Puerto Rico es resiliente. Es un púgil encajador y aguerrido, como Miguel Cotto, Wilfredo Gómez, Tito Trinidad y tantos otros luchadores taínos. Aguantó el terremoto, no sucumbió a la quiebra económica, no se dobló cuando el huracán María arrasó la isla. Boriken cae, besa la lona y se levanta las veces que haga falta, luchando hasta al final con la cabeza alta; muy alta. Después de tantas penalidades, de una pandemia que intensificó todos los desastres que había padecido en los últimos años, el país antillano celebró del 5 al 7 de abril un evento muy especial, el Congreso internacional de escritores. La palabra tomó las calles de Caguas. La ciudad criolla lució hermosa para celebrar la vida y la literatura. Puerto Rico resurge —»recobrar nuevas fuerzas físicas o morales«, según la acepción de este verbo de la RAE— después de muchos sufrimientos gracias a las letras.
Estudiantes, escritores, periodistas y amantes de los libros llenaron el auditorio durante las tres jornadas de este evento, por el que pasaron autores de España, México, Colombia, Perú, República Dominicana y, por supuesto, de Puerto Rico. Rosa Montero lideró unas jornadas de exaltación de la cultura, ese salvavidas al que nos agarramos en estos tiempos recios que nos ha tocado afrontar.
Ese bálsamo llamado literatura
Con gran entusiasmo, el alcalde de Caguas, William E. Miranda, celebró que su población se convirtiera durante unos días en la «capital de la literatura de Iberoamérica«. El mandatario destacó que «la cultura es el alma de la nación. Y la literatura es la mayor exponente de esa cultura». Lamentó que «la lectura es un hábito poco extendido en el país y falta apoyo a los escritores portorriqueños«. El regidor también tuvo un recuerdo para Noberto González, un importante librero de la isla, fallecido en 2021, al que realizaron un homenaje en la clausura de este certamen literario: «los escritores tienen una importante deuda con los libreros. ¿Cuántos libros hemos descubierto gracias a ellos?«. Terminó su discurso recordando que en el primer piso se acababa de inaugurar una feria del libro, por la que pasaron todos los autores que participaron en el congreso para firmar ejemplares de sus obras.
Ivonne Class, directora ejecutiva del Centro de Bellas Artes de Caguas, insistió en uno de los temas que capitalizó las diferentes charlas: «la literatura fue un bálsamo durante la pandemia. Los escritores ofrecieron compañía en esos momentos duros«.
Si en la presentación del evento el día anterior la música había sido protagonista con los cantos tradicionales y los bailes locales —la bomba—, en la inauguración volvió a tener un papel destacado con la actuación del coro internacional de niños de San Juan.
Le tocó abrir el congreso al escritor portorriqueño Eduardo Lalo. El autor de Los países invisibles comenzó afirmando «yo puedo dejar de escribir, pero no puedo dejar de leer«. Lalo insistió en la idea de que la mudez como escritor no se convertiría en un incoveniente para él, pero sí que lo sería que un problema físico le impidiese continuar leyendo literatura. Su presentación fue un monólogo que derivó en diálogo con las personas que se animaron a preguntarle —durante las tres jornadas del congreso, los más jóvenes monopolizaron el micrófono para interrogar a los ponentes—.
Después llegó el turno de «las Montero», Rosa y Mayra, poderosas por separado e imbatibles cuando forman equipo. Estuvieron sutilmente moderadas por el escritor —y programador del congreso— José Manuel Fajardo, que cumplió con su palabra de ser «un convidado de piedra». Mayra arrancó con unas notas sobre sus influencias en las que habló de cuentos infantiles clásicos que le dieron mucho miedo en su infancia, como Hansel y Gretel y Alicia en el país de las maravillas. «Caperucita Roja es un cuento casi pornográfico y La Bella Durmiente es uno de los relatos más machistas que existen«, afirmó la escritora puertorriqueña. «Por la noche tenía mucho miedo y me quedaba despierta durante horas. Y esa es la formación de un escritor. Después empecé a leer todo lo que tenía a mano sin orden ni concierto: Lovecraft, los poetas malditos franceses…, y además ponía fotos de ellos en la habitación. Mi madre cuando los veía decía: Jesús que hombres más feos. Y luego llegó una etapa de complicidades rusas: Dostoievski, Turguénev… Todo muy desordenado. Luego incorporé a Rubén Darío, que puede ser tremendamente cursi a los ojos de hoy«. Rosa Montero comenzó aclarando que no existe una relación familiar con Mayra, con la que solo comparte apellido; lo que sí que hay entre ambas es una gran amistad. Rosa continuó: «escribir nos cose a la realidad sin deshacernos. De eso hablo en mi nuevo libro, El peligro de estar cuerda. Dejar de escribir es enloquecer, dejar de leer es la muerte instantánea. ¿Cuál es la causa? Que los escritores vivimos en una fisura de la realidad«.
