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Povera patria

Povera patria
Schiacciata dagli abusi del potere
Di gente infame, che non sa cos’è il pudore
Si credono potenti e gli va bene quello che fanno
E tutto gli appartiene

Tra i governanti
Quanti perfetti e inutili buffoni
Questo paese devastato dal dolore
Ma non vi danno un po’ di dispiacere
Quei corpi in terra senza più calore?

Non cambierà, non cambierà
No cambierà, forse cambierà

Ma come scusare
Le iene negli stadi e quelle dei giornali?
Nel fango affonda lo stivale dei maiali
Me ne vergogno un poco e mi fa male
Vedere un uomo come un animale
Non cambierà, non cambierà
Sì che cambierà, vedrai che cambierà

Si può sperare
Che il mondo torni a quote più normali
Che possa contemplare il cielo e i fiori
Che non si parli più di dittature
Se avremo ancora un po’ da vivere
La primavera intanto tarda ad arrivare

Pobre patria, machacada por los abusos del poder de gente infame, que no sabe qué es el pudor. Se creen poderosos y les va bien aquello que hacen y todo les pertenece. Entre los gobernantes, ¡cuántos perfectos e inútiles bufones! Este país devastado por el dolor. Pero, ¿no os despiertan cierta desazón esos cuerpos en tierra sin más calor ya? No cambiará, no cambiará, no cambiará, quizás cambiará. Pero, ¿cómo excusar las hienas en los estadios y las de los periódicos? En el fango se hunde la bota de los puercos. Me avergüenza un poco y me hace daño ver a un hombre comportarse como un animal. No cambiará, no cambiará. Sí que cambiará, verás que cambiará. Se puede esperar que el mundo vuelva a cuotas más normales, que pueda contemplar el cielo y las flores, que no se hable más de dictaduras. Si tenemos aún un poco por vivir, la primavera entretanto tarda en llegar.

En 1991 el siciliano Franco Battiato, al que muchos seguimos llorando, publicó Come un camello in una grondaia. «Povera patria» abre el álbum. Al igual que a tantas cosas en mi vida, llegué tarde a él. Lo escuché por primera vez hace dos años, apenas muerto el vate. La canción me pareció clarividente, escrita para denunciar el estercolero social y político en el que nos obligan a hozar las élites hodiernas. Pensaba que había sido una de sus últimas composiciones, poco antes de recluirse en su casa de Milo, en las laderas del Etna, a aguardar a la Muerte. Me quedé atónito: la había compuesto 30 años antes.

Por aquel entonces Italia era gobernada por Giulio Andreotti al frente de una coalición formada por cinco partidos. Empezaban a dejar su hediondo hedor los lodazales de corrupción y podredumbre que asolaron a la península itálica en los 90. El mismo mandatario llegó a ser juzgado por connivencia con la Mafia, que retaba al Estado asesinando a los jueces Borsellino y Falcone, junto a sus escoltas. A la vez, el fiscal Di Pietro ponía en marcha la operación Manos Limpias, que enchironaría a gran parte de la clase política y empresarial. 

"Pobre patria, usurpada por una panda de extremistas de todos los arcos parlamentarios, con mucha bandera, pero nula sesera"

Battiato debió de componer esta canción asqueado de este ambiente, no sólo como denuncia, sino también como un canto de esperanza de que la sociedad cambiaría y aspiraría a una nueva primavera. ¡Qué equivocado estaba! Tras esta década infame, Italia vivió los esperpentos de Berlusconi y los ultras Salvini y Meloni, capaces de resucitar un nacionalismo rancio, alcanforado, que aparte de enfrentar a la Italia rica septentrional con la pobre meridional achaca a los inmigrantes menesterosos todos los diablos que asolan a la sociedad. Me deja estupefacto cómo se puede aplicar una canción compuesta más de tres décadas atrás a la realidad española actual.

Povera patria, pobre patria, usurpada por una panda de extremistas de todos los arcos parlamentarios, con mucha bandera, pero nula sesera. Una manada que se considera dadora del concepto de españolidad, catalanidad, euskaldunidad o cualquier otra -idad que segregue y enfrente a los miserables condenados a habitar este terruño. Una cuadrilla que excreta bilis y bulos, siembra tempestades y recoge el fango del cainismo.

Povera patria, schiacciata dagli abusi del potere di gente infame, che non sa cos’è il pudore. Si credono potenti e gli va bene quello che fanno. E tutto gli appartiene. Desdichada patria, machacada por unos engreídos, ávidos de poder, capaces de traicionar a su propia madre a fin de rascar algo de la cutrez que acompaña a los potentados. Gente infame, con tanto pudor como honestidad. Clan ruin, que se cree señor de todo, incluso de la nación, y que la reparte a su criterio extremista y mete en el estercolero a los que no comulgan con su credo.

"Creen que han inventado la Democracia, tras haberse empecinado, redactando leyes educativas infames, en borrar la memoria de Clístenes, Pericles o Sócrates"

Tra i governanti, quanti perfetti e inutili buffoni. Questo paese devastato dal dolore. Ma non vi danno un po’ di dispiacere quei corpi in terra senza più calore? Infeliz patria, que se ha vendido a una panda de inútiles bufones para ser gobernada por su ineptitud miserable. En cierto parlamento autonómico un zascandil, un zanguango que a sus casi 30 ha sido incapaz de sacarse honestamente una carrera universitaria, ha sido elegido diputado. Se ha pasado la vida lamiendo rabadillas, de turiferario, moviéndole el incensario al caciquillo de turno desde las organizaciones juveniles de su partido. Sin haber aportado nada a la sociedad, aparte de su máster en cómo ser un trepa y vivir del peloteo. Este zote cobrará al mes mucho más que los pringaos que lleven más de 30 años en el tajo sirviendo a la comunidad. 

