“Solo se muere una vez, y él ha muerto ahora y no entonces”, sin embargo Heda ha muerto tantas veces que su corazón expulsa asqueado el aire que mantiene sus ojos abiertos.
Heda podría ser Esther, una joven judía huyendo de un campo de concentración nazi, podría ser María, española exiliada del horror franquista provocado en la Guerra Civil, podría ser Isabella, hija de partisanos, Svetlana, la ucraniana que consiguió huir del gulag soviético. Podría estar algo más cerca de nosotros, ser Leighdia, la saharaui que no logra olvidar los bombardeos marroquís sobre su casa, o Hala, la joven madre siria que ha perdido a su hijo en un naufragio.
Pero Heda es un personaje universal y despolitizado que nos cuenta todas las muertes de la guerra: la muerte del intelecto, la muerte de las pasiones, la muerte de la dignidad.
Las mujeres han sido anuladas durante siglos, pero la vía que históricamente las ha conducido hacia la ciudadanía de segunda ha sido la del conflicto bélico. Allí se convierten en blanco de la violencia y sus cuerpos son vehículo del oprobio enemigo. Carne vejada que satisface las necesidades del hombre deshumanizado.
Mientras Cristina Cerrada disecciona en Europa algunas de las consecuencias sociológicas e individuales que traen este tipo de conflictos, yo imagino la mirada de Heda, ausente, impía, con un resto de inocencia congelada en la última conversación trivial que tuvo cerca de su hogar. Después el exilio, despojarse de las fragilidades humanas, olvidar la justicia, la invención de utopías y necesidades.
En la pensión Europa está la habitación que habla del futuro. Entran las luces de neón e iluminan un espacio oscuro y vacío, es una luz impostada, el mañana podría ser, pero la oscuridad invoca el recuerdo y su pensamiento comienza a armar el puzle del tiempo: un padre, un tren, una casa extraña, una fábrica, un viaje, un espacio sin ventanas, ojos que acechan, promesas del oeste que ya no importan.
La autora ha construido una historia de lenguaje limpio y conciso que culmina el reto con el que todo lector sueña: cada personaje es esencial, cada reflexión o acción es imprescindible para que el ritmo de la novela adquiera la sutileza de la verdad. No podemos imaginar el horror de las mujeres en guerra sin la condición de víctima que la mirada ajena les otorga, pero uno de los aciertos de Cerrada es mostrarnos las consecuencias que una damnificada puede arrastrar. No habla del horror, no narra el sufrimiento, sino el tipo de ser humano que puede surgir de este, por eso la novela está construida sobre la voz, sobre un tono demoledor que exprime la parálisis del personaje.
La profundidad con la que la autora aborda el trauma de Heda nos ofrece una visión poliédrica de la víctima, no hay redención ni anestesia, pero sí una suerte de fortaleza, un pragmatismo de lo cotidiano, de lo inmediato. Sabemos entonces que Heda desea rechazar ese papel de víctima porque busca vías que no vuelvan a posicionarla en el lugar del débil. El miedo llega a ser un acicate que la enfrenta a los verdugos.
Cristina Cerrada nos despega de la indolencia con la que miramos el horror haciéndonos partícipes de cada rincón humano que le queda a la protagonista. Que no engañe el capítulo corto y la lectura vertiginosa, el lector deberá tomar oxígeno para entender la precisión de una historia que penetra y revela nuestros temores colectivos.
La literatura ha triunfado con Europa.
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Autora: Cristina Cerrada. Título: Europa. Editorial: Seix Barral. Venta: Amazon y Fnac
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