Aunque recuerdo perfectamente que vi por primera vez Río Bravo (Rio Bravo, 1959), de Howard Hawks, el 14 de junio de 1979, cuando solo tenía cinco años de edad (faltaban tres meses y un día para celebrar mi sexto cumpleaños), en un homenaje que Televisión Española le hizo al recientemente fallecido (en ese momento) John Wayne (11 de junio de 1979), no me di cuenta de que esta película era la quintaesencia del wéstern (y de la vida) hasta que volví a verla el 31 de diciembre de 1988. Su exaltación de la amistad, que pone especial hincapié en los sentimientos de los personajes, presentando a un grupo de amigos —el sheriff John T. Chance (John Wayne), el alcohólico Dude (Dean Martin), el joven y hábil pistolero llamado Colorado (Ricky Nelson) y al viejo tullido Stumpy (Walter Brennan)— enfrentándose a todos los retos y dificultades existenciales, a sus circunstancias y a las circunstancias, condiciones y características esenciales para los profesionales verdaderamente virtuosos, me llevaron a esta conclusión. Howard Hawks, uno de los directores más poéticos que ha dado el cine y uno de los que mejor han sabido reflejar el alma humana junto a John Ford, rodó una de las últimas obras maestras del cine clásico hollywoodiense el mismo año que se estrenaron Misión de audaces (The Horse Soldiers, 1959), de John Ford, Con faldas y a lo loco (Some Like It Hot, 1959), de Billy Wilder, Con la muerte en los talones (North by Northwest, 1959), de Alfred Hitchcock, Ben-Hur (1959), de William Wyler, o Anatomía de un asesinato (Anatomy of a Murder, 1959), de Otto Preminger. ¡Casi nada! La época dorada de Hollywood, que había comenzado casi a finales de los años veinte del siglo XX con la introducción del sonido en el mundo del cine, estaba llegando a su fin, dejando atrás una corriente creativa inmensa, de grandes innovaciones y tramas con una construcción narrativa mucho más sólida.
Lo que hace la vida valiosa, convirtiéndola en una aventura digna de ser vivida, no es tanto lo exterior sino el contenido y significado que le damos a nuestras acciones. Si tienes amor y dedicación, lo más sencillo se puede volver extraordinario. Lo que te llena de esperanza, si lo piensas con detenimiento, está al alcance de todos los seres humanos. Me lo pasé otra vez de maravilla viendo encerrados en la comisaría de un pueblo llamado Río Bravo a cuatro personas intentando impedir que un poderoso terrateniente libere por todos los medios a un preso encarcelado por asesinato, que resulta ser su hermano, antes de que llegue la autoridad estatal para llevárselo. Destacar la aparición de una esbelta y deslumbrante Feathers (Angie Dickinson), que me sigue dejando boquiabierto cada vez que la veo aparecer por el filme.
Cuando volví a ver Río Bravo durante ese invierno de 1988, comprendí que todo en la vida se puede contar a través de un wéstern, el género cinematográfico estadounidense por excelencia, pues resulta compatible con la verdad, la profundidad, la belleza y la potencia emocional. Si en 1979 Río Bravo se ganó un lugar privilegiado en lo más profundo de mi corazón, donde brotan mis sentimientos con sinceridad, en 1988 se convirtió, con permiso de El hombre tranquilo (The Quiet Man, 1952), Centauros del desierto (The Searchers, 1956) y El hombre que mató a Liberty Valance (The Man Who Shot Liberty Valance, 1962), las tres de John Ford, otro de los grandes directores de la historia de cine, en la película de mi vida, la que más veces he visto y una de las pocas que veo, al menos, una vez al año, el filme ideal para descubrir cosas nuevas y fantásticas que me permitan seguir creyendo en la magia del séptimo arte. Porque lo más importante para mí es seguir aprendiendo, mantener mi mente activa. Y lo mejor de todo es que todavía me faltan muchos detalles por descubrir en Río Bravo, que a menudo pasan desapercibidos y refuerzan aún más a una película inolvidable.
