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Poder animal, de Mikel Torres

Poder animal, de Mikel Torres

¿Qué importan los animales?

Desde pequeños se nos ha enseñado que los humanos somos más importantes que los animales y que podemos utilizarlos libremente para satisfacer nuestros intereses. Sin embargo, cuando nos preguntan si debemos tratarlos bien, la mayoría respondemos afirmativamente, aunque ello no nos impide tomar parte en actividades que les ocasionan graves daños. Una de las razones de esta contradicción consiste en que tenemos ideas confusas sobre por qué muchos animales merecen ser tratados correctamente.

Este libro está divido en tres partes. La primera trata de responder a la pregunta de qué consideración moral merecen los animales. En esta primera parte se presentan de forma clara los principales argumentos que justifican por qué muchos animales merecen la misma consideración moral que los humanos.

La segunda parte presenta una panorámica de las principales teorías sobre la consideración moral de los animales, evaluando sus puntos fuertes y débiles. Esta parte intenta establecer cuál es la mejor teoría sobre la consideración moral de los animales y por qué.

La tercera parte consiste en el análisis crítico de la extensión al campo de la ética animal del enfoque de las capacidades desarrollado por Martha Nussbaum. Se trata de responder las cuestiones de por qué tal enfoque es la mejor teoría actual en el campo de la ética animal y qué modificaciones deben realizarse en él para que sea más coherente y supere algunos de sus problemas principales.

Zenda reproduce la introducción a Poder animal: Capacidades y derechos de los animales, de Mikel Torres (Plaza y Valdés).

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La opinión popular siempre contiene enormes
falacias, medias verdades y simples
generalizaciones.

(Martin Cohen)

1.- UN VIAJE PERSONAL

¿A quién le importan los animales?

A mí, la verdad, no me importaban especialmente. Me gustaban algunos, igual que me disgustaban otros. Como a la mayoría, me habían enseñado que los humanos somos mucho más importantes que los animales porque nosotros pensamos y ellos no. Al menos, esto era lo que había aprendido y todo el mundo a mi alrededor pensaba (familiares, amigos, profesores, etc.). Sin embargo, algo cambió en los años en que realicé el doctorado que es el origen de este libro.

Como muchos privilegiados con la suerte de que nuestra familia nos pague los estudios, después de terminar la carrera de Filosofía no sabía qué hacer, pero tenía claro qué no quería hacer: trabajar. Así que me apunté a un curso de doctorado, lo que me permitía seguir estudiando un par de años más sin tener que ponerme a trabajar. El segundo año del curso teníamos que hacer un trabajo de investigación y, con mi capacidad de decisión habitual, no sabía sobre qué hacer el trabajo. Me interesaban cuestiones relacionadas con los valores, es decir, la ética, la política y la estética. ¿Qué hacer? ¿Un trabajo sobre nuestras obligaciones hacia los pobres? ¿Una investigación sobre las teorías de justicia distributiva? ¿Quizá mejor un trabajo sobre la definición del «arte»?

Con el fin de buscar ideas para elegir el tema del trabajo, me puse a repasar los apuntes de una de las asignaturas de ética que había tenido durante la carrera. Repasando los apuntes me encontré con una anotación en un margen: «Peter Singer: Liberación animal». La profesora de la asignatura, que además era la encargada de dirigir mi trabajo de investigación, había mencionado ese libro en alguna clase unos años antes y yo lo había anotado en el margen de los apuntes. Allí se había quedado la anotación, olvidada durante años hasta que volví a verla en ese momento. El título me intrigó. ¿Liberación animal? ¿De qué tenían que ser liberados los animales? ¿Animales? ¿Qué problemas filosóficos podía haber relacionados con ellos? Tras buscar en el catálogo de bibliotecas de la universidad vi que había una copia del libro en la biblioteca de la facultad, así que decidí echarle un vistazo. Una de las ventajas de estudiar Filosofía es que aumenta la curiosidad.

