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¿Por qué se cambia una trama en una novela?

¿Por qué se cambia una trama en una novela?

Foto: Alfonso Segura

Del steampunk a la taxidermia

Escribir una novela es un proceso largo en el que se van dando diversas circunstancias que te hacen cambiar decisiones que en un principio te parecían acertadas. Yo soy muy partidario de estructurar mucho mis ideas y hacerlo antes de empezar a escribir. Para ser exactos, lo primero que hago es vomitar el arranque de la novela en una serie de folios, aquello que de alguna manera la define, la plantea. Pero tras situar este detonante me paro a pensar. Coloco una pizarra enorme y empiezo a llenarla de post-its de colores según la trama que estoy desarrollando. Este proceso, en el caso de La huella del mal, me llevó un mes de dedicación exclusiva: un total de 5 partes (de unas 100 páginas cada una, según calculaba entonces) más un epílogo largo en el que se resolvería el asesinato.

Y así lo trabajé, consultando con una de mis colaboradoras habituales en el mundo de los guiones, Mónica Martín-Grande, a ver si a ella le funcionaba. Cuando hube terminado este proceso tenía una pizarra con más de 100 post-its de colores. Tapé la resolución y llamé a mis editores de Planeta para contarles la novela. Fue un momento emocionante, iban a ser los primeros en conocer toda la historia. Hicieron algunos comentarios, pero les interesó mucho lo que les narraba, les surgían preguntas, posibles culpables… No quisieron saber cómo terminaba para leerlo como si fuesen lectores “normales”.

"En La huella del mal se produce un asesinato ritual en el entorno de las excavaciones de Atapuerca"

Así que con el entusiasmo de Planeta por el proyecto me puse a escribir. Antes de hacerlo, volví a mirarme aisladamente la parte 1 para ver si todo funcionaba. A veces ocurre que en un vistazo general la historia camina, pero al centrarte tan solo en una de las partes estas pueden resultar repetitivas o sosas. Una vez estuve convencido de que la Parte 1 (El enterramiento) estaba suficientemente trabajada empecé a escribir hasta terminarla. Del tirón. Lo mismo hice con la parte dos, la tres, la cuatro y así hasta el final. En unos 9 meses había terminado y revisado la primera versión de la novela. El haberla estructurado mucho previamente no había impedido que me sintiera libre de hacer modificación durante el proceso. De hecho, cuando ahora vuelvo a ese primer esquema veo que hay bastantes detalles que han cambiado, incluyendo algunos finales de parte, que siempre intentaba que fuesen “en alto” para aumentar el interés de la lectura.

Una vez hube entregado mi primera versión a la editorial y comentado con ellos diversos aspectos menos importantes, nos surgió una duda con una trama secundaria que trataba sobre el steampunk. Según Wikipedia, el steampunk fue, en sus inicios, un subgénero literario nacido dentro de la ciencia ficción especulativa que surgió durante la década de 1980 de la mano de escritores conocidos por sus trabajos cyberpunk.​ Hoy en día, este subgénero ha madurado hasta convertirse en un movimiento artístico y sociocultural y no tan solo literario. Mezcla tecnologías anacrónicas o invenciones futuristas imaginadas por visionarios de su época desde la perspectiva victoriana.

En La huella del mal se produce un asesinato ritual en el entorno de las excavaciones de Atapuerca, y en los primeros pasos de la investigación los policías tienen acceso al ordenador de la víctima, en el que descubren que se han borrado unas fotografías en el día de su muerte. Y a los investigadores les resultaba evidente que el autor de esas fotos pudiera ser su asesino. Gracias a un sofisticado programa informático consiguen recuperarlas, y en ellas se ve… en la primera versión de la novela a la propia víctima vestida de steampunk y con una pistola de rayos en su mano. Y en la segunda versión está vestida de manera primitiva y acompañada por un lobo. Aunque la foto es muy realista, se dan cuenta de que el animal ha sido disecado. ¿Por qué este cambio de trama?

Versión Steampunk

En esta versión, la chica aparecía vestida de steampunk y con una Raygun en la mano. ¿Y qué es una Raygun? Una pistola de rayos. Un arma de ciencia ficción de haces de partículas que dispara una energía destructiva y de las que ya hablaba HG Wells en La guerra de los mundos (1898), aunque él la llamo Heat-Ray. La primera vez que se utilizó la terminología exacta fue en 1917, en El mesías del cilindro, de Victor Rousseau.

A mí me llamaba mucho esta estética desde hacía tiempo, pero tampoco conocía muchos detalles, por lo que empecé a investigar y encontré un diseñador español que hacía unas armas originales magníficas, llamado Dr. Pek. Intenté contactar con el artista, pero no contestó a mis mensajes. Os dejo un link a su web para que veáis cómo trabaja. Impactante.

