Hace ya algún tiempo, Luis Zueco se hizo una pregunta: ¿cómo puede ser que en el ajedrez, un juego de origen medieval, la figura más poderosa sea una mujer? Realmente, parece una anomalía histórica, dada la sociedad patriarcal en la que Europa ha estado históricamente sumida. A partir de esa pregunta, escribió su nueva novela.
En este Making of, Luis Zueco recuerda el origen de El tablero de la reina (Ediciones B).
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Nunca me ha gustado la ficción que plantea preguntas al lector sin ofrecer las respuestas. En mi opinión es un juego demasiado sencillo, todos tenemos preguntas, más o menos trascendentales; pero lo realmente valioso, y difícil, es encontrar respuestas, incluso aunque no sean perfectas.
La otra pregunta es: ¿cómo es posible que en un juego medieval, que representa la sociedad de la época y simula un enfrentamiento militar, la figura más poderosa es una mujer? Si han jugado al ajedrez, aunque sea solo una vez, ¿no se han realizado esa pregunta? Entre torres, caballeros y reyes, la que comanda la ofensiva es la reina, ¿por qué?
El tablero de la reina es una ficción principalmente de aventura y misterio en un contexto medieval atractivo y desconocido, el ascenso al poder de la futura reina Isabel de Castilla. Casi todos conocemos su figura, sus logros junto a su marido Fernando de Aragón, los llamados Reyes Católicos, pero… ¿cómo llegó a reinar una joven infanta que ni mucho menos estaba predestinada a ello? Para mí, en grandes personalidades, es más interesante saber la manera en cómo lograron su poder, que las hazañas que llevaron a cabo una vez alcanzaron la cúspide. Porque dice mucho más de ellas, nos desvela rasgos y motivaciones que luego quedan difuminados o se ocultan cuando están en plenitud.
Además de responder a estas dos preguntas, mis novelas se estructuran según el sistema de capas, que creo es el más efectivo en la novela histórica. Una capa base histórica, pero también costumbrista. Centrada en escenarios físicos, eventos, formas de vida y personajes secundarios. Una segunda capa de misterio, con elementos de thriller para dotar de dinamismo a la novela. Y una tercera puramente de trama, que es la principal. Nunca debemos perder de vista que la novela histórica es ficción, y que todos los elementos que utilizamos están al servicio de la trama principal.
Dependiendo del tipo de lector, este se queda en una capa u otra. La clave está en que las capas estén bien organizadas y se mezclen unas con otras en un equilibrio complejo. Así se puede llegar a distintos tipos de lectores, que se centrarán más o menos en una capa u otra dependiendo de sus gustos e intereses.
En mis obras es inevitable que aparezcan mis grandes pasiones, los libros y los castillos. La importancia en la trama de los libros es un recurso que utilizo siempre, porque quiero que el lector entienda la relevancia de la literatura en cada época. No es lo mismo el mundo del libro a finales del siglo XV; donde son todavía manuscritos, aunque exista la imprenta; que en mi novela El mercader de libros, donde el libro impreso está en ebullición por primera vez; o en El cirujano de almas, en un siglo XIX donde la literatura está en pleno apogeo. Ni tampoco en El monasterio, donde los libros son considerados auténticos objetos de lujo al alcance de muy pocas manos. Por otro lado las fortalezas son siempre alguno de los escenarios principales de mis novelas. El de Loarre lo era en El castillo; el de San Jorge de Sevilla en El mercader de libros; La ciudadela de Barcelona en El cirujano de almas; y en El tablero de la reina lo son varios, como el Alcázar de Segovia, el Alcázar de Sevilla y el Castillo de Montizón.
También utilizo referencias a otros escritores, a películas, hasta a canciones. Hay todo tipo de guiños, unos más sutiles que otros, y juego con le lector a que los descubra.
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Autor: Luis Zueco. Título: El tablero de la reina. Editorial: Ediciones B. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Promete este libro, como todos los suyos. Es más, tiene atractivo adicional para echar abajo la teoría del patriarcado inamovible e irredento que algunos interpretan sesgadamente.