En ese periodo de más de nueve años tuve la oportunidad de ver muchos otros wésterns interpretados por John Wayne (La diligencia, Río Rojo, Fort Apache, La legión invencible, El Álamo, El hombre que mató a Liberty Valance, Los cuatro hijos de Katie Elder, Valor de ley…), pero Río Bravo seguía siendo aquella película entrañable que me había marcado profundamente de pequeño, la que seguía teniendo un significado especial en mi desarrollo personal y profesional.
Cuando Howard Hawks hizo Río Bravo, más de 30 años desde que dirigió por primera vez una película, se encontraba en el proceso de revisar su credo de círculo cerrado de profesionales donde se enfatiza la superioridad de las lealtades familiares a cualquier ética profesional. En Río Bravo, el grupo heterogéneo dentro de la cárcel se convierte en una familia en la cual el código de conducta estoico de los grupos hawksianos anteriores es reemplazado por algo similar a un vínculo familiar. La nueva «familia» celebra su unidad con el tiroteo final, que es una exhibición virtual de fuegos artificiales debido al uso de dinamita para vencer a los villanos que amenazan la supervivencia de la familia. El afecto que sienten los miembros del grupo el uno por el otro se resume de manera sublime en la escena en la que Walter Brennan, que interpreta a Stumpy, adjunto de John T. Chance, le dice a John Wayne que tendrá lágrimas en los ojos hasta que regrese a la cárcel. La capacidad de atacar a Wayne es indicativo del vínculo de amistad existente entre los dos hombres.
Río Bravo, un elogio a los que protegen la libertad de los tiranos y ponen límites a los poderosos que miran por encima del hombro a los menos privilegiados, me permitió adquirir y desarrollar valores que cambiaron mi vida (amistad, lealtad, solidaridad, justicia, tolerancia). Los valores se aprenden a lo largo de la vida, pero no solo de manera receptiva, sino que se van construyendo y viéndose influidos por el entorno social en el que nos movemos. Estos principios que guían el comportamiento humano, transmiten información sobre nosotros y nos dan una información valiosa sobre los demás. Los valores no son hereditarios, hay que descubrirlos, trabajarlos, construirlos y modificarlos todos los días. Con Río Bravo aprendí que el cine es una fuente inagotable de transmisión de valores de diversa naturaleza, tanto cultural y social como educativa y emocional.
En Río Bravo: La quintaesencia del wéstern vas a encontrar, cuando en 2024 se celebran 65 años de su estreno en Estados Unidos, todo lo que necesitas saber sobre uno de los mejores wésterns, si no el mejor (con permiso de Centauros del desierto), de la historia del cine y una de las más grandes e influyentes películas de todos los tiempos, que ha sido fundamental en la trayectoria profesional de cineastas tan famosos en la actualidad como Steven Spielberg, Peter Bogdanovich, Sergio Leone, John Carpenter o Quentin Tarantino. A pesar de tardar demasiado tiempo hasta alcanzar la categoría de obra maestra, Río Bravo, desde su estreno, ha sido homenajeada en decenas y decenas de películas. Quizá siga sin tener el reconocimiento de otros wésterns que cuestionan los arquetipos del género como Centauros del desierto (Steven Spielberg definió la película de John Ford como («la mejor de la historia del cine»), pero la dimensión humana de sus personajes y el drama que los acompaña la dotan de una hondura especial, prácticamente imposible de superar. Para José Luis Garci «Río Bravo es el cine de verdad» y este reputado cineasta puede que sea, junto a otros escritores y analistas cinematográficos (Fernando Alonso Barahona, Gerardo Sánchez, Luis Alberto de Cuenca, Eduardo Torres-Dulce), una de las personas que más saben sobre el mundo del cine que tenemos en España. Asimismo ha dicho que «Río Bravo es un wéstern, claro, aunque también es una comedia como La novia era él o La fiera de mi niña, y una reflexión sobre la amistad tan profunda como la de Sólo los ángeles tienen alas».
