Un amigo me recrimina que esté escribiendo de fútbol “a estas alturas”. No sé a qué alturas se refiere. Supongo que a mi edad, en la que me gustaría poder jugar al fútbol con mis nietos, pero no puedo por culpa de la distancia.
No crean que han sido pocos los escritores que han manejado el balón en su obra literaria o en su juventud. Recordemos. Un premio Nobel de Literatura, Albert Camus, nacido en la Argelia francesa, de madre española fue, según propia declaración, un gran aficionado al fútbol. Hasta el punto de que llegó a jugar de delantero en el Montpensier y de portero en el Racing Universitario de Argel.
Otro premio Nobel de Literatura, Camilo José Cela declaraba ser aficionado al fútbol por simpatía hacia su padre, que fue fundador de un equipo en su Galicia natal. Cela escribió en 1972 Once cuentos de fútbol, que son muy pintorescos.
Todavía otro premio Nobel, el peruano-español Mario Vargas Llosa, declaró en cierta ocasión su afición futbolística, especialmente hacia un equipo peruano de sus años de estudiante.
Miguel de Unamuno, el más contundente de los representantes de la Generación del 98, escribió varios artículos de toros y fútbol. Busquen en su obra uno titulado ‘El deportero contemplativo’, y les dejará pensando. En aquellos años el fútbol en España estaba en mantillas, pero a don Miguel la afición al balón-pié le entró en casa por sus hijos Fernando y Pablo, que jugaron en equipos nacientes de Salamanca, circunstancia que dio pie a reunir una interesante colección de fotografías de los dos y de sus equipos rivales, conservada en el museo Unamuno de la antigua Casa Rectoral.
Oscar Wilde no creo que fuera un esforzado practicante del fútbol, pero dejó para la historia una frase escrita que da qué pensar. Dijo el refitolero de don Oscar: “El rugby es un deporte de bárbaros jugado por caballeros, mientras que el fútbol es un deporte de caballeros jugado por bárbaros”. Simpático mister Wilde, pero certero en nuestros días. Todavía tenemos cuerda futbolera de la que tirar. Jean Paul Sartre, el creador del existencialismo (o al menos su sumo sacerdote) se declaró muy aficionado al fútbol y especialmente a la influencia que tenía en la sociedad francesa. No lo practicó en su juventud por sus personales problemas físicos, pero le gustaba ver partidos.
El penúltimo de los autores que traigo a estos renglones es el joven escritor, fallecido en 2022, Javier Marías, hijo de Julián Marías, filósofo, escritor, conferenciante y articulista admirable. Javier escribió un libro dedicado al fútbol y a los futbolistas, titulado Salvajes y sentimentales. Quizá quede algún ejemplar en las librerías, pues está lleno de enjundia.
Miguel Delibes, novelista de sustancia y cazador certero, escribió varios artículos muy garbosos sobre fútbol, deporte que practicó, según su propia declaración, desde los once hasta los 45 años. Tampoco deben perdérselos.
Hay todavía una razón más por la que he cogido la senda del futbolismo. Me preocupa el mal uso que de la Lengua Castellana o Española hacen ciertos comentaristas que se asoman por la tele o hablan en la radio. Convendría poner freno a ese confusionismo creado por la incultura de quienes saben de fútbol y sólo de fútbol y desprecian cuanto ignoran de todo lo demás mientras van construyendo un léxico futbolístico lleno de equivocaciones e interpretaciones torticeras. El papel del ignorante es sembrar el caos y hemos de salir en defensa del lenguaje aunque sea con menos ignorancia que la que poseen los propagandistas. Nuestros nietos no se merecen la jerga que les van a legar.
Estas son algunas de las razones por las que escribo artículos de fútbol, aunque no solo sea el fútbol el meollo del cogollo del bollo. Podría dejar de escribirlos si alguien se siente molesto o renuncia a su lectura. Siguiendo el consejo ajeno, podría en cualquier momento hacer caso de aquellos versos de cabo roto escritos por un soldado-poeta que vivió en una casa de la calle del Rastro de los Carneros, al otro lado del Esgueva a su paso por Valladolid, llamado Miguel de Cervantes, que aconsejaba: “No te metas en dibú, ni en saber vidas aje, que en lo que no te va ni te vie, pasar de largo es cordu”.
Así que ya lo saben. Aunque no lo había hecho antes y lo haga ahora, no debe considerarse “meterme en dibu”, sino intentar que el dibujo salga bello, advirtiendo de los errores sin “acritú”. Aunque, bien mirado, puedo “pasar de largo” sin despeinarme la calva.
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En realidad, la reflexión de Oscar Wilde se traduciría: “El rugby es un juego para bárbaros jugado por caballeros. El fútbol es un juego para caballeros jugado por bárbaros”. Viene a ser lo mismo, pero no costaba nada traducirlo correctamente, respetando las palabras de Wilde. Un gran traductor fue, precisamente, Javier Marías, cuyo Salvajes y sentimentales, más que un libro que haya escrito dedicado al fútbol y a los futbolistas, es una recopilación de artículos de tema futbolístico.