El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual.
Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.
Todo comenzó una noche de 1994. Desde ese año, más o menos, tengo recuerdos claros del deporte que a muchos alrededor del mundo lleva de cabeza: el fútbol. Ese año el mundial se celebró en Estados Unidos de América, un país que, creo recordar, no tenía por aquel entonces ni liga profesional y los jugadores de su selección estaban repartidos por equipos de medio mundo.
Pero algo terrible sucedió ese verano. Aquella noche de 1994, en el partido Colombia vs Rumania de la fase de grupos, un defensa colombiano de apellido Escobar, en un intento por despejar el balón acabó metiendo un gol en su propia portería. Las consecuencias no se hicieron esperar y, apenas unas semanas más tarde y con Colombia fuera de la competición, Escobar fue asesinado a tiros a la salida de un restaurante. Simplemente por meter la pata en un partido de fútbol. Apuestas deportivas fraudulentas, narcotráfico, clima de tensión y el fútbol.
Esos acontecimientos me han hecho pensar desde hace unos años sobre cómo pasa una persona de héroe a villano en cuestión de segundos. Hoy en día incluso todo va mucho más deprisa debido a nuestra dependencia de las redes sociales. Un día, un tweet, un comentario nos hacen estar en lo más alto. Nos creemos héroes. En el plano del deporte, ídem. Una jugadora, un jugador, que en una competición realizan el partido perfecto, de repente son ensalzados por la prensa y el público. Pero dos semanas más tarde otro partido, un comentario fuera de tono o de contexto les hacen caer a lo más bajo de la serpenteante escala de valores de nuestra sociedad.
Llevo tiempo pensando que hay aproximadamente siete mil millones de héroes y villanos en el planeta. Y ¿cómo es eso? San Agustín y el maniqueismo han hecho mucho por esta percepción. Me explico. El ser humano no es ni bueno ni malo —salvo excepciones—, simplemente es. Con sus causas y consecuencias. Todos nosotros somos indiferentes para algunas personas, buenos para otras y lo peor para otras tantas. Todo depende de las vivencias, conversaciones, dimes y diretes de quienes nos rodean, y de nosotros mismos también, efectivamente.
Estos temas de héroes y villanos, de lo malo y lo bueno, lo vemos a lo largo de la Historia. Hay personajes de los que parece que no hubo ni una pizca de bondad en sus acciones cuando vivían, y al contrario, otros que podrían haber sido seres de luz. De hecho, en los emperadores romanos encontramos bastantes ejemplos de ello. Por un lado incluso se hablaba hasta hace unos decenios de los emperadores buenos para referirse a figuras como Vespasiano, Marco Aurelio y otros.
En el caso de Vespasiano obviamos su sangre fría y la de su hijo Tito a la hora de repeler las protestas durante la primera Guerra Judía en los años sesenta del siglo I d.C. O ese más que supuesto impuesto a la orina del que nos dejó testimonio el escritor Suetonio. Aunque por otra parte, tampoco podemos fiarnos de dicho escritor. ¿Por qué pensamos que Vespasiano fue buen emperador? Porque devolvió la estabilidad al Imperio tras el reinado de Nerón y la anarquía producida después del suicidio de éste. Pero Vespasiano fue el cuarto pretendiente al trono. Sí es cierto que, viendo a los otros tres, pienso de manera totalmente subjetiva que fue lo menos malo.
¿Y Marco Aurelio? Pues básicamente porque escribió las Meditaciones. Durante su reinado se extendió una grave epidemia que afectó a gran parte de las provincias del imperio romano. Pero el emperador estuvo enfrascado durante años en unas campañas en Germania que en parte eran para intentar obtener más dominios. No se preocupó mucho por la población y finalmente murió posiblemente de esa epidemia en la actual Viena, en marzo del año 180 d.C.
Como vemos, dependiendo del prisma con el que miremos a quienes nos rodean y de la percepción subjetiva que tengamos, vamos a pensar una cosa u otra. Y esto también pasa en la mitología.
El ejemplo mitológico lo tenemos en Herakles. Todos conocemos lo más común del personaje, al que relacionamos con una de las tantas aventuras amorosas de Zeus —el bien y el mal también están presentes en los dioses— y con esa fuerza descomunal que le caracterizaba. Pero Herakles también se volvió loco durante un lapso de tiempo, asesinando a su mujer e hijos después de una batalla, porque Hera le hizo padecer una enajenación temporal. Este hecho se dio en una de las versiones del mito, y sería lo que diera pie a la realización de los doce trabajos. En otras se decía que había dado su mujer Megara a su sobrino Yolao en matrimonio. Pero como vemos, la dualidad afecta a todos los ámbitos humanos.
Hoy en día tenemos unos valores que no nos valen para juzgar a quienes vivieron hace cientos o miles de años. Ellos y ellas tenían una moral totalmente diferente a la nuestra. Acciones de lo más cotidiano serían vistas por nosotros como algo totalmente aberrante y viceversa. Si ellos pudieran ver a través de un agujero cómo nos comportamos ahora, a lo mejor se llevaban las manos a la cabeza de lo que hemos cambiado. Estas premisas nos las tenemos que aplicar a la hora de acercarnos a las vidas de quienes estuvieron aquí antes que nosotros. Esto no quiere decir que un asesino deje de serlo por muchos años que hayan pasado, pero la labor del historiador es siempre preguntarse el porqué de las cosas, ponerlas en su contexto e intentar explicarlas. Un día, nosotros y nuestras acciones también seremos juzgados, y a lo mejor las gentes del futuro no estarán tan encantadas de conocernos.
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