El Proyecto ITINERA nace de la colaboración entre la Asociación Murciana de Profesores de Latín y Griego (AMUPROLAG) y la delegación murciana de la Sociedad Española de Estudios Clásicos (SEEC). Su intención es establecer sinergias entre varios profesionales, dignificar y divulgar los estudios grecolatinos y la cultura clásica. A tal fin ofrece talleres prácticos, conferencias, representaciones teatrales, pasacalles mitológicos, recreaciones históricas y artículos en prensa, con la intención de concienciar a nuestro entorno de la pervivencia del mundo clásico en diferentes campos de la sociedad actual. Su objetivo secundario es acercar esta experiencia a las instituciones o medios que lo soliciten, con el convencimiento de que Grecia y Roma, así como su legado, aún tienen mucho que aportar a la sociedad actual.
Zenda cree que es de interés darlo a conocer a sus lectores y amigos, con la publicación de algunos de sus trabajos.
Vuelvo mis ojos a ese Ovidio que, sustraído sin que nadie lo advirtiera, conmigo llegó desde la corte de mi padre. Sus relatos, en cuya lectura tantas veces me he solazado, consiguen apartar de mi mente siquiera por breves instantes los nubarrones de mi atribulado espíritu.
Las heroínas que reprochan a sus amantes su abandono bien pudieran servirme de modelo a mí, que, apartada en este lugar de buen reposo, aguardo la llegada de una rival que ha de llegar tarde. Tarde, sí, porque por fin llevo en mi seno, poco ha infantil, el fruto de la regia unión con Alfonso X de Castilla y León. Ya no hay motivo, pues, para que el rey me repudie, puesto que ha quedado demostrado que era falsa mi presunta esterilidad. De su fértil hombría ya había él dado pruebas fehacientes hasta en tres ocasiones. Pero eso fue antes de nuestro enlace. ¡Sea mi matriz el cáliz del que nazca su prole y no le dé yo ocasión de volver a buscar dónde sembrar su simiente!
Impaciente por legitimar la herencia de su trono no ha parado mientes en pensar que mi corta edad fuera el obstáculo para llegar a engendrar en mis entrañas de niña. Mi breve pubertad quedará pronto interrumpida abruptamente, a riesgo de mi vida, por una maternidad tan tardía para las ansias del Rey cuanto prematura para la Naturaleza.
Pero he aquí que en un poeta he entendido lo que mi cuerpo no ha podido aún sentir, y mi mente fantasea a través de las palabras del maestro del amor lo que tal vez jamás experimente, pues la urgencia obsesiva por concebir ha limitado las relaciones íntimas -frecuentes para favorecer la oportunidad- a arremetidas del Rey contra mi sexo que más parecieran las de un ariete tratando de derribar un muro. Finalmente el muro ha caído. El mismo muro que habrá de levantarse entre el Soberano y doña Cristina de Noruega, que, ignorante de lo acaecido, se aproxima, confiada, al que cree su destino: unirse a Alfonso y convertirse en reina.
En verdad la compadezco, si bien en mi interior combaten el temor y los celos por quien intuyo más bella y deseable que yo, tal vez más semejante a mi hermana Constanza que a mí. Pero algo nos une, y es este papel subsidiario al que parecemos condenadas desde nuestra concepción las mujeres, y que yo me empeñaré con todas mis fuerzas en desterrar. Hijas, esposas, madres… siempre propiedad de alguien, a alguien sometidas siempre.
Yo no habré de ser tal. Me esforzaré hasta mi último aliento por mostrarme digna soberana, y tomando como ejemplo a mi señora madre, de quien he heredado algo más que el nombre —ya que no su hermosura— aspiro, como reina consorte, a servir de apoyo a mi esposo en sus decisiones, por difíciles que estas fueren, y que, unánimes siempre, acertemos al aplicarlas.
Entre tanto, del sulmonés aprenderé lo que apenas vislumbro. Hago votos por que la práctica pueda corresponderse con la teoría. ¡Sea vasta mi progenie y me deleite yo en las lides amorosas del matrimonio!
Que la princesa noruega halle otro destino que le agrade. El mío me pertenece.
Ansío ya escuchar de los labios de Alfonso: «tu mihi sola places«, aunque su corazón… sospecho que no lo entregará ni a mí ni a ninguna otra mujer, sino tal vez a alguno de sus recién conquistados territorios o de los que habrá de conquistar en un futuro no lejano, para crear un reino que le auguro cada vez más extenso, sobre el que sin duda gobernará con sabiduría y justicia.
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