El primer capítulo del libro me impactó. El autor decía que la forma en que tratamos a los animales es inmoral y, por tanto, que entre otras cosas debíamos dejar de comer animales y, en muchos casos, debíamos dejar de experimentar con ellos para crear medicamentos seguros. El autor sostenía que no teníamos buenas razones para tratar a los animales del modo en que lo hacemos y que discriminar a los animales por el hecho de no ser humanos constituye un prejuicio inaceptable. A eso le llamaba «especismo». El concepto, la verdad, me pareció ingenioso. Igual que el «racismo» y el «sexismo», este señor dice que existe el «especismo» y que está mal. ¿Estamos locos? No me lo podía creer; la idea me parecía ridícula. Me habían enseñado que había que tratar bien a los animales, pero una cosa es tratarlos bien y otra muy distinta decir que está mal que nos los comamos y experimentemos con ellos para crear nuevos medicamentos. Y, sin embargo, los argumentos eran buenos. Mi intuición me decía que lo que defendía ese señor no podía estar bien, pero no veía dónde estaban los problemas de sus argumentos. De hecho, estaba de acuerdo con bastantes de las cosas que decía. Ya tenía tema para el trabajo: nuestras obligaciones hacia los animales y por qué los argumentos de Singer eran problemáticos. Mi idea era criticar la postura del filósofo australiano y seguir disfrutando de mis bocadillos de chorizo y mortadela.

Me puse a investigar y descubrí que había todo un mundo apasionante de escritos que decían que la forma en que tratamos a los animales es inmoral. Resulta que había todo tipo de filósofos, que partían de posiciones teóricas diferentes, que defendían que la forma en que tratamos a los animales está mal. Lo que no había era mucha gente que defendiera que está bien. Esto me parecía chocante. ¿Cómo era posible que no hubiera muchos filósofos dispuestos a defender lo que, después de todo, era la principal creencia de todo el mundo que conocía? La respuesta, quizá, es doble. Por un lado, de Aristóteles a Descartes pasando por Kant y Rawls, la mayoría de los filósofos occidentales ha defendido que los intereses humanos son más importantes que los intereses de los animales. Por tanto, es una idea que tendemos a dar por sentada y presuponemos su validez sin analizarla críticamente. Los argumentos a favor de la idea, sin embargo, son muy cuestionables. Por otro lado, muchos filósofos siguen pensando que la forma en que tratamos a los animales no plantea problemas morales y, en consecuencia, que preocuparse por estas cuestiones es ridículo. Bastantes problemas tenemos los humanos como para preocuparnos por los animales. Esta actitud es irracional. Un argumento es un conjunto de razones que justifican llegar a una conclusión. Cuando alguien presenta un argumento, se puede estar o no de acuerdo con él, pero, se esté o no de acuerdo, lo que hay que hacer es estudiar en qué medida las razones justifican la conclusión. Así que, si no se está de acuerdo con los argumentos de alguien, lo que hay que hacer es explicar por qué y no eludir el tema. Y, cuando no se está seguro o no se sabe de algo, lo que hay que hacer es decir que no se está seguro o no se sabe mucho sobre el tema y escuchar a la persona que está hablando, a ver si se aprende algo. Dos de mis frases favoritas son «no sé» y «no estoy seguro». Por ejemplo, no tengo ni idea sobre discusiones metafísicas en torno a la naturaleza del tiempo («¿qué es el tiempo?») o los debates en filosofía de las matemáticas sobre la naturaleza de los números («¿qué es un número?»). Me interesen más o me interesen menos, lo que no haría es decir que esos temas son ridículos o que carecen de importancia. Cuando alguien habla sobre esas cosas, no me entero de mucho, pero le escucho e intento aprender. En primer lugar, intento saber qué dice y, en segundo lugar, entender por qué dice lo que dice. Creo que, en buena medida, en esto se basa el aprendizaje.

