La primera no tenía mar -¿cómo iba, tratándose de Emerita Augusta?-, pero sí arena, repleta de cadáveres envueltos en sudarios de plástico rodeando una gigantesca T vencida hacia un lado, T de Ilión. Aquella vieja historia siempre de moda —por éso los llaman clásicos— y nadie como Eurípides, “el más trágico de los trágicos” (Aristóteles egrapsen), para ejercer de cicerone por el desastre y la decadencia moral. «Cayó la oscuridad nocturna sobre el sufrimiento»*, sonaron los teléfonos móviles de rigor, y apareció Taltibio, el correveidile de Agamenón —fantásticamente encarnado por Ernesto Alterio—, un deshecho nervioso, irascible y a ratos tartamudeante pese a los años transcurridos desde su … Sigue leyendo Playas donde no me bañé
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