Esta novela, a mi entender, es uno de los mayores logros de la narrativa hispánica actual, (apareció primero en catalán), puesto que se basa en condiciones y situaciones que no son habituales en literatura. Prima Irene Solà lo episódico y fragmentario, frente a una historia tradicional, y prefiere el personaje grupal frente al personaje bien definido de la literatura al uso, pero en Te di ojos y miraste tinieblas nada es al uso.
Obra breve, dividida en seis secciones que aluden a cada parte del día: madrugada, mañana, mediodía, tarde, atardecer y noche.
Relato compuesto con gran audacia narrativa, puesto que la trama se estructura en torno a motivos extraídos del folclore catalán. Todo ello ha sido actualizado y el resultado es este libro, construido sobre viejas tramas que tratan la historia de una saga de mujeres que se enfrentan y conviven con el demonio. De hecho, la autora había hecho una exposición anteriormente, de donde surgió el tema de la brujería como trasunto de la novela. ‘Hay una historia de una mujer que’, se llamaba esta exposición sobre dicho tema en el Festival Art Nou de 2020.
La historia de la humillación, del ultraje, de la violencia ejercida sobre los marginados a lo largo de la historia, es una reflexión de la ejecución del poder sobre lo más indefenso, sobre quien habita los márgenes, en el aislamiento y la pobreza estructural.
El tema central de la novela es la brujería y este es uno de los aspectos más destacables: desaparece casi toda la trama para dar paso a unos personajes extremos, personajes poco fiables según la narratología tradicional, unos personajes acusados y señalados por la práctica de ritos, recetas, danzas, religiones invertidas, que hacen pensar en la práctica de lo sacrílego, de hecho este tema no le es ajeno a la autora, la cual estuvo investigando durante años la práctica de la brujería en una zona determinada de Cataluña y comprobó cómo un mismo rito se podía rastrear también en ciertos lugares de Asia, de lo cual habría quedado rastro en la literatura popular de ambos territorios.
El libro lleva un esclarecedor epílogo de la autora en donde cita las fuentes de las que se ha servido para escribir este sorprendente relato, y digo sorprendente porque escoge otra forma de contar para estructurar el volumen. Una narrativa que tiene que ver con el extenso dramatis personae de un mismo lugar: Mas Clavell, y sus habitantes, principalmente, una saga de mujeres, Margarita, Bernardeta, Joana, Dolça, y su descendencia hasta tiempos actuales, mezclando discursos, espacios, hechos, objetos que pertenecen a otra época y que son los que nos transportan a un lugar enajenado donde algo parece no encajar.
Todo esto se va mezclando con la historia de persecución y destrucción que se ejerce en torno a las mujeres que habitan esta masía.
Son cuentos hilvanados muy audazmente, cuyo regusto medieval, recuerdan a Bocaccio en su versión más sexual en ocasiones, en ciertas descripciones carnales, o en otras nos trasladan hasta la tortura contada por Salvador Elizondo en Farabeuf o la crónica de un instante, esa agonía que se repite una y otra vez mientras el ajusticiado muere con infinidad de cortes a lo largo del cuerpo para que vengan a libar la sangre los pájaros y así vuelvan a abrirse sus heridas, mientras el torturado va quedando sin fuerzas en una lucha infinita con la muerte.
Hay mucho de dolor en el relato de Solà, hay mucho de recreación en los placeres temporales, en la carne, en los olores, los colores, de influencia medieval, incluso en el lenguaje de corte clásico, preciso y apurado.
“Echaron harina en la grasa que había quedado y, cuando se doró, añadieron los nabos. La nogada la hicieron aparte. Con nueces peladas, leche, la cebolla del sofrito y vino. Y prepararon palomas con salsa bruna. Las desplumaron y les sacaron los higadillos, que picaron con miga de pan remojada en vino y vinagre.”
Hay toda una sección que se desenvuelve a través de las recetas, la descripción pormenorizada de los ingredientes, el olor y el color que se desprende de la práctica gastronómica se convierte en un estilema narrativo de la saga de mujeres malditas.