Como se comprobará en el libro, mis ideas sobre los animales han cambiado mucho desde que me encontré con aquella anotación al margen de los apuntes. Una de las virtudes de la filosofía es que te enseña a pensar por ti mismo y, aunque sea un tópico, te anima a desaprender aquello de lo que estás seguro porque te lo han enseñado desde pequeño y todo el mundo a tu alrededor piensa que es así. En el reportaje en el que cuenta su visita al Festival de la Langosta de Maine, David Foster Wallace escribió que la cuestión más importante aquí, sin embargo, es que todo el asunto de la crueldad con los animales y el comérselos no solo es complejo, también es incómodo. O por lo menos me resulta incómodo a mí, y también a todo el mundo que conozco que disfruta de una gran variedad de comidas y sin embargo no se quiere ver a sí mismo como alguien cruel o insensible. Por lo que yo veo, mi forma de abordar el conflicto hasta ahora ha sido evitar pensar en todo este asunto tan desagradable. (Foster Wallace, 2004: 305)

Pues bien, por complejo e incómodo que sea, es importante pensar cómo deberíamos relacionarnos con los animales, que es el objetivo final de este libro.

2.- LOS TEMAS DEL LIBRO

Este es un libro sobre valores, sobre las cosas que importan. Valor es un término difícil de definir, pero, para lo que me interesa, entenderé que una cosa que valoramos es algo a lo que concedemos importancia. Damos importancia a toda clase de cosas: la familia, los amigos, el planeta, las naciones, los idiomas, el arte, las clases sociales, la belleza, el amor, los deportes, el sufrimiento, la moda, etc. ¿Debemos dar importancia a los sufrimientos de los animales? Voy a defender que sí. Damos importancia al sufrimiento humano, ¿por qué no al sufrimiento de los animales? La idea básica es que el sufrimiento es sufrimiento y, por tanto, que a menos que existan razones que justifiquen lo contrario, el sufrimiento de cualquier cosa es igual de importante. Esto es lo que exigen la imparcialidad y la coherencia, dos componentes fundamentales de la racionalidad.

Es difícil pensar en algo más valioso que reducir el sufrimiento. ¿Puede discutirse racionalmente sobre las cosas a las que concedemos importancia? Es complicado, pero puede hacerse. Existe una elección inicial basada en valores que es muy difícil de cambiar. Si alguien dice que le dan igual los animales y sus sufrimientos, entonces, aunque puedo ofrecerle argumentos para intentar convencerle de que su postura es problemática (de hecho, es lo que haré en el libro), no voy a cambiar fácilmente su manera de pensar. Los valores se relacionan con las emociones y las emociones están condicionadas por la educación y los grupos sociales a los que pertenecemos. Dicho de otro modo, la educación y los grupos sociales nos dicen qué es importante y qué no. Esto crea nuestros valores y, para bien o para mal, los valores son difíciles de cambiar con argumentos. Pero difícil no significa imposible. Desde pequeños se nos ha enseñado que somos mucho más importantes que los animales y que podemos utilizarlos para satisfacer nuestros intereses. Cuando nos preguntan si debemos tratarlos bien, la mayoría respondemos afirmativamente, aunque ello no nos impide tomar parte en actividades que dañan gravemente a los animales. Una de las razones de esta contradicción es que tenemos ideas confusas sobre por qué muchos animales merecen ser tratados correctamente y sobre por qué los humanos somos supuestamente las cosas más importantes que existen.

Este es un libro en contra del antropocentrismo moral, es decir, en contra de la idea de que los intereses de los humanos son los intereses más importantes que existen. El antropocentrismo moral es una tesis ética, no científica; dicho de otro modo, es una valoración, no un hecho. En la cultura occidental, las fuentes principales del antropocentrismo moral se encuentran en filósofos de las antiguas Grecia y Roma (Aristóteles, los filósofos estoicos) que influyeron en los textos religiosos de la tradición judeocristiana (según la cual Dios nos creó a su imagen y semejanza, lo que nos hace más valiosos que el resto de las cosas). Esto crea un prejuicio a favor de los humanos: las intuiciones de la mayoría de las personas criadas en la tradición judeocristiana apoyan el antropocentrismo ético sin examinar la idea en profundidad. Uno de los objetivos de este libro es analizar la idea de que los humanos somos las cosas más importantes que existen y ver si tenemos buenas razones para defenderla. Aunque sean profundamente contraintuitivas, mis conclusiones son que el antropocentrismo moral constituye un prejuicio injustificado y que muchos animales son tan importantes como nosotros.

El libro está divido en tres partes. La primera la constituyen los capítulos 2 y 3, en los que intento responder a la pregunta: ¿qué consideración moral merecen los animales? En esta primera parte se presentan los argumentos que justifican por qué muchos animales merecen la misma consideración moral que nosotros.