"En su web tenía un arma magnífica a la que llamaba La Furious Gun. En ella me inspiré para mi escena"

En su web tenía un arma magnífica a la que llamaba La Furious Gun. En ella me inspiré para mi escena: uno de los policías, Rodrigo, el más joven, visita el taller del artista intentando saber si fue él el que fabricó el arma que aparecía en las manos de la chica asesinada en las fotos recuperadas del ordenador.

—¿Y tendrías alguna aquí, en el taller?

—Claro —dijo, señalando hacia una de las esquinas del garaje.

El policía miró hacia donde le indicaba, pero no vio nada. Luis le guio, esquivando los distintos muebles en los que estaba trabajando, y llegó hasta un bulto tapado con una lona.

—Aquí está —dijo antes de mostrarla—. La Furious Gun, 2.

El artista levantó la tela con sumo cuidado, como si estuviese revelando uno de los secretos mejor guardados de la humanidad. Cuando Rodrigo la vio comprendió que su viaje había tenido sentido. Era extraordinariamente similar a la que había tenido en sus manos Eva Santos en la fotografía que habían encontrado borrada en su ordenador.

—Es preciosa —acertó a decir el policía.

Y era cierto.

—¿Verdad? Mírela bien. Ochocientas piezas: carretes de pesca, aerógrafos, incrustaciones de cámaras de fotos antiguas… La clave es descontextualizar las piezas, que no parezca lo que es, que no se sepa de dónde vienen.

Rodrigo observó el arma. Era sorprendente. Una especie de escopeta hecha con partes de metal y otras de madera pintada, adornada con bombillas y copas de cristal cortadas para semejar piezas que pudieran condensar en su interior la energía necesaria para disparar haces de partículas y rayos desintegradores.

—Tiene veinte bombillas y tres motores —continuó explicando Luis—. Y he tenido que crear un sistema especial de baterías para que pueda funcionar, porque tiene un consumo muy alto. Tardé más de cuatro meses en construirla —concluyó, satisfecho de su obra.

—Maravillosa. Pero es que juraría que he visto otra muy similar en una foto —dijo con cuidado Rodrigo.

—Puede ser. La Furious Gun 1. Mi primera Ray Gun. Una maravilla también.

—Debe de costar una fortuna.

—Cerca de tres mil euros.

—No mucha gente pagaría una cantidad así.

—Créame que lo vale —certificó el Dr. Pek S’kool.

—Estoy seguro de ello. Es impresionante —reconoció Rodrigo—. ¿Y se acuerda de a quién se la vendió?

Luis se le quedó mirando sin contestar. El policía notó la duda en su interlocutor.

—No es tan solo curiosidad, ¿verdad?

—No, no lo es —se sinceró el policía—. ¿Se acuerda?

—Algo así es imposible de olvidar.

Foto: web de Dr. Pek

Pero la influencia del steampunk no se quedó tan solo en esta subtrama, sino que para la venta interna de la novela a Planeta reuní un equipo profesional e hicimos una serie de fotos con Elisabeth Larena como protagonista y disparadas por Alfonso Segura, director de fotografía con el que ya había trabajado anteriormente en televisión (Rescatando a Sara, Historias robadas). Las fotos respondían a una mezcla de estética steampunk con detalles prehistóricos. Véase la calavera que sostiene en su mano Elisabeth.

Foto: Alfonso Segura. Modelo: Elisabeth Larena.

A mí la trama me gustaba mucho, servía para el objetivo que buscaba y era muy original. Pero no tenía nada que ver con el contexto de la narración. El steampunk o retrofuturismo y la prehistoria no terminaban de casar.

"Decidí sustituir la trama por otra diferente, pero que debía cumplir la misma función y ser igual de atractiva. Tras darle la vuelta a diversas opciones surgió la opción de la taxidermia"

Así que, tras debatirlo con mis editores, Raquel Gisbert y Emilio Albi, decidí sustituir la trama por otra diferente, pero que debía cumplir la misma función y ser igual de atractiva. Tras darle la vuelta a diversas opciones surgió la opción de la taxidermia. En la foto del ordenador, en vez de aparecer una Raygun, aparecería ahora un lobo disecado. Eso me permitía investigar sobre algo más primitivo, como es la caza y el curtido de la piel de los animales. El estudio del taxidermista podía tener un encanto similar al del constructor de armas retrofuturistas, y el párrafo que escribí para la novela en el que se habla de la caza del lobo tiene algo misterioso y ancestral que le viene muy bien a la historia. Yo ya conocía el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, que tiene una familia de lobos disecados por los hermanos Benedito hace cerca de 100 años, pero yo quería conocer algún taller más moderno. Mi amigo Javier Moreno me puso en contacto con José Antonio Masedo, que fue encantador y me dejó visitar su lugar de trabajo en Lozoya. Que te enseñen un lugar así tiene algo fascinante y a la vez primitivo: el lugar donde desuellan a los animales, donde curten las pieles, donde se crean las estructuras de los cuerpos, los ojos falsos, las mandíbulas… José Antonio me fue explicando todo lo que necesitaba saber: de los animales solo se suele utilizar la piel y rara vez los colmillos; la estructura se trabaja en moldes, hay que decidir una postura natural, la elección de los ojos… Incluso las mandíbulas suelen ser reconstrucciones.

