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Proletaria consentida, de Laura Carneros

Proletaria consentida, de Laura Carneros

En esta novela, Laura Carneros apela a esa clase de humor que todo lo dignifica, convirtiéndola en una hermana pequeña de Kaurismaki, Buster Keaton o Amélie Nothomb. En palabras de la autora, Proletaria consentida «son relatos que esbozan la caricatura personal y familiar, una traición pública a mis allegados, mis amistades y mi condición social, con el noble objetivo de sublimar la frustración, la pobreza y el fracaso».

Zenda adelanta ‘Almejas’, uno de los relatos que integran el libro, publicado por Caballo de Troya.

***

Todo lo que se mueve, está,
es el ahora;
el pasado es un fósil inmovible,
el futuro no late,
lo hemos bautizado (Futuro Incierto)
antes de nacer, por alardeo.

Lo potente es el presente,
más potencia que el hoy tiene el ahora
y más aún, este segundo
que tardas en besar y que me escuchas.

GLORIA FUERTES

Almejas

Dormir de noche es una costumbre social muy extendida. Todo el mundo debe intentarlo. Quien no duerme de noche vive en otro hemisferio, en otro tiempo atrasado o adelantado. Entre el reinado de Tutankamón y la llegada de la mujer a Marte. Cada noctámbulo trata de averiguar su posición en el planeta. Lo aconsejable es elaborar una respuesta poco exacta, más o menos inventada, para no quedar atrapado en la profundidad del asunto. Yo me encuentro entre el atardecer que acaba de morir en Washington y el alba que está por despuntar en Moscú. En un limbo atemporal contenido en mi habitación pintada de rosa. Sé que miro al techo porque tengo los ojos abiertos y estoy tumbada en la cama, boca arriba, pero no lo veo. Es tan invisible como supuestamente existente. Al igual que el amanecer en Rusia. Cada día doy más por perdida mi coordenada, cada día me levanto más tarde. El trabajo indagatorio me deja exhausta y no sé si volveré a vivir en consonancia con la noche y el día.

Cuando desayuno mi madre está preparando el almuerzo. Me pregunta cosas extrañas, como cuánto arroz tiene que echar a la cazuela. Cantidad que desconozco, ya que nunca he cocinado. ¿Por qué me pregunta? Creo que mi presencia ocupando un lugar en la cocina la obliga a consultarme, quiere hacerme partícipe. La mesa es pequeña, delante de mi vaso de café con cereales de chocolate hay un cuenco de almejas sumergidas en agua y sal. Abren y cierran sus conchas lentamente. Eso se hace para que expulsen la arena. Yo me pregunto si no hay una forma menos cruel de matar a las almejas. Por qué a los animales marinos, como las langostas, se les cocina como si merecieran un castigo. Será porque no emiten sonidos al morir, parece que no se quejan y, por tanto, que no sufren.

Mi madre se acerca con una cucharada de caldo: Pruébalo. La ignoro. Insiste: arrima la cuchara a mi boca. Giro la cara, chasqueo la lengua. Finalmente la prueba ella y dice que así está bien. Aprovecha el viaje a la mesa para retirar mi vaso, que apenas contiene un dedo de café y cuatro cereales reblandecidos en el fondo. No he terminado, digo. Hija, ¡estás en Babia! Devuelve el vaso a la mesa. Observo las almejas otro rato. Les hago una foto. Termino el café de un sorbo y miro el reloj de la pared: en otro lugar todavía es de noche.

Hoy no tengo que ir a ningún lado, no tengo adónde llegar. Uso reloj analógico porque necesito creer que las cosas suceden a tiempo. Como quien se cuelga una medallita de la Virgen, así yo me encomiendo a Cronos. La esperanza cristiana en otra vida mejor pasa a reformularse en un tiempo mejor. Nuestro redentor está en boca de todos: el tiempo dirá. Y no solo dice, también ejecuta, porque también ha sustituido a Dios en eso de poner las cosas en su sitio.

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Autora: Laura Carneros. TítuloProletaria consentidaEditorial: Caballo de Troya. VentaTodos tus librosAmazonFnac y Casa del Libro.

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