Foto de portada: próximos lanzamientos de Piezas Azules: la novela ‘Caleidoscópica’ y el poemario ‘La dulzura del ornitorrinco’
La editorial independiente Piezas Azules nació en 2017 de la mano de Patricia Lodín y Manu Lauda con el propósito de dar a conocer las obras de escritores noveles o inéditos que ambos echaban en falta encontrar en los estantes de las librerías. De hecho, el conejillo de indias fue un libro de relatos de la propia Patricia, Ropa tendida [ocho coladas].
Desde entonces, Piezas Azules —tan loca y pobre como aventuraban— se ha convertido en un pequeño espacio para voces nuevas donde conviven autores de todo pelaje: los que publican por vez primera, los que se atreven con géneros híbridos o de poco tirón comercial, o los que destacan por su originalidad temática y formal. Eso sí, todos ellos ungidos con un mismo don: la calidad literaria. En palabras de las dos piezas fundamentales de la editorial, Patricia Lodín y Andrea López Montero, «tenemos la suerte de poder decidir qué publicamos, con qué texturas, los motivos por los que ese libro sí y ese no: al ser pequeñas, la decisión depende de nosotras».
Conviven en su catálogo novelas cortas, colecciones de relatos, ensayos y poemarios, todos ellos aderezados con la seña de identidad de la casa: el matrimonio entre el texto y la imagen. Aunque el protagonista es el texto, los libros de Piezas Azules se acompañan siempre de algo que justifique su impresión en papel, en este caso de ilustraciones o fotografías.
Como buenas fetichistas del libro —así se definen —, ponen especial mimo y cariño en sus ediciones, cuidadas, de calidad y a un precio asequible. Emplean cubiertas en papel verjurado y, para los interiores, papeles de alto gramaje. Como parte del mismo afán fetichista, sus tiradas son pequeñas, limitadas y numeradas, lo que convierte a cada ejemplar en una pieza de coleccionista.
Además, gracias a su espíritu de aprovechamiento y amor por el libro, cuando alguno de sus libros tiene algún defecto y no es apto para la venta, Patricia y Andrea se lo piden al distribuidor, que se dispone a destruirlo, y lo sortean en su cuenta de Instagram para darle una nueva vida: «aunque tenga taras, porque la vida daña, y un libro está vivo».
Ese mismo mimo con el que imprimen y tratan a los libros heridos se traslada también a los autores y a los lectores. En palabras de Patricia y Andrea, «es importante hacer un libro bonito, pero es igual de importante que el camino para conseguirlo sea bonito también. Nos gusta tener muy en cuenta la opinión y el deseo del autor, y que todos quedemos contentos con el resultado y lo sintamos muy nuestro».
Con respecto a los lectores, nada más rozar uno de estos libros se darán cuenta de que tienen entre manos un ejemplar singular, una rara avis: un animalillo con una historia única, piel de alto gramaje y escamas verjuradas; un animalillo de compañía numerado en sus patitas con el que poder jugar y al que poder acariciar. Pero si por algún motivo el lector no estuviera conforme con este animal doméstico, me atrevo a sugerirle que lo revenda o lo regale. Seguro que Andrea y Patricia le dan su bendición.
Larga vida al libro raro, larga vida a Piezas Azules.
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