Tras escucharle, ya estaba preparado para escribir la nueva escena. El mismo policía joven, Rodrigo, ahora visitaba el taller del taxidermista sospechoso de haber disecado el lobo que aparecía en las fotos junto a la víctima.

—¿Y se pueden cazar lobos en España?

—Sí. Se subastan precintos por terrenos de caza. Ayúdeme con esto —añadió, apartando algunos moldes que dificultaban el paso.

—¿Precintos? —preguntó sin entender el concepto mientras le echaba una mano.

—Licencias. En una determinada zona pueden dar dos o tres al año, como mucho. Ahora hay bastantes lobos en España. Más de tres mil. Hay quien dice que hasta siete mil.

—¿Usted ha cazado lobos?

José Ángel dejó lo que estaba haciendo y miró al policía, que no supo cómo interpretar esa mirada.

"La huella del mal está ahora más redonda, la trama es más ancestral, más primitiva y contribuye a crear una atmósfera que es importante en el relato"

—Uno —respondió con solemnidad—. En la sierra de la Culebra, en Zamora. Le tienes que poner un cebo para que se acerque, pero no puede ser ganado de la zona, para que no se acostumbre a comer ni vacas ni ovejas. Normalmente se va acompañado, pero yo fui solo. Era la tercera noche que salía a ver si lo encontraba. Recuerdo que hacía un frío terrible, era a finales del mes de enero —Rodrigo escuchaba el relato fascinado—. Construí una pequeña cabaña con ramas para calentarme un poco y esperar. Es una experiencia estar en el bosque de noche. Hay multitud de sonidos: ratones, jabalíes, pájaros que cantan aunque no haya sol, grillos… Pero de pronto, todo se calló. Fue impresionante. Ya me lo habían comentado: cuando aparece el lobo todos los demás animales permanecen en absoluto silencio. Con tan solo su presencia. Yo sabía que estaba allí, a pocos metros y, probablemente, él podía olerme. Aun así, se acercó a la presa que le había colocado y empezó a devorarla. Podía escuchar sus dentelladas. Estaba en el sitio perfecto para mi escopeta cuando levantó la cabeza y me miró. Fue un instante antes de que yo disparase, pero sentí algo difícil de explicar: el frío, el monte en silencio, esos ojos…

José Ángel se interrumpió sin dar más explicaciones. Rodrigo pensó que se iba a emocionar.

—Este es ese lobo. No he vuelto a cazar otro desde entonces.

Rodrigo lo contempló. En la sala en la que acababan de entrar, el sol irrumpía por la ventana iluminando a contraluz al animal. Se sobrecogió. Era precioso; un macho grande, de pelo grisáceo y aspecto imponente. Tardó en reaccionar, hasta que recordó el motivo de su visita. Entonces sacó el móvil para buscar la foto del lobo que había aparecido en el ordenador de Eva Santos y se la mostró a José Ángel, que nada más verla esbozó una sonrisa.

—Lo hice yo. Un animal magnífico, incluso un poco más grande que este.

—¿Se acuerda de quién se lo encargó?

—Claro, fue un cazador de Madrid que nunca me lo pagó.

Esa información no se la esperaba Rodrigo.

—¿Entonces? ¿Se lo robaron? —aventuró.

—No, qué va. Lo tenía puesto en mi página web y hace como un año me llamaron interesándose por él. Lo vendí.

—¿Y se acuerda a quién?

José Ángel se le quedó mirando sin contestar. El policía notó la duda en su interlocutor.

—No es tan solo curiosidad, ¿verdad?

—No, no lo es —se sinceró el policía—. ¿Se acuerda?

—Algo así es imposible de olvidar.

Foto: Manuel Ríos San Martín

Es indudable que me costó quitar la subtrama sobre el steampunk, porque le había dedicado mucho tiempo y esfuerzo y funcionaba independientemente al resto, pero creo que es preferible ser autocrítico con tu trabajo, y si en algo puedes mejorar lo que estás escribiendo no te debe dar ni pereza ni lástima hacerlo.

La huella del mal está ahora más redonda, la trama es más ancestral, más primitiva y contribuye a crear una atmósfera que es importante en el relato.

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