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Philosophia ancilla scientiae?

Philosophia ancilla scientiae?

Si los que tenemos o tuvimos que lidiar con la filosofía y a la vez con el entramado ciencia-tecnología (por razones de currículo, profesionales o simple afición) pudiéramos formular a un hipotético deus ex machina alguna pregunta al respecto, no hay duda que la primera sería:

¿Ha muerto la filosofía a manos de la ciencia?

Y la segunda:

¿Cuáles son los problemas filosóficos de la ciencia contemporánea?

Pues bien, estas dos cuestiones (y otra de propina: ¿qué le debe la ciencia a la filosofía?) son el objeto del libro que tenemos entre las manos. Pero antes de abrirlo, quizá sea oportuno especular con lo que podría dar de sí este cuestionario, siquiera sea para verificar si mantendremos el mismo criterio tras la lectura.

"La filosofía es un cadáver a la espera de enterrador"

La primera pregunta nos parece más bien un ejercicio retórico que busca la certificación de aquello de lo que tenemos pocas dudas, y es que actualmente la filosofía es un cadáver a la espera de enterrador.

Respecto a la segunda, a priori la interpretamos —luego veremos que desacertadamente— como una puesta en limpio de las cuestiones que, estando tradicionalmente en el ámbito de la filosofía, hoy no pueden resolverse más que a la luz de los avances científicos y tecnológicos.

El último de los interrogantes nos estimula menos. Filosofía y ciencia, que en su origen eran indistinguibles —vete a preguntarle a Leucipo si investigaba o filosofaba—, por mucho que hayan terminado adoptando formas, maneras y recorridos divergentes no dejan de ser, en su esencia, lo mismo. Ocurre como en esas empresas en las que una es participada por la otra y, siendo distintas legalmente, forman parte de un conjunto: las contabilidades separadas —las deudas cruzadas entre ellas— no aportan mucha información. Nos interesa más el balance consolidado.

"De la pericia de Sánchez Ron en lo que atañe a la enseñanza de la ciencia y su historia teníamos ya sobradas pruebas y una larga trayectoria para certificarlo"

Pues desde esta batería de prejuicios y con el mayor interés nos sumergimos en la lectura. El cuerpo del libro, amén del prólogo, es un texto de José Manuel Sánchez Ron, al que se añaden los comentarios de otros tres ilustres profesores; dos del ámbito de la Filosofía de la Ciencia —Javier Ordóñez y Miguel Ángel Quintanilla— más el médico e investigador Fernando Baquero.

De la pericia de Sánchez Ron en lo que atañe a la enseñanza de la ciencia y su historia teníamos ya sobradas pruebas y una larga trayectoria para certificarlo. Observamos ahora que tampoco se muestra incómodo en este caso, donde la argumentación frecuentemente cae más del lado de la reflexión filosófica. Y aunque nos había advertido con sagacidad de que epistemólogos canónicos como Popper, Kuhn, Lakatos o Feyerabend, más que en definirla, habían tenido éxito en señalar lo que no es ciencia, elige como punto de partida precisar lo que, a lo largo de la historia del pensamiento, se ha venido entendiendo por filosofía.

Este preludio, como así se denomina, consistente en responder a la (cuarta) pregunta: ¿qué es la filosofía?, resulta particularmente interesante y no se puede menos que agradecer al compilador la selección de citas, que vienen a demostrar la dificultad de delimitar lo que es la filosofía sin el contrapunto constante de la ciencia.

"Y en este punto llegamos a lo que a todas luces es el tema clave: ¿ha muerto la filosofía a manos de la ciencia?"

A continuación el autor pasa a responder a las mencionadas cuestiones, pero en otro orden al que antes nos referimos. Comienza valorando la deuda de la ciencia con la filosofía y confesaremos que nuestro escepticismo inicial respecto al interés del asunto era erróneo, pues las referencias que se aportan —y la forma en que se presentan— van mucho más allá de la música de fondo del positivismo.

Y en este punto llegamos a lo que a todas luces es el tema clave: ¿ha muerto la filosofía a manos de la ciencia? Otra forma de hacer la pregunta sería plantear si en el entendimiento de la realidad, tema central de ambas disciplinas, la especulación propia de la filosofía no ha sido completamente arrumbada por los logros de la experimentación científica. En neurociencia o biología, entre otros campos del conocimiento, ello parece evidente, pero Sánchez Ron elige abordarlo desde la óptica que le es más afín, la física del siglo XX, y verdaderamente acierta: el principio de incertidumbre de Heisenberg y el truncamiento de la ley de la causalidad por la función de onda, entre otras delicatessen con que la mecánica cuántica ha demolido nuestro sobrevalorado sentido común, son ejemplos imbatibles, clavos en el ataúd de la filosofía tradicional.

La parte final, sobre los problemas filosóficos de la ciencia contemporánea, sirve para plantear los consabidos temas de la responsabilidad ética de los científicos y los peligros del desarrollo tecnológico, pero sin mucho espacio ni oportunidad para su desarrollo.

"Somos fijos en seguir todo lo que publica el profesor Sánchez Ron —y afortunadamente publica mucho—, así que podemos decir con conocimiento de causa que este es uno de sus mejores libros"

Somos fijos en seguir todo lo que publica el profesor Sánchez Ron —y afortunadamente publica mucho—, así que podemos decir con conocimiento de causa que este es uno de sus mejores libros. El acierto empieza con el tema, de importancia capital (especialmente para los filósofos, que en estos tiempos, como Diógenes con su candil, van buscando un sentido a sus quehaceres), y sigue con un planteamiento donde el rigor no penaliza, sino que sirve de contrapunto para resaltar aún más la solvencia con que el autor maneja las claves de la alta divulgación. Finalmente, los matices que aportan los profesores invitados dan color y, a veces, proponen reflexiones colaterales que nos animan a no dar por cerrada la cuestión; a reclamar una posterior entrega.

El título que hemos puesto a la reseña —philosophia ancilla scientiae quiere rememorar la vieja polémica donde desde la intransigencia religiosa se pretendía despreciar —philosophia ancilla theologiae— a la filosofía poniéndola al servicio de la teología. En este caso, la ciencia no reclama la servidumbre de la filosofía porque, a nuestro entender, la diferencia entre ambas es solo apariencia. Philosophia scientiaque, totus unus.

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Título: Ciencia y Filosofía. Autor: José Manuel Sánchez Ron. Edita: Unión Editorial – Fundación Lilly. Venta: Web de la editorial

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