El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual.
Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.
La Grecia antigua tiene el mérito de ser cuna de la cultura, la ciencia, la filosofía o la política, sin necesidad de hacer uso de las nuevas tecnologías. Estas aparecen esenciales en los curricula de educación, pero no dificultaron que en la Grecia de los grandes pensadores el conocimiento se abriera paso.
Ese pensamiento crítico fluyó, en parte, gracias a la motivación que sentían por la sabiduría, por aprender y conocer. Los griegos se cuestionaron diferentes interrogantes sin buscar en ninguna enciclopedia virtual, ni siquiera en enciclopedias de papel, siendo pioneros en la elaboración de múltiples teorías que, gracias a la conservación y transmisión de esas obras clásicas, hemos constatado por escrito.
Ese acto de enseñanza y aprendizaje se veía reconfortado por el uso de la palabra. Y este hecho es principalmente notorio en los textos que hasta nosotros nos han llegado de grandes filósofos griegos, como lo fueron Platón o Aristóteles. La palabra se convierte en un vehículo intelectual en el que la enseñanza no impide el aprendizaje; realidad que, actualmente, podemos verificar con el abuso que se hace de pantallas electrónicas.
Herbert Krugman, psicólogo reconocido del primer tercio del siglo XX, ya constató que el hemisferio izquierdo, el encargado del pensamiento, lenguaje o razonamiento, veía reducida su actividad con el uso de la televisión. Y, además, la exposición cada vez mayor a luces y sonidos provenientes de ordenadores, tablets o consolas está provocando la pérdida de atención en niños y jóvenes.
¿No es cada vez más dificultosa la tarea de enseñar en las aulas? Más allá de la utilización de metodologías poco activas o las condiciones adversas en que los docentes nos encontramos, son cada vez mayores los casos de TDAH, de obesidad infantil, problemas de conducta o dificultades para dormir o para un desarrollo madurativo óptimo y estas complicaciones están relacionadas con el uso excesivo de la tecnología actual.
En estos momentos, tenemos la información que necesitamos con un solo click y la sociedad tiene a golpe de botón todo cuanto busca. Sin espera o intermediarios. Atrás quedaron aquellos tiempos, que hoy nos parecen tan lejanos, en que uno esperaba con estoica paciencia la correspondencia de un familiar o un amigo y que, prácticamente, no han vivido los adolescentes a los que acompañamos en las aulas.
La adolescencia es una etapa llena de fuerza, de promesas de vida y expansión, tal y como consideraba la psicoanalista francesa Françoise Dolto. Si atendemos a su etimología, adolescentia proviene de adolesco (derivado de ad y oleo y su incoativo olesco) la podríamos definir como “el que aporta el fuego de la vida nueva”, en contraposición a la errónea creencia de que provenía de ad y doleo (que significa “adolecer” o “caer enfermo”) como si, pedagógicamente hablando, el adulto necesitara llenar o cubrir un vacío que hubiera en el adolescente.
Lo único que pueden hacer las instituciones educativas, como expresa la psicóloga y filósofa Heike Freire, es “responder de forma creativa a las transformaciones del mundo de nuestros jóvenes, buscando la manera de satisfacer sus necesidades actuales.”
Y en esa búsqueda presente no podemos olvidar a los griegos. Recordemos a Sócrates filosofando en el ágora (palabra derivada de un verbo que significa “reunir”) y practicando su peculiar método de autoconocimiento: la mayéutica. Sócrates cuestionaba, amaba la dialéctica, esas largas conversaciones y discusiones, frente a frente, sin móviles ni Whatsapp. Él no enseñaba nada, sino que extraía del interior de cada uno de sus discípulos o amigos los conocimientos que ya poseían. La areté, es decir, la “excelencia”, solo es posible si buscamos dentro de nosotros mismos lo mejor.
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