Otro de los usus scribendi de la autora es la utilización de la paremiología:” Mujer peluda, al diablo ayuda”, “Cuando el demonio no puede, manda a la mujer”, “A la mujer el reír, y al burro a rebuznar, el demonio se lo debió enseñar”, que salpican el relato.
Las citas que coloca la autora al comienzo de cada sección son muy elocuentes, puesto que recuerdan de forma extratextual a las obras que influyen, de una manera u otra, a la composición de este volumen. En ‘Mediodía’ la autora abre con una cita de Rulfo, cuya narración nos acerca al mundo que transitan muertos y vivos sin la distinción tradicional que opera en occidente.
Así, los acontecimientos son un summum, una acumulación extraída del folclore tradicional catalán, destacando de manera consciente la narrativa de las mujeres, que en su época fueron consideradas blasfemas, indecentes, a las que se aludió con el nombre de brujas, y trata de refutar ese discurso hegemónico, usado por el poder, desde la óptica interna. La explicación de por qué esas mujeres oraban, trabajaban, procreaban de esa manera, obligadas por las circunstancias externas de la época y la endogamia del aislamiento sufrido en esa casería, punto de encuentro de animales, hombres, ritos, estaciones y cosechas de donde se nutre toda la saga familiar, descrita por una fisonomía peculiar y que va adornar a toda la estirpe de Mas Clavell.
En la sección ‘Atardecer’, Solà coloca una cita de la narradora Ali Smith, una de las voces más originales del panorama actual, influencia que aplica, sin duda, a la manera de contar de nuestra escritora, porque Solà ha escogido una manera que se desentiende de la trama o que la estructura en torno a otros textos, una especie de palimpsestación textual, de donde coge lo que le interesa y lo une con la caligrafía actual de un idioma pasado, por tanto el resultado es extraño, pues parece que nos estamos acercando a uno de esos textos perdidos de la Edad Media, pero que contienen tanta sabiduría como precisión léxica, merecedora de su exportación a nuestra literatura reciente. Su originalidad consiste en eso, en actualizar continuamente un discurso pasado mientras lo refuta mediante la incorporación a un canon diferente y de eso trata la buena literatura, de destrozar y crear otros cánones.
El cromatismo es palpable en la obra, propio de las narraciones antiguas de las que proceden los textos: “[…] los riñones y los pulmones, y añadieron cebolla cruda y un poco de caldo de cocerlos, pan duro y más vinagre y hierbas, muchas hierbas. Cortaron las tripas también a tiras y volvieron a cocerlas”.
Como se puede ver, se alude a diferentes campos sensoriales que se recogen en el texto y le otorgan profundidad, en un relato carente de una trama tradicional.
En realidad, es la casa un personaje más, fatasmagórico y omnipresente, el Maelstrom sobre el que gira la trama y su hábil manejo del tiempo, pues se mezclan elementos del pasado con acciones actuales, descolocando a un lector desprevenido tal vez.
“La casa, resignada e impasible, daba la espalda a la negrura que se congregaba en el tejado como si la olisqueara”.
El tiempo narrativo ocupa un gran arco, pues la narración se inicia en siglos pasados y pasa por el requetés, alcanza el siglo XX, la Guerra Civil y tiempos más actuales, como cuando la casa se ocupa con electrodomésticos que traen algo de confort al relato.
En ocasiones, esta soberbia narración nos recuerda el inclasificable Ferlosio y su Alfanhuí por la sucesión de tramas y temas que parecen no tener conexión entre sí, pero que componen un relato abigarrado y lleno de sentido estilístico y argumental, porque al fin y al cabo, todo está perfectamente equilibrado y medido a pesar de esa apariencia barroca y disruptiva que llega a epatar al lector.
La literatura catalana goza de una excelente salud creativa.
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Autora: Irene Solà. Traductora: Concha Cardeñoso. Título: Te di ojos y miraste las tinieblas. Editorial: Anagrama. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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