Todo niño ha de saber que una biblioteca no sólo es un lugar lleno de amigos con quienes compartir aventuras, misterios, amores, mágica soledad. También es el medio de transporte más sofisticado que el hombre ha sido capaz de crear hasta ahora. Una especie de cabina donde poder conocer el mundo con el sencillo gesto de abrir un libro, activando de esta forma los mecanismos complejos de desplazamiento que permiten al lector, desacreditando todas las leyes de la física, viajar no sólo a través de territorio conocido, sino también en el espacio/tiempo universal. Conocer las ciudades de la Historia, los hombres que las habitaron, los lugares que están lejos o incluso los que ya no existen se encuentra a tan sólo un libro de distancia.
Los primeros viajeros han de ocupar un sitio de honor en la biblioteca del adulto con potenciales jovencitos lectores a su cargo pues no solo son, como hemos visto, fuente inagotable de información de nuestros antepasados sino que además guardaron para nosotros, codificado en palabras, el álbum de fotos del Mundo Antiguo; una especie de Instagram Clásico: Herodoto, Diodoro Sículo, Pausanias, Estrabón (¿Qué pueden leer los jóvenes. Segunda parte: El Hombre). Ellos deberían ser los compañeros ideales en cualquier viaje inicial de vida.
Mostrar el mundo a un niño a través de las lecturas, haciéndole comprender que una maleta llena de libros es el mejor equipaje, no es mal comienzo. Para eso casi nunca fallan las bellísimas, elegantes, clásicas Guías para niños de las ciudades del mundo, de Miroslav Šašek. Encargado de las ilustraciones y el texto, este dibujante checo tiene el don de la belleza universal con un lenguaje racionalista, inteligente y poético que seduce al adulto y sorprende al joven. Sus ciudades descritas en la década de los 60 del pasado siglo ya no existen, claro, pero repasando las hojas de sus bellísimos álbumes, uno siente la punzada mágica y atemporal de creer conocer lo que nunca vivió.
Julio Verne es el otro gran autor capaz de enseñar a los jóvenes (y no tan jóvenes, aunque la edad para empezar con Verne podría ser, tal vez, los 11 o 12 años), los misterios del mundo y la Historia dibujando con palabras la magia de un futuro pronosticado. Increíblemente actual, sigue teniendo el don de no envejecer, de hacer soñar y de construir imaginativos, robustos viajeros en mitad de la multitud de turistas aborregados que asolan el mundo actual.
Sus Viajes extraordinarios permiten al niño viajar “a la carta”, atendiendo a las más diversas inquietudes y programas:
- Para el joven científico: De la tierra a la luna, Cinco semanas en globo, Veinte mil leguas de viaje submarino.
- Para el joven seducido por la épica del mundo en guerra: Miguel Strogoff, Kerabán el testarudo.
- Para el joven aventurero: La vuelta al mundo en 80 días, Los hijos del capitán Grant, Dos años de vacaciones, Escuela de Robinsones, La isla misteriosa, El faro del fin del mundo, Viaje al centro de la Tierra.
Son también muy recomendables en la mochila de cualquier joven viajero lector los mapas del territorio literario. La editorial MS Aventuras Literarias tiene un imprescindible catálogo de mapas para no perderse en las ciudades más “librescas”:
-Madrid en las novelas de Benito Pérez Galdós
-Londres en las novelas de Jane Austen, Londres en las novelas de Sherlock Holmes
-Yokai, mapa del Japón mitológico
-La Regenta, Leopoldo Alas Clarín, en Oviedo
-La vuelta al mundo en 80 días, Jules Verne
-Nueva York en un poeta, Federico García Lorca
-Lisboa en Pessoa
Y no deben olvidarse los “atlas literarios”, colección de mapas de lugares misteriosos, malditos, remotos o lo que es incluso mejor para alimentar la imaginación del joven lector: aquellos que muestran puntillosamente los lugares que nunca existieron. La editorial Geoplaneta, que pertenece al grupo Planeta de Libros nos ofrece esta magnífica colección:
Atlas de las ciudades perdidas
Atlas de islas remotas (Inclasificables)
Ante todos estos libros preparados para desvelar los más ocultos secretos, ¿qué niño querría perderse la aventura; poder tener el mundo en sus manos?
Continúa con ¿Qué pueden leer los jóvenes? Cuarta parte: La primera biblioteca
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