Tras haber escrito varios libros con otros autores, entre ellos Charlton Heston: Un héroe para la eternidad y Cecil B. DeMille: Un director de leyenda (Amarcord Ediciones, 2023), junto a Fernando Alonso Barahona, Río Bravo: La quintaesencia del wéstern supone, por fin, mi debut como escritor cinematográfico en solitario. En este estreno se dan dos datos súper curiosos: la película está dirigida por el segundo mejor director de la historia del cine (John Ford, lógicamente, ocupa el primer puesto) y protagonizada por mi actor favorito, el más importante y famoso de todos los tiempos: John Wayne. Me siento feliz y satisfecho por haber contribuido a que muchos cinéfilos tengan la oportunidad de descubrir y aprender cosas nuevas sobre un filme que se ha convertido en un título de culto con el paso del tiempo, principalmente, para los aficionados al wéstern, el género cinematográfico genuino estadounidense por excelencia, junto al de gánsteres y el de superhéroes. Apoyado a menudo en narraciones y novelas de grandes escritores, la huella del wéstern ha pervivido en otros géneros, desde el cine de ciencia ficción hasta las películas de acción pasando por el thriller o el suspense. Se ha dicho en infinidad de ocasiones que leer las obras del escritor argentino Jorge Luis Borges por primera vez es como descubrir una nueva letra en el alfabeto o una nueva nota en la escala musical. Eso y mucho más fue lo que sentí aquel caluroso 14 de junio de 1979 cuando vi Río Bravo.
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Autor: Juan Manuel de la Poza. Título: Río Bravo: La quintaesencia del wéstern. Editorial: Sílex. Venta: Todostuslibros
Buenas tardes:
Interesante artículo sobre una enorme película.
Me gustaría preguntar (es retórica, claro, nadie me va a responder) a quien sea responsable de la realización de la tapa del libro en qué momento se le ocurrió poner tilde en la palabra western.
Si la pone en inglés, no debería llevarla. Además, estaría bien que estuviera en cursiva. Ya sé que esto es mucho pedir.
Si la españoliza (lo cual es perfectamente comprensible como un préstamo asumible y mucho mejor que tratar de traducir chusqueramente el término) entonces es una palabra llana y no debe llevar tilde por terminar en “n”.
Gracias. Un peliculón.
Juan
Las palabras llanas terminadas en más de una consonante se escriben con tilde: «ítems», «wéstern», «bíceps», «récords», «referéndums». Gracias por tu comentario, Juan. Me alegro mucho de que te haya gustado el artículo y espero que te guste el libro.
Es una historia sin personajes secundarios, casi sin extras, todos tienen una historia que contar y a todos se los trata en profundidad. Un ejemplo seria, en esa muda y larga escena inicial, el pistolero que intenta evitar que el rico y poderoso continúe maltratando a un pobre borracho y paga por ello con su vida. Los momentos de tensión entre los personajes, sobre todo entre el sheriff y su ayudante y esa escena volcando el whisky de vuelta en la botella.
Un canto a la amistad. Muchas gracias por tu comentario, José Alberto. Espero que te guste el libro.
Me gusta más El Dorado
Otra obra maestra. Gracias por tu comentario, Carlos.
Para mi el mejor western es Shane (Raíces profundas). En esta magnífica película se muestran personajes que ayudan desinteresadamente a los demás, la lucha contra los poderosos sin escrúpulos, el valor de la amistad, la defensa de los débiles, una sutil e imposible historia de amor, la maldad absoluta desarrollada por el peor villano del western (inconmensurable Jack Palance), y todo esto visto a través de los ojos de un niño. Copiada varias veces, como por ejemplo por el maestro Clint Eastwood
A mí también me gusta mucho «Raíces profundas», ya que es una de las película que mejor refleja la tragedia del héroe. Gracias por tu comentario, Miguelo. Espero que te guste el libro.
Le agradezco el artículo. Una gran película que tuve ocasión de ver en una pantalla gigante, ademasde infinutas veces en la TV.Soy más Fordiano pero Hawks era un poeta Enhorabuena.
Me alegro mucho de que te haya gustado el artículo. Yo también prefiero a John Ford antes que a Howard Hawks, pero el viejo zorro plateado se queda muy cerca de Pappy. Gracias por tu comentario. Te lo agradezco enormemente.