El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual.
Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.
Transcurría el invierno del año 424 a.C. El centro de operaciones de la cruenta guerra que enfrentaba a atenienses y espartanos, secundados por sus respectivos aliados y vasallos, se había desplazado al norte. La ciudad de Anfípolis, bajo control de la capital del Ática, se convirtió en objeto de deseo del general lacedemonio Brásidas, una de las figuras prominentes de la historia de Esparta. La colonia tenía un alto valor estratégico para Atenas. Se constituyó como centro neurálgico de las operaciones de explotación de las minas de oro y plata del monte Pangeo, punto clave del suministro de la necesaria madera para la flota ática y estación de control de las rutas de aprovisionamiento de cereales procedentes del Mar Negro.
Los espartanos urdieron un astuto plan. Las tropas lacedemonias se movieron con rapidez desde la península Calcídica al tiempo que se negociaba la entrega de la ciudad con parte de sus habitantes, de origen argilio. Los ciudadanos afines a la guarnición ateniense consiguieron ganar tiempo en busca de refuerzos. Eucles, al frente de las tropas áticas, envió un mensaje de socorro al comandante de la región de Tracia, Tucídides, quien se embarcó de inmediato con siete barcos desde Tasos. Ya era tarde. Las tropas de auxilio solo tuvieron tiempo de garantizar el control de Eón. Anfípolis había caído en manos de Brásidas.
El impacto que la pérdida del control de la colonia del Estrimón sobre la opinión pública ateniense fue tal que la Asamblea decidió condenar al destierro a Tucídides, quien se vio desplazado de su ciudad durante veinte largos años. Sin embargo, este personaje no ha pasado a la posteridad por su discutible intervención en este pasaje de la guerra del Peloponeso, sino por habernos transmitido una extensa y documentada crónica sobre su desarrollo. Gracias a la meticulosidad de su relato, continuado por Jenofonte, hemos podido conocer buena parte de los detalles de este conflicto, que desangró al mundo griego del siglo V a.C.
Redactar la crónica de una guerra no fue, en esencia, una empresa original. Tucídides sigue la tradición instaurada por Hecateo de Mileto, Janto de Lidia, Caronte de Lámpsaco o Heródoto, quienes ya experimentaron el impulso de narrar acontecimientos históricos. Sin embargo, sí observamos un nuevo matiz, que inaugurará otra forma de contar la historia. Tucídides, que explica su método en el libro I de su relato, afirma que no tiene ninguna pretensión literaria, y huye de los poetas y los logógrafos. Su intención es dejar constancia de los hechos tal y como ocurrieron. Su relato no recurre a dioses ni héroes: simplemente se refiere a las motivaciones y acciones de seres humanos.
Este matiz se percibe en varios de los recursos utilizados a lo largo de su obra. Uno de ellos es el de la introducción de los discursos. Ya lo encontramos en Homero, pero podemos decir que Tucídides va un paso más allá. Selecciona aquellos que complementan, de alguna manera, la exposición de los acontecimientos. Suele, además, confrontar discursos de ambos bandos. No podemos hablar, claro está, de discursos transcritos de forma literal. El propio autor nos advierte de que ante la imposibilidad de recordar con exactitud lo que se dijo en cada momento, solo pretende transmitir el sentido general de lo que unos u otros afirmaron, bien porque él fue testigo directo, bien porque se lo contaron sus fuentes. Permítanos el lector una pequeña nota: en uno de estos discursos, atribuido a Pericles, se menciona por primera vez la palabra “democracia”.
El manejo de las fuentes es otro de los recursos que definen la obra de Tucídides: “Respecto a los hechos que tuvieron lugar en esta guerra, no me pareció bien escribirlos enterándome de ellos por cualquiera, ni tampoco exponiendo mi propia opinión, sino que busqué en todos los casos la mayor exactitud posible”, afirma. Confiesa, además, que su estancia en el destierro le permitió conocer con exactitud las diferentes versiones de las partes implicadas en el conflicto. Estamos, probablemente, ante la primera declaración de objetividad de la historia. Como es lógico, no consiguió alcanzar esa quimera, como nadie puede hacerlo. Su opinión se intuye a través de la selección de acontecimientos poco relevantes para el conflicto, pero que sirven para introducir cierto tipo de valoraciones. En el caso de la descripción de algunos personajes, como Cleón, la animadversión de nuestro cronista es evidente.
Un último matiz de la obra de Tucídides es su intención. Heródoto explicaba en el inicio de su monumental Historia que con el resultado de sus investigaciones pretendía evitar que el tiempo terminara con la fama de los hombres y hechos admirables que sucedieron en el contexto de las guerras contra Persia, así como las causas que las generaron. El cronista ateniense da un paso más. Su intención, según nos explica, es que la recopilación de acontecimientos que recoge en su obra sea útil para quien quiera saber lo que ocurrió y lo que pueda suceder de acuerdo con la naturaleza humana en casos como este y similares. Su trabajo tiene una vocación de análisis que lo sitúa en la esfera de la filosofía de la historia y de la política. Como explica de forma concluyente, se trata de conseguir “un logro por siempre, más que una obra de concurso para una audición de un momento”. Su obra es toda una reflexión sobre los efectos políticos del ansia de poder.
Tenemos la fortuna de haber sido informados de los acontecimientos ocurridos durante la guerra del Peloponeso por un personaje de la relevancia política, militar y social de Tucídides. Un hombre de una amplia formación, relacionado con los actores principales del conflicto, dotado de una importante capacidad de análisis y de la mesura suficiente como para, habiendo sido parte interesada de buena parte de los hechos incluidos en la narración, tratar de transmitirlo de la manera más aséptica posible. Estamos, por tanto, ante las memorias de una gran guerra escritas por uno de sus protagonistas. Dado que, a pesar de los años transcurridos, nuestra naturaleza no ha cambiado en absoluto, la visión analítica de Tucídides sigue siendo una obra indispensable para entender los conflictos políticos y bélicos de nuestro tiempo.
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