Para nadie es novedad que los concursos literarios siempre han proyectado una sombra de sospecha. Suspicacias, amaños, chanchullos, compadreo, apadrinamiento, muchos son los adjetivos que sobre estos premios se expresan, manifestando dudas, rabietas, revanchas e incluso desdén. Esta vez el escándalo ha surgido en torno a un puñado de galardones que avala el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). Se trata del Premio de Cuento Infantil Juan de la Cabada, el de Novela José Rubén Romero, el de Cuento San Luis Potosí Amparo Dávila, y el de Literatura en Lenguas Indígenas, cuyas plicas (sobres con datos confidenciales de los concursantes que deberían quedar a resguardo) se abrieron mucho antes de que el jurado se reuniese para tomar cualquier decisión sobre los textos presentados, asunto que tras hacerse público a través de una denuncia y comprobarse que era cierta la grave falta de los organizadores, causó la renuncia de Cristina Rascón Castro, titular de la Coordinación Nacional de Literatura del INBA, encargada de velar por su rectitud. Ante el bochorno público de la chapuza, la directora general del INBA, Lucina Jiménez, tuvo que encargar a la subdirección de Asuntos Jurídicos de esa institución una investigación de los certámenes señalados, corroborándose que sí, que una “mano negra” había abierto los sobres confidenciales, lo que ha puesto en evidencia la transparencia de dichos concursos, pues si se abren las plicas antes de lo previsto puede deducirse (con malicia, claro) que es para no errar el tiro a la hora de premiar una obra, y que vale más el nombre de quien escribe que lo escrito. O sea, no se premia a tumba abierta y se pueden presumir consideraciones extra literarias (¿yo?). Hasta el momento, se desconoce si existirá sanción para los implicados y la sospecha ya se cierne sobre otros certámenes convocados por el INBA, como el de Ensayo José Revueltas, uno de cuyos participantes, el periodista y escritor veracruzano Carlos Manuel Cruz Meza, fue precisamente quien denunció esta pifia histórica en los premios literarios mexicanos. Ahora, el INBA y los estados sedes de algunos de los premios pillados (Campeche, Oaxaca, Michoacán y San Luis Potosí) han acordado que, para garantizar la confidencialidad de los participantes, los mencionados galardones han reiniciado su proceso de registro de obras en una plataforma digital, prometiendo el resguardo de plicas ante notario público desde su recepción, y juran y perjuran que esta vez no serán abiertas hasta que el jurado determine a los ganadores. ¿Neta?
La poesía de la mexicana Gloria Gervitz (1943) ha sido calificada con toda justicia como una forma de conocimiento, como un punto de identidad en la contienda del espíritu donde no hay reposo. Y su obra axial, Migraciones, escrita a lo largo de cuatro décadas, se compara con otros poemas de largo aliento como Los cantos, de Ezra Pound, el Cántico de Jorge Guillén, la Poesía vertical de Roberto Juarroz o la obra lírica de Saint-John Perse. La buena noticia ha sido que Gervitz ha obtenido en Chile el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2019, galardón que se afianza como un referente entre los galardones literarios iberoamericanos y puerta de paso a los máximos reconocimientos en lengua española, como el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y el Cervantes, pues este premio, creado en el año 2004 por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes chileno a propósito del centenario del natalicio de Neruda (1904-1973), y que se entrega a un autor con una reconocida trayectoria en el mundo de la poesía iberoamericana, lo obtuvo en 2004 José Emilio Pacheco, cinco años antes de ganar el Cervantes y el Reina Sofía, como le ocurrió al argentino Juan Gelman, a quien se le reconoció en Chile en 2005 y más tarde fue premiado con el Reina Sofía y el Cervantes, cosa que también le aconteció a la cubana Fina García-Marruz, quien fue galardonada en 2007 con el Pablo Neruda y en 2013 se llevó el Cervantes. Y ya para rematar, el chileno Nicanor Parra lo ganó en 2016 y ese mismo año obtuvo el Cervantes. Cosas del destino, dirán. Pues sí. Lo cierto es que Gervitz, poeta descendiente de judíos de Ucrania y quien actualmente vive en Estados Unidos, traductora al español de obras de Anna Akhmatova, Lorine Niedecker, Marguerite Yourcenar, Samuel Beckett o Clarice Lispector, ha logrado convertir en arte la peregrinación de una mujer en un territorio de vértigo personal y de ordenamiento sincrónico, como ha dicho en su momento otra poeta mexicana, María Baranda, quien sostiene que, aun con el riesgo de definir su poesía desde la desfiguración o la deformación de la intimidad, Gervitz consigue establecer un lugar de resistencia desde el cual discurre su interés, y donde entre el tú y el yo se establece una relación con los otros que son su diferencia y su proyección, su anhelo y su límite, y con los que logra construir su propio discurso. Un discurso poético, agregamos nosotros, de una enorme belleza y que merece todos tipo de reconocimientos.
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