La segunda parte, que incluye los capítulos 4 y 5, presenta una pequeña panorámica de algunas teorías sobre la consideración moral de los animales, evaluando sus puntos fuertes y débiles. Esta parte intenta responder a la pregunta: ¿cuál es la mejor teoría sobre la consideración moral de los animales? Debido a que existen muchas teorías diferentes en el campo de la ética animal, la selección de teorías merece una explicación. Para el capítulo 4 he elegido las principales teorías que conozco que están en contra de considerar que los intereses de los humanos y los animales tienen una importancia parecida. Por otro lado, en ética es habitual distinguir tres marcos teóricos diferentes: el consecuencialismo, la deontología y la ética de las virtudes. Así, en el capítulo 5 he seleccionado una teoría por cada enfoque, aunque la selección podría haber sido distinta (por ejemplo, en el marco deontológico podría haber optado por la teoría de los derechos de los animales de Rowlands en lugar de por la de Regan, y en relación con la ética de las virtudes podría haber optado quizá por filósofas como Adams y Donovan que relacionan la ética del cuidado con la defensa de los animales). Aunque algunas de sus ideas aparecen en el libro, muchos enfoques relevantes se han quedado fuera del análisis explícito, de la extensión de la teoría de la ciudadanía a los animales propuesta por Donaldson y Kymlicka, a las éticas que abogan por la reducción del sufrimiento como la propuesta por Vinding.

En general, he optado por presentar las teorías que mejor conozco, pero hay que reconocer que la selección es subjetiva y, por tanto, discutible.

La tercera parte consiste en el análisis crítico de la extensión al campo de la ética animal del enfoque de las capacidades desarrollado por Martha Nussbaum. Esta parte incluye los capítulos 6, 7, 8 y 9. En ellos intento responder las siguientes cuestiones: ¿por qué el enfoque de las capacidades es la mejor teoría en el campo de la ética animal? Y, ¿qué modificaciones deben realizarse en dicho enfoque para que sea más coherente y supere algunos de sus problemas principales?

Al final del trabajo presentaré las conclusiones del libro, así como algunos problemas sin resolver y pasos que podrían darse en el futuro. Por su parte, en el primer capítulo introduciré algunas cuestiones metodológicas sobre la forma en que abordaré los problemas a lo largo del libro.

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MIKEL TORRES

Mikel Torres es doctor en Filosofía por la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Actualmente trabaja como profesor adjunto (ayudante doctor) en el Departamento de Filosofía de dicha universidad. Sus especialidades son la ética animal y las éticas aplicadas, disciplinas en las cuales ha publicado artículos de investigación sobre la consideración moral que merecen los animales. Igualmente, ha presentado sus ideas sobre nuestra obligación de tratar bien a los animales en conferencias y ponencias en congresos, tanto nacionales como internacionales. En la actualidad forma parte del grupo de investigación multidisciplinar de la UPV/EHU ETICOP-IT / «Grupo de investigación sobre ética en comunidades de práctica», que estudia la transferencia informal de conocimientos mediante comunidades de práctica, poniendo especial atención en los aspectos éticos de dichas comunidades. Su principal campo de investigación es la filosofía política, donde analiza las oportunidades, limitaciones y problemas que el empleo de ciencias experimentales como la psicología social y la economía del comportamiento conlleva para la evaluación de las teorías de la justicia distributiva.

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Autor: Mikel Torres. Título: Poder animal. Editorial: Plaza y Valdés. Venta: Todostuslibros

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

Hoy he hablado con mi perro y le he explicado sus derechos. Le he dicho que es libre, le he puesto el gorro frigio de los libertos y hasta le he buscado un trabajo para que se gane la vida honradamente. Se acabó la opresión secular. El chucho me ha salido reaccionario, porque luego ha venido a buscar su comida y se ha apalabrado en su rincón. No ha entendido qué significa la libertad, ni siquiera ha ido a trabajar. Le estoy enseñando a cerrar la pezuña como en la portada de este libro, pero estira la pata, a modo de saludo romano. ¿Será un perro fascista o sólo un fascista perro?