Esto no se circunscribe a una sola región, asolada por la incultura y el caciquismo: en el otro extremo nombran ministros o directores generales a una bandada de cantamañanas, con escasa o nula experiencia laboral previa en pro de lo público, que se atreven a legislar sin ser capaces de escribir la o con un canuto y, encima, una vez visto que la han metido hasta el corvejón, se encastillan en su soberbia y se niegan a rectificar, aunque estén dañando de manera irremediable a sus compatriotas. Hatajo de ganapanes, que van de adanes. Creen que han inventado la Democracia, tras haberse empecinado, redactando leyes educativas infames, en borrar la memoria de Clístenes, Pericles o Sócrates, a fin de que el ciudadano no sepa quiénes son esos gigantes y no pueda compararlos con los soplagaitas que ahora copan la política.

Tanto en mi comunidad como en otras, incluso en la que se postula como faro del país, se premia a los judas, a quienes han traicionado a las siglas y a los votantes que los encumbraron. Roma no paga a traidores. Hispania sí: los hace diputados o consejeros. De esta falta de respeto a la España que se descuerna trabajando de sol a sol tanta culpa tienen los partidos que dan cancha a estos gorrones como los electores que los votan. Misera patria.

"¿Serán conscientes de que su Dios los echaría del templo a zurriagazos, así como a los mitrados y locutores que orean discordia?"

En la antigua Roma aquellos que querían hacer carrera política tenían que presentarse a unas elecciones para desempeñar el vigintivirato, cargo que requería tener entre 17 y 24 años. Sólo eran ayudantes de senadores, jueces u otras magistraturas, pero con ningún poder. Después tenían que fajarse combatiendo con las legiones como oficiales, jugándose el pellejo, tal y como le pasó a César, que se ganó una corona mural por ser el primero en escalar las murallas de Mitilene, en la isla de Lesbos. Con 30 años podían postularse a los primeros comicios “serios”, con una hoja de servicios a la Res Publica impecable. Empezaban como quaestores, entre tesoreros e inspectores de Hacienda. En cada uno de los cargos podían permanecer un año y nunca estaban solos: como mínimo eran dos. Tras haber pasado por varios escalones y con mucha suerte (si eran elegidos a la primera) con 40 podían acceder al consulado, la más alta de las magistraturas. Ahora nombramos diputado a un parásito que no ha sido capaz de terminar sus estudios ni ha hecho nada fuera de dar coba a sus gerifaltes. 

Ma come scusare le iene negli stadi e quelle dei giornali? Nel fango affonda lo stivale dei maiali. Me ne vergogno un poco e mi fa male vedere un uomo come un animale.

Habito al costado de unas instalaciones deportivas. Con frecuencia turban mi siesta de fauno los rebuznos de una piara de tifosi, que, queriendo, dicen, animar a su equipo, vomitan cantos ultras, preñados de odio y mala baba. Actúan como una jauría de colmillo bilioso, ávida de descuartizar al que no concuerde con sus talibánicos credos. Esa caterva de hienas que asola las redacciones de muchos de los medios de comunicación privados y usan sus teclados o micrófonos para aventar inquina, sembrar cizaña y pudrir el país que dicen amar convirtiéndolo en un muladar. ¿Dónde está lo que aprendieron en la facultad de Periodismo? ¿Dónde su ética? ¿Qué aportan a la sociedad?

"Como Unamuno, me ahogo en este cabañal y me duele España. Me excoria, porque la siento mía e intento honrarla, aunque muchos me quieran fuera o deseen acallar mis balidos"

Una de las cosas más infamantes que nos han deparado los últimos tiempos ha sido el exasperante graznido de “que te vote Txapote” o lo de Perro Sanxe. Sin dar crédito, lo he oído croscitar en celebraciones del ascenso de un equipo de chichinabo, ¡en una boda! y en traíllas de jóvenes católicos que iban a las Jornadas Mundiales de la Juventud a las que acudía el papa. ¿Qué España quieren los que dan alas a este gañido? ¿Una guerracivilista y navajera, en la cual se solventen las diferencias a garrotazos y tiros en la nuca o ante un paredón? ¿Qué tipo de católicos son los que vomitan su odio con este cántico? ¿Serán capaces de comulgar y sentirse buenos cristianos? ¿Serán conscientes de que su Dios los echaría del templo a zurriagazos, así como a los mitrados y locutores que orean discordia? ¿De que, con voz estentórea, pronunciaría lo que nos narra san Mateo?: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia».

Como Unamuno, me ahogo en este cabañal y me duele España. Me excoria, porque la siento mía e intento honrarla, aunque muchos me quieran fuera o deseen acallar mis balidos. Soy patológicamente pesimista, a diferencia de Battiato, que en sus últimas estrofas quería dejar un canto de esperanza, soñando una nueva primavera, donde floreciera una sociedad en la que no se vote contra nadie, sino a favor de alguien. En la que brote la concordia y la convivencia y las diferentes organizaciones busquen el bien común, alentadas por una prensa constructora y no desguazadora. En la que quepamos todos y hagamos de una vez nación en vez de trincheras putrefactas. Ma, sfortunatamente, ahimè, non cambierà. Non cambierà. Mai.

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