Hubo un tiempo en que las páginas de los diarios y semanarios españoles estaban plagadas de experiencias, reflexiones, descripciones de costumbres, crónicas de viajes o de la vida cotidiana y argumentos e ironías —siempre para leer “entre líneas” y nunca explícitamente, para no chocar con la censura—, firmadas por hombres —hombres, hombres— de canas bien peinadas, corbatas bien anudadas (o pajaritas y fulares bien puestos), gafas empañadas, frentes amplias y surcadas por el tiempo, gargantas bañadas por un güisqui o un orujo, envueltos en nubecillas de humo de tabaco y asistentes frecuentes —infaltables— a las tertulias de bares y cafés. Si querían comer, todos ellos —ellos, ellos—, antes de escribir sus novelas, cuentos, poemas y ensayos (editados en pequeños tirajes que muy pocos compraban), tenían la disciplina de aporrear la máquina y llevar su producción de folios a las Redacciones para que se publicaran al día siguiente. Así, y juntos —pero no revueltos— estos discípulos del papel hicieron del articulismo uno de los principales géneros literarios del siglo XX español.
Conviene saber quiénes fueron, en qué consiste su legado y su estilo, sobre todo ahora que la avalancha digital parece haberlos relegado. Por eso, Manuel Vicent (Castellón, 1936) ha reunido la serie de perfiles que hizo para el suplemento cultural Babelia sobre esta generación de periodistas literarios en Los últimos mohicanos (Alfaguara). De Blasco Ibáñez a Vázquez Montalbán, pasando por Unamuno, Azorín, Chávez Nogales, Ortega y Gasset, Camba, González-Ruano, Cunqueiro, Gómez de la Serna y Umbral, estos retratos de palabras constituyen el testimonio de una época en la que la unión entre el periodismo y la literatura fue muy placentera.
En este “cementerio de papel” (todos los perfilados están muertos), el autor intercala anécdotas, rasgos que definen personalidades y lecciones del oficio. Dice, por ejemplo, sobre el sevillano Manuel Chávez Nogales: “Si tus fotos no son buenas es porque no estabas suficientemente cerca: esta sentencia de Robert Capa se puede aplicar también a los periodistas de calle, a los cronistas de guerra, reporteros y enviados especiales, a los analistas políticos y, por supuesto, a los sicarios y asesinos a sueldo, los más interesados. Se tiene o no se tiene el don de apretar el gatillo en el momento oportuno, a la distancia precisa. Los periodistas de raza llevan ese instinto en la base del cráneo. Uno de esos era Chávez Nogales.”
Lo más probable es que en el futuro el propio Vicent sea incluido en un libro similar. Él estudió derecho y filosofía en Valencia y poco después, al llegar a Madrid, se apuntó en la Escuela Oficial de periodismo. Era “un Madrid de bulevares, acacias, tranvías y funcionarios que se levantaban a las 11”, me dijo una vez sobre aquel 1960, el año en que llegó a esta capital. Para seguir el camino trazado por las firmas que admiraba, no tardó en colarse en las tertulias de periodistas, actores y jueces del Café Gijón. Cuando obtuvo el Premio Alfaguara por Pascua y naranjas (1966), uno de sus amigos, que trabajaba en el diario Madrid, le pidió que escribiera “algo” para esa publicación. El valenciano empezó así a colaborar en las páginas de la sección Internacional y luego hizo críticas de arte y, al final, le dieron una columna. Pasó por otros medios —Hermano Lobo, Triunfo— hasta que llegó a El País para hacerse cargo de las crónicas parlamentarias. Hoy es el columnista que ocupa la contraportada de los domingos y entre esas “píldoras” y los perfiles que suele realizar, no ha dejado de escribir novelas (algunas de ellas basadas en personajes reales, como Aguirre, el magnífico y El azar de la mujer rubia). Por la forma y el fondo de su trabajo es, pues, un periodista literario.
Hoy que han cambiado “las prioridades” en los medios de información tradicionales y, en general, los artículos literarios han sido sustituidos por diatribas tan cortas como viscerales, los retratos cincelados con agudeza de Vicent constituyen el testimonio de otros tiempo y la guía para recorrer un legado del que hay que aprender.
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Título: Los últimos mohicanos. Autor: Manuel Vicent. Editorial: Alfaguara. Páginas: 220. Edición :Libro y ebook
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