Al terminar el libro de Stephen Dando-Collins (Launceston, Tasmania, 1950) titulado Calígula: El emperador loco de Roma, sentí que se cerraba el paréntesis que quedó abierto en 1981. En aquel entonces no se cerró por la decepción que sufrí al ver la película de Tinto Brass titulada Calígula, producida por Bob Guccione (fundador de la revista Penthouse).
Al leer el libro siento que cuarenta años después se borra el poso que me dejó la película, y la primera pregunta que surge con esta lectura es: “¿Cómo afectaría a la personalidad de cualquiera si le ocurriese todo lo que aconteció a Calígula?”. La respuesta sería la siguiente: “Que cualquiera que tuviese aquella experiencia vital podría, como mínimo, quedar traumatizado y desequilibrado”.
Antes de exponer las razones, lo primero es situar la genealogía de Cayo Julio César Germánico, perteneciente a la gens Julio-Claudia y conocido por Calígula:
—Padre: Germánico Julio César, sobrino nieto del emperador Augusto, sobrino e hijo adoptivo del Emperador Tiberio.
—Madre: Agripina la Mayor, nieta de Augusto.
—Hermanos: Nerón, Druso, Agripina, Drusila y Livia.
—Tío abuelo: El emperador Tiberio Julio César Augusto.
—Tío: Tiberio Claudio Germánico, conocido por Claudio, “el idiota”.
En la línea sucesoria del emperador Tiberio, Calígula ocupa el quinto lugar, exequo con su primo Gemelo, y de ahí viene una nueva pregunta: “¿Qué casualidades tuvieron que darse para que el quinto en la línea de sucesión pudiese llegar a ser nombrado emperador?”. Con seguridad, han sido muchas, y todas trágicas, las causalidades que hicieron que llegase a ser elegido. Desde pequeño acompañó a su padre, Germánico, en sus campañas militares. Su convivencia con los legionarios, incluso vestido y calzado como uno de ellos, determinó que fuese adoptado por los soldados de su padre, ya que pensaban que su presencia les hacía invencibles. En los desfiles triunfales de su padre al regreso a Roma siempre desfiló, igual que sus hermanos mayores, subido en la cuadriga que llevaba a su progenitor.
A los siete años empieza su tragedia familiar. Al primero que pierde es a su padre, envenenado en una conspiración. Sucesivamente va perdiendo a sus hermanos Nerón y Druso, víctimas de mentiras, traiciones y conjuras con objeto de eliminarlos de la sucesión. Sus hermanas y madre son encerradas por supuestos complots. De esta manera, Calígula tiene bastante con no meterse en problemas, ni llamar la atención, para ser capaz de sobrevivir. A los 18 años su tío abuelo, el emperador Tiberio, obseso sexual, le ordena ir a vivir con él a Capri, mostrándole y haciéndole participar en todas las posibles depravaciones que formaban parte de su vida. La corte del emperador era una orgía continua de bacanales de sexo.
Con todas estas vivencias es lógico que una persona con una salud mental delicada, ya que en su infancia había padecido ataques epilépticos, unidos a sus trágicas experiencias familiares y el miedo a verse asesinado, haya formado una personalidad inestable, voluble y traumatizada.
A la muerte de Tiberio, el Senado decide elegirlo, y lo proclama emperador.
Los primeros tiempos de reinado gobierna con decisiones acertadas y aplaudidas por sus súbditos. Todo funciona de manera satisfactoria hasta que en el mundo mediterráneo se desata una pandemia. Calígula contrae la enfermedad, que lo tiene al borde de la muerte. Cuando se recupera ya no es el mismo. Todos los cronistas reconocen que algo le ha afectado su mente. Aquí es donde Dando-Collins hace un análisis psicológico muy acertado en base a la reconstrucción de la vida y obra, narradas por las crónicas de la época, firmadas, entre otros, por Suetonio, Dión, Séneca, Josefo, Filón, Tácito, Plinio, etc., descartando patologías y llegando a un diagnostico final creíble.
El ensayo está realizado con ritmo, dotando a la narración de un punto de intriga motivado por la manera en que va explicando y rebatiendo muchos de los hechos achacables a Calígula, y analizando parte del relato que se escribió a su muerte para desprestigiarlo. En los casi cuatro años de gobierno no ha sido muy distinto a otros emperadores, ni mucho peor, pero sí ha sido irracional, mostrando que era una persona presuntuosa, ególatra, caprichosa, maleducada, irresponsable, con un sentido del humor negro, cáustico y mordaz. En tres palabras, ¡era un tirano! A medida que pasa el tiempo y empeora su patología mental, pierde todo el buen juicio que había demostrado. Una posible causa de pérdida de criterio pudiera ser el haber eliminado a todos aquellos que le ponían freno, le hacían reflexionar y le daban buenos consejos.
La narración y el análisis psicológico que realiza Dando-Collins da como resultado una lectura muy entretenida. En el libro vemos un Calígula acorde con lo contado en las fuentes históricas ya citadas. Puede decirse que el autor analiza a su paciente, Calígula, con un ejercicio de psicología forense arqueológica. Suple la ausencia de su enfermo con el análisis de toda la documentación y el gran conocimiento que tiene del mundo de la Roma Imperial.
Dando-Collins desgrana y analiza decenas de comportamientos achacados a Calígula, explicando su porqué y desmontando las falacias y exageraciones que se tejieron a su muerte con el objeto de desprestigiarlo, empezando por su apelativo, ya que hasta su asesinato no se empieza a usar despectivamente “Calígula”, que era el apodo con que lo llamaban sus padres cuando vivía en los campamentos romanos de Germania. Es un apodo que significa “pequeña sandalia”, diminutivo simpático de “caliga”, que era el tipo de sandalias que calzaban los legionarios.
Calígula, con su comportamiento, en ningún momento es capaz de mostrar conciencia, bien sea social o política. Termina siendo asesinado en un ejercicio de supervivencia personal por parte de quienes le rodean. Era él o ellos.
Stephen Dando-Collins finaliza con una pincelada sobre tres personajes históricos, dos de ellos pertenecientes a su familia. El primero es su tío y sucesor, Claudio, que no resultó tan idiota como se creía; posiblemente adaptó esa pose para sobrevivir. En segundo lugar describe el déjà vu que se vivió con su primo Nerón como emperador. Con el tercer personaje con el que realiza un somero análisis comparativo es el expresidente de los Estados Unidos Donald Trump. Comparativa, salvando las épocas, muy ingeniosa, acertada y destacable, que hasta me hizo dudar sobre si titular este comentario como “Calígula, el Trump del siglo I d.C.”.
——————————————
Autor: Stephen Dando-Collins. Título: Calígula: El emperador loco de Roma. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todostuslibros y Amazon
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: