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Proyecto Itinera (LXVI): Por un puñado de dracmas

Proyecto Itinera (LXVI): Por un puñado de dracmas

Andaba el que suscribe buscando un buen título para el artículo del viaje al cabo Tenaro, en el extremo sur del Peloponeso griego, cuando me vino a la mente el título de Sergio Leone Por un puñado de dólares, un traje a medida más para el rol que desempeñó Clint Eastwood a lo largo de gran parte de su filmografía. Como si fuese un mercenario hoplita, el bueno de Clint fungía de personaje sobre el que nada ni nadie ejercía de brújula. Su rumbo lo marcaban principios tan básicos como la supervivencia o un buen trago de aguardiente, aunque lo sirviese su mayor enemigo.

Estábamos trotando en uno de nuestros viajes la península de Mani, en el sur del Peloponeso, localizando la entrada al infierno mitológico, posesión de Hades. Se presta necesario apuntar que el acceso a la morada de Hades es como buscar el origen de un apellido español en la América del siglo XVI. Hay tantas paternidades de la supuesta entrada a lo largo y ancho de Grecia que corremos el riesgo de que Minos no nos deje salir nunca del laberinto. Buscar a Hades puede parecer algo similar a querer abrazar la muerte, pero nuestra intención era precisamente la opuesta, la de avisar a Hades que no nos espere despierto.

"Hades era conocido por ser escurridizo cuando portaba el casco mágico, obsequio de los Cíclopes"

Los textos del escritor Patrick Leigh Fermor ya nos habían servido de cicerone con su libro Viajes por el sur del Peloponeso. Y nosotros, más que entrar en la casa de Hades, lo que buscábamos era pasar a saludarlo desde el quicio de la puerta.

Hades era conocido por ser escurridizo cuando portaba el casco mágico, obsequio de los Cíclopes, y de hecho el apodo de «invisible» le proporcionaba ese súper poder que dos mil años después copiaron cómic y cine. Hijo de Cronos y Rea, Hades, junto a sus hermanos Zeus y Poseidón, derrotó a los Titanes y reclamó el gobierno del cosmos. A Hades le tocó a priori lo peor de la herencia y se hizo dueño y señor del inframundo, mientras a Zeus le tocaba la Tierra y a Poseidón los mares.

Lo cierto es que la visión tan lúgubre del inframundo se la debemos a los “intensos” cristianos, que en su búsqueda maniquea de dividir todo en blanco y negro, bueno y malo, difundieron esa idea dual de que el inframundo era lo opuesto a su cielo. En realidad, Hades reinaba sobre los muertos, siendo su rol el de mantener un relativo equilibrio. De hecho, lo que más le enfadaba es que alguien entrase en el reino de los muertos sin estar muerto. Normal, ¿a quién no le enfadaría?

"La cosa es que ni Google Maps localiza bien la cueva de Hades, así que mirando al mar le dijimos a Hades, con respeto pero cierto desprecio, ¡adiós muy buenas!"

Hades lo mismo raptaba a Perséfone mientras recogía flores en Nisa, en la Provincia de Caltanissetta de Sicilia, que retaba a Hércules a domesticar al can Cerbero si tenía agallas. Es más, Hades demostró que hasta cuando le tocaban la fibra sensible podía ceder, y así lo hizo cuando dejó al musical Orfeo llevarse a su amada Eurídice del inframundo. Lástima que Orfeo no se fiaba mucho y en el último momento se giró para ver si el alma de Eurídice lo acompañaba, y el gesto no le gustó a Hades, llevándose de nuevo a la ninfa auloníade de Tracia a lo más oscuro.

La cosa es que ni Google Maps localiza bien la cueva de Hades, así que mirando al mar le dijimos a Hades, con respeto pero cierto desprecio, «¡adiós muy buenas!». Donde sí que hicimos parada fue en los restos del oráculo, lugar en el que los espartanos consultaban su suerte antes de la salida de las naves. En su interior algunas monedas, no espartanas precisamente, habían sido depositadas en la puerta como ofrenda, homenaje o… por si acaso.

"El esfuerzo merece la pena, con forma de regalo de uno de los balcones más sensacionales del Mediterráneo"

Algo escasos de dracmas, o más bien de óbulos —la sexta parte de un dracma—, que se entregaban a Caronte para pagar el pasaje al inframundo atravesando el río Aqueronte, optamos por un euro, eso sí, con la efigie de Zeus y el rapto de Europa. No vaya a ser que Caronte no tenga cambio.

Y seguimos —desafiando el oleaje, sin timón ni timonel, como diría el gran poeta Joaquín Sabina— el paseo hasta la punta de cabo Tenaro. Desde el aparcamiento al final de la carretera en Kokinogia nos espera un paseo bajo el sol y sin sombra de unos dos kilómetros hasta el faro. El esfuerzo merece la pena, con forma de regalo de uno de los balcones más sensacionales del Mediterráneo.

Al regreso, habiendo recibido las indicaciones de que por allí se encuentra el campo de olivos donde reposan las cenizas del escritor Bruce Chatwin, nos detuvimos frente a uno de los miles de olivos y presentamos nuestros respetos. El SIDA se llevó a una de las mejores plumas del último tercio del siglo XX, pero el Peloponeso ganó un nuevo dios literario.

"Así que sirva el título de brindis a los ilustradores, a Hades, a Clint, a Sergio Leone, a Patrick Leigh Fermor y a Bruce Chatwin"

Volviendo al inicio del artículo, decía que en eso andaba, buscando un título apropiado, cuando me vino a la cabeza Leone, Eastwood y todos esos personajes del spaghetti western. Y pensé, ¿por qué no Por un puñado de dracmas? Lo bueno de creer que se tienen ideas geniales es que puedes comprobarlo al instante en forma de búsqueda del oráculo Google. Los augures rápidamente me respondieron que un par de dibujantes habían tenido la misma idea feliz.

Por un puñado de dracmas es un entretenido cómic escrito y dibujado por Ivan García y color de Ruth O’Leary, que crea una historia mestiza entre un ateniense y un espartano como protagonistas. Sin duda una historia curiosa, a tenor de lo que siempre nos han vendido como una de las enemistades más acérrimas de la antigüedad.

Así que sirva el título de brindis a los ilustradores, a Hades, a Clint, a Sergio Leone, a Patrick Leigh Fermor, a Bruce Chatwin y a todos los que los que hurgando en la mitología encuentran las virtudes y defectos de la sociedad actual.

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