpi o Pedro Ángel Palau—, Chávez Castañeda considera que ante esa normalización e indiferencia por la pérdida de sus mujeres, México necesita una sacudida en la que el arte pueda participar. “Ojalá que este libro les abriera los ojos a algunos hombres, que empezara a hacer ese giro pequeño, que fuera una buena enfermedad de conciencia que se expandiera entre nosotros”. Autor de obras como El libro del silencio o La última epidemia de risa, Chávez Castañeda dice que eligió el método de la autoficción porque ésta tiene una creencia que va más allá de la memoria, la autobiografía o lo confesional. “Los géneros de la memoria creen que basta con decir lo que sabes y la autoficción piensa que si escribes sobre lo que sabes llegarás a lo que no sabes. Esa es la gran diferencia. Escribir para llegar a una revelación. La verdad va más allá de los hechos, los objetos y los testimonios para arribar a un lugar distinto”. Tras realizar una investigación previa, documentarse, entrevistar a testigos e ir al lugar de los hechos, Chávez Castañeda ha llegado a la conclusión de que los hombres son el mal. “Éste sale de nosotros. Si cada hombre se cuidara de no actuar mal, se solucionarían muchos problemas”. Empezando por el hombre mismo.
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