Sí, abusaron de mí cuando era niña. No, no he matado a nadie.
Estás son las respuestas urgentes a las inexorables preguntas sobre Un segundo antes de la furia. Podemos decir que es una novela autoficción aunque, si soy sincera, creo que ningún escrito puede escapar de ser un trocito del alma de quien lo escribe.
Fui una niña como cualquier otra en manos de adultos, mi familia, que supuestamente me protegían. Sin embargo, uno de ellos abusó de mí. Después crecí y lo enterré todo bajo montañas de hormigón hecho de olvido porque así me lo impuso el instinto de supervivencia. Pero un día (bendito día) todo volvió. Gélido y embarrado. Volvieron las lágrimas mudas que resbalaban por mis mejillas, mis ojos de niña asustados observándome desde el espejo, el bombeo de mis latidos angustiados acompañándome durante noches interminables, la impotencia, la soledad, el terror.
Ese fue el instante en el que todo empezó a removerse incómodo, a pedir liberación, a cargarme con culpas que no tenía, a desperezar el letargo de una infancia amarga y olvidada. El instante en el que comienza una curiosa investigación en la que descubro que como yo hay muchos niños —ahora ya adultos— que también sufrieron abusos sexuales en manos de sus mayores. Y comienza la contienda por destapar el ignominioso tabú, por censurar a los perversos y, sobre todo, por acompañar a los que son o han sido niños destruidos. El momento en el que comencé a escribir Un segundo antes de la furia.
¿Y cómo esta atrocidad se convierte en un thriller erótico? El primer manuscrito no era una novela. No tenía contenido erótico ni violento. Podríamos decir que era una optimista e introspectiva declaración de intenciones que no iba a conmover a nadie. Eso sí, contenía la esencia de lo que finalmente se publica. Pero todo cambió cuando la persona a la que pedí que leyera mi cursilada me dijo, sin muchas contemplaciones, que empezase de cero, que no fuese condescendiente con nadie, que escribiese con las tripas, con el coño y con el corazón y que, si luego no quería compartirlo con nadie, lo guardase en un cajón.
Así fue como el monstruo que llevaba dentro empapó todo de sexo y violencia, de rabia y frustración. De la furia con la que Martina, la protagonista, arrasa un mundo que todavía no puede entender. Pero también de vida, de deseos ocultos que, yo también, me negaba a hacer realidad, de ganas de denunciar a todas aquellas personas que en todos los ámbitos de la vida se dedican a abusar de los que se encuentran en una situación de debilidad.
¿Por qué el spoiler sobre los abusos antes del lanzamiento? Porque no he escrito escenas eróticas sin sentido, porque la violencia impresa en la historia tampoco es gratuita. Porque esta ha sido la mejor manera que he encontrado para decirle al mundo que los niños son sagrados y que en su mano está protegerles para que se conviertan en adultos sanos y con fortaleza para asumir lo que la vida les depare por duro que sea.
Entonces… ¿esto es un drama introspectivo? No. Ni mucho menos. Es intensa, divertida y vitalista con un trasfondo amargo, pero… ¿acaso no es así la vida? Martina representa a las mujeres que se comportan como quieren y cuando quieren, sin remordimientos, sin barreras, sin límites. No necesitan ser defendidas por nadie porque ya se defienden por sí mismas, pues piensan y sienten que el poder reside en ellas.
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Autora: Verónica Molina. Título: Un segundo antes de la furia. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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