A medio camino entre el true crime y True Detective, la serie Por mandato del cielo aprovecha dos de las fórmulas más exitosas en el procedimental televisivo reciente. Ninguna de ellas particularmente novedosa, cierto, pero en el caso de la miniserie basada en hechos reales y basada en el libro de Jon Krakauer Obedeceré a Dios (publicado en España por Península) se articulan con una solidez por encima de la media.
La serie creada por Dustin Lance Black, activista y guionista con experiencia en análisis políticos en clave nacional y en la comunidad mormona (suya es la serie Big Love), mutó en algún momento de largometraje a miniserie de siete episodios. Y de aquí se derivan bastantes de sus problemas, entre ellos una excesiva dilatación de tiempos y alguna subtrama en forma de flashback que rebaja la tensión, así como un excesivo apoyo a diálogos enfáticos sobre la fe que, sin embargo, esconden veneno si uno no pierde la paciencia con su estilo enfático.
No parece sin embargo esa la voluntad de Black, la de crear suspense extremo, salvo en el excelente desenlace de hora y media —donde el cronómetro aprieta a los investigadores— y en ciertos episodios puramente de acción del relato. Por mandato del cielo, sin embargo, apuesta fuerte por la crisis de fe del protagonista, interpretado por un Andrew Garfield tan sensible como de costumbre, y su minucioso retrato sin asomo de ironía o condescendencia (pero con rabia crítica) de una forma de vida arcana, de las grietas donde se anida el fanatismo en un país civilizado.
Por el camino nos encontramos sin embargo con varias sorpresas. Mientras el flashback a los orígenes de la comunidad mormona no acaba de integrarse, la relación de confianza crítica entre Pyre y Taba (un excelente Gil Birmingham) ofrece un asidero a un espectador deseoso de conectar emocionalmente con algún personaje. La música electrónica y folk de Ament, Pluralone & Wicks, entre trascendental y siniestra, proporciona una ambientación sutil sin pedir gran protagonismo, al tiempo que reivindica la labor de intérpretes como Wyatt Russell (sí, el hijo de Kurt) y el normalmente devaluado Sam Worthington. Por mandato del cielo no es lo que se diría una serie adictiva de consumo rápido, pero sí una que fascina por su humanidad, por un cierto estado de concentración al que no es ajeno la mirada al horror más absoluto.
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