Después de la pausa para el almuerzo, llegó el turno para una de las autoras locales más destacadas, Mayra Santos-Febres. Su charla giró sobre el concepto de «La piel y cómo escribir desde estos tiempos de la raza». Mayra destacó la importancia de este evento para Puerto Rico: «estos encuentros internacionales son fundamentales, porque es imposible entender la realidad sin perspectiva. Un encuentro solo con escritores del país está bien, pero es necesario que haya de otros lugares. Porque cuando todos pensamos lo mismo, no estamos pensando lo suficiente«. «Yo trabajo la lucha contra el racismo con la recuperación de culturas mestizas. Porque somos herederos de la violencia y también de las alianzas de este mundo transatlántico«, afirmó la autora de Sirena Selena vestida de pena.
Otra mujer del caribe tomó a continuación la palabra, Karla Suárez, que habló sobre «Historia y vidas privadas en la novela». «Con la ficción entramos en otros territorios. No necesitamos verificar datos históricos«, afirmó la autora de Habana año cero. «Me tomó muchos años hablar de la Guerra de Angola. Vargas Llosa decía que son los temas los que nos eligen; de acuerdo con don Mario«. «Escribir sobre ciertos acontecimientos históricos que vivimos y nos dejaron fuertes huellas, puede hacernos daño. Porque cuando escribimos es como si viviéramos y hay experiencias que no queremos volver a vivir. Al menos no de inmediato. Por eso en la escritura muchas veces conviene moverse, justamente, como en un tsunami«, apuntó la escritora cubana.
Pilar Quintana, ganadora del Premio Alfaguara 2021 con Los abismos, se encargó de «narrar el lado oscuro» con un relato desgarrador por momentos, y espléndido durante toda su elocución. «En la ficción una puede ser mala, puta, loca, lo que no se atreve a ser en la realidad«, dijo Quintana. «La enfermedad y la literatura sirven para descubrir nuestros fantasmas«, aseveró la autora de La perra.
La primera jornada del congreso terminó con una charla sobre «qué leer», en la que participaron Chiki Fabregat, Pedro Antonio Valdez, Karla Suárez, Javier Sagarna y José Borges, y en la que salieron a relucir los nombres de Vargas Llosa, Salgari y Tolkien, y obras como El principito y La isla del tesoro.
Contagiados de Literatosis
Con resaca letraherida, cogí el coche hacia Caguas junto al escritor peruano Iván Thays. Un autor con un brillo especial. Charlamos de Pedro Castillo —el presidente de su país, que había intentado cerrar la nación la víspera—, blogs literarios y de Tik Tok. A las diez en punto, Iván se sentó en el centro del escenario para hablar de literatosis, término acuñado por el escritor Juan Carlos Onetti, una enfermedad de la que se contagiaron sin remedio todos los asistentes al Centro de Bellas Artes de Caguas durante su exposición.
Rosa Montero hizo doblete en esta segunda jornada, la última en la que estuvo en Puerto Rico antes de su regreso a España para continuar con la promoción de su última obra. La autora de La loca de la casa primero dio una charla sobre «la cocina del escritor». Montero comenzó con la siguiente afirmación: «la cabeza del escritor funciona de una manera distinta. El autor escribe en la cabeza, que es una cabeza loca, abarrotada de chispas y de ideas locas«. Después pasó a hablar del proceso creativo de sus novelas, que nacen de un «huevecillo», que es el germen del que surgen las notas —recogidas a lo largo de un año o año y medio— que se convertirán en la novela. «Escribir es buscar el sentido a la existencia«, concluyó Rosa Montero. Después del descanso, presentó su último libro, El peligro de estar cuerda, en un diálogo con la doctora Luce López-Baralt, quien comenzó su exposición situando a la autora de La ridícula idea de no volver a verte cerca de Petrarca. López-Baralt terminó con un recuerdo a Jorge Luis Borges, de quien dijo que era «otro travieso como Rosa Montero«.
