Se cumple medio siglo de la aparición de Dawn, obra maestra de Uri Shulevitz. Por desgracia, nunca ha sido editada en nuestro país, por lo que nos hemos perdido la posibilidad de apreciar un ejemplo consumado de álbum idílico, de imaginación consagrada a la representación de las fuerzas que unen al individuo con el mundo (la tierra natal, la naturaleza como sostén de la vida, la familia).
Hasta llegar a ese momento, el álbum despliega los instantes de la noche que anteceden al crepúsculo, pequeñas escenas cotidianas cargadas de sentido, apreciadas con intensidad (ello explica su sentido lírico, propio de un poema oriental —el texto, de hecho, está inspirado en unos versos de Liu Zongyuan, poeta chino de la dinastía Tang—).
El idilio canta a la vida exaltando la belleza natural, de ahí que en su poder orgánico convivan fuerzas antagónicas, como sucede en los crepúsculos: lo alegre y lo triste, el comienzo y el final, la nana de infancia y la elegía (el idilio es una elegía alegre, dejó dicho Schiller), la unión de lo que comienza y de lo que se recordará: la fundación de una vida y de un futuro recuerdo. Este amanecer lo viven un anciano y un niño.
Shulevitz pintó la noche y el lago, la luz oscura y los destellos verdes de las montañas en el agua. Lo hizo con acuarelas, la materia más disuelta. El elemento familiar está presente desde la misma dedicatoria (“A mis padres”) y la naturaleza aparece representada como un templo majestuoso, acogedora de todos los seres.
“Un murciélago solitario revolotea en silencio.
Una rana salta. Después, otra.
Un pájaro llama. Otro responde”.
El ritmo es pausado. Uno de los grandes logros del álbum es acompasar esa sinfonía modesta de las criaturas con la disposición de las páginas (ilustraciones en óvalos imperfectos, dentados, que ocasionalmente se unen en dobles páginas como dos gotas mutuamente absorbidas); sopla la brisa en una línea del texto y tiembla todo el dibujo invertido (un alarde de virtuosismo: el reflejo en el agua vibra, “el lago tirita”). Un instante lo modifica todo, y sin embargo no hace sino demostrar la permanencia del tiempo. “Sin aceleración ni descanso”, como decía Goethe de las órbitas celestes.
Otro logro relacionado con el anterior es la pauta cromática (grises, azules, negros, verdes piedra, violetas pálidos…) graduando los matices de la luz hasta el estallido del amanecer y el espléndido verde hoja de las montañas espejeadas en la lámina del lago, inmensa doble página cenital a borde perdido.
Es el logro de la captación del tiempo vivo y de su contemplación. El álbum tiene esa permanencia propia de las cosas creadas que se han acercado mucho a la claridad de la vida. Exactamente lo mismo que experimentan el abuelo y el nieto: el nacimiento de un recuerdo que durará hasta el final de sus días.
Dawn cumple su primer medio siglo. Le quedan muchos más.
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Autor: Uri Shulevitz. Título: Dawn. Editorial: Farrar, Straus and Giroux, 1974.
Fantástica mirada sobre uno de los mejores álbumes ilustrados de la historia.