El turno siguiente fue para Javier Sagarna, director de la Escuela de escritores. Javier comenzó explicando sus equivocaciones en los primeros años, «escribí un relato que tenía todos los fallos que puede tener un relato«. También habló de su escuela, donde «se busca estimular el talento. Y aprovechar el de cada uno de los alumnos para apartarlos del camino facilista de la imitación, y conectarlos con sus intuiciones«.
El escritor dominicano Pedro Antonio Valdez conversó sobre «Los espacios de encuentro literario». «Contamos para dejar constancia de que estamos vivos. Para que un texto pueda validarse tiene que abandonar al autor. El relato es vida y necesita de la recepción«, dijo el autor de Carnaval de Sodoma.
Si el día anterior el broche lo puso una mesa redonda sobre qué leer, el miércoles terminó con otra, moderada por la escritora puertorriqueña Helena Sampedro Colón —organizadora también de este congreso— en la que la pregunta era «qué escribir». Guillermo Arriaga, Karla Suárez, Luis Negrón y Magali García Ramis fueron los encargados de contestar a esa cuestión.
Aquí estamo, siempre estamo, no nos fuimo, no nos vamo
El jueves arrancó con la literatura infantil como protagonista. Chiqui Fabregat hizo una defensa del lector de este género, los niños, y criticó que les impongamos libros, porque según la autora de La segunda piedra más rara del mundo «ellos no son lectores del futuro, son lectores del ahora, y a veces nos empeñamos en hipotecarles con obras que ellos no quieren«.
Pedro Antonio Valdez presentó su último libro Dominicanos en un encuentro con Alejandro Álvarez Nieves, que tuvo que terminar de leer el cuento seleccionado para esta mesa, ya que el autor de la obra no pudo acabarlo superado por la emoción del momento.
El miércoles por la noche, un apagón dejó sin luz a buena parte de la isla. Las plantas generadoras permitieron a bares, restaurantes, hoteles y comercios reanudar la actividad. También en el Centro de Artes de Caguas hubo que recurrir a los aparatos de suministro energético para garantizar la celebración del congreso. En medio de la ponencia de la periodista Mayra Montero sobre «Escribir después de la pandemia» el generador se inmoló. Sin luz —solo la de los teléfonos móviles de los asistentes; para que luego critiquemos que los smartphones son un obstáculo para la literatura—, sin micrófonos, la voz de Mayra se impuso en el auditorio: a pleno pulmón continuó con su explicación. Ni un terremoto, ni una pandemia, ni un huracán la enmudecieron entonces, y tampoco pudo con ella ahora este apagón.
La organización consiguió superar las dificultades, y el congreso finalizó con uno de los grandes protagonistas del evento, el escritor y cineasta mexicano Guillermo Arriaga, que ya había participado en un debate la jornada anterior, cuando contó de qué manera supo lo que él quería escribir: «cuando escuché a Jimmy Hendrix me di cuenta que yo quiero hacer eso en la escritura. Es una forma de fragmentar, como hace Faulkner. Y así empecé a contar las historias moviéndome constantemente, con varias voces. Faulkner es el padre de Fuentes, Vargas Llosa, Onetti… No narramos nuestra vida de forma lineal«. De pie, el autor de Salvar el fuego (Premio Alfaguara 2020), recorrió el escenario hipnotizando a la audiencia con su relato: «los que contamos historias, y esto creo que lo compartirá conmigo cualquier escritor que haya aquí, si no lo hacemos se nos quedan en la garganta, se oxidan«.
*******
René me susurra al oído antes de abandonar Puerto Rico. Los versos del cantante portorriqueño se cuelan en mi cerebro y se niegan a salir de él. Suenan los tambores, afinan los cuatros, aclaran las gargantas, comienza la música y los bailarines me guían por las calles de Caguas camino de la guagua. Suena René en la radio: «Aquí estamo, siempre estamo, no nos fuimo, no nos vamo». Me siento en el avión, enciendo mi portátil, abro un nuevo documento y escribo antes de que despegue: Puerto